Alfredo Bullard considera que el modelo federal de EE.UU., que fomenta la competencia entre los estados, resulta superior que el modelo centralista de la Unión Europea.
¿Era el ‘Brexit’ predecible? Depende. Muchos no consideraban el resultado del referéndum en el Reino Unido esperable. Sin embargo, sí era predecible que el modelo europeo iba a entrar en crisis. Y era predecible que el hilo no se rompería por el lado más débil, sino por el más fuerte.
Hay algo en el diseño de la Unión Europea (UE) que no sonaba muy bien. Hace unos años estuve en Bruselas, invitado por la UE. Entendí el logro más significativo de su modelo. La unidad comercial y económica de Europa tuvo como principal motivo evitar la repetición de la guerra en un territorio que acogió a las dos guerras mundiales y en el que la guerra fue un mal endémico por siglos.
En eso, la Unión Europea ha sido exitosa. Pero escogió un mal modelo para lograrlo. EE.UU. es un mejor modelo. Los padres fundadores de la nación norteamericana tuvieron una idea sorprendentemente visionaria. Bien mirado, EE.UU. no es un país, son en realidad cincuenta países. De ahí viene su nombre.
Cada Estado tiene su propio gobierno, su propio Congreso, su propio Poder Judicial. Cada Estado puede dar sus propias leyes y regulaciones.
Pero lo interesante es que las fronteras de cada uno de esos “países” son permeables. No se puede limitar el movimiento de personas, mercaderías y capitales. Con ello, los ciudadanos (y las empresas) se pueden mover libremente entre los estados. Con ello, generan un voto más efectivo que el voto electoral: el voto con los pies, es decir, el voto que se expresa al mudarse. Al moverse, las personas y empresas llevan productividad y capacidad de generar riqueza que, a su vez, paga impuestos. Los estados compiten por atraer esa movilidad. El resultado es una competencia que mejora la calidad del gobierno. Así como usted escoge entre CocaCola y Pepsi, los ciudadanos norteamericanos escogen entre Nueva York y Florida para vivir, trabajar o estudiar.
El gobierno federal tiene como principal función garantizar esa competencia. Vela por que no se impongan límites al comercio interestatal y a la movilidad de las personas. Visto desde la perspectiva económica, la Constitución de EE.UU. es una ley antimonopolio que asegura competencia entre los gobiernos de los estados.
La UE es un intento por hacer lo mismo. Se levantaron las fronteras internas entre los países que la conforman, de manera que sean permeables a la movilidad de personas, mercancías y capitales. La idea de votar con los pies estaba presente. Pero fue mal ejecutada. El levantamiento de las fronteras como límite a la movilidad fue acompañado de un cartel: acuerdos entre los países de la UE, ejecutados a través de un ejército de burócratas, para limitar la competencia. Leyes estandarizadas, regulaciones de calidad obligatorias para todas las mercancías (que regulan desde el tamaño de los pepinos hasta la curvatura de los plátanos) limitaron la competencia y con ello la capacidad de “los votos con los pies” para crear incentivos.
Ello crea la idea, expresada en diversos aspectos que van desde la migración, las reglas laborales, las reglas comerciales y las reglas de todo tipo, de que los países (como el Reino Unido) han perdido el control sobre su destino, pérdida de control que explica el ‘Brexit’. Y de alguna manera es cierto. El cartel europeo no les permite a los países salir a competir y aprovechar todas sus ventajas.
El ‘Brexit’ parece originarse en ideas proteccionistas. Pero hay proteccionismos diferentes. Protegerse de los inmigrantes es un lado del problema. Pero también lo es protegerse de las regulaciones estandarizadas y de las limitaciones que se tienen para competir. Es protegerse de una moneda común que no compite con otras monedas.
Lamentablemente, EE.UU. parece ir por un sendero similar. En las últimas décadas un reforzamiento del estado federal viene generando un efecto similar al del cartel europeo: agencias federales regulan directa o indirectamente lo que los estados pueden hacer, con lo que las decisiones equivocadas del gobierno no se solucionan votando con los pies. Trump es un producto claro de ese fenómeno: la idea de un candidato mesiánico capaz de cambiar las cosas y que renuncia a la competencia entre los estados para generar bienestar.
Una pena que se pierda el voto con los pies. Finalmente se le quita el poder al ciudadano.
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