Frank Shostak
Para hacer que los datos “hablen”, los economistas utilizan una
serie de métodos estadísticos que van desde modelos muy complejos a una
simple exposición de datos históricos.
Por lo general, se dice que por medio de correlaciones estadísticas
se pueden organizar los datos históricos creando un cuerpo útil
información, lo que a su vez puede servir como base para evaluaciones
del estado de la economía.
Se sostiene que través de la aplicación de métodos estadísticos sobre
datos históricos, se pueden extraer los hechos de la realidad con
respecto al estado de la economía.
Por desgracia, las cosas no son tan directas como parecen. Por
ejemplo, se ha observado que los declives en la tasa de desempleo están
asociados con un aumento general en los precios de bienes y servicios.
¿Deberíamos por tanto concluir que los declives al desempleo son una causa importante inflación de precios?
Para hacer aún más confuso el asunto, también se ha observado que la
inflación de precios se correlaciona bien con cambios en la oferta
monetaria. También se ha establecido que los cambios en los salarios
muestra una correlación muy alta con la inflación de precios.
¿Qué podemos hacer con todo esto? Nos enfrentamos aquí, no a una,
sino a tres “teorías” de la inflación en competencia. ¿Cómo vamos a
decidir cuál es la teoría correcta?
Según la fórmula popular de pensamiento, el criterio para la
selección una teoría debería ser su poder predictivo. Sobre esto, Milton
Friedman escribía:
El objetivo último una ciencia positiva es el desarrollo de una teoría o hipótesis que genere predicciones válidas e importantes (es decir, no obvias) acerca de fenómenos todavía no observados.[1]
Mientras el modelo (teoría) “funcione”, se considera como un marco
válido en lo que respecta a la evaluación de una economía. Una vez el
modelo (teoría) se viene abajo, buscamos un nuevo modelo (teoría).
Por ejemplo, un economista percibe que los desembolsos los
consumidores en bienes y servicios están determinados por la renta
disponible.
Una vez validada esta opinión por medio de métodos estadísticos, se
emplea como herramienta en las evaluaciones de la futura dirección del
gasto de consumo. Si el modelo no produce predicciones apropiadas, es
reemplazado o modificado, añadiendo algunas otras variables
explicativas.
La naturaleza tentativa de las teorías implica que nuestro conocimiento del mundo real es elusivo.
Como no es posible establecer cómo funcionan realmente las cosas, en
realidad no importaría cuáles fueran los supuestos subyacentes en
modelo. De hecho, no importaría nada, mientras el modelo pueda generar
buenas predicciones. Según Friedman:
La pregunta relevante a plantear acerca de las suposiciones de una teoría no es si son realistas descriptivamente, pues nunca lo son, sino si son una aproximación suficientemente buena para el fin buscado. Y esta pregunta solo puede responderse viendo si la teoría funciona, lo que significa si genera predicciones suficientemente precisas.[2]
Economistas teóricos contra economistas prácticos
La opinión de que nuestro conocimiento es tentativo y de que nunca
podemos estar seguros acerca de nada, ha dado lugar a dos grupos de
economistas: a un lado están los llamados teóricos o “economistas de la
torre de marfil”, que generan diversos modelos imaginarios y los usan
para formarse una opinión sobre el mundo de la economía.
En el otro lado vemos a los llamados economistas “prácticos”, que
deducen sus puntos de vista únicamente a partir de los datos. Mientras
que los economistas de la torre de marfil creen que la clave del secreto
del universo económico se descubre a través de modelos abstractos, los
economistas “prácticos” sostienen que si se “tortura” a los datos
durante suficiente tiempo, acabarán confesando y se revelará la verdad.
Pero los métodos estadísticos no ayudan en este aspecto. Lo único que
pueden hacer los diversos métodos estadísticos es comparar movimientos
de diversos bloques históricos de información.
Estos métodos no pueden identificar las fuerzas motrices de la
actividad económica. Igualmente, los modelos que se basan en las
imaginaciones de los economistas tampoco ayudan mucho, ya que estas
teorías no se establecen a partir del mundo real.
Sin embargo, la teoría económica debe tener sólo un propósito: explicar la esencia de la actividad económica.
Creemos que la economía trata sobre las actividades humanas que
buscan promover la vida y el bienestar de las personas. Se puede
observar que la gente se dedica a diversas actividades. Realiza trabajo
manual, conduce automóviles y camina por las calles y come en
restaurantes.
