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viernes, 26 de agosto de 2016

El optimismo del consumidor no es la clave para el crecimiento económico

 


La mayoría de los expertos consideran la disposición psicológica del consumidor como la fuerza motriz de una economía. Si los consumidores son optimistas y están felices con la economía, se cree, no puede producirse ninguna recesión. Según la forma popular de pensar, si los consumidores están activos, se dice que es una buena señal de salud económica. Si los consumidores no gastan lo suficiente, esto se ve como una mala noticia. De hecho, las encuestas de actividad empresarial demuestran que, durante una recesión, las empresas destacan una falta de demanda de consumo como el principal factor para sus malos rendimientos.
En el mundo real, el optimismo del consumidor es importante, pero por sí solo no logra nada. La producción debe preceder al consumo. Es necesario producir bienes útiles que puedan ser intercambiados por otros bienes.
Cuando un panadero fabrica pan, no produce todo para su propio consumo. La mayoría del pan que produce se intercambia por los bienes y servicios que producen otros, lo que implica que, a través de la fabricación de pan, el panadero ejercita su demanda de otros bienes.

La demanda está limitada por la producción previa

Por decirlo de otra manera, su demanda está completamente cubierta (es decir, está financiada por el pan que ha fabricado). Por tanto, la demanda no puede sostenerse por sí misma y ser independiente: está limitada por la producción previa, que sirve como medio para conseguir diversos bienes y servicios. Lo que impide la demanda individual de bienes y servicios es la disponibilidad de medios para conseguir todos los bienes y servicios que quieren las personas.
Estos medio no aparecen de la nada. Hay que producirlos antes. La producción de bienes y servicios está limitada por las existencias reales de riqueza: los recursos disponibles para proporcionar sustento al proceso económico. Las existencias de riquezas son la cantidad de bienes disponibles en una economía para sostener la producción futura. Si hace falta un año de trabajo para que un hombre construya una herramienta, pero solo tiene manzanas para mantenerse un mes, entonces no se fabricará la herramienta y el hombre no podrá aumentar su productividad.[1]
En una economía de mercado, el dinero tiene solo un papel: proporcionar los servicios de un medio de intercambio. El dinero permite que el producto de un especialista se intercambie por el producto de otro especialista. El intercambio de algo por algo significa también que el consumo no precede a la producción (es decir, primero tenemos que fabricar un producto útil antes de que pueda ser intercambiado por dinero y solo entonces podremos intercambiar el dinero por los bienes que deseamos). El consumo está siempre financiado por la producción precedente.
Muchos economistas son de la opinión de que inyecciones monetarias y manipulaciones de los tipos de interés son las claves para conducir la economía a lo largo del camino de la estabilidad y la prosperidad. Pero en un mercado libre y no intervenido, los tipos de interés son el resultado de la oferta y demanda de ahorro. Los tipos de interés reflejar las preferencias temporales de los consumidores, es decir, sus deseos con respecto a cuánto quieren consumir en el presente y cuánto en el futuro. En este sentido, guían a las empresas para la asignación más rentable de los recursos. Al prestar atención a los tipos de interés, las empresas están en realidad siguiendo las instrucciones de los consumidores.

Enviando señales falsas con tipos de interés manipulados

Sin embargo, una vez se inyecta el dinero, esto lleva a una rebaja artificial de tipos de interés en mercados financieros. Consecuentemente, los tipos de interés dejan de reflejar las preferencias de los consumidores. Esto significa a su vez que los empresarios que incorporan en su proceso de toma de decisión a los tipos de interés en los mercados financieros, están cometiendo errores. Están tomando decisiones de inversión que van en contra de las demandas más urgentes de los consumidores.[2] Por decirlo de una manera diferente, los empresarios estás desviando recursos de actividades generadoras de riqueza a actividades que no generan riqueza.
Mientras continúe aplicándose la inyección monetaria y la consecuente rebaja artificial de los tipos de interés, no hay manera de que los empresarios sepan que están cometiendo estos errores. Por el contrario, al intensificarse las políticas monetarias laxas, se generan beneficios aparentes y una sensación de prosperidad. Cuanto mayor sea el periodo de política monetaria laxa, más extendidos estarán los errores, es decir, la desobediencia de los empresarios con respecto a la voluntad de los consumidores.
Todo esto lleva a una situación en la que los empresarios se empeñan en negocios no rentables, que deben acabar siendo liquidados. Esta liquidación es lo que se llama un declive económico o recesión. Por norma, lo que dispara esta liquidación es el reverso de una postura laxa del banco central.
La gravedad de una recesión está dictada por la intensidad del auge previo producido por la inyección monetaria y la consiguiente rebaja artificial de los tipos de interés, es decir, por el porcentaje de “actividades falsas” de entre las actividades totales. Cuanto mayor sea el porcentaje, más grave será la recesión, ya que tendrán lugar más liquidaciones.
Según Mises:
Es esencial darse cuenta de que lo que hace que aparezca la crisis económica es el proceso democrático del mercado. Los consumidores desaprueban el empleo de los factores de producción efectuado por los empresarios.[3]
La mayoría de los expertos evalúan la probabilidad de una recesión o una depresión viendo la tasa de crecimiento del índice de precios al consumo. Si este índice parece ser constante, se interpreta como una señal de salud económica.
Sobre esto, Rothbard escribía:
El hecho de que los precios generales fueran más o menos estables durante la década de 1920 decía a la mayoría de los economistas que no había amenaza inflacionista y por tanto los eventos de la Gran Depresión les tomaron completamente por sorpresa.[4]
Los precios están determinados por factores reales y monetarios. Consecuentemente, puede ocurrir que si los factores reales tiran de las cosas en dirección opuesta a los factores monetarios, puede no haber ningún cambio visible en los precios. Mientras el crecimiento económico es boyante, los precios pueden no aumentar. Por tanto, lo crucial no son los aumentos en el IPC o los aumentos relativos en la oferta monetaria frente a los aumentos en bienes, sino el hecho de que la oferta monetaria esté aumentando. Lo que importa es esta aumento del dinero, pues es dicho aumento el que pone en marcha un intercambio de nada por algo.
Igualmente, llegar a conclusiones a partir de la fortaleza de la estadística del PIB podría producir también resultados erróneos. Como el PIB refleja la inyección monetaria, cuanto más dinero se inyecte, mayor será el PIB. Por tanto, no es posible evaluar a través del dato del PIB el estado de las existencias de riqueza real.

Publicado originalmente el 12 de agosto de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[1] Richard von Strigl, Capital and Production, Mises Institute, p.8.
[2] Ludwig von Mises, Human Action (Chicago: Contemporary Books, 1963), pp. 538-586. [La acción humana].
[3] Ibíd., p. 505.
[4] Murray N.Rothbard, America’s Great Depression (Kansas City: Sheed and Ward), p.153.

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