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jueves, 3 de diciembre de 2015

Apuntes sobre “La Desnacionalización de la Moneda”: Entrevista al Prof. Friedrich A. Hayek - La Competencia y la Moneda (Parte I y II)

 Por Rubén Méndez Reátegui


  
Las siguientes columnas presentaran un resumen -efectuado a modo de entrevista- del libro “La Desnacionalización del Moneda” (titulo original: “Denationalisation of Money. An Analysis of the Theory and Practice of Concurrent Currencies”) del Profesor Friedrich A. Hayek. El propósito de la misma es introducir a nuestros lectores en un tópico importante y necesario de conocer en la actualidad: el rol de la moneda y la competencia dentro de los sistemas económicos contemporáneos. El texto ha sido editado de la versión publicada por Unión Editorial y el Instituto de Economía de Mercado en 1983. Nuestro propósito fue brindar una lectura más versátil manteniendo la fidelidad al documento en su versión original. Esperamos sea del agrado de nuestra lectoría y sobretodo de mucha utilidad sobretodos para aquellos interesados (sobre todo desde perspectivas no ortodoxas) en comprender fenómenos complejos como aquellos vinculados a la economía monetaria y financiera.
 

RM: Buenas tardes Prof. Hayek. Es un honor para mí poder dirigirme a Ud. y entrevistarle. Me confieso un abierto admirador de sus contribuciones no sólo a la Teoría Económica sino también a otras áreas como la filosofía política, la sociología y la psicología teórica. Sin embargo, quería precisar que en esta oportunidad intentaré “limitar” mis preguntas a dos tópicos puntuales: la moneda y la competencia.
En ese sentido, Profesor Hayek, desearía comenzar preguntándole lo siguiente: ¿La competencia representa el proceso más consistente e idóneo para mantener constante el valor de una moneda?
 
FAH: (…) La competencia, al forzar a las instituciones emisoras a mantener constante el valor de su moneda (en términos de una cesta de bienes establecida), sería un freno más efectivo que cualquier obligación legal de convertir la moneda en dichos bienes (o en oro). Y sería un método infinitamente más barato que la acumulación y almacenamiento de materiales valiosos. 
   
RM: Entonces podemos asumir la existencia de un factor “confianza” en el modelo que nos describe. ¿Qué tipo de factor “confianza” prevalecería? ¿Qué rol cumple este factor? ¿Se produciría algún efecto “aprendizaje”?
 
FAH: (…) El tipo de confianza sobre el que descansaría la moneda privada no sería distinta de aquel sobre el que descansa toda la banca privada (o en los Estados Unidos antes del sistema público del seguro de depósitos). Hoy en día, la gente confía en que los bancos, para mantener su negocio, dirigen sus asuntos de forma que siempre podrán abonar en efectivo los pagos que se les requieran, aunque sabe que los bancos no tienen suficiente moneda para llevarlo a cabo si todo el mundo ejerce su derecho a la vez.
Igualmente, según el proyecto propuesto, los directores del banco aprenderían que su negocio dependería de la confianza firme que continuaría regulando la emisión de "moneda" (etc.) para que su poder adquisitivo permaneciera aproximadamente constante.
 
La Competencia y la Moneda (2da Segunda Parte)
 
RM: Asimismo, quisiera preguntarle, ¿Cuáles serían los efectos de la competencia sobre la moneda en su modelo?
 
FAH: (…) Me parece bastante seguro que:
a) una moneda de la que se esperara que mantuviera su valor adquisitivo aproximadamente constante tendría una demanda continua mientras la gente fuera libre de utilizarlo;
b) con tal demanda continua, dependiente del éxito en mantener constante el valor de una moneda, podría confiarse en que los bancos emisores harían todos los esfuerzos posibles para conseguir tal constancia mejor que cualquier monopolista que no corre ningún riesgo con la devaluación de su moneda;
c) la institución emisora podría conseguir este resultado regulando el volumen de la emisión; y d) tal regulación del volumen de cada divisa constituiría el mejor método práctico para regular la cantidad de medios de cambio para todos los efectos posibles.
RM: ¿Considera que existen implicancias adicionales a tomar en cuenta?
 
