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miércoles, 25 de enero de 2017

Los mexicanos culpan al “neoliberalismo” de los fracasos del socialismo




 


Han estallado protestas en México en respuesta al aumento en los precios de la gasolina, que muchos creen que llevarán a precios más altos en general. Todo esto se produce al mismo tiempo que crecientes temores acerca de una posible recesión en México en 2017.
El aumento en el precio de la gasolina llega tras reformas considerables del sector del petróleo en México, donde, durante décadas, Petróleos Mexicanos (Pemex) ha disfrutado de un monopolio de la extracción del petróleo y el gobierno mexicano ha subsidiado los precios de la gasolina.
Pemex continuará existiendo como empresa petrolífera de propiedad estatal, pero el final de su monopolio llega en un momento en el que el gobierno mexicano está tratando de aliviar presiones fiscales invitando a inversores extranjeros a invertir en el sector del petróleo de México. Esas mismas presiones fiscales han llevado también al estado mexicano a rebajar subsidios que han existido desde hace mucho tiempo para compensar los precios de la gasolina mexicana mantenidos altos debido al monopolio estatal ineficiente y corrupto sobre el petróleo.
Por desgracia, estas reformas también resultan producirse en un momento en el que el precio global del petróleo ha bajado de golpe, lo que significa que la esperada oleada de inversión petrolífera en México ha sido más pequeña de lo previsto. Probablemente aumente con los precios del petróleo, pero entretanto los mexicanos corrientes tendrán que sufrir precios más altos de la gasolina debido a los menores subsidios.

Culpando al mercado de los problemas del intervencionismo

Sin embargo, como probablemente cabía esperar, a estas reformas (que son pequeñísimos pasos en dirección a un mercado más libre) se las ha culpado de empobrecer a la población mexicana.
Por ejemplo, múltiples noticiero se refieren a reformas “neoliberales” como la supuesta causa de las actuales dificultades de México, con lo cual quieren decir reformas “orientadas al mercado”. En otras palabras, las reformas mexicanas están experimentando lo que hemos visto una y otra vez en Latinoamérica y otros lugares: las crisis económicas son causadas por décadas de monopolios públicos e intervencionismo. Pero cuando el estado debe acabar haciendo reformas para evitar graves crisis fiscales, son las reformas las que cargan con la culpa.
Escribiendo para el PanAm PostRafael Ruiz Velasco señala:
Por increíble que parezca, han surgido voces que aun con toda la evidencia empírica de ser un caso de alto intervencionismo estatal en materia económica, se están atreviendo a culpar a los procesos de libre mercado como la principal causa de los aumentos próximos en la gasolina y el eventual desplome de Pemex.

Pemex: una reliquia del nacionalismo económico

El monopolio mexicano del petróleo se remonta a 1938, cuando el presidente mexicano Lázaro Cárdenas nacionaliza la propiedad de empresas estadounidenses y anglo-holandesas. Esta acción estuvo motivada no tanto por la ideología marxista tradicional como por un nacionalismo económico pasado de moda. Entonces como ahora, el apoyo al monopolio estatal mexicano del petróleo se justifica en términos de “soberanía petrolífera” u oponiéndose a la “opresión” de las empresas petrolíferas extranjeras. Esta ideología posteriormente se transformaría en lo que hoy se conoce como “teoría de la dependencia”.
Sin embargo, el resultado de este monopolio ha sido el que siempre cabe esperar de los monopolios públicos: menor calidad y precios más altos. Al excluir de la exploración del petróleo mexicano a la inversión y la tecnología extranjera, el estado mexicano sólo ha conseguido hacer al sector petrolero mexicano menos eficiente y menos capaz de aprovechar los recursos naturales de México.
Como observaba Ludwig von Mises en La acción humana, muchos países en diversos momentos sencillamente no pueden tener dentro de sus fronteras la tecnología y conocimiento de vanguardia necesarios para aprovechar sus recursos naturales. Por tanto,
Si los gobiernos de estos países impiden que extranjeros exploten estos depósitos o si la dirección de los asuntos públicos es tan arbitraria que no se asegura la inversión extranjera, se inflige un daño grave a todos aquellos pueblos extranjeros cuyo bienestar material podría mejorarse mediante una utilización más adecuada de los depósitos referidos. No importa si las políticas de estos gobiernos son el resultado de un retraso cultural general o de la adopción de las ideas actualmente de moda del intervencionismo y el nacionalismo económico. El resultado es el mismo en ambos casos.
Quienes estamos relacionados y descendemos de mexicanos de clase media productiva no tendríamos ningún problema en pensar que los mexicanos modernos podrían aprovechar los recursos naturales de México si se les permitiera tener el capital y las innovaciones globales. Pero es imposible negar que adoptando una política de expropiación, monopolización e intervencionismo, el estado mexicano ha alejado a los mexicanos industriosos de los mismos recursos que les permitirían el mejor aprovechamiento de los recursos naturales de México.
Sin embargo, y por desgracia, el problema ideológico del nacionalismo económico continúa con muchos mexicanos. Ruiz Velasco escribe:
Pemex representó durante décadas el triunfo del Estado sobre “la oligarquía y el malvado imperio yankee” y se hizo un lugar en el ideario colectivo del mexicano como un baluarte de la soberanía nacional y una fuente, aparentemente inagotable, de bonanza y riqueza para la nación.
En realidad, lejos de todo el discurso nacionalista y sentimentalista, lo que realmente Pemex siempre ha representado es la imposición del Estado sobre el ciudadano, del monopolio sobre la competencia, de la ineficiencia sobre la productividad, del derroche sobre la responsabilidad financiera y del sindicalismo y el clientelismo sobre la meritocracia.

El dolor de la reforma

Después de casi 80 años de control monopolístico sobre el sector petrolífero, México tiene ahora un gran lío a resolver. El equipamiento está obsoleto y los subsidios han sido políticamente necesarios para compensar los precios inflados de un sector petrolero ineficiente.
Como cabría esperar de cualquier sector monopolístico, la corrupción en Pemex está