Buscar este blog

martes, 15 de diciembre de 2015

Piketty se equivoca: Los mercados no concentran la riqueza

 
 
Está creciendo el antiguo temor apocalíptico marxista de una desigualdad siempre en aumento en sociedades capitalistas. La élite capitalista, se dice, se beneficia de una dinámica de acumulación infinita de riqueza y pronto será capaz de comprar todo y a todos, incluido el gobierno. Este temor a la acumulación ilimitada de riqueza por unos pocos era el tema principal de El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, escrito en francés en 2013. Por ejemplo, Piketty escribe:
Sería un grave error olvidar la importancia del principio de escasez para entender la distribución global de riqueza en el siglo XXI. Para convencernos, basta con remplazar el precio de los terrenos agrícolas del modelo de Ricardo por el precio de los inmuebles urbanos en las grandes capitales del mundo. (…)
Es verdad que existe en principio un mecanismo bastante sencillo que restauraría el equilibro en el proceso: el mecanismo de la oferta y la demanda. Si la oferta de cualquier bien es insuficiente y su precio es demasiado alto, entonces la demanda de esa bien disminuirá, lo que debería llevar a una disminución en su precio. En otras palabras, si aumentan los precios de los inmuebles y el petróleo, entonces la gente debería irse al campo o viajar solo en bicicleta (o ambas cosas). No importa que dichos ajustes puedan ser incómodos o complicados; también podrían llevar décadas, durante las cuales los dueños de tierras y pozos de petróleo bien podrían acumular derechos sobre el resto de la población tan extensos que podrían reducirse fácilmente a poseer todo lo que se pueda poseer, incluyendo inmuebles rústicos y bicicletas, de una vez y para siempre. (Piketty 2013)
Dejemos aparte el fastuoso ejemplo que incluye a la bicicleta como respuesta del mercado a la escasez: eso es una sacudida tecnológica negativa pesar del hecho de que hoy estamos en un mundo altamente innovador. Piketty realmente cree que una sola persona o entidad que posea “todo” puede ser un resultado posible del capitalismo de libre mercado. Según él, si r > c (es decir, si la tasa de retorno del capital es superior al crecimiento económico) habrá una “espiral desigualitaria eterna”. Si Piketty hubiera leído a economistas austriacos y hubiera entendido el debate sobre el cálculo económico, habría advertido que el mercado no intervenido no puede llevar a una situación de acumulación de riqueza en la que un solo individuo o cártel posea todo. De hecho, una situación con un gran cártel o un propietario es equivalente a un socialismo total y por tanto a una situación en la que no sería posible ninguna asignación de recursos, como demostró Mises en Socialismo. Es Rothbard el que apuntó brillantemente que la calculabilidad es un límite superior para el tamaño de la empresa. Pero este argumento puede aplicarse igualmente a la concentración de la propiedad individual. Como señala Rothbard:
El libre mercado puso límites concretos al tamaño de la empresa, es decir, los límites de la calculabilidad en el mercado. Para calcular las pérdidas y ganancias de cada rama, una empresa debe poder referenciar sus operaciones internas a mercados externos para cada uno de los diversos factores y productos intermedios. Cuando desaparece cualquiera de estos mercados externos, porque todos son absorbidos dentro de la zona por una sola empresa, desaparece la calculabilidad y no hay forma de que la empresa asigne racionalmente factores para esa área concreta. Cuanto más se atrincheren estos límites, mayor será la esfera de irracionalidad y más difícil será evitar las pérdidas. Un gran cártel no sería capaz de asignar racionalmente en absoluto los bienes de los productores y por tanto no podría evitar graves pérdidas. Consecuentemente, nunca podría establecerse realmente y, si se intentara, rápidamente se haría pedazos.
Así que, contrariamente a lo que piensan Piketty y otros igualitaristas, la concentración ilimitada de riqueza es técnicamente imposible en una economía de mercado. Esa es la razón por la que “un gran cártel” controlando toda la economía nunca aparecería en un mercado libre y esa es la razón por la que la concentración de riqueza siempre estará limitada.
 
La falta de rigor teórico en el libro de Piketty es sorprendente. Aunque se supone que estudia la dinámica de la desigualdad de rentas en las sociedades capitalistas, apenas analiza el papel del emprendimiento y, cuando lo hace, no da absolutamente ninguna definición de qué es. Esta falta de rigor le permite liderar una batalla ideológica contra los ricos que considera como “indigna”. Igualmente, ya sea Piketty o Anthony Atkinson, ninguno de estos igualitarios modernos menciona el papel de la división del trabajo en la distribución de la riqueza.
 
Sabemos in embargo que la división del trabajo es una característica necesaria de la economía de mercado. De hecho, la misma existencia de capitalistas ricos no es un asunto de herencia o de propiedad no merecida, sino el resultado de la ley de la ventaja comparativa. Un capitalista es alguien que tiene una ventaja comparativa a la hora de asignar capital y por tanto está especializado en esta tarea. En el mercado no intervenido, los que tienden a ser los más ricos tienden también a ser los hombres más eficientes en asignar capital. Si su capacidad como propietarios es mala, los consumidores los sancionan. Si su capacidad como propietarios es buena, el consumidor les recompensará.
 
Frédéric Bastiat, en su lecho de muerte en Roma y a pesar de estar gravemente enfermo, dejaba muy claro a su amigo Prosper Paillottet que los economistas debían centrarse principalmente en el consumidor. El consumidor, decía, es el origen principal de cualquier fenómeno económico. El mayor defecto del libro de Piketty es que explica la desigualdad, no empezando por las decisiones del consumidor, sino por la propiedad del capital. Los propietarios, dice Piketty, se benefician de una tasa de retorno y cuando esta tasa es más alta que el crecimiento económico, intensifica las desigualdades de renta. Para Piketty, la tasa de retorno del capital es un flujo mítica de renta que no depende de las capacidades de la propiedad sino de cuánto capital se tenga. Pero la distribución de la riqueza no es tan arbitraria como le gustaría pensar a Piketty. El consumidor tiene la última palabra en el decisión de quién debe poseer los factores de producción. Como explicaba Mises en La acción humana, los ricos “no son libres para gastar dinero que los consumidores no estén dispuestos a refinanciarle pagando más por el producto”. En el mercado no intervenido, el rico puede acumular más riqueza solo si es eficiente en la tarea de asignar capital en beneficio de todos. Debemos admitir que no vemos nada moralmente incorrecto en eso. Muy al contrario, lo aplaudimos.
 
Como la teoría económica que subyace en la tesis de Piketty es débil, sus explicaciones no se ajustan a la evidencia empírica. De hecho, el propio Piketty (2015) tuvo que admitir que no “veía r > c como la única, ni siquiera más principal herramienta para considerar los cambios en la renta y riqueza en el siglo XX o para pronosticar la vía de la desigualdad en el siglo XXI”. Y realmente r > c no es una herramienta útil para la explicación de la creciente desigualdad de las rentas laborales. Pero, sorprendentemente, el propio Piketty admitía la debilidad de su modelo, ya que el aumento en las porciones mayores de renta en Estados Unidos durante el periodo 1980-2010 se debe en su mayor parte de la creciente desigualdad en las ganancias laborales.
 
También deberíamos destacar que el 56% de los estadounidenses son, durante al menos un momento de su vidas, parte del 10% superior de rentas (un ratio de 5,6) y el 12% están en el 1% (un ratio de 12). Por tanto, podemos concluir que cuanto más rico seas, más volátil es tu riqueza. Esta es una crítica válida que podemos dirigir contra Thomas Piketty, Atkinson y muchos otros igualitarios.
 
De hecho, si la riqueza es así de inestable en el 1%, podemos concluir que una concentración infinita de riqueza es un mito y no se produce en una economía de mercado. Por el contrario, las sociedades capitalistas tienden más a la movilidad intergeneracional, hacia arriba y hacia abajo. Por tanto, si la desigualdad de renta en un punto concreto en el tiempo en las sociedades capitalistas puede ser más alto que en economías más socialistas, la economía de mercado bien podría ofrecer más igualdad cuando consideremos las disparidades de renta a lo largo de la vida entre individuos.
 
Hace más de 100 años, un economista francés publicaba un libro sobre la desigualdad. Como El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, este libro fue alabado en Estados Unidos. Pero al contrario que Thomas Piketty, Paul Leroy Beaulieu trataba de explicar en su libro Essai sur la Répartition des Richesses (1881) por qué pensaba que la desigualdad, sin ser erradicada, disminuiría en las sociedades capitalistas. La diferencia radical de tono entre estos dos libros es un buen ejemplo de la quiebra intelectual tanto de Estados Unidos como de Francia desde la Belle époque. Desde el liberalismo clásico, hemos sucumbido a la ilusión del igualitarismo y desde el optimismo liberal acerca del orden del libre mercado, pasamos al pesimismo igualitario y socialista. Hoy muchas desigualdades se deben a la intervención violenta del gobierno en el orden del mercado. Y deberíamos por tanto preguntarnos si, después de todo, no es más inteligente escuchar a Paul Leroy Beaulieu en lugar de a Thomas Piketty.

Publicado originalmente el 11 de diciembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario