Con el pasar de los años, la democracia ha llegado a ser considerada cualquier cosa. No obstante, uno de los usos más peligrosos que se le puede dar gira en torno a cinco aristas: democracia como gobierno del pueblo, democracia como Estado, democracia como derecho, democracia como igualdad, y democracia como libertad.
Atendiendo a la primera arista, la democracia desde la perspectiva etimológica es el poder/gobierno del pueblo (demos-pueblo y kratos-poder/gobierno = demokratia). Ese fue el sentido y significado que se le dio en la antigua Grecia, particularmente en Atenas (a mediados del siglo V a. C, aproximadamente, según Dahl [2004]), empero, ¿de verdad gobernaba el pueblo? Nunca lo hizo. Era un gobierno de ciudadanos, todos varones, pertenecientes a la polis (ciudad-Estado, pequeña e independiente), donde quienes podían votar en la asamblea o ekklesia era un número restringido de estos y no de la masa, estando igualmente ausente las mujeres, extranjeros y los idiotas (en sentido político) que, de conformidad con las estimaciones de Dahl, estaba cerca entre el diez y quince por ciento (10-15 %) de la población que podía sufragar.
De ello se evidencia que el pueblo, como masa (abstracta, colectiva y uniforme), no existía, en virtud que el voto era solo para algunos y no para todos. Ese es el origen de la democracia, es decir, donde los ciudadanos habilitados a votar iban a las asambleas a deliberar, proponer y votar leyes, así como elegir ciertas políticas que los afectarían, siendo incluso las votaciones a los cargos por sorteo, y no operando un esquema propiamente representativo, como se desarrolla en la actualidad.
En relación con la democracia como forma de Estado (segunda arista), resulta otra ilusión, puesto que no existe evidencia alguna de que la masa abstracta e indeterminada, carente de posibilidad material para manifestarse, no es más que un grupo de individuos (individualismo metodológico): por el contrario, son seres que mediante acciones concretas guían su conducta en virtud de medios para alcanzar fines particulares, satisfaciendo sus necesidades. El pueblo no existe, sino solamente individuos. Ellos son capaces de desempeñar conductas conscientes y dirigibles para diversos fines. Sin embargo, en el supuesto de que ese pueblo pudiera manifestarse, ¿es que acaso lo ha hecho para decidir crear un ente abstracto, ideal y ficticio como el Estado?
El Estado, como bien lo han expresado teóricos políticos y sociales (Oppenheimer [2014], Tilly [2007], Rothbard [2009]), es un grupo de personas, una elite o clase política temporal que se maneja de acuerdo a sus intereses e impone sus ideas, un modus vivendi. Mosca (2001) se refiere a clase política y Pareto a circulación de las elites (de conformidad con la opinión de Blacha [2005]); Michels (2010) se refiere a una elite o clase que se burocratiza, estableciendo como norma que siempre gobierna una minoría, fenómeno al cual denominó como ley férrea o ley de hierro de la oligarquía; y Dahl (2001) explica que no hay democracia, sino gobierno de muchos o poliarquía. Esa elite, por ende, establece sus ideas y decide qué tanta democracia existirá. El teórico de la democracia Giovanni Sartori (1989) explica que el pueblo no elige la solución del problema, sino quien habrá de resolverlo, empero, ¿cuándo el pueblo decidió la creación del Estado para la solución de sus problemas? Si alguien lo sabe, que dé la fecha.
Ahora bien, en virtud de la tercera arista, ¿es la democracia un derecho?, considero que no. Si la democracia ha sido algo históricamente, es una forma de gobierno, más no un derecho, puesto que el derecho desde una perspectiva subjetiva, es una facultad que ejercemos a voluntad, y la gente no puede votar todo lo que desee, puesto que hay cosas que entran en la “esfera de lo indecidible”, según Ferrajoli (2013), es decir, donde la democracia no debe entrometerse, estando sustraídos de la decisión de la mayoría elementos que afecten los derechos, la libertad individual.
Cabe señalar que ese deseo perverso de querer imponer la democracia a cualquier esfera la vida de los individuos es una manera de violentar la libertad y propiedad, desencadenando en un caos enorme en la civilización actual. El derecho nace de la propiedad (vida, como derecho de autoposesión; libertad, como no coacción; y propiedad concretamente como uso, disfrute y disposición del producto de nuestro trabajo sobre una res nullius o de un contrato) puesto que fue aquella persona víctima de dicha agresión a la misma, la cual ejerció un reclamo, una pretensión de justicia (bien lo acuñaba el jurisconsulto romano Domicio Ulpiano [2007, citado por Abouhamad] como iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi).
Por otro lado, si algún derecho se ha querido reconocer a las personas de manera paulatina es el de ejercer el sufragio, pero no todos pueden hacerlo, empero, cuando se otorga dicha posibilidad material, se transforman en tabú y anatema el poder votar por acciones que favorecen la libertad, como la secesión, abolir o bajar impuestos, entre otros.
En este orden de ideas, en cuanto a la democracia como igualdad (cuarta arista), ya se han observado evidencias de que el voto no se da a todos por igual, sumado a ello, no se habilita para todas las materias, especialmente aquellas que favorecen la libertad individual. No obstante, se hace imperativo hacer alusión a un tercer aspecto: el relativo a la exclusión que produce la democracia.
Si bien es cierto que Popper (2010) expresaba que la democracia es un mecanismo de toma de decisiones pacíficas, cabe señalar que fundados en ese ideal democrático se han cometido grandes atrocidades en razón de la irracionalidad del votante, generando una tiranía de la mayoría/masa o una oclocracia. Dentro de las atrocidades fundadas en un ideal democrático, se debe agregar la diatriba y visión maniquea de vencedores y vencidos, los cuales avasallan unos a otros, como si tuvieran, incluso, licencia para matar.
Aunado a lo expuesto, es capaz de pervertir la ley, de manera que crea excepciones en su aplicación, cuando se pretenden dar privilegios a minorías, vulnerando la isonomía o igualdad ante la ley (nomocracia, término utilizado por Oakeshott para el gobierno de la ley, al cual se refiere Hayek [2011]), pasando a ser la excepción, una regla, generando incertidumbre jurídica, es decir, falta de certeza legal en la realización de planes a largo plazo fundados en la norma general y abstracta (perspectiva defendida por Bruno Leoni [2011]).
Finalmente, todos los elementos previos convergen en la quinta arista, núcleo y piedra angular del ser humano: la libertad. ¿Es la democracia sinónimo de libertad? No lo es, ni lo ha sido. ¿Por qué? Porque en nombre de la democracia se han sacrificado muchas libertades. Sumado a ello, existen formas de gobierno donde se respeta la libertad en mayor grado que en muchas democracias. Inclusive, hay casos de dictaduras que han favorecido algunas libertades y cuando estas dictaduras han desaparecido, irónicamente, se ha restringido la acción humana mediante instituciones democráticas. De manera semejante, el antónimo de dictadura (sean autoritarias o totalitarias, puesto que la diferencias son de grado), no es democracia, sino libertad.
Es menester, como libertarios, desligar la libertad de la democracia, comprendiendo que la democracia siempre se ha dicho es algo que jamás ha existido, en relación con el ser y el deber ser. Sartori (1989) explica que hay que saber diferenciar entre una democracia descriptiva o real (lo que tenemos es un gobierno representativo) y la democracia prescriptiva o ideal (fundada en una participación directa de los ciudadanos). El punto está en que la democracia real y directa que hubo en Atenas era para un grupo privilegiado y, la actual, se desliga de la participación y se fundamenta en la teoría de la representación, dando poderes ilimitados a la elite que se superestratifica y usa el aparato estatal para sus fines.
Resulta oportuno agregar lo expuesto por Jesús Huerta de Soto al final de su obra Socialismo, cálculo económico y función empresarial (2010), donde explica si es posible o no rehabilitar el término socialismo, concluyendo que no es posible. Pienso que el vocablo democracia recorre el mismo fatal sendero, dada su ambigüedad actual, como, desde luego, su afán colectivista y liberticida. ¿Vox populi vox dei? Parece que el pueblo sí se equivoca, y es irracional a la hora de tomar decisiones y, tomando un ejemplo histórico, sin ánimo de trastocar directamente aspectos teológicos, ¿a quién dejó en libertad el pueblo? ¿A Barrabás o a Jesús?
Referencias bibliográficas
Abouhamad, C. (2007). Anotaciones y comentarios sobre Derecho Romano. Tomo I. Universidad Central de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Biblioteca.
Blacha, L. (2005). «¿Élite o clase política? Algunas precisiones terminológicas». Revista Theomai, Nº12, segundo semestre. Disponible en: http://revista-theomai.unq.edu.ar/numero12/artblacha12.htm
Dahl, R. (2001). «La poliarquía». En: Batlle, A. (coord.). Diez textos de ciencia política. Barcelona: Editorial Ariel.
Dahl, R. (2004). «La democracia». Postdata, Revista de Reflexión y Análisis Político. Nº10. Páginas 11-55.
Ferrajoli, L. (2013). Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia. Madrid: Editorial Trotta.
Hayek, F. (2011). Principios de un orden social liberal. 2ª edición. Madrid: Unión Editorial.
Huerta De Soto, J. (2010). Socialismo, cálculo económico y función empresarial. 4ª edición. Madrid: Unión Editorial.
Leoni, B. (2011). La Libertad y la Ley. 3ª edición. Madrid: Unión Editorial.
Michels, R. (2010). Los partidos políticos. Volumen 1. Madrid: Editorial Amorrortu.
Mosca, G. (2001). «La clase política». En: Batlle, A. (coord.). (2001). Diez textos de ciencia política. Barcelona: Editorial Ariel.
Oppenheimer, F. (2014). El Estado. Su historia y evolución desde un punto de vista sociológico. 1ª edición. Madrid: Unión Editorial.
Popper, K. (2010). La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Editorial Paidos Ibérica.
Rothbard, M. (2009). La ética de la libertad. 2ª edición. Madrid: Unión Editorial.
Sartori, G. (1989). Teoría de la Democracia: El debate contemporáneo. México: Editorial Alianza Universidad.
Tilly, C. (2007). «Guerra y construcción del estado como crimen organizado». Relaciones Internacionales, [S.l.], Nº5, Disponible en: http://www.relacionesinternacionales.info/ojs/index.php?journal=Relaciones_Internacionales&page=article&op=view&path%5B%5D=52
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