Hernán Bonilla es columnista del diario El País (Uruguay), consultor independiente y diputado suplente del Partido Nacional de Uruguay. Obtuvo su maestría de Economía de la Universidad de Ort.
La ciencia económica tiene una peculiaridad casi unánimemente reconocida; un padre y fundador llamado Adam Smith. El aserto admite discusión, ya que algunos expertos han sugerido otros nombres, pero la fama del escocés ante el desconocimiento casi generalizado de los otros nombres da cuenta del triunfo de la tesis smithiana.
Paradójicamente este reconocimiento le terminó jugando en contra, ya que con el paso del tiempo su figura ha ido quedado asociada a la defensa de un capitalismo voraz y desalmado, al encomio del egoísmo, el desinterés por el prójimo y al “capitalismo salvaje” entre otras falacias. Curiosa peripecia para el profesor de filosofía moral y hombre de vastísima cultura que fue Adam Smith, autor erudito que abordó, además de la economía, la filosofía, la jurisprudencia, la retórica y la historia, entre otras materias.
La riqueza de las naciones es con luz su libro más conocido, pero para comprender su pensamiento es indispensable estudiar también La teoría de los sentimientos morales ya que ambos formaban parte de un mismo curso que dictó como profesor de filosofía moral de la Universidad de Glasgow.
Smith argumentó, con brillo y parsimonia, como el liberalismo era superior al mercantilismo en retirada por entonces y a su inseparable congénere el estatismo. Dada la naturaleza humana, la organización de un orden extendido a través de la cooperación voluntaria de las personas es la mejor forma posible de organización social.
La mayor eficiencia del mercado, en contraste con la economía dirigida, es consecuencia de que utiliza toda la información particular disponible por cada ser humano al vincularse con los demás mediante un sistema que transmite esa información a través de los precios. A su vez es éticamente superior, ya que cada persona es libre de decidir sobre su propio destino y no le es asignada su función por alguien más como ocurre bajo cualquier otro sistema de organización.
De allí viene el mal comprendido “egoísmo” de Smith y su deformada metáfora de la mano invisible. Evidentemente no se refiere a indiferencia hacia los demás seres humanos. Por el contrario, lo que afirma es que cada persona siguiendo su propio interés en una economía de mercado es como mejor contribuye al desarrollo de la propia sociedad, aunque esa intención no formara parte de sus planes.
En La teoría de los sentimientos morales Smith estudia el desarrollo de la simpatía entre las personas. A muchos puede llamarles la atención que sean del autor de La riqueza de las naciones frases como “la parte principal de la felicidad humana estriba en la conciencia de ser querido” o “el sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, el restringir nuestros impulsos egoístas y fomentar los benevolentes, constituye la perfección de la naturaleza humana”.
El mensaje de Smith, por tanto, dista mucho de la caricatura que hacen sus adversarios. Es que el liberalismo es el único sistema que compatibiliza el progreso económico, que permite ir erradicando el estado original del hombre que es la pobreza, con la dignidad del ser humano y el derecho de cada persona a seguir su proyecto de vida. Adam Smith, además de un intelectual extraordinario, es un defensor de la libertad con valores éticos, como los auténticos continuadores de sus ideas.
Este artículo fue publicado originalmente en El País (Uruguay) el 5 de enero de 2016.
Paradójicamente este reconocimiento le terminó jugando en contra, ya que con el paso del tiempo su figura ha ido quedado asociada a la defensa de un capitalismo voraz y desalmado, al encomio del egoísmo, el desinterés por el prójimo y al “capitalismo salvaje” entre otras falacias. Curiosa peripecia para el profesor de filosofía moral y hombre de vastísima cultura que fue Adam Smith, autor erudito que abordó, además de la economía, la filosofía, la jurisprudencia, la retórica y la historia, entre otras materias.
La riqueza de las naciones es con luz su libro más conocido, pero para comprender su pensamiento es indispensable estudiar también La teoría de los sentimientos morales ya que ambos formaban parte de un mismo curso que dictó como profesor de filosofía moral de la Universidad de Glasgow.
Smith argumentó, con brillo y parsimonia, como el liberalismo era superior al mercantilismo en retirada por entonces y a su inseparable congénere el estatismo. Dada la naturaleza humana, la organización de un orden extendido a través de la cooperación voluntaria de las personas es la mejor forma posible de organización social.
La mayor eficiencia del mercado, en contraste con la economía dirigida, es consecuencia de que utiliza toda la información particular disponible por cada ser humano al vincularse con los demás mediante un sistema que transmite esa información a través de los precios. A su vez es éticamente superior, ya que cada persona es libre de decidir sobre su propio destino y no le es asignada su función por alguien más como ocurre bajo cualquier otro sistema de organización.
De allí viene el mal comprendido “egoísmo” de Smith y su deformada metáfora de la mano invisible. Evidentemente no se refiere a indiferencia hacia los demás seres humanos. Por el contrario, lo que afirma es que cada persona siguiendo su propio interés en una economía de mercado es como mejor contribuye al desarrollo de la propia sociedad, aunque esa intención no formara parte de sus planes.
En La teoría de los sentimientos morales Smith estudia el desarrollo de la simpatía entre las personas. A muchos puede llamarles la atención que sean del autor de La riqueza de las naciones frases como “la parte principal de la felicidad humana estriba en la conciencia de ser querido” o “el sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, el restringir nuestros impulsos egoístas y fomentar los benevolentes, constituye la perfección de la naturaleza humana”.
El mensaje de Smith, por tanto, dista mucho de la caricatura que hacen sus adversarios. Es que el liberalismo es el único sistema que compatibiliza el progreso económico, que permite ir erradicando el estado original del hombre que es la pobreza, con la dignidad del ser humano y el derecho de cada persona a seguir su proyecto de vida. Adam Smith, además de un intelectual extraordinario, es un defensor de la libertad con valores éticos, como los auténticos continuadores de sus ideas.
Este artículo fue publicado originalmente en El País (Uruguay) el 5 de enero de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario