Cuando Islandia se congeló totalmente
Tras la quiebra del banco de inversiones estadounidense Lehman Brothers a finales de 2008, los mercados de crédito de todo el mundo se paralizaron en una sorprendente manifestación de la interconectividad de la economía global. Cuando se posó el polvo, la crisis se había llevado por delante billones de dólares de inversiones y los mercados del crédito, que antes funcionaban bien, se habían estancado. La quiebra más espectacular de la crisis financiera de 2008 fue el colapso del sistema financiero islandés. Este colapso es especialmente enigmático ya que Islandia no es un país subdesarrollado (estaba en tercera posición en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas de 2009).
Durante los varios años que llevaron al colapso, Islandia experimentó un auge económico. El sistema financiero islandés se expandió considerablemente; una nación con una población sólo ligeramente superior a la de Pittsburgh, Pennsylvania, y un tamaño físico menor que el estado de Kentucky erigió un sistema bancario cuyos activos totales eran diez veces el tamaño del PIB del país. Los precios de viviendas y acciones aumentaron y consecuentemente la riqueza de Islandia hizo lo mismo.
La tradicional economía basada en la pesca se alteró radicalmente. La ingeniería financiera se convirtió en la carrera preferida de los jóvenes ambiciosos, en lugar de la tradicional gestión de los recursos naturales. Era tan probable que los jóvenes en las calles de Reikiavik conocieran la fórmula Black-Scholes como los rendimientos de la captura diaria del salmón. La gente de todas las clases quería trabajar en banca. Un médico generalista contaba su experiencia de “comunicarse” con gente diariamente como su activo clave. Los niños, cuando se les preguntaba qué querían ser de mayores, respondían inocentemente y sin dudar: “banqueros”.
El sistema bancario se hizo tan grande que estaba teniendo problemas para encontrar suficientes personas con talento y, lo que es más importante, trabajadores con experiencia en un país tan pequeño. Se buscó a los mejores empleados de los negocios islandeses más tradicionales para que trabajaran en el creciente sector financiero.
Más tarde, en otoño de 2008, acabó repentinamente el sueño de una riqueza ilimitada con la quiebra del estado islandés. El tipo de cambio de la corona islandesa de hundió, los tres grandes bancos islandeses, Landsbanki, Kaupthing y Glitnir, fueron nacionalizados, el índice de desempleo se disparó y el índice de inflación de precios llegó al 18% al acabar 2008. En unos pocos meses, los islandeses no sólo perdieron la riqueza que habían acumulado durante el breve auge, sino asimismo una buena porción de los ahorros que habían trabajado por amasar diligentemente durante muchos años.
La bolsa bajó un 90%. Statistics Iceland informa de que los precios de las viviendas en Reikiavik cayeron más de un 9% durante 2009. Lo que quedaba de los ahorros había cambiado de ubicación y carácter. En lugar de depositar su dinero en bancos, los islandeses preferían tener divisas extranjeras: se libraban de las coronas en cualquier oportunidad. Empezaron a acaparar alimentos y suministros.
Con su gobierno en quiebra, los islandeses pudieron haber experimentado hambre física si no hubiera sido por la ayuda extranjera. Los préstamos exteriores para conseguir las importaciones esenciales de alimentos vinieron en primer lugar de los países escandinavos simpatizantes, con lazos históricamente cercanos con Islandia. El gobierno instituyó las regulaciones y controles de tipos de cambio para limitar el uso de moneda extranjera para la compra de importaciones nuevamente preciosas, como alimento, medicinas y petróleo.
¿Qué hizo posible ese auge y declive? Los análisis superficiales comunes de la crisis económica islandesa han replicado los análisis ofrecidos para la crisis mundial. Tanto analistas como periodistas han echado la culpa de la crisis a los sospechosos habituales: banqueros avariciosos, advenedizos sin experiencia, una élite política corrupta, la desregulación del sistema financiero o, más en general, los males del capitalismo. Igualmente, algunos comentaristas y economistas. han echado la culpa de la crisis islandesa a la desregulación financiera de la década precedente. Gumbel sostiene que la debacle la causó el programa de libre mercado de Davíð Oddsson, primer ministro de 1991 a 2004 y autoproclamado fan de Milton Friedman.
El problema de esta explicación es que Islandia no podría calificarse de un mercado libre, aunque forzáramos de cualquier manera el lenguaje. En 2007, antes de que estallara la crisis, los impuestos islandeses y las contribuciones a la seguridad social eran los novenos entre las naciones de la OCDE (41,1% del PIB).
La crisis particular de Islandia y la general del mundo se causaron por las manipulaciones de los bancos centrales y organizaciones intergubernamentales. Así que el análisis final es que fueron las acciones de los gobiernos las que produjeron el colapso financiero de Islandia. Aunque algunos apunten a la supuesta independencia de los bancos centrales respecto de los gobiernos de sus naciones, pocos pueden discutir que el Banco Central de Islandia, con dos de sus tres gobernadores nombrados de forma directa por políticos, pueda ser nada más que un engranaje en la maquinaria política. En resumen, las causas del colapso financiero de Islandia son las mismas causas que explican la crisis financiera mundial de 2008. La principal diferencia en el caso islandés es su magnitud. En Islandia, las distorsiones económicas fueron extremas, haciendo a la estructura financiera del país particularmente propensa a derrumbarse. Además, el caso islandés contiene un ingrediente especial que produjo un acontecimiento extremadamente raro para una nación desarrollada, la quiebra soberana, posible en primer lugar.
Durante el auge, el marco fiscal de Islandia fue ineficaz de recortar el gasto público. Los gobiernos locales y nacional sobrepasaban habitualmente sus presupuestos. Los excesos presupuestarios se convirtieron en norma en el parlamento islandés, el Althing, con pocas repercusiones importantes. Este desequilibrio fiscal se convirtió en un pilar del sector público islandés.
En los diez años que llevaron al colapso financiero islandés, hubo fantásticas liberalizaciones en la economía mundial a medida que la globalización se extendía por el planeta. Los beneficios de estos cambios fueron amplios, con poca gente no afectada. Sin embargo las liberalizaciones vinieron acompañadas de varias intervenciones destacadas que compensaron sus efectos.
Inmediatamente después del colapso financiero de Islandia a finales de 2008, se preguntó al jefe de la misión islandesa en el Fondo Monetario Internacional, Poul Thomsen: “¿Qué falló en Islandia?” Respondió que la causa raíz fue que se permitió desarrollarse un sistema bancario demasiado grande. Thomsen continuaba apuntando que, después de que el gobierno islandés completara la privatización del sector bancario en 2003, los bancos aumentaron su activos de un 100% del PIB islandés a más del 1.000%. Aunque echara la culpa de la situación actual a esta situación percibida como insostenible, Thomsen no planteaba la pregunta de por qué pudieron los bancos expandirse tan rápidamente.
Las razones reales para el colapso de Islandia residen en las instituciones del estado y en las intrusiones por parte del estado en el funcionamiento de la economía, junto con las instituciones intervencionistas de los sistemas monetarios nacionales e internacionales. La crisis irlandesa es el resultado de dos prácticas bancarias que, en combinación, resultaron ser explosivas: una excesivo descalce de plazos y de divisas. Aunque estas dos actividades, especialmente el descalce de plazos, son ubicuas en las finanzas modernas, se llevaron a niveles muy extremos en Islandia y otros países, haciendo especialmente frágil al sistema financiero islandés.
Los niveles de deuda corporativa excedían el 300% del PIB en Islandia en 2007, más de cuatro veces el nivel de Estados Unidos (ver Tabla 1). El sector financiero islandés financiaba aproximadamente dos tercios de esta deuda y el 70% de ella era en moneda extranjera. Más del 60% de la deuda externa de Islandia era a corto plazo y el 98% de ella correspondía al sector bancario. Aunque la mayoría de esta deuda en moneda extranjera se usaba para financiar inversiones extranjeras, las compañías islandesas sin operaciones en el exterior poseían una parte grande y creciente de dicha deuda.
Tabla 1: Deuda corporativa (porcentaje del PIB)
Islandia | 308 |
Eurozona | 77 |
Reino Unido | 278 |
EEUU | 73 |
Fuente: Caruanna y Chopra (2008)
El sistema se debilitó aún más por la existencia de una institución que sirve para rescatar a las naciones soberanas a un nivel internacional, el Fondo Monetario Internacional (FMI). La garantía implícita de apoyo del Fondo reducía la prima de riesgo y la volatilidad de los tipos de cambio y esto, a su vez, inducía a la gente de todo el mundo a aumentar la financiación en moneda extranjera. La corona disfrutó del dudoso beneficio de ser una de las divisas más estables a las que se dirigieron los inversores. Consecuentemente los bancos islandeses pasaron de denominar sus deudas en coronas a asumir pasivos extranjeros patrocinados por la expansión internacional del crédito.
Las consecuencias de este arbitraje dual de riesgo de plazos y moneda extranjera resultaría ser letal. Las malas inversiones y el consiguiente traslado de recursos al sector financiero prepararon el camino al colapso. Una mayor cantidad de financiación en moneda extranjera alimentó las malas inversiones que la autoridad monetaria no pudo relajar. La presión de liquidez internacional del otoño de 2008 hizo estallar la burbuja financiera. El Banco Central de Islandia y el gobierno trataron de actuar como prestamistas de último recurso y fracasaron. La economía se derrumbó.
A pesar de las penalidades de los pasados dos años, hay brotes verdes que podrían crecer y florecer. La recuperación no es imposible, aunque requerirá privaciones y perseverancia. Al final de este libro, indicaremos una vía para la recuperación.
[Extraído del capítulo 1 de Deep Freeze (2011)]
Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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