¿Qué significa marginalidad?
¿Qué significa actuar “marginalmente” o pensar en términos de “marginalidad”? Los economistas utilizan a menudo la expresión. El Círculo de Mises en la Viena de entreguerras incluso tenía canciones con estribillos que incluían las palabras “utilidad marginal”.
Desde el primer día de mis cursos sobre principios, enseño a mis alumnos que la gente toma decisiones “marginalmente”. Por supuesto, esta declaración se recibe inicialmente con miradas de aburrimiento resignado o desesperación. Trato de aclararlo diciendo que si miramos una hoja de papel, el margen es simplemente el borde, no toda la hoja. Esta explicación tampoco hace mucho bien. El hecho es que los economistas están tan acostumbrados al pensamiento marginal que les resulta duro explicarlo a quien no ha escuchado antes hablar de él. Así que lo que hago es pasar rápidamente a algunos ejemplos.
La paradoja del agua y los diamantes
La aplicación más famosa del marginalismo es la solución de la llamada paradoja del agua y los diamantes, que parece haber hecho callar a Adam Smith en su La riqueza de las naciones.[1] El problema es este: ¿Por qué tienen los diamantes un valor de intercambio más alto que el agua, cuando lo diamantes son mera cursilería, mientras que el agua es esencial para la vida? ¿No debería la gente estar dispuesta a ofrecer más a cambio de una unidad de agua que de una unidad de diamantes?
Por supuesto, la respuesta es que ningún individuo está nunca en una situación de tener que elegir entre todos los diamantes en el mundo y toda el agua en el mundo. Una decisión concreta se tomamarginalmente. Si se le ofrece elegir entre una copa de agua y un puñado de diamantes, la mayoría de la gente escogería estos últimos, porque la utilidad marginal de esos diamantes concretos es mayor que la utilidad marginal de esa copa de agua concreta.
Algunos economistas describirían esta situación diciendo que los diamantes son más escasos que el agua, porque la demanda de diamantes en relación con su oferta es mucho mayor. Sí, el agua es más importante para el bienestar humano que los diamantes, pero hay tanta agua alrededor que incluso si desaparecieran 10 billones de litros no preocuparía a nadie. Por el contrario, si se desvanecieran unas pocas libras de diamantes, alguna gente estaría muy molesta.
Profesores frente a deportistas
La confusión clásica sobre uso y valor de intercambio resurge en tiempos modernos siempre que alguien lamenta: “¡Los maestros solo ganan una fracción de lo que ganan los deportistas profesionales! ¿A este país no le importa la educación más que los deportes?”
Repito que esas declaraciones no tienen en cuenta el hecho de que las decisiones se tomanmarginalmente. El hecho de que un maestro gane 25.000$ mientras que un jugador de béisbol gana 250.000$ no implica que nadie piense que el béisbol es más importante que la educación (¡aunque alguno pueda creer eso!) Lo que significa es que el primer empresario cree que los servicios de ese maestro concreto valen (como mínimo) 25.000$, mientras que el segundo empresario cree que los servicios de ese jugador concreto de béisbol valen (como mínimo) 250.000$.
Igual que con el agua y los diamantes, se trata de escasez relativa. La aptitud y habilidades necesarias para ser maestro son mucho más abundantes (en relación con las necesidades que tienen otros de servicios de enseñanza) que la aptitud y habilidades necesarias para convertirse en deportista profesional (en relación con la cantidad de deportes profesionales que los consumidores quieren ver). Si cincuenta maestros de instituto de EEUU elegidos al azar se despidieran repentinamente, el impacto en la educación sería inadvertido: podrían encontrarse sustitutos casi inmediatamente y en poco tiempo nadie advertiría el cambio. Pero si se despidieran repentinamente cincuenta jugadores de la NBA, a la liga le llevaría años recuperarse completamente de la pérdida.
Antes de abandonar el tema de la paga del maestro frente al deportista, dejadme que apunte una sutil contradicción de los críticos del capitalismo: La misma gente que nos recuerda una y otra vez que la renta de una persona no mide su valor intrínseco, son los que más se quejan sobre estas “prioridades” del país en lo que se refiere a los salarios. Pero si ya estamos de acuerdo en que el salario de una persona no tiene relación con el valor moral o la importancia social, ¿por qué el maestro (o la enfermera, el bombero, etc.) tiene derecho a más dinero que el deportista profesional?
Costo hundido
Una extensión lógica del pensamiento marginalista es la noción de costo hundido. Aquí el principio se resume normalmente en la expresión, “Lo pasado, pasado está”. Por alguna razón, la gente tiene una tendencia a tomar decisiones actuales inferiores por un intento equivocado de mitigar errores previos en la previsión.
