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sábado, 27 de agosto de 2016

Por qué necesitamos beneficios






El beneficio monetario no es el único tipo de beneficio y la gente puede hacer muchas cosas por un beneficio psíquico. Sin embargo, en un mundo complejo y industrializado, el beneficio monetario es esencial para construir economías sostenibles.
Es relativamente fácil entender y apreciar los beneficios de la cooperación directa. El valor de los regalos familiares, la ayuda mutua entre amigos y el intercambio mediante trueque son normalmente bastante evidentes, incluso para alguien sin formación económica. Sin embargo, al ir alcanzando la cooperación social niveles cada vez más complejos, su carácter se hace cada vez más abstracto y, en términos intelectuales, se hace cada vez más necesaria su valoración adecuada.

Las virtudes del beneficio monetario

Una de las herramientas para esa cooperación avanzada es el beneficio monetario. Como explicaba Ludwig von Mises, cumple varias funciones que hacen de ella una guía indispensable para crear valor social en un entorno caracterizado por preferencias diversas, altos costes de transacción y un alto grado de anonimato interpersonal. Alerta a los productores sobre demandas insatisfechas de consumidores. Proporciona una escala uniforme de valor de intercambio que permite una buena contabilidad de costes. Motiva a los empresarios e éxito para hacerse aún más productivos. En resumen, es el nexo central del intrincado proceso evaluativo que hace posible una cooperación social compleja o, parafraseando a Frédéric Bastiat, alimenta al mundo. Y puede servir para eso solo cuando todas las personas son completamente libres para evaluar diversos bienes y servicios y recompensar a otros por su disposición de éxito.
Lo anterior es difícil de entender, ni siquiera como declaraciones puramente económicas. Pero lo que puede añadir aún más dificultad es que estas parezcan militar en contra de ciertos prejuicios morales profundamente arraigados. Para empezar, la acumulación de beneficios monetarios atrae fácilmente acusaciones de “codicia” y “avaricia”. Aunque es fácil pensar en dichas acusaciones como admoniciones morales bienintencionadas, en realidad revelan una visión muy ingenua de la moralidad, una que ignora completamente las realidades de una cooperación social extendida. Esa cooperación permite, pero también requiere, una alta productividad, que requiere una acumulación sostenida de capital, lo que, a su vez, requiere prudencia y ahorro, es decir, ahorrar e invertir los beneficios duramente obtenidos en lugar de gastarlos en acciones de consumo insensato o de “magnanimidad” igualmente insensata.
Además, la cooperación social extendida se caracteriza normalmente por un alto grado de dinamismo, que alimenta tanto la oportunidad como la correspondiente incertidumbre. Guardar una parte sustancial de los beneficios hace manejable esa incertidumbre al proporcionar un margen crucial de seguridad para los planes de negocio a largo plazo. En otras palabras, lejos de ser una expresión de codicia y avaricia, la acumulación de beneficios en una economía de libre mercado es una indicación crucial de sabiduría práctica aplicada a procesos productivos complejos.

El beneficio monetario no es el único tipo de beneficio, pero es muy importante

Centrarse en obtener beneficios hace que a menudo se acuse de promover el tratamiento instrumental de otros. Esto también revela una comprensión ingenua de la cooperación social avanzada. Los empresarios con ánimo de lucro no es más probable que traten a sus colaboradores y clientes instrumentalmente que, por ejemplo, los miembros de familias o grupos de amigos. Estos últimos tratan a sus seres queridos y a sus compañeros como “instrumentos” para legrar una satisfacción psicológica directa. El objetivo principal de los empresarios también es alguna forma de satisfacción psicológica, sea familiar o no, pero como operan en un entorno altamente complejo de incertidumbre económica, escasez de recursos y heterogeneidad de preferencias, tienen que confiar en señales precisas que guíen sus acciones. Y estas señales, como se ha descrito antes, solo pueden proporcionarlas las pérdidas y ganancias monetarias. Estas herramientas económicas, lejos de instrumentalizar a los participantes en las transacciones del mercado, no son sino instrumentos en sí mismas. Además, las empresas más rentables del mercado son precisamente aquellas cuyos dueños obtienen satisfacción directa de la creación de valor social y su rentabilidad es la confirmación definitiva de que han tenido éxito en este aspecto. En otras palabras, la única forma en que pueden usar con éxito a sus socios y clientes como instrumentos es tratándolos como fines en sí mismos. Así que una comprensión económicamente informada y moralmente madura del fenómeno del beneficio empresarial hace desaparecer la distinción entre valor instrumental e intrínseco.
Finalmente, la escala uniforme de valor de intercambio proporcionada por el sistema de pérdidas y ganancias permite comparaciones objetivas de riqueza generada por el éxito empresarial de personas concretas y sus empresas. De esta manera, una economía monetaria compleja genera la cantidad d envidia que es improbable que exista en una economía de trueque o de regalos y la envidia es una fuente inextinguible de acusaciones morales. Lo evidente a decir en este contexto es que la envidia es un defecto que no debe apaciguarse y que el mismo entorno que parece conducir a su proliferación tal vez sea el único entorno en que puede compararse y superarse con éxito por parte de sus víctimas. Después de todo, cuanto más te ves afectado por una enfermedad, más incentivos tienes para identificar y eliminar sus causas, aunque sea probable que se produzcan muchas identificaciones erróneas por el camino,
Dentro del marco de una sociedad libre, lo restable es lo bueno y lo bueno es lo rentable. Sin embargo, entender y apreciar este hecho requiere abandonar una visión ingenua de la moralidad que es totalmente inadecuada en el contexto de una cooperación social extendida, lo que, a su vez, solo puede apreciarse apropiadamente a través de una educación económica sólida.

Publicado originalmente el 28 de julio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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