Aunque el verbo traccionar no aparece en ningún diccionario, no quiere decir que no exista, o que no se use, como nos recuerdan los académicos peruanos, y yo creo que ilustra bastante bien la situación de ese vehículo de progreso que se supone es Europa, cargado de deudas públicas y privadas, con enormes problemas demográficos y que, tras empantanarse por unos conductores bastante torpes, que más que traccionar parece que traicionan, debe subir inexorablemente una pendiente resbaladiza lo mejor que puede.
Tema distinto es que algunos quieran que políticos mediocres hagan milagros y, regenerando “la casta”, resuelvan en cuatro años el desastre de gestión de los gobiernos de Zapatero y otros miembros de la peor generación de políticos (y lo que nos queda) de nuestra historia reciente, y todo ello lo quieren, además, con una forma de gobierno disfuncional.
Así que, dejando de lado esos caprichitos de personas fantasiosas que creen que en Economía se puede hacer magia, nosotros nos centraremos en explorar cómo va la realidad nuestro principal mercado, ya que, por muchas mentiras que digan los políticos, de lo que no nos libra nadie es de la obligación de mercadear nuestra producción para pagar las facturas de tanto despropósito.
El indicador del Banco de Italia
El banco central italiano tiene un indicador para la Zona Euro (gráfica siguiente), que hemos usado en el pasado y que es bastante útil para estimar como crece la economía cuando solo se tienen meras aproximaciones provisionales del Producto Interior Bruto, al que denominan “indicador en tiempo real”.
Como puede verse, la pendiente es buena y, en principio, deberíamos tener al menos un año de crecimiento similar al actual; luego hay otros aspectos que dan también cierto optimismo sobre esa previsión (y la siguiente) pero no entraremos en ellos.
La tozuda realidad
Animados con esa buena perspectiva de un año, tocaría ver como se traduciría en crecimiento real del PIB, algo que pueden ver en la siguiente gráfica. ¿De a cómo? Que diría aquél al ver ese mísero 1,7% de crecimiento anual, tirando por lo alto; luego está el problema deflacionario que merma aún más el crecimiento del PIB nominal, dificultando el pago de las deudas y la reducción del déficit público. Nada nuevo en este blog.
Eso es lo que da de sí la Zona Euro, con países como Italia creciendo por debajo del 1%, Francia del 1,5% y Alemania sin haber llegado al 2% y enfriándose. Se entiende pues que la jefa del Fondo Monetario Internacional pida a políticas de crecimiento a sus miembros; muy bien, que lo hagan que nos hace mucha falta y, si puede ser, que gasten más, que nosotros no podemos y ya lo hicimos para al menos una generación.
Pero Ustedes no piensen solo en eso, sino en España (para variar), que crece por encima del 3% gracias a su saldo favorable, aunque por poco, en el comercio exterior, cosa que le permite financiar su demanda interna y crear empleo como “nunca”; hasta que venga alguien y lo malogre, que eso se nos da re-bien. De nada de esto hablan los políticos, enfrascados en repartirse el botín, con la neo-casta (en realidad antigua) que, bajo viejas excusas, van colocando a amigos, parientes y ex-novias, las reinas de sus secretos. No extraña pues, que solo en diciembre, los inversores internacionales sacaran 19.000 millones de euros, 70.000 en 2015.
Luego está la fantasía de los que quieren “empleo de calidad” cuando se tiene un 20% de paro, se viene de una burbuja inmobiliaria y se está gobernado por unos políticos pirómanos que no saben lo que es crear empleo y se tiene un sistema electoral que impide una cámara legislativa con representantes de los contribuyentes netos, que son la mayoría de los votantes. Como en su “Europa”, ese mito.
La “desunión” europea
Que el discurso imperante sobre Europa en España no es más que una serie de quimeras, es algo que tenemos bastante asumido hace muchos años. Esa manía nuestra de dejarnos engañar por una tierra prometida y un maná exterior por los que debemos inmolarnos, sumado a la esperanza de que aparecerá un gran líder que hará prodigios sin par, es causa principal de que nuestro país esté de rodillas; a ella acuden de continuo nuestros políticos para seguir con sus corrupciones y sus inventos.
En España se tomó el proyecto europeo como si fuera la Buena Nueva y ya se ve que no tenemos ni idea de lo que es lo uno, ni lo otro, así que vamos haciendo experimentos con explosivos. Brexit aparte, no ocurre así en el continente más allá del eje franco-alemán, gran factótum de la UE, como entre los nórdicos o el Grupo de Visegrád, que más que víctima de los conflictos entre Francia y Alemania, leitmotiv de la euro-casta, lo ha sido de Alemania, Rusia y, de total actualidad, de Turquía, sin la cual la crisis de los refugiados no se entiende.
En esos países de Europa del Este, que ven demasiadas similitudes entre los comisarios de Bruselas y los de la antigua Unión Soviética, es tal es el cabreo, que el líder de Hungría quiere llevar la “solución” de la UE al problema sobre los refugiados a un referéndum, a lo que Bruselas, que ha dejado sola a Gracia con un problema de casi un millón de refugiados y que no diferencia entre familias y otros tipos de refugiados, ni sabe prevenir o reprimir las hordas de violadores, ha respondido, en otro más de sus despropósitos, con presiones y amenazas legales. Pues lo pondrán peor.
Lo que ocurre es que Hungría tiene un sistema electoral que es parcialmente representativo y, cuando las familias temen por sus hijas, eligen otros representantes, no como en Austria, donde, como aquí, tienen que tragar con las listas de partido, no quedándole otra opción a las austríacas que armarse como pueden. La posición de Polonia también es muy interesante, pero no nos extenderemos más. Cosas de esta “Europa” y su experimento social impuesto por unos aprendices de brujo salidos de la oligarquía de partidos.
Así las cosas, lo mejor que se puede hacer es aprovechar lo que tracciona bien para reducir los efectos del colapso socialdemócrata, del que se alegran muchos, sobre todo si no piensan en lo que podría sustituir a ese orden claramente disfuncional, porque dicho vació será ocupado por “algo” que no sabemos que será, otro tema clave sobre el que “nadie” trabaja y, tal vez, la mayor de las incertidumbres para nuestro bienestar.
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