La característica que distingue a estas actividades es que todas tienen un propósito.
Así, el trabajo manual puede ser un medio para algunas personas de
ganar dinero, lo que a su vez les permite alcanzar varios objetivos,
como comprar comida o ropa.
Comer en un restaurante podría ser un medio para establecer relaciones de negocio.
Conducido automóvil podría ser un medio para llegar a un lugar concreto. En otras palabras, la gente opera dentro de un marco de fines y medios: está usando diversos medios para conseguir fines.
La acción con un propósito o implica que la gente evalúa o compara diversos medios a su disposición con sus objetivos.
En cualquier momento, las personas tienen una abundancia de fines que
les gustaría conseguir. Lo que limita la consecución de diversos fines
es la escasez de medios.
Por tanto, cuando haya más medios disponibles, más fines u objetivos
podrán alcanzarse (es decir, aumentará el nivel de vida de las
personas).
Otra limitación para alcanzar diversos objetivos es la disponibilidad
de medios apropiados. Así, para saciar mi sed en el desierto, necesito
agua. Los diamantes que pueda poseer no me ayudarán en este caso.
Dando sentido a los datos
Ahora, durante una recesión económica se observa la caída general en
la demanda de bienes y servicios. ¿Deberíamos concluir que la caída en
la demanda es la causa de una recesión económica?
Sabemos que la gente se esfuerza por mejorar su vida y bienestar. Sus
demandas u objetivos son por tanto ilimitados. La única manera por
tanto de que caiga la demanda general es a través de la incapacidad de
las personas de soportar su demanda. En resumen, los problemas del lado
de la producción (es decir, con los medios), son probablemente las causas de una caída general observada en la demanda.
Alternativamente, consideremos la situación en la que el banco
central anuncia que aumentar el crecimiento de la oferta monetaria
cuando la inflación de precios es baja puede aumentar el crecimiento
económico real.
Para entender esta proposición debemos examinar la esencia del
dinero. El dinero es el medio de intercambio. Al ser en medio de
intercambio, el dinero solo puede ayudar a la riqueza real existente. No
puede por sí mismo crear más riqueza. El dinero no puede usarse en la
producción. No puede usarse en el consumo.
Podemos concluir que imprimir dinero no es el medio correcto para
promover el crecimiento económico. El objetivo (de aumentar el
crecimiento económico real) no puede conseguirse por medio de la
impresión de dinero. Por tanto, si se encuentra una correlación positiva
entre la tasa de crecimiento de la oferta monetaria y la actividad
económica, no se puede saltar a la conclusión de que el dinero puede
hacer crecer una economía.
El conocimiento de que la gente lleva a cabo acciones con un
propósito también nos permite evaluar la forma popular de pensar que
sostienen que el “motor” de la economía es el gasto de consumo (es
decir, la idea de que la demanda crea oferta). Sin embargo, sabemos que
sin medios no puede llegarse a ningún objetivo. Pero los medios no
aparecen de la nada: deben producirse primero, por lo que la fuerza
motriz es la oferta y no la demanda.
El hecho de que la gente lleve a cabo conscientemente acciones con un
propósito nos proporciona un conocimiento concreto, que es siempre
válido con respecto a los seres humanos. Este conocimiento establece la
base para un marco coherente que permite evaluaciones significativas del
estado de una economía.
Los datos deberían considerarse una descripción de acontecimientos
históricos. Por sí mismos, no pueden “hablar”. Deben ser interpretados
por medio de una teoría, que no deriva de los datos. A partir de dicha
teoría puede deducirse algún conocimiento elemental, como que los
humanos están operando en el marco de objetivos-medios y que su conducta
es consciente.
Sobre esto, Rothbard escribía:
Un ejemplo que le gustaba usar a Mises en sus clases para mostrar la diferencia entre todos maneras esenciales de aproximarse el comportamiento humano era mirar el comportamiento en Grand Central Station durante las horas punta. El conductista “objetivo” o “verdaderamente científico”, señalaba, observaría los acontecimientos empíricos: por ejemplo, gente corriendo de acá para allá, sin rumbo fijo, en ciertos momentos predecibles del día. Y eso es todo lo que sabría. El verdadero estudioso de la acción humana empezaría a partir del hecho de que todo comportamiento humano tiene un propósito y vería que el propósito sería ir de casa al tren a trabajar por las mañanas, lo contrario por las noches, etc. Es evidente quién descubriría y sabría más acerca del comportamiento humano y por tanto quién sería el verdadero “científico”.[3]
Las conclusiones a las que se llegan desde modelos “puramente”
teóricos es probable que sean cuestionables, de que estas conclusiones
derivan de la imaginación de los economistas y no están basadas en los
hechos de la realidad.
