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jueves, 17 de diciembre de 2015

El plan de Hayek para un dinero privado



El economista austriaco más famoso es el premio Nobel de 1974, Friedrich Hayek. Debido a sus opiniones moderadas excusando las intervenciones estatales en diversas circunstancias, los rothbardianos radicales tienden a considerar a Hayek como poco puro en muchos aspectos.

Sin embargo, un área en la que Hayek es ciertamente más radical (¡aunque quizá no tenga razón!) que incluso Murray Rothbard, es en instituciones monetarias, como detalla en su fascinante panfleto (1978), La desnacionalización del dinero.

En lo que se refiere al manejo del dinero de los mercados libres, la discusión austriaca habitual trata de la banca de reserva fraccionaria (BRF). Algunos piensan que la BRF es perfectamente legítima (mientras los bancos no reciban privilegios especiales del gobierno), mientras que otros la consideran de por sí fraudulenta. Pero ambos grupos están de acuerdo en que el dinero fiduciario es una creación horrible del Estado y en que el mercado libre siempre establecería un producto (como el oro) como dinero base subyacente.

Ya que muchos de los participantes en el debate de la BRF son mucho más radicales que Hayek en la mayoría de los asuntos políticos, es bastante sorprendente que la propuesta de Hayek reclame monedas fiduciarias en competencia y emitidas privadamente. Esto es, Hayek propone que empresas individuales emitan pedazos de papel que no están respaldados por ningún producto o bien de consumo. En cierto modo, Hayek quiere privatizar la banca central.

Como puede imaginar el lector, esta propuesta sorprende a casi todos (incluso a austriacos modernos) como algo absurdo; nos ocuparemos luego de algunas de las objeciones principales. Pero en parte debido a este rechazo casi unánime y en parte porque el análisis es en todo caso instructivo, intentaremos en este artículo dar al alegato de Hayek la mejor defensa posible.

La propuesta de Hayek

Hayek argumenta que con que se eliminaran los obstáculos públicos, el mercado libre proporcionaría la cantidad (¡y variedad!) óptima de productos monetarios. Igual que las fuerzas de la competencia llevan a precios bajos y calidad superior en cualquier otra línea, también la competencia en el “sector del dinero fiduciario” llevaría a que las monedas fueran infinitamente mejores que sus equivalentes producidas por el gobierno. Por ejemplo, las monedas privadas serían mucho más estables en su poder adquisitivo, serían más difíciles de falsificar y estarían disponibles en denominaciones mucho más apropiadas.

Aunque se puede imaginar una situación de equilibrio suponiendo que la gente ya posee enormes cantidades de esas divisas privadas, es difícil concebir cómo “despegarían” para empezar. He aquí la parte más ingeniosa de la propuesta de Hayek (que naturalmente adapto para un exposición moderna):

Un empresa privada podría imprimir inicialmente, digamos, un millón de billetes (que pos supuesto serían difíciles de reproducir por un tercero) con un bonito retrato de Friedrich en ellos. La empresa se compromete luego contractualmente a redimir cada “hayek”, en cualquier momento, por 10$ u 80 yuanes. Suponiendo que la empresa tenga activos importantes y que todos confíen completamente en su redimibilidad, los hayeks en subasta se venderán por un poco más de 10$. Esto pasa porque siempre valdrán al menos 10$, pero (en un futuro no muy lejano) podría n valer más, siempre y cuando el gobierno chino deje que el yuan se aprecie respecto del dólar. (En ese caso, los inversores podrían redimir cada hayek por 80 yuanes, que se intercambiarían por más 10$). Para mantener el argumento, supongamos que la empresa subasta inicialmente todo el millón de hayeks por 12$ cada uno.

Hasta aquí la propuesta no implica nada demasiado radical: cada hayek es en realidad solo un activo derivado. ¿Cómo haría entonces la empresa emisora que la gente empezara a tratar los hayeks como dinero? En la noche de la subasta inicial, después de que se haya acordado el precio de mercado de los hayeks, la empresa emisora especificaría una cesta de productos (compuesta por pan, huevos, leche y otros bienes relevantes para los consumidores) que cueste, por ejemplo, 60$ en Wal-Mart. Entonces la empresa anunciaría al público el siguiente compromiso no obligatorio: “usaremos los activos de nuestra empresa para ajustar la oferta existente de hayeks de tal forma que 5 hayeks siempre (cuando sea humanamente posible) tenga el poder adquisitivo para adquirir esta cesta concreta de productos”.

