John Maynard Keynes, foto de Getty.
¿Se imaginan una jornada laboral de 3 horas al día? Pues esa fue la predicción de que realizó el prestigioso economista John Maynard Keynes. Semanas de 15 horas para el año 2030. Ese vaticinio llegó de la mano de otro que se ha cumplido ya: la sociedad en los países desarrollados vivirán ocho veces mejor en 2030 que en 1930. Sin embargo, la semana laboral de 15 horas parece lejos de ser un objetivo alcanzable. ¿Por qué ha fallado el pronóstico del economista británico?
Tim Harford, otro economista británico, intenta arrojar algo de luz en la actualidad esta cuestión. Aunque no parece haber una sola explicación, sino un conjunto de factores que podrían estar motivando u obligando a los trabajadores de los países desarrollados a trabajar más horas, aunque se pudiera vivir con jornadas laborales más cortas. Vivienda, competitividad y ambición llevan a los trabajadores a pasar entre 40 y 50 horas semanales en su puesto de trabajo.
Harford explica en el Financial Times, que por un lado parece razonable creer que la propensión a consumir de las familias nunca queda satisfecha. Es decir, que a pesar de que un empleo a tiempo parcial fuese suficiente para comer, tener una vivienda (en las afueras) y comprar la ropa necesaria; el ser humano siempre tiende a "querer tener un mejor coche, un traje mejor o una cocina más sibarita que la de los vecinos".
Otra razón que pudiera explicar por qué los empleados siguen trabajando unas 40 horas a la semana o incuso más es la ambición del ser humano por progresar: "En muchas carreras profesionales es complicado dar un salto hacía los niveles más altos de la empresa sin emplear muchas horas en el trabajo. No es fácil llegar a formar parte de la junta directiva trabajando 20 horas a la semana, sin importar el talento demostrado", explica Harford. Además, los ingresos reales de las familias están casi estancados desde 1970, por lo que acceder a un puesto alto dentro de la empresa pasa a ocupar un lugar preponderante.
La vivienda en la ciudad
Por otro lado, en un trabajo publicado por los economistas Lena Edlund, Cecilia Machado y Maria Micaela Sviatschi, se sostiene que en la actualidad los trabajadores rechazan vivir en las afueras de las ciudades y trasladarse diariamente hasta su puesto de trabajo con el tiempo que conlleva. Ahora la gente prefiere no perder tiempo en el transporte. "Ellos están dispuestos a pagar unas primas muy elevadas por vivir hacinados en pequeños apartamentos en el centro de la ciudad, si con ello logran ahorrar tiempo de transporte".
Esta situación de sobre-demanda en los centros de las ciudades (tienen una oferta limitada), obliga a que los ciudadanos tengan que emplear largas horas en sus puestos de trabajo para pagar los elevados precios de estas viviendas céntricas.
En la época de Keynes, la situación era bien diferente. En el centro de las ciudades vivían las clases más desfavorecidas, mientras que en los suburbios (hay mucha tierra para construir) se establecían las familias más acomodadas. Este cambio de conducta podría tener algo que ver con la necesidad de trabajar 'tantas' horas a la semana.
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