Un modelo que no derive de la realidad no es posible que pueda
explicar el mundo real. (En este sentido, una proposición de que las
personas llevan a cabo acciones conscientes y con un propósito es un
hecho de la realidad. Así que todo lo que se deduzca correctamente a
partir de esta proposición, estará en línea con la realidad).
Por ejemplo, para explicar la crisis económica en Japón, el famoso
economista ortodoxo Paul Krugman empleaba un modelo que suponía que las
personas son idénticas y viven eternamente y que la producción es fija.[4]
Aunque admite que esta suposición en no son realistas, Krugman
argumentaba sin embargo que por alguna razón su modelo puedía ser útil
para ofrecer soluciones a la crisis económica en Japón.
¿Debería la capacidad predictiva ser un criterio para aceptar un modelo?
La opinión popular que establece la capacidad predictiva como criterio para aceptar un modelo es cuestionable.
Ni siquiera las ciencias naturales, que la economía dominante tratar de emular, validan sus modelos de esa manera.
Por ejemplo, una teoría que se emplee para construir un cohete
estipula ciertas condiciones que deben prevalecer para su lanzamiento
con éxito.
Una de las condiciones es buen tiempo. ¿Juzgaríamos entonces la
calidad de una teoría de propulsión de cohetes a partir de si puede
predecir la fecha de lanzamiento del cohete?
La predicción de que el lanzamiento tendrá lugar en una fecha
concreta solo se mantendría si se producen todas las condiciones
estipuladas.
Si será así, no puede saberse por adelantado. Por ejemplo, en el día del lanzamiento puede estar lloviendo.
Todo lo que puede decirnos la teoría de la propulsión de cohetes es
que, si se dan todas las condiciones necesarias, entonces el lanzamiento
del cohete tendrá éxito.
Sin embargo, la calidad de la teoría no se verá perjudicada por una
incapacidad de realizar una predicción precisa de la fecha de
lanzamiento.
La misma lógica es aplicable a la economía. Así, podemos decir con
seguridad que, en igualdad de condiciones, un aumento en la demanda de
pan aumentará su precio. Esta conclusión es verdad y no es tentativa.
¿Aumentará mañana o en algún momento del futuro el precio del pan?
Esto no lo puede resolver la teoría de la oferta y la demanda.
¿Deberíamos entonces rechazar esta teoría porque no puede predecir el precio futuro del pan?
Según Mises:
La economía puede predecir los efectos a esperar si se recurre a medidas concretas de política económica. Puede responder a la pregunta de si una política concreta es capaz de alcanzar los fines buscados y, si la respuesta es negativa, cuáles serán los efectos reales. Pero, por puesto, esta predicción solo puede ser “cualitativa”.[5]
La naturaleza arbitraria de la economía dominante ha dado lugar a la
opinión de hay un abismo entre teoría y práctica. Se hace una distinción
entre evaluaciones teóricas y prácticas. Se escuchan a menudo
comentarios como: “Es una buena teoría, pero no me vale para nada”. Pero
no existe una teoría buena pero inaplicable. Para ser aplicable, una
teoría debe emanar de los hechos de la realidad, como el de que los
seres humanos llevan a cabo acciones con un propósito. Este conocimiento
nos permite hacer valoraciones válidas con respecto al funcionamiento
de la economía, sin realizar suposiciones arbitrarias.
El artículo original se encuentra aquí.
[1] Milton Friedman, Essays in Positive Economics, Chicago: University of Chicago Press, 1953. [Ensayos sobre economía positiva]
[2] Ibíd.
[3] Prólogo de Murray Rothbard en Teoría e historia de Mises.
[4] Paul Krugman, “Japan’s Trap”, Mayo de 1998.
[5] Ludwig von Mises, The Ultimate Foundation of Economic Science, p. 67. [Los fundamentos últimos de la ciencia económica].
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