Al ir pasando el tiempo, el dólar y el yuan se depreciarían frente a los bienes y servicios reales. En particular, aumentaría el precio en dólares de la cesta concreta de productos. Mientras los hayeks siguieran siendo valorados únicamente por su relación con los dólares y el yuan, su valor también empezaría a bajar; el precio en hayeks de la cesta de productos empezaría a aumentar de 5 a 5,05, etc.
En este momento la empresa emisora necesitaría propulsar el valor de su divisa fiduciaria. Tendría que entrar en el mercado y recomprar hayeks de aquellos tenedores marginales que estuvieran más dispuestos a vender. De esta manera, la empresa emisora podría (al menos temporalmente) mantener el poder adquisitivo de los hayeks, de forma que 5 hayeks pudieran seguir comprando la cesta relevante de productos en Wal-Mart, aunque el precio del dólar hubiera aumentado por encima de los 60$ (al continuar el gobierno de EEUU imprimiendo nuevos dólares).

Aquí es donde acaba la teoría y no queda una pregunta empírica: ¿Acabaría la empresa recomprando todo el millón de hayeks? O, en algún punto antes de que ocurriera esto el historial de estabilidad del hayek (en términos de poder adquisitivo frente a la cesta concreta de productos) permitiría una profecía autocumplida, en la que la gente empezara a guardar hayeks no por la redimibilidad legal subyacente, sino debido a su poder adquisitivo esperado en el futuro?

Problemas

La propuesta de Hayek fue comprensiblemente tratada con suspicacia. Murray Rothbard[1] argumentaba que violaba el “teorema de la regresión” de Mises, que demostraba que todo dinero (incluso la divisa fiduciaria del gobierno) debe en último término derivar su poder adquisitivo de un enlace histórico con un producto que fuera valorado en un estado de trueque. Sin embargo esta objeción olvida el hecho de que la propuesta de Hayek contiene un enlace inicial con un activo subyacente para despegar.

Rothbard también objeta que no todas las funciones públicas deberían privatizarse, en particular la recaudación de impuestos, la tortura de prisioneros y al emisión de moneda fiduciaria. Puede concederse esto, pero la propuesta de Hayek sería sin duda permisible legalmente en una sociedad libertaria. Ni siquiera quienes consideran la banca de reserva fraccionaria como fraudulenta podrían encontrar ninguna violación de los derechos de propiedad en la propuesta de Hayek;[2] simplemente tendría que argumentar (¡con un buen argumento!) que cualquier empresa que intente hacer circular su propia divisa fiduciaria iría a la quiebra.

Un problema distinto es que, en las visiones del mundo de Hayek, no habría una moneda única y por tanto los beneficios de un medio común de intercambio se verían limitados. A esto respondería que es posible que incluso un patrón producto 1000%, algunos grupos usan oro, otros usan plata y otros usan vacas como medio de intercambio.

Sí, habría fuerzas tendiendo a promover a aparición de una única moneda en todo el mundo, pero esto no sería instantáneo, ya que las condiciones difieren mucho de región a región. Mientras cada una de las monedas locales pudiera intercambiarse libremente por otra, los mercados modernos de divisas ayudados por la informática) reducirían significativamente los costes de transacción implicados. Por la misma razón, no podemos decir que los beneficios de una moneda única superen todas las demás consideraciones y que por tanto el sistema de Hayek deba ser rechazado.

Otra objeción (planteada por Selgin y White) es que un “banco central” privado, igual que su equivalente público, siempre encontraría más rentable hiperinflar. Es verdad que esto haría que la gente abandonara la divisa, pero ¿y qué? Si 5 hayeks se cambian actualmente por tantos huevos, leche, etc. ¿por qué no imprimir mil millones y comprar tantos bienes reales como sea posible? Indudablemente este movimiento único hará ganar más que el valor descontado actual de gestión responsable de la oferta de hayeks.

Este temor olvida el hecho de que los hayeks (en nuestro ejemplo) son siempre redimibles por 10$ u 80 yuanes. Esto pone un suelo del que no puede bajar su valor (sin drenar las reservas de la empresa emisora).

Pete Canning reconoce este hecho y refina la objeción apuntando que, al final, la divisas públicas se habrán depreciado tanto que este control será pronto impotente. Paradójicamente, aquí es donde otra de las supuestas deficiencias (la multiplicidad de divisas) viene al rescate. Precisamente porque cada empresa emisora solo proporcionará el dinero que tiene una fracción del público, la decisión de hiperinflar de una empresa no sería tan desastrosa como cuando lo hace un gobierno monopolista.
Además, si una empresa grande decidiera hiperinflar alguna vez, la gente reclamaría medidas para evitar que se repitiera. Por ejemplo, además de prometer redimir hayeks en cualquier momento por 10$ u 80 yuanes, nuestra hipotética empresa podría asimismo prometer legalmente: “Nunca aumentaremos la oferta de hayeks en más de un 100% anual”.[3]

Beneficios

Dejadme acabar apuntando algunos de los beneficios olvidados del plan de Hayek. Primero, en principio divisas fiduciarias emitidas privadamente podrían resultar más estables incluso que metales en términos de poder adquisitivo. Todo el trabajo de la empresa emitiendo hayeks (en nuestro ejemplo) es monitorizar de cerca los mercados financieros para ajustar el valor de cambio de los hayeks, de forma que 5 compren siempre la cesta especificada de productos en una tienda grande. Esto no pasa con el oro: el tipo de cambio entre el oro y la cesta de productos sería mucho más volátil (aunque por supuesto mucho más estable que el tipo de cambio entre las divisas públicas y la cesta).

Otro beneficio es que las empresas podrían cambiar la composición de la cesta de productos para reflejar las preferencias de los poseedores de sus monedas. Por ejemplo, a algunos puede no preocuparles el precio de los huevos y el pan y preferirían un dinero que tuviera un poder adquisitivo estable en términos de una cesta de aluminio, platino, etc. Una empresa podría rellenar ese hueco.

Otra característica interesante del sistema de Hayek es que los poseedores de dinero aprovecharían ellos mismos las ventajas de la inflación de la divisa, en lugar de la empresa emisora. Pensadlo: Si la gente aceptara alguna vez hayeks (y lachmanns, etc.) como medio de intercambio, con el tiempo el mercado aumentaría la producción de huevos, mantequilla, etc. y por tanto habría una tendencia a que cayera su precio en hayeks. Por tanto, para mantener el poder adquisitivo establecido, la empresa emisora necesitaría imprimir y distribuir hayeks adicionales periódicamente.

Si la empresa fuera un monopolio, naturalmente sus propietarios gastarían ellos mismos los nuevos hayeks. Pero, debido a la competencia, la empresa solo puede hacer que la gente siga usando hayeks si, además del poder adquisitivo increíblemente estable, los poseedores del hayeks reciben nuevas unidades en proporción a sus posesiones. Es decir, la empresa tendría que aumentar periódicamente la oferta de hayeks en general para mantener un poder adquisitivo constante, pero tendrá que dar las nuevas unidades a sus clientes. (Una forma sencilla de lograr esto sería que la empresa actuara también como banquero y pagara dividendos sobre depósitos).

Finalmente (y admito que esto es bastante imaginativo), supongamos que en el futuro lejano, los humanos desarrollan la capacidad de Star Trek de reproducir (con límites) cualquier tipo de producto físico. En ese caso, ningún producto podría servir como medio útil de intercambio, porque la gente simplemente lo produciría en masa prácticamente sin coste. En un mundo así, el dinero probablemente se convertiría en meros números en computadoras.

Sí, si se esperara que los gobiernos dirigieran responsablemente un sistema así, todo estaría perdido. Pero al menos merece la pena investigar si un sistema basado en las ideas de Hayek podría proporcionar medios sólidos de intercambio en ese entorno futurista.

[1] Rothbard, The Logic of Action One, pp. 153–161.
[2] Mientras la empresa en nuestro ejemplo hipotético mantenga una existencia de 10 millones de dólares y 80 millones de yuanes, no puede presumirse que se dedique a la “falsificación”.
[3] La razón para tanta amplitud (es decir, permitir doblar la oferta de hayeks) es que esos enormes aumentos podrían ser necesarios para mantener su poder adquisitivo en términos de la cesta de productos. Por ejemplo, si cada vez más gente adopta el hayek como medio de intercambio, la empresa emisora necesitaría aumentar la oferta para compensar la demanda aumentada.

Publicado el 18 de julio de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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