Un ejemplo típico sería un hombre que va a un restaurante elegante y que, en un alarde de atrevimiento, pide un plato de 100$ a pesar de que el camarero le advierte de que es bastante picante. Tras probar el plato, el hombre se da cuenta de que es demasiado fuerte apara su paladar. De hecho, lo encuentra tan intolerable que normalmente lo dejaría. Pero como el hombre tendrá que pagar 100$ por él (suponemos que no puede devolverlo), se obliga a tomarlo para “no tirar su dinero”.
Aquí el error[2] es que nuestro hombre está olvidando que los 100$ están hundidos, Se coma el plato o no, tendrá que pagar al restaurante 100$ cuando se vaya. Su decisión anterior (pedir el plato) le obligó a esto y fue esa decisión la que de verdad le costó 100$. Ahora, con la comida picante frente a él, el hombre afronta una decisión consiguiente: ¿comer el plato o no? Si, por estipulación, el hombre preferiría quedarse con hambre a obligarse a comerla si fuera gratuita, entonces debería hacer aquí lo mismo, pues la decisión de comer o no el plato no conlleva consideraciones financieras. (Es decir, nadie espera aleteando a entregar al hombre un billete de 100$ por limpiar su plato).
Un ejemplo similar sería el de alguien que gasta 1.000$ en ser miembro de un gimnasio y luego se obliga a ir todos los días, aunque no lo haría si la inscripción le hubiera costado solo 100$. Repito, estos 1.000$ ya se han gastado:[3] el hombre debe decidir, cada día, si ir ese día o no. Cada decisión es marginal: el hombre no puede deshacer sus acciones anteriores. Ya no está en disposición de apuntarse o no al gimnasio.
Acabaré con un ejemplo final tomado de una experiencia real. Conozco a alguien que gastó mucho en renovar una casa, que resultaba tener un árbol viejo y podrido a su lado. Cuando el vecino de la puerta de al lado le preguntó acerca de poner unos pocos cientos de dólares para eliminar el árbol (para que no cayera en ninguna casa), el propietario respondió aparentemente: “No, ya he puesto demasiado dinero en esta propiedad”.
Igual que en la justificación de la comida, esta explicación tampoco tiene sentido, porque no trata lo pasado como pasado. El dinero ya se ha gastado renovando la casa. Ahora, se trata de esto: ¿Gastar unos pocos cientos de dólares merece la reducción del riesgo de daño a la casa? Quizá sí y quizá no, no digo que el propietario tomara la decisión errónea. Pero la afirmación de que estadecisión debería estar influida por cuánto “dinero total” se haya inyectado en el proyecto, aunque comprensible, se bien abajo en cuanto se analiza.
Conclusión
Uno de los principios básicos de la economía es que la gente toma decisiones marginalmente. Fundamentalmente, esta es una declaración positiva: La gente en realidad solo toma decisiones entre unidades marginales; nadie elige nunca entre “agua” y “diamantes”. Sin embargo, el principio marginal (y la doctrina relacionada de los costos hundidos) puede también ser prescriptiva cuando la gente toma decisiones basada en cadenas defectuosas de razonamiento.
Robert Murphy es investigador adjunto del Instituto Mises, donde enseña en la Mises Academy. Gestiona el blog Free Advice y es autor de The Politically Incorrect Guide to Capitalism, Study Guide to Man, Economy, and State with Power and Market, Human Action Study Guide, The Politically Incorrect Guide to the Great Depression and the New Deal y su nuevo libro Lessons for the Young Economist.
[1] Algunos historiadores del pensamiento económico argumentan que Smith confundió el tema al apuntar la diferencia entre uso y valor de intercambio en un bien como el agua y luego seguir adelante sin más comentarios, a pesar del hecho de que los escritores económicos ya habían estado muy cerca de la solución moderna de la paradoja implícita. ¡De hecho el propio Smith tenía una explicación mucho más coherente en sus propias lecciones!
[2] Al comentar ejemplos como este, el filósofo Roderick Long apunta que no hay nada “irracional” en considerar “costos hundidos”. Si eso son lo que son los valores de alguien, pues esos son. (Por dar un ejemplo tonto, si alguien tuviera fuertes creencias religiosas de que se condenaría por ignorar los costos hundidos, sería perfectamente sensato comerse el plato). Pero en este caso, los costos no estarían realmente hundidos, porque la decisión actual de uno (comer o no el plato) conllevaría sentimientos futuros de angustia, culpabilidad, etc. Pese a complicaciones como esta, sigo creyendo que una explicación de los costos hundidos es útil a nivel introductorio. Bajo circunstancias normales, el economista pediría a la gente que dejara de sentir angustia o culpabilidad sobre costes que estén verdaderamente hundidos.
[3] Este escenario no debe confundirse con planes relacionados, ya que programas de pérdida de peso (por ejemplo) cobrarán una tarifa inicial muy alta y luego devolverán parte del dinero siempre y cuando el cliente logre ciertos objetivos de peso. En este caso, parte del dinero puede realmente recuperarse con decisiones actuales y por tanto, marginalmente, es sensato considerar las ramificaciones financieras de comer más o menos postre.
Publicado el 11 de agosto de 2004. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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