Iván Carrino
En su nuevo libro, Phishing for Phools, los economistas ganadores del premio Nobel, George Akerlof y Robert Shiller, usan una aproximación económica conductista para criticar la “manipulación y engaño” que pueden existir entre empresas y consumidores.
Según Shiller:
[Un] concepto fundamental de la psicología es que la gente a menudo toma decisiones con las que no está contenta. (…) Si las empresas tienen una posibilidad de beneficiarse tentándonos para que tomemos decisiones que son buenas para ellas, pero malas para nosotros, la aprovecharán. Tienen un incentivo tan poderoso para proveernos lo que no queremos como para proveernos lo que sí queremos.
Según el Wall Street Journal, esta es una de las principales contribuciones del libro: el mercado es el mejor mecanismo para ofrecer a la gente cosas que no quiere tener.
No compramos lo que no queremos
Nadie niega que a veces hacemos cosas que lamentamos después. La mayoría de nosotros alguna vez compramos algo en lo que luego lamentamos haber gastado dinero.
Sin embargo, el hecho de que puedan producirse estos errores de juicio (por parte de los consumidores) no es evidencia de que las empresas traten de vender productos que no quieren los clientes.
Es importante entender que las decisiones individuales se hacen a futuro, más allá en el tiempo. Cuando alguien compra un producto o servicio, lo hace porque espera eliminar su “incomodidad”. En el momento de la transacción, está persona que hace la compra está en realidad revelando su deseo de tener ese bien. De otra forma, no haría la compra. Esto no significa que, en retrospectiva, nuestra decisión no pueda ser juzgada como un éxito o un fracaso, dependiendo de si realmente sirvió para el propósito al que se suponía que servía.
Pero de esto no se deduce que el mercado sea tan bueno en dar a la gente lo que quiere que en dar a la gente lo que no quiere. Si fuera así, entonces las empresas continuarían vendiendo casetes de audio, videocasetes VHS y otros productos a los consumidores que hubieran sido “manipulados” para comprarlos.
Evidentemente, no pasa esto.
¿Quién regula a los reguladores?
Otro punto débil en el argumento de Akerlof y Shiller es su solución implícita: regulación pública. En un artículo reciente, Shiller escribe:
Aunque confirmamos la importancia de los mercados libres, hemos descubierto que la regulación del mercado ha sido crucial y creemos que eso continuará siendo cierto en el futuro. [La teoría económica estándar] normalmente ignora el hecho de que, dadas las debilidades humanas normales, una economía competitiva no regulada engendrará inevitablemente una inmensa cantidad de manipulación y engaño.
Pero no puedo sino advertir la contradicción principal en este análisis. Por un lado, se supone que los mercados fallan debido a las “debilidades humanas normales”. Por otro lado, se supone que la regulación, que deben implantar necesariamente seres humanos con “debilidades” iguales o mayores de alguna manera resolvería el problema.
Akerlof y Shiller al mismo tiempo demonizan a los seres humanos que operan en el sector privado e idealizan a los seres humanos que operan en el sector público.
Lecciones desde Sudamérica
Para evidencias del problema con esta aproximación, no tenemos que ir más allá de Sudamérica, donde los agentes del gobierno son bastante adeptos a dar a la gente “lo que no queremos”.
Por ejemplo, podemos señalar el hecho de un proceso de destitución recientemente iniciado contra la presidenta de Brasil porque, según las acusaciones, trató de ocultar el verdadero grado del aumento en el gasto público. Entretanto, en Argentina, el exvicepresidente Amado Boudou, no puede abandonar el país por que se le acusa de malversación de fondos de la empresa responsable de imprimir los billetes en pesos.
Son solo algunos ejemplos recientes de una lista casi interminable de casos de corrupción y si cargos electos democráticamente como estos son capaces de un engaños y delitos a tan gran escala, ¿por qué deberíamos pensar que esta misma gente puede ayudar a reducir la “manipulación y engaño” en el mercado?
La situación que afrontamos en Sudamérica es exactamente la opuesta a los mercados infrarregulados y que giran libremente descritos por Shiller y Akerlof. Vivimos en economíasaltamente reguladas que se ven sofocadas y corrompidas por un exceso de poder político.
Entretanto, según las últimas estimaciones del FMI, Venezuela, Brasil y Argentina han estado entre las economías de crecimiento más lento de 2001 a 2015. No es sorprendente que estos tres países hayan estado implantando políticas altamente intervencionistas, potenciando el gasto público, manipulando los mercados crediticios y controlando los precios de ciertos bienes y servicios.
Y, por supuesto, Sudamérica no es en absoluto el único lugar en la tierra que experimenta corrupción política.
Así que, contra lo que dicen Shiller y Akerlof, el foco debe ponerse en cómo desmantelar este sistema, no en proporcionarle más armas y argumentos para continuar creciendo.
Publicado originalmente el 29 de enero de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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