Buscar este blog

martes, 7 de junio de 2016

Todos quieren lucrarse, incluyendo los grupos “sin ánimo de lucro”





¿Qué es una organización “sin ánimo de lucro”? ¿Están sometidas al cálculo económico? ¿Qué puede decirnos la teoría económica acerca de sus funciones?

Con Hillary Clinton del punto de mira por (entre otros escándalos) usar la Fundación Clinton como “una especie de estafa globalista” y con nuevas líneas prometedoras de investigación sobre el emprendimiento social por parte del Profesor McCaffrey y la economía de los regalos por parte del Profesor Hülsmann, deberíamos examinar más de cerca las organizaciones “sin ánimo de lucro” y cómo se ajustan al mercado, si es que lo hacen.

Como el término incluye la palabra “lucro”, una buena manera de empezar sería distinguir entre dos tipos de lucro o beneficio.

Beneficio psíquico

Toda acción humana se dirige al logro de algún fin deseado, pero requiere el uso de medios específicos. El hombre que actúa renuncia al logro de fines menos deseados a favor de fines más valorados. En este sentido, toda acción está motivada por el beneficio, debido a los “beneficios psíquicos” logrados por la acción con éxito y la “pérdida psíquica” se produce por una acción lamentable y sin éxito.

Mises se ocupaba de estos asuntos fundamentales en La acción humana, p. 287: “No podemos ni siquiera imaginar un estado de cosas en el que la gente actúe sin la intención de obtener un beneficio crítico y en el que sus acciones no generen ni un beneficio psíquico ni una pérdida psíquica”.

Beneficio monetario y cálculo económico

En economía, la palabra “beneficio” se usa más habitualmente en el sentido de “beneficio monetario”. Cuando un empresario compra factores de producción por menos que los ingresos de la renta de los resultados del proceso de producción, incluyendo la consideración de los intereses, decimos que se han ganado beneficios. Estos beneficios solo provienen de la producción eficiente de bienes que valoran los consumidores.

Este fenómeno sólo es posible a través del cálculo económico, por el que los empresarios evalúan los costes de producción y los ingresos previstos. El cálculo económico de la fuerza motriz del crecimiento y florecimiento las economías de mercado, porque es la única manera de economizar el uso de recursos. No solo se economizan recursos entre la producción y el consumo, sino también entre diversos proyectos de producción. Solo los proyectos más valiosos reciben la recompensa de los beneficios, mientras que los proyectos ineficientes se abandonan para liberar recursos a usar en otras aventuras que se espera que sean rentables.

Así que los consumidores son soberanos de sus decisiones sobre lo que habría que producir, pero solo si a los empresarios se les permite realizar cálculos económicos. Las intervenciones públicas severas y el socialismo obstaculizan e impiden este importante proceso.

El caso de la caridad para los pobres

Vayamos ahora con el enigma de las organizaciones “sin ánimo de lucro”.

No todos somos despiadados y avariciosos como Scrooge y por tanto muchos valoramos ayudar a otros necesitados. Formamos asociaciones voluntarias dedicadas a distribuir fondos y recursos para los pobres de estas organizaciones pueden parecerse a otras empresas del mercado.

Se podría argumentar que, para los que donan, estos producen (vagamente) el conocimiento de que las aportaciones de los donantes se usan para beneficiar a personas con necesidades. Sin embargo, esto parece endeble porque no puede aparecer ningún precio de mercado para esa sensación. Sin embargo, la donación sí genera un beneficio psíquico para los donantes y los receptores evidentemente se benefician de la donación, ya que, si no, no la aceptarían voluntariamente. En todo caso, el lucro o beneficio es una parte importante en ambos extremos de la función de la caridad.

¿Pueden actividades de caridad como la descrita realizar cálculo económico? También podría argumentarse esto, pero estaríamos en un terreno muy endeble. Para estirarlo así, los fondos donados tendrían que haberse como ingresos para la calidad de la misma forma que los negocios normales reciben ingresos para la venta de su producto. Asimismo, los gastos necesarios para crear y mantener las funciones de la caridad, incluyendo la distribución de fondos u otros recursos a los receptores, tendrían que considerar sus costos de “producción”. Sólo entonces se podría afirmar que las organizaciones de caridad realizan cálculo económico. Es más fácil limitarse a decir que la calidad podría tomar decisiones dirigidas a la maximización de donaciones.

La dificultad propia de aplicar estos conceptos económicos a la caridad deriva del hecho de que no hay precios de mercado y de que no podemos señalar quién está cumpliendo una determinada función económica en la organización. ¿Los consumidores son los donantes o los receptores? ¿Quién posee los recursos o quién es el capitalista-empresario? ¿Cómo se economizan los recursos?

