- George Graham Rice fue uno de los grandes estafadores de principios del XX
- Hizo fortuna promocionando acciones de minas y empresas falsas
- Murió en el anonimato, aunque tuvo tiempo de compartir celda con Al Capone
Caricatura de George Graham Rice. Foto: New York Press
Ricardo Larrechea
Antes de Bernie Madoff estuvo Charles Ponzi. Y antes de Charles Ponzi estuvo George Graham Rice, uno de los supervillanos más conocidos de Wall Street, el "Chacal"como le denominaron en su época, que perfeccionó el arte de la estafa en bolsa y que no tuvo reparos en escribir un libro mientras estuvo en prisión llamado Mis aventuras con tu dinero.
Nacido con el nombre de Jacob Simon Herzig in 1870 en el seno de una familia de clase media de Nueva York, fue un maestro de las relaciones públicas, un charlatán similar a los vendedores de elixires mágicos y aceite de serpiente que proliferaron por el Viejo Oeste, que se aprovechó de dos de las principales modas en los EEUU de principios de siglo XX: la fiebre del oro y el ansia por hacerse rico en poco tiempo en Wall Street.
Robos, reformatorio y apuestas
De hecho, sus inicios como estafador fueron en su ciudad natal. Siendo adolescente, robaba dinero del negocio de pieles familiar, con lo que acabó con sus huesos en el reformatorio.
Todavía con su primer nombre, pisó la cárcel por falsificar cheques, y posteriormente emprendió un negocio de apuestas a través por correo y un periódico con consejos (que manipulaba y falsificaba a su antojo) para las carreras de caballos en 1901. Llegó a ganar 1,5 millones de la época. Pronto volvió a ser acusado de fraude y le cerraron el negocio.
Arruinado y tras cambiarse de nombre (lo tomó prestado de un compañero de celda), poco después Rice se estableció en la pequeña ciudad de Goldfield en Nevada. Un lugar propicio para un hombre como él, que pronto comenzó a promover las minas de oro en el Estado.
Para apoyar su actividad creó incluso una agencia de publicidad y un periódico. Precisamente, sabedor de la importancia de la publicidad para lograr reputación y facilitar sus tejemanejes, unió fuerzas con el famoso comediante Nat Goodwin, e incluso consiguió que la novelista Elinor Glyn visitara una mina.
Oro solo en el bolsillo del inversor
Y realmente hizo dinero: su fortuna llegó a alcanzar los 100 millones de dólares en 1925, 1.400 millones de dólares de hoy, fue especulando con las acciones de estas mineras en Wall Street. Sin escrúpulos las promovía a través de brokers fraudulentos, aunque sabía que apenas tenían oro, y se aprovechaba de la fiebre para vender la mayor cantidad posible. Tampoco tuvo reparos en ponerse 'corto' (apostar por la caída de las acciones) cuando se descubría que las diversas empresas que promocionaba no valían nada.
Su teatralidad estaba muy cuidada, ya que llegó a contratar trabajadores para sus minas ficticias, alquilaba maquinaria y fingía trabajos en terrenos que nunca serían minas. El objetivo eran los flashes de los fotógrafos y la atracción de posibles inversores. No se cortaba nada, e incluso llegó a organizar una falsa huelga de empleados, con quema de edificios incluida, para que Glyn la reflejara en sus artículos para los periódicos del magnate William Randolph Hearst.
Hacia 1908, su fraude con las acciones de las mineras de Nevada y California estaba acabado, pero el legado fue impresionante, más de 2.000 empresas se habían constituido y habían levantado 200 millones de dólares de inversores, dinero que perdieron prácticamente en su totalidad. Como describió Rice en sus memorias: "Se extrajo mucho más oro de los bolsillos de los especuladores que de Nevada".
Desplume y orgía
El estafador no mostraba demasiados remordimientos. "Fue una orgía de manipulación del mercado y desplume que no tuvo parangón el historia. Como boom de las acciones mineras, fue un éxito vertiginoso, lleno de fuego y explosiones hasta el último climax", presumía en su libro.
A pesar del fraude, pudo continuar con sus estafas en Nueva York, estableciendo presuntas casas de corretaje que escondían negocios de apuestas, por ejemplo. A veces a través de testaferros o a veces con su propio nombre, como cuando creó la Rice Oil Company en 1917 aprovechando su fama como exconvicto. Por supuesto, volvió a estafar a los inversores (que se quedaron como souvenirs con unos bonitos certificados de acciones) y el único que obtuvo beneficio de esta petrolera ficticia fue él.
Para algunos, Rice fue el padre de los denominados penny stocks, valores que cotizan por debajo de 1 dólar y que habitualmente son un campo minado para especuladores y sujetos a una gran volatilidad. Algo similar a los denominados chicharros en España. Como todo personaje de aquella época, entró en política, aunque con escaso éxito, y sus visitas a prisión fueron frecuentes, donde se dice que llegó a compartir encierro con el mismísimo Al Capone.
En resumen, fue uno de los grandes estafadores de una época salvaje en EEUU, y su nombre salió en numerosas ocasiones cuando se creó el regulador bursátil en 1933, en un momento en el que acaba de volver a prisión. De hecho, sus andanzas fueron uno de los catalizadores de la creación de lo que hoy en día es la SEC (Securities and Exchange Commission). A pesar de su dominio de las relaciones públicas, murió casi en el total anonimato en 1943, y hoy en día ni siquiera la Wikipedia tiene una entrada con su biografía.
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