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jueves, 29 de septiembre de 2016

Trump o Clinton: Una propuesta en la que perdemos todos

 



Toda la historia mundial (…) muestra (…) un enfrentamiento (…) entre los medios económicos y los políticos. (…) El estado es una organización de los medios políticos (…) impuesto por un grupo victorioso de hombres a un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo victorioso sobre los vencidos. – Frank Oppenheimer
Hillary y Trump no son los únicos que hacen campaña este otoño.
Si visteis el debate presidencial de la tarde del lunes, podéis desesperar porque no apareció ninguna perspectiva libertaria. Y tenéis motivos para temer que el resultado de las elecciones de noviembre no sea agradable, independientemente de quién se imponga.
Si estabais esperando a que Trump o Hillary hablaran acerca de limitar el poder del estado de una manera importante, de respetar la toma de decisiones a nivel estatal y local, de restaurar las libertades civiles, de disminuir el leviatán regulatorio o de retirarse completamente de Oriente Medio, podéis esperar sentados. Porque si los candidatos políticos son buenos en algo, es en arrogancia. Su pretensión de conocimiento da paso al gran engaño masivo de nuestros tiempos, compartido por demasiados estadounidenses: el gobierno es omnisciente por alguna razón.
Por eso el Instituto Mises necesita vuestro apoyo: para hacer el alegato en contra de la narrativa dominante, es decir, política, de nuestro tiempo. Nuestra campaña de otoño, que se realiza esta semana en honor al cumpleaños de Mises, es una oportunidad para que votéis contra la política y a favor de la libertad. Es vuestra oportunidad para votar por “ninguno de los anteriores”. Incluso 5$ cada mes pueden suponer una diferencia.
Es tentador rechazar a Hillary simplemente por ser profundamente desagradable e inmoral. Pero su tóxica mezcla de cooperativismo de Wall Street, alabanza de la guerra e ingeniería social izquierdista representa el núcleo de la política moderna. Su objetivo absoluto es silenciar, incluso criminalizar, a las voces que se oponen al avance del progresismo y el globalismo.
También es fácil para los libertarios rechazar a Trump. Como populista, no tiene ataduras ideológicas y está dispuesto a usar el poder del estado  a voluntad. Aunque atracó casi en solitario a Conservadurismo S.A. como una fraudulenta mina de oro que no conserva nada, está temperamentalmente dispuesto a la acción, no a la paciencia, una cualidad peligrosa en un político.
Es verdad que, como personas preocupadas por la libertad, ya deberíamos haber aprendido la lección. La disensión no es un subproducto de la política, es una característica. La política está pensada para crear odio e inquietud, como preludio para justificar cada vez más poder estatal sobre nuestras vidas.
Después de todo, la política es la guerra por otros medios. Y la guerra reclama víctimas. La guerra tiene ganadores y perdedores. Sobre todo, la guerra tiene gente que se beneficia de ella: la clase política y sus muchos clientes, tanto en el gobierno como en el sector nominalmente privado.
El poder está en el núcleo de toda la acción política, sin que importe cuántos lugares comunes expongan los candidatos. Y no os equivoquéis: el poder político es poder personal, un atajo hacia la riqueza y el estatus para cifras incalculables de mediocridades en todos los niveles del gobierno.
Hay otra vía: el liberalismo real, del tipo que alababa Ludwig von Mises. El liberalismo real debe ostensiblemente el poder a la persona, las familias, y la sociedad civil. El liberalismo real rehúye la fuerza y la coacción estatal. Es el antídoto para poder, la única alternativa moral y práctica entre lo que Oppenheimer llamaba “medios políticos” y “medios económicos”.
Mises defendió siempre estos últimos. Nacido en 1881, fue criado en la magnífica cultura que Donald Rumsfeld desdeñaba como la “Vieja Europa”. Pero vio la conflagración causada del comunismo soviético, el nazismo y dos guerras mundiales, todos empeños colectivistas. Y aunque indudablemente Mises creía que el estado tenía un papel limitado a desempeñar a la hora de proteger la propiedad y los derechos individuales, dudo que viera ningún valor redentor en los superestados tecnocráticos actuales. Indudablemente encontraría poco a celebrar en el actual panorama político.
El Instituto Mises existe para llevar adelante la importante obra de Mises y otros economistas austriacos, pero también para presentar su visión de la libertad política. Y necesitamos vuestra ayuda. Mientras se emplean millones de dólares en campañas políticas y think tanks en Washington, el Instituto Mises se soporta completamente con donantes como vosotros. Más de cinco millones de personas van a visitar mises.org en 2016. Si cada uno de ellos diera solo un dólar, nuestra financiación sería sencilla. ¿No haríais hoy, por favor, vuestra donación más generosa a nuestra campaña de otoño?
Si abrazamos la política, voluntaria o reticentemente, debemos aceptar la nefasta consolidación del poder en manos de unos pocos, de los peores. La oligarquía no es una anomalía, sino más bien el resultado predecible de nuestra voluntad de entregar el poder a Washington.
La política y el gobierno no van a desaparecer pronto. El sistema se está viniendo abajo y eso nos da una oportunidad para defender un mundo mejor: un mundo organizado más en torno a los mercados y la sociedad civil menos en torno al estado.
¡Por favor, apoyad al Instituto Mises!

El artículo original se encuentra aquí.

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