Sin embargo, estas ambigüedades no nos impiden ser capaces de decir con seguridad que los beneficios, incluso si son psíquicos, están presentes en la función de cualquier supuesta calidad “sin ánimo de lucro”. Los donantes dan porque prefieren la caridad y, en último término, que los receptores tengan los fondos y no los donantes. Esta acción genera beneficios psíquicos para los donantes, igual que cualquier acción.

El caso de una empresa con funciones múltiples

La aparición empresas con una dedicación explícita a causas sociales es otro fenómeno interesante en esta línea. A esto se dedica la investigación del profesor McCaffrey. Ha presentado su investigación en la más reciente Conferencia de Investigación Económica Austriaca y espero ansiosamente sus resultados.

Al contrario que una organización de caridad que se limita a tomar dinero de los donantes y darlo a determinados receptores, algunas empresas venden bienes prometiendo que su producto se fabricó de una manera determinada (como el café de comercio justo o los bienes “orgullosamente fabricados en EEUU”). Otras empresas pueden prometer que toda o parte de sus rentas se reinvierten automáticamente en la organización con cierta misión (como instituciones ideológicas o políticas) o se donan a otras organizaciones de caridad (como Newman’s Own o Firehouse Subs).

Rothbard trabajó este tema en “The Myth of Neutral Taxation”, que aparece en Economic Controversies:
Hemos estado describiendo dos casos diametralmente opuestos: la empresa de negocios y la organización sin ánimo de lucro. Probablemente la mayoría de las instrucciones del mundo real en el mercado caen en una de estas categorías. En algunos casos, sin embargo, una organización puede participar en ambos modos. Consideremos dos casos. Primero, una organización de caridad que, en lugar de o además de dar limosnas, pueda vender algunos productos a los pobres a un precio bajo subvencionado. En este caso, al proporcionar los donantes el empuje y la guía, parte de los ingresos obtenidos por la empresa se dedican voluntariamente a comprar bienes para los receptores. En cierto sentido los receptores de limosnas ofrecen guía de sus intereses en la organización. Ahora hay dos tipos de consumidores: los donantes y los receptores de caridad, cada uno de los cuales muestra sus preferencias sobre esta organización frente a otros usos de su dinero. Pero el propósito general de la organización no es obtener un beneficio, sino más bien servir a los valores y objetivos de los donantes, así que a estos debe considerárseles los consumidores reinantes en esta situación.
Otro caso es una empresa de negocios con ánimo de lucro en la que el propietario o propietarios deciden aceptar un beneficio monetario menor a favor de algunos otros objetivos de dichos propietarios: por ejemplo, porque cierta línea de productos es considerada inmoral por los propietarios o porque quieren contratar a parientes incompetentes para mantener la paz familiar. De nuevo aquí hay dos tipos de consumidores: los compradores del producto y los propios productores o propietarios. Debido a sus propios valores como “consumidor”, el propietario decide renunciar a beneficio monetaria debido a sus propios principios morales por porque pone por encima en su escala de valores mantener la paz en la familia. En cualquier caso, el propietario está renunciando a algún beneficio monetario para lograr un beneficio psíquico. Qué motivo dominará, depende de los hechos de cada caso particular. Como el mercado se caracteriza generalmente por una división del trabajo entre productores y consumidores la tendencia general será sin embargo hacia el beneficio monetario o el servicio a los consumidores que no tengan, lo que domine las decisiones de las empresas.
Rothbard concluía que incluso en estos casos extraños en los que pueda ser difícil aplicar teoría económica, el beneficio y la intención de beneficiarse están presentes a cada paso, aunque los beneficios monetarios se intercambien por beneficiosa psíquicos o viceversa.

Una afirmación clara que podemos hacer con respecto a organizaciones como estas, es que las asociaciones involuntarias deben tratarse de una forma completamente diferente. Los programas públicos que puedan parecer acciones de caridad para los pobres u otras burocracias socialmente beneficiosas no son lo que parecen. Si los fondos se tomaron por la fuerza, podemos rechazar categóricamente que su propósito declarado sea economizador o incluso beneficioso, pues si no los fondos no tendrían que haberse tomado por la fuerza en primer lugar. “Hacia una reconstrucción de la economía de la utilidad y del bienestar”, de Rothbard, es esencial para entender esto.

Conclusión

Aplicar teoría económica a las organizaciones de caridad o empresas sociales es difícil, pero soy optimista en que las nuevas líneas de investigación nos acercarán a responder las preguntas planteadas antes.

Aunque estas preguntas son difíciles de responder, podemos decir con seguridad que cualquier asociación voluntaria debe implicar beneficio de una manera u otra. Por tanto no existe ninguna organización puramente sin ánimo de lucro.


Publicado originalmente el 6 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario