LA CLAVE: INMIGRACIÓN Y FACTOR DEMOGRÁFICO
¿Por qué Europa no es Japón? Los
economistas nipones tienen la respuesta.
Daniel Méndez
La inmigración salvará a Europa de una deflación al estilo japonés. Aunque la afirmación no se escucha demasiado en Bruselas, entre los economistas de Tokio es moneda corriente. “Mucha gente fuera de Japón piensa que la deflación en nuestro país fue causada por la política monetaria o fiscal, pero la verdad es que el factor demográfico fue más importante”, afirma Naoyuki Yoshino, decano del Banco Asiático de Desarrollo. “No creo que la economía de la Unión Europea vaya a seguir el camino de Japón, probablemente porque ellos añadieron inmigración”, confirma el economista Yoshiaki Ogura, profesor de la Universidad de Waseda.
En un momento en el que la sombra de la deflación amenaza a Europa, el mejor lugar donde buscar lecciones es, quizás, el país nipón, donde precios, salarios y rentas se han mantenido estables (o han descendido) durante las últimas dos décadas. Todavía hoy, una cerveza en un humilde restaurante en el centro de Tokio cuesta 500 yenes, lo mismo que en 1991. Igual pasa con el precio de un café en el 7-Eleven, los sueldos de los recién licenciados o el valor de la vivienda. Precios y salarios parecen haberse congelado en las estanterías de las tiendas y en las nóminas de los trabajadores, más o menos de la misma forma que el producto interior bruto (PIB) del país.
vertiginoso envejecimiento de la población. El problema lo conocen la mayoría de países desarrollados, pero en ningún caso es tan grave como en Japón: el país cuenta con la mayor esperanza de vida del planeta (84,6 años), el porcentaje más alto de población mayor de 60 años (el 33%) y la mayor dependencia entre jubilados y trabajadores (si hace 20 años había seis trabajadores por cada jubilado, en 2012 eran menos de tres). Eso significa menos gente trabajando, menos personas pagando impuestos, menor demanda a largo plazo y más gastos en forma de pensiones.
Aunque la deflación comenzó en Japón como consecuencia del estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria (con la consiguiente crisis de crédito y deuda, la destrucción de los activos de las empresas y el descenso del consumo), a largo plazo se explica a menudo por el
La explicación a este agudo envejecimiento en el país asiático, especialmente si se compara con Europa o Estados Unidos, se encuentra en la falta de inmigrantes. Con una de las sociedades racialmente más homogéneas del planeta y políticas migratorias restrictivas, Japón es el miembro de la OCDE con el menor número de residentes nacidos fuera de su país. “Durante los últimos 40 años, han salido más personas de Japón que las que han entrado”, confirma un informe del National Bureau of Asian Research, destacando lo extraordinario de este fenómeno en un país desarrollado.
Agentes italianos fotografían a refugiados sirios y palestinos en la isla de Sicilia (Reuters).
Cinco millones de inmigrantes, ¿la salvación de Europa?
En la Unión Europea, sin embargo, incluso durante la actual crisis económica han seguido llegando emigrantes. Según los datos de Eurostat, entre 2009 y 2012 se instalaron en los 27 países de la UE más de cinco millones de personas procedentes del extranjero. De ellos, el 85% está en edad de trabajar. Si a eso se unen las corrientes migratorias de las últimas décadas (con familias que tienden a tener más hijos), la emigración es la principal causante de que el Viejo Continente no haya envejecido tan rápido como Japón. Y, según los economistas japoneses, será también este factor demográfico el que añadirá nuevas fuerzas al mercado laboral y salvará a Europa de una japonización.
“La principal diferencia del Japón de los 90 con respecto a la UE se encuentra en el envejecimiento de la población y en la apreciación del yen. Estos dos factores fueron los que causaron la recesión a largo plazo”, explica el economista Naoyuki Yoshino. “En el caso europeo, el euro no está actualmente tan fuerte y el envejecimiento de la población es mucho menor, así que en este sentido el problema estructural es mínimo”.
A pesar de esta visión optimista sobre el futuro de la UE, los economistas japoneses piensan que la eurozona debería aprender otras recetas de su dolorosa experiencia durante los años 90. Los analistas nipones, como muchas otras instituciones internacionales, también recomiendan al Banco Central Europeo que adopte una política monetaria expansiva y no dude en comprar bonos de los Estados miembros. “En los años 90, la acción del Banco de Japón fue muy lenta y muy débil. En su lugar, el Gobierno gastó un montón de dinero en inversiones públicas, pero no funcionó”, dice Yutaka Harada, profesor de la Universidad de Waseda. “Si el Banco de Japón hubiera expandido la política monetaria en los 90, Japón podría haber crecido al 2% o al 3%, incluso después del estallido de la burbuja”, razona este economista.
“La política monetaria expansiva de Europa es insuficiente”
Países como Estados Unidos y Reino Unido sí han aplicado esta receta desde 2008, y desde finales de 2011, con la llegada del primer ministro Shinzo Abe, el propio Banco de Japón se ha lanzado a la compra masiva de deuda del Estado. “Europa debería hacer lo mismo que la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco de Japón para evitar la deflación. Es una medicina muy sencilla. La política monetaria expansiva de Europa es insuficiente”, afirma convencido Yutaka Harada.
Greciao Portugal, los ciudadanos de otros países se opondrán. Yo creo que AngelaMerkel debería persuadir a los contribuyentes alemanes”, razona Harada.
A pesar de las distancias, las particularidades de la política comunitaria no son desconocidas en Tokio. Mientras que los bancos centrales de Estados Unidos, Reino Unido o Japón no tienen ningún problema en comprar activos o bonos nacionales, Bruselas se ha encontrado con muchas más complicaciones políticas para rescatar a las regiones del sur. “En el caso del Banco Central Europeo, ¿de qué países debería comprar bonos? No existe una respuesta sencilla. Si compra bonos de
Una lección que la UE sí aprendió de los errores cometidos por Japón en los 90 fue la rápida intervención en el sector bancario. Cuando la burbuja financiera estalló en el país, el Ejecutivo no intervino de forma decisiva durante varios años mientras los bancos sufrían problemas de deuda y liquidez. Aunque los dirigentes nipones se dieron cuenta ya en 1991 de que debían rescatar a los bancos, la ley para ayudar a entidades concretas no se aprobó hasta 1998. “Si los europeos tuvieran que aprender algo de la experiencia japonesa de los 90, tal vez lo más importante sería que se necesita un rescate financiero rápido; pero en este sentido la Unión Europa fue exitosa”, afirma Naoyuki Yoshino. “En el caso de Japón, el rescate se produjo demasiado tarde, así que el suministro de crédito fue muy bajo durante los 90 y eso dañó el potencial de crecimiento del país”.
Un miembro de la Cruz Roja alimenta al bebé de una inmigrante en Tarifa (Reuters).
El pelotazo japonés no tiene precedentes
Inmerso en la espiral de la deflación desde los 90, sus efectos se siguen notando todavía hoy en la nación asiática: la demanda interna se ha estancado, los bancos siguen sin prestar dinero y la deuda se ha disparado(con un 240% del PIB, es la más elevada del mundo). Los economistas se refieren a menudo a la situación nipona como “las dos décadas pérdidas”, y el temor a que la situación se reproduzca en Europa (con el año 2008 como fecha de salida) cada vez está más presente entre los expertos comunitarios. A pesar de eso, Japón nunca ha sufrido una crisis de deuda como la que han vivido los países del sur de Europa, e incluso en los momentos más duros de los años 90 la tasa de paro no sobrepasó el 6%.
Por encima de la política monetaria, los intereses o el sistema bancario, lo cierto es que los economistas japoneses vuelven una y otra vez a utilizar la palabra que lleva dos décadas causando pesadillas a los dirigentes políticos: “envejecimiento”. La falta de consumo, el estancamiento de los precios, el aumento en el gasto público y los raquíticos crecimientos de su PIB se explican casi siempre porque cada vez hay menos trabajadores y más pensionistas. Al menos en este sentido, la Unión Europea tiene un arma para luchar contra la crisis con la que los japoneses nunca han contado: la emigración
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