FAH: (…) Está claro que los competidores que emitieran monedas distintas tendrían que competir en cuanto a la calidad de las que ofrecían para préstamo o en venta. Una vez que los emisores que compitieran hubieran demostrado que ofrecían monedas más adecuadas a las necesidades del público que las que el gobierno haya producido jamás, no habría obstáculo para que fueran generalmente aceptadas y preferidas a la gubernamental —por lo menos en los países en los que el gobierno hubiera suprimido los obstáculos para su utilización.
La aparición y uso creciente de las nuevas monedas reduciría, por supuesto, la demanda de las nacionales existentes y, a no ser que se redujera rápidamente su volumen, conduciría a su depreciación.
Este es el procedimiento mediante el cual se eliminarían gradualmente todas las que fueran indignas de la confianza del público. La condición necesaria para que se terminara el desplazamiento de la moneda del gobierno antes de que hubiera desaparecido por completo sería que éste reformara y vigilara la emisión de su moneda, de tal forma que se llevara a cabo según los mismos principios seguidos por las instituciones privadas competidoras. No es probable que tuviera éxito, ya que para impedir una depreciación acelerada de su moneda tendría que reaccionar ante las nuevas con una rápida contracción de su propia emisión.
 
RM: Prof. Hayek, ¿Cumplen agentes adicionales como la “prensa” algún papel relevante?
 
FAH: La competencia entre los bancos emisores se agudizaría por el escrutinio de su conducta por parte de la prensa y el mercado monetario. En decisiones tan importantes para los negocios como la moneda a utilizar en contratación y contabilidad, el público buscaría ansiosamente en la prensa financiera toda la información posible y los propios bancos emisores tendrían que ponerla a disposición del público. En efecto, mil sabuesos perseguirían al desgraciado banquero que no respondiera con rapidez a las exigencias de mantener el valor de la moneda que emitía. Los periódicos publicarían sin duda una relación diaria, no sólo de los tipos de cambio entre las monedas, sino también de su valor actual y la desviación de cada una de ellas del patrón anunciado de valor en términos de los bienes.
 
RM: Por otra parte, ¿Cuál es su opinión sobre la posibilidad de controlar el valor de una moneda competitiva?
 
FAH: (…) La atracción principal de una moneda competitiva para los clientes de quien la emite es la seguridad de que su valor va a permanecer estable (o que va a comportarse de una manera plenamente previsible). Dejaremos para la sección XII el tema de qué tipo de estabilidad prefiere el público. De momento, nos concentraremos en si un banco emisor en competencia con otros emisores de monedas similares tendría poder para controlar la cantidad de su propia emisión y para determinar el valor que rija en el mercado
No es, por supuesto, el valor que se espera que tenga una moneda la única consideración que lleva al público a comprarla o solicitar un préstamo en ella denominado. Ahora bien, ese valor esperado será un factor decisivo para determinar qué cantidad deseará la gente tener y el banco emisor pronto descubrirá que ese deseo del público es la circunstancia esencial de la que depende el valor de su moneda. En principio, podría parecer obvio que el emisor exclusivo de una moneda que, como tal, controla totalmente su oferta, podrá fijar su precio mientras exista alguien que a tal precio la quiera comprar. Si, como supondremos provisionalmente, la meta de un banco emisor es mantener constante el precio agregado de un conjunto determinado de bienes en términos de su moneda, tendría que contrarrestar, mediante la regulación de la cantidad en circulación, cualquier tendencia del precio agregado a subir o bajar.
 
RM: ¿Tiene Ud. alguna consideración final?
 
FAH: (…) Este esquema de competencias entre diversas instituciones emisoras privadas presupone que hay respuesta a varias preguntas que tendremos que examinar detalladamente en las siguientes secciones:
— La primera es si una institución emisora en competencia con otras sería siempre capaz de regular el valor de su moneda controlando su volumen para hacerla más atractiva al público que las otras y hasta dónde podrían interferirse otros emisores en este esfuerzo mediante diversas políticas.
— La segunda es qué valor (u otro atributo de la moneda) preferiría el público, si distintos bancos anunciaran su intención (y demostraran su habilidad) de mantener constante el valor anunciado de su moneda.
— La tercera y no menos importante cuestión sería la de si el tipo de moneda preferido individualmente por la gente sería el que mejor sirviese los intereses de todos. Aunque, en principio, no tiene por qué ser así necesariamente, tampoco puede excluirse que así sea.
Es concebible que el éxito de los esfuerzos de las personas no dependa sólo de la moneda que utilizan, sino también de los efectos de la moneda que utilizan otros; y los beneficios que esas personas derivarían para sí mismas al utilizar un tipo de moneda podrían quedar contrarrestados por las perturbaciones debidas a su utilización general. No creo que sea éste el caso, pero el tema requiere mayor atención.
 
Los volúmenes de Emisión de Moneda (3ra Parte)
 
RM: Prof. Hayek, que nos diría del manejo de los volúmenes de emisión de moneda. Dentro de su esquema argumental, ¿“Quién” o “qué” decidiría el volumen de las emisiones?
 
FAH: (…) No se puede negar que, una vez enunciada y emprendida la operación, la decisión sobre el volumen de las emisiones ya no estaría en manos de la institución emisora: para conseguir su anunciada meta de mantener constante el poder adquisitivo de su moneda la cantidad tendría que adaptarse rápidamente a cualquier aumento o disminución de la demanda. De hecho, mientras el banco mantuviera constante el valor de su moneda, no habría razón para temer una importante reducción de la demanda (aunque los competidores con éxito podrían hacer incursiones considerables en su circulación). Lo más problemático sería un crecimiento rápido de la demanda más allá de los límites que desea manejar una institución privada, pero podemos estar bastante seguros de que, en caso de éxito, habría nueva competencia que aliviaría al banco de su angustia.
El banco emisor, al principio, podría mantener, sin un coste prohibitivo, una reserva del 100 por cien de las monedas en cuya emisión se había comprometido, mientras trataba las primas recibidas como libremente disponibles para las operaciones generales. Pero una vez que las restantes monedas, a consecuencia de posterior inflación, se hubieran devaluado en relación con la "moneda", el banco tendría que estar preparado, a efectos de su valor, para recomprar, si fuera necesario, un volumen importante de "moneda" al tipo de cambio más alto que hubiera en ese momento. Esto significa que debería ser capaz de liquidar grandes inversiones rápidamente.
 
RM: ¿Tiene algún comentario específico sobre estas “inversiones”?
 
FAH: [Sí] (…) Dichas inversiones, por tanto, habrían de ser escogidas con cuidado, para no conducir a situaciones arriesgadas cuando la institución que iniciara el proceso tuviese que compartir el mercado con sus imitadores. Incidentalmente, la dificultad de encontrar inversiones de un valor seguro y estable para afrontar obligaciones similares no sería tan complicada para dicho banco como al parecer les resulta a los actuales banqueros, ya que todos los préstamos efectuados en su propia moneda constituirían, por supuesto, tales fondos estables. El hecho curioso de que ese banco emisor sería titular de derechos y obligaciones en términos de una unidad de valor que él mismo asignaba, aunque no podría determinarlo arbitraria o caprichosamente sin destruir la base de su negocio, puede en principio parecer perturbador, pero no debe crear dificultades reales. Los confusos problemas contables que surgen a primera vista desaparecen cuando se recuerda que tal banco indudablemente llevaría su contabilidad en términos de su propia moneda. Los billetes y depósitos pendientes de dicho banco no representan derechos sobre él en términos de otra unidad de valor; él determina por sí mismo el valor de la unidad en cuyos términos establece deudas y derechos y mantiene su contabilidad. Esto deja de parecer chocante cuando recordamos que es precisamente lo que han estado haciendo en la práctica todos los bancos centrales durante casi medio siglo —sus billetes no se podían cambiar por nada—. Pero unos billetes que pueden aumentar de valor en relación con la mayoría de los demás bienes de capital pueden de hecho presentar a los contables problemas totalmente desconocidos. Por supuesto, inicialmente, el banco emisor estaría legalmente obligado a reintegrar su moneda en términos de las otras contra las que fue originariamente emitida.
Pero después de existir durante algún tiempo, el valor de las demás monedas puede haberse reducido al mínimo o éstas pueden haber desaparecido por completo.
 
RM: Muchas gracias por sus detalladas explicaciones. Espero tener la oportunidad de poder entrevistarle en otra oportunidad.
 
Rubén Méndez Reátegui es Miembro del Departamento de Economía de Macquarie University con estudios de pre y post grado en Perú, Australia, España y EEUU. Se especializa en temas de economía aplicada, historia del pensamiento económico y neuroeconomía. Ha publicado numerosos artículos académicos entre los que se encuentran sus disertaciones sobre la noción de coordinación institucional (interacción institucional positiva) y sociedades estructuradas, transicionales y no estructuradas como modelos alternativos dentro del enfoque de la Nueva Economía Institucional. Actualmente se desempeña como visiting scholar en la USAL (Departamento de Economía Aplicada) y en la Universidad Complutense de Madrid (Departamento de Historia e Instituciones Económicas I). Asimismo, es miembro de la American Economic Association, la European Law and Economics Association, la Public Choice Society, la Australian Economic Society y del Grupo de Investigación GISER que agrupa a las principales universidades españolas en las áreas de regulación económica y libre competencia.
*Agradezco a Unión Editorial por el permiso concedido con relación al texto original. Asimismo a el Diario Altavoz por publicar originalmente la entrevista en mi columna semanal del fin de semana.

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