Jeff Deist
[Comentarios de Jeff Deist en la Cumbre de Seguidores del Instituto Mises en Asheville, Carolina del Norte, el 16 de septiembre de 2016]
Antes de que oigamos al juez Napolitano, me gustaría hablar perennemente esta noche acerca de lo que somos como sociedad y qué papel desempeña, o tendría que desempeñar, el Instituto Mises en la sociedad.
La mayoría del país está enredado en las elecciones presidenciales, siguiendo las últimas noticias acerca de la salud de Hillary por las declaraciones de Trump.
Pero aquí hay una oportunidad.
Porque no importa quién gane, millones de personas (tal vez el 40% del país) van a ver al ganador como ilegítimo e incorregible.
Millones de estadounidenses piensan que Hillary debería estar en la cárcel en lugar de en la Casa Blanca. Y millones más no ven en Trump nada más que un líder reaccionario de los deplorables.
De hecho, una reciente encuesta de Gallup cita que todo un tercio de los estadounidenses no confía en todo caso en los resultados de las elecciones, lo que equivale a decir que no confían en el gobierno para tener unas elecciones honradas.
Así que olvidad cualquier tontería acerca de “las elecciones más importantes de nuestras vidas” en el sentido convencional.
Trump vs. Hillary representa algo mucho mayor: lo que podríamos llamar el fin de la política, o al menos de los límites de la política. Los estadounidenses, y también los europeos, son testigos del fin del mito del consenso democrático. El llamado voto democrático no genera algún noble compromiso entre izquierda y derecha, sino solo una clase política atrincherada y su sistema de patrocinio.
Nosotros ya lo sabíamos, pero ahora millones de personas normales están despertando para ver que nuestros problemas (con la deuda pública, con guerras, con divisas, con derechos sociales, con impuestos y regulaciones, con asuntos sociales inextricables) no pueden resolverse políticamente. No es necesariamente un despertar ideológico, sino simplemente un reconocimiento de la realidad.
Simplemente, no hay voluntad política ni consenso político para ocuparse de estos grandes problemas. La política ha quebrado.
Hay algo profundamente sano en lo que vemos. La compresión de que no existen las soluciones políticas, de que en nuestra visión de la universidad del gobierno es una farsa, es una gran oportunidad. Votantes enfadados, populismo, nacionalismo, antiglobalismo, antielitismo, todos estos son síntomas de una sana hostilidad hacia la política. Podemos volver la cabeza ante estos movimientos y rechazarlos por antiintelectuales o no liberales. O podemos aprovechar la oportunidad que nos presentan.
Esa oportunidad de defender una sociedad completamente libre, una sociedad no organizada en torno a la política y el estado, es el núcleo de la misión del Instituto Mises.
Nunca hemos temido hacerlo. Llamadlo la opinión de Mises sobre la autodeterminación llevada hasta sus últimas consecuencias, llamadlo anarcocapitalismo rothbardiano, llamadlo sociedad de derecho privado, llamadlo como queráis: el Instituto Mises nunca ha evitado defender un libertarismo puro sin estado.
Y no creo que pueda decirse eso de ninguna otra organización del mundo, dentro o fuera de Washington.
Pero no se equivoquéis: somos compañeros de viaje de cualquiera que quiera reducir o eliminar el papel del gobierno en cualquier asunto, por cualquier razón.
Esto abarca a conservadores que abandonan el Partido Republicano, progresistas cansados de la maquinaria de compinches de Wall Street, populistas contra la Fed, defensores de la educación en el hogar, conductores de camiones, soldados, madres amas de casa, abstencionistas hartos: cualquiera interesado en la libertad, aunque sea sobre un solo asunto.
No todos ven el mundo como nosotros, y eso está bien. Estamos aquí para proporcionar una vía de entrada, para despertar un interés, para hacer disponibles recursos gratuitos y alimentar ese interés.
Así que mientras la política se viene abajo, queremos que el instituto sirva como hogar intelectual para cualquiera interesado en una sociedad organizada en torno a los mercados y la sociedad civil en lugar de la fuerza: no una utopía, sino una sociedad en la que las grandes cuestiones económicas, sociales y culturales del momento estén cada vez menos determinadas por la política. Queremos que el instituto mises sea un contrapeso a la narrativa política dominante.
Economía quebrada
Pero tenemos otra misión crítica: salvar a la economía de los economistas. Porque no solo está quebrada la política. La economía dominante está igualmente quebrada, tanto como profesión como como campo de estudio.
Su credibilidad (irremediablemente ligada a la predicción y los modelos matemáticos) está herida. Su reputación está destrozada. No sirve de inspiración para jóvenes investigadores, mientras las fábricas de doctores producen historiadores de datos que en realidad no entienden de economía en absoluto.
Pensemos que los economistas dominantes:
- Fallaron completamente a la hora de predecir (o comprender) el crash de 2008.
- Fallaron completamente a la hora de predecir (o comprender) la crisis inmobiliaria.
- No entienden el dinero como un producto del mercado, en lugar de un pagaré del banco central producido a voluntad.
- No entienden la inflación como un fenómeno monetario.
- No entienden los tipos de interés, sino que por el contrario los ven como una herramienta política.
- No entienden las malas inversiones y no pueden explicar auges ni declives.
- No entienden la praxeología (ni siquiera conocen el concepto), sino que están absolutamente dedicados a “demostrar” sus hipótesis utilizando modelos empíricos.
- No entienden el papel de los mercados de capitales como método para asignar recursos para sus mejores usos, ni tampoco la bancarrota y su papel como cura liquidadora.
- No entienden ni saben mucho acerca de la historia del pensamiento económico (De hecho, hablaba recientemente con el profesor Ben Powell durante nuestra conferencia de la Universidad Mises y este confirmaba mis peores sospechas: es completamente posible obtener hoy un doctorado en economía sin aprender o conocer nada de historia económica. Es como si las universidades raptaran a los jóvenes economistas y los dejaran caer en una isla, sin ningún contexto ni idea de cómo llegaron allí).
- Y finalmente, considera que lo 300 economistas doctorados en la grandes universidades que hay en el Edificio Eccles, contratados por la Fed, no pueden decidir si aumentar el tipo de los fondos de la Fed un escaso cuarto de punto, como si estuviera en juego el destino del mundo.
Éste es hoy el estado de la economía ortodoxa. Aquí es donde entra el Instituto Mises.
La corrección es evidente: la economía necesita una contrarrevolución austriaca completa, lejos del neoliberalismo o neokeynesianismo o como quiera que queráis llamar a un revoltijo de creencias que siempre se reducen a gobiernos o bancos centrales estimulando la demanda a cualquier coste.
El camino a seguir, como siempre, es la educación: pero no se limita a la academia en modo alguno. Por el contrario, ninguno nos podemos permitir quedar al margen.
Probablemente estéis familiarizados con el argumento de Mises, de su capítulo en La acción humana sobre el lugar de la economía en la enseñanza, en contra de relegarla a la universidad y círculos esotéricos. Mises creía que todos tenían la obligación de aprender economía. De hecho, pensaba que el asunto esencial de nuestro tiempo era el enfrentamiento entre economía de mercado y socialismo, igual que el absolutismo religioso y monárquico lo había sido en siglos anteriores.
Advertid aquí su tono populista:
No hay manera de que nadie pueda eludir su responsabilidad personal. Quien no examine de la mejor manera que le sea posible todos los problemas implicados, entrega voluntariamente su primogenitura a una élite autonombrada de superhombres. En asuntos tan vitales, la confianza ciega en los “expertos” y la aceptación acrítica de dichos y prejuicios populares equivale al abandono de la autodeterminación y a rendirse a la dominación de otras personas. Bajo las condiciones actuales, nada puede ser más importante para todo hombre inteligente que la economía. Su propio destino y el de su progenie están en juego.
La llamada al deber, como la veía Mises, es apropiada para cualquier hombre normal inteligente. Y eso está en el núcleo de lo que hacemos en el Instituto Mises: enseñar buena economía a gente de todo tipo.
Porque ¿qué es exactamente una escuela en el siglo XXI? Bueno es un lugar donde uno aprende. Pero aparte de eso, la “escuela” está siendo radicalmente redefinida:
- Cada vez más tiene lugar en el mundo digital, en lugar de en un edificio de ladrillo.
- No es solo para gente joven.
- No hay administradores de mi programa obligatorio.
- No hay clases irrelevantes.
- El aprendizaje tiene lugar al ritmo del alumno, en cualquier momento del día, en cualquier lugar del mundo.
- Los estudiantes consumen tanto o tan poco como se ajuste a sus necesidades; por primera vez en la historia, enseñar tiene un enfoque de mercado.
De acuerdo con esto, el Instituto Mises es la definición de una escuela moderna. Tenemos estudiantes de todo tipo, aprendiendo a su manera y a su ritmo. Para algunos, aprender economía podría significar obtener un doctorado y dedicar sus vidas al trabajo académico. Para otros, simplemente seguir los mensajes de twitter del instituto podría ser toda la educación que quieren consumir. El aprendizaje ya no es una propuesta de talla única.
Tengo el placer de decir que mises.org (el mejor y mayor sitio web del mundo del contenido austriaco y libertario) se encamina a acoger a 5,5 millones de personas este año, un gran aumento incluso para un año político. Y el dúo conyugal de los profesores Peter y Sandy Klein ha creado un nuevo grupo en línea de clases esenciales sobre una nueva plataforma que hará disponibles partes claves de la experiencia de la Universidad Mises a alumnos de todo el mundo.
Y así que, desde mi punto de vista, somos la economía del futuro y la escuela del futuro. Gracias por hacerlo posible.
El artículo original se encuentra aquí.
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