La banca europea sigue estando en problemas una década después de que estallara la burbuja financiera. A las crisis bancarias de Grecia, Portugal o Italia, hay que añadirle la de Alemania. El mayor sistema financiero del Continente lleva años atravesando una situación complicada debido a la escasa capitalización tanto de sus grandes bancos, como el Deutsche Bank o el Commerzbank, cuanto de otras entidades más pequeñas de carácter regional o local (las “cajas” alemanas). El caso más sonado probablemente sea el del Deutsche Bank, el mayor banco de inversión europeo con unos activos que equivalen al 50% del PIB alemán. La entidad teutona no sólo se enfrenta a problemas para cumplir a partir de 2019 con los requisitos regulatorios de capital impuestos por Basilea III al tiempo que digiere las pérdidas derivadas de sus malas inversiones durante los últimos años, sino que ahora también tiene que enfrentarse a las sanciones por parte de las autoridades estadounidenses por una negligente comercialización de hipotecas subprime en el país. La multa se anunció hace unos días y es simplemente devastadora para el banco: 14.000 millones de dólares, casi el equivalente a todo lo que vale la empresa en el mercado.
Precisamente, ese es el mayor problema de la entidad alemana (y, en general, del resto de la banca europea): no tanto sus errores pasados, cuanto sus pésimas perspectivas de futuro. La bajísima rentabilidad esperada de la banca continental (modelo organizativo obsoleto en un contexto de muy bajo retorno del crédito y con un grado de apalancamiento regulatoriamente restringido) agravada por la política de tipos de interés negativos de Draghi coloca a las entidades financieras ante un negro panorama en el que nadie quiere invertir su dinero: y mucho menos invertirlo para tapar los enormes agujeros heredados. Si, como augura el diario alemán Die Zeit, Deutsche Bank va a necesitar finalmente un rescate, comprobaremos si Alemania se mantiene fiel a los sanos principios que intenta imponer al resto de sus socios comunitarios (no rescatar bancos con cargo a los contribuyentes) o si, como tantas otras veces en la reciente historia europea, se aplica a sí misma la excepción que no admite para otros.
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