Philipp Bagus
Mises Institute: ¿Qué le llevó a escribir En defensa de la deflación?
Philipp Bagus: Una de las razones es que sencillamente no existe ningún estudio integral de la deflación. La otra razón es que el temor a la deflación ha traído consecuencias desastrosas para nuestras economías. Esto es así porque la supuesta amenaza de la deflación se utiliza para justificar la producción de nuevo dinero. Los banqueros centrales sostienen hoy que si no se involucran en la flexibilización cuantitativa y otras políticas no convencionales, nuestras economías se deslizarán en una recesión y en una deflación de precios. E, implícitamente, la deflación de precios se presenta como algo horrible. De hecho se considera que es algo tan horrible, que los anti-deflacionistas ni siquiera piensan que sea necesario probar sus afirmaciones y analizar el fenómeno de manera sistemática. Por lo tanto, pensé que sería útil analizar la deflación.
MI: Usted cuenta en su libro que la deflación es un tema ignorado en los manuales de economía. ¿Por qué cree que sucede esto? ¿Y cuál es el aspecto menos comprendido de la deflación?
PB: Una de las razones es que hemos vivido después de la Segunda Guerra Mundial en un mundo de inflación de precios continua. Por lo tanto, los libros de texto dedican mucho espacio a la inflación de precios, pero no a la deflación de precios. La deflación simplemente no ha sido una experiencia común en las últimas décadas. Y de nuevo, sigue predominando la idea de que la deflación es evidentemente mala.
El aspecto más incomprendido de la deflación es probablemente que la deflación de precios no es un problema económico general. Una caída de precios lo que simplemente produce es una redistribución. Los vendedores pierden y los compradores ganan.
Sin embargo, todos somos compradores (de bienes y servicios) y vendedores (de bienes y de servicios laborales). Las empresas también compran factores de producción y venden productos. Así que la deflación de precios en sí misma no es perjudicial para todos, sino sólo para aquellos cuyos precios de venta caen más rápido que sus precios de compra. Sin embargo, los precios de venta de algunos son precios de compra para la otra parte del intercambio. Por eso, cuando hay algunos que pierden hay otros que ganan. Los precios de venta se reducen más despacio que los precios de compra.
También es cierto que en una deflación de precios los deudores pierden. Pero el poder adquisitivo que los deudores pierden, lo ganan los acreedores. Y si una empresa va a la quiebra por tener unas deudas cuyo valor nominal es fijo, si el negocio es viable y el deterioro de su situación vino solo motivado por su elevado endeudamiento, en principio, el acreedor se apropia de sus activos y puede continuar la producción. Este cambio en la propiedad no perturba el potencial productivo de la economía (es decir, las fábricas y las máquinas no desaparecen). Por lo tanto, la deflación de precios no es un problema económico general, pero conduce a una redistribución.
La deflación de precios que es causada por el gobierno puede, por supuesto, ser considerada como perjudicial por razones morales. Este no es el caso de la deflación de precios que se produce en un mercado libre o que se produce como reacción del mercado a la intervención del gobierno.
MI: ¿Cuáles son las implicaciones políticas de esto? ¿Cómo es que esta permutación entre ganadores y perdedores infunde tanto temor a la deflación en los políticos?
PB: La implicación política es que uno no debe escuchar a las personas que sostienen que lo que se necesita es una política monetaria inflacionista para evitar a toda costa la deflación de precios porque ésta sea el fin del mundo.
La propia inflación causará una redistribución a favor de los primeros perceptores del nuevo dinero, distorsionará los precios relativos, favorecerá a los deudores, impulsará las malas inversiones y potencialmente alimentará nuevas distorsiones y burbujas. Es totalmente comprensible que quienes se benefician de la inflación estén propalando mitos sobre los males de la deflación.
¿Quién se beneficia de esa continua inflación? Pues bien, las élites políticas y empresariales. El mayor deudor en nuestras economías es el Estado. También muchas élites empresariales están muy endeudadas. En un escenario de deflación de precios saldrían perdiendo. Por lo tanto, lo retratan como un problema general, a pesar de que los acreeedores se beneficiarían de la deflación. Y como remedio político, los anti-deflacionistas reclaman que se cree más dinero; dinero que recibirán en primer lugar el gobierno, la industria financiera y otras élites empresariales. En otras palabras, estas élites se benefician de la creación de dinero nuevo —que pueden gastar antes de que los precios se ajustan al alza— a expensas de aquéllos que sólo reciben el dinero después de que ya se haya producido la subida de precios.
MI: Entonces, ¿por qué tantos economistas culpan a la deflación de las depresiones del pasado?
PB: Muchos economistas son empíricos. Así que examinan la Historia y llegan a conclusiones. Ven que durante la Gran Depresión una fuerte recesión económica se vio acompañada de deflación. Entonces piensan que fue la deflación lo que causó la recesión o la hizo más intensa.
Los Keynesianos también piensan que se produce una recesión debido a un colapso de la demanda agregada. No entienden que las personas tienen que producir para poder consumir. De modo que para ellos no puede haber un exceso generalizado de producción. Pero si no todo lo producido tiene demanda, la estructura de la oferta debe adaptarse a la demanda. Y aquí la deflación de los precios o la deflación monetaria puede acelerar el reajuste de la estructura de la producción mediante la liquidación de las malas inversiones y la más rápida transferencia de recursos a proyectos capaces de producir bienes y servicios que los consumidores demanden con mayor urgencia.
MI: ¿Podemos identificar períodos de deflación en los que hubo un aumento del nivel de vida?
PB: Por supuesto. Durante el siglo XIX, en muchos países se observó una caída de los precios causada por un fuerte crecimiento económico. En el libro, se analiza con detalle la situación de Estados Unidos de 1865 a 1896. Durante ese período Estados Unidos experimentó treinta años de bajadas de precios y al mismo tiempo un fuerte aumento en el nivel de vida. De hecho, el resultado natural del crecimiento económico es que los precios tienden a caer y la población disfruta del aumento de la producción en forma de precios más bajos. Algo que observamos hoy en el sector de la tecnología.
MI: En su libro, usted cita al influyente economista Brad DeLong quien observó que la reducción de los precios hubo un tiempo en que parecía ser extremadamente improbable. Pero ahora parece más probable. ¿Por qué cree que sucede esto? En otras palabras ¿Por qué tenemos hoy en día unos datos de inflación tan inferiores a ese objetivo del 2 por ciento establecido por los bancos centrales?
PB: Se ha producido un proceso de desapalancamiento del sector financiero. La contracción del crédito ejerce una presión a la baja sobre los precios. Pero también hay crecimiento económico, no sólo en los países en desarrollo, sino también en las economías occidentales, donde los empresarios después de la crisis ajustaron la estructura de la producción.
Traducido por Juan J. Gamón Robres (juanjogamon@yahoo.es) el artículo original puede descargarse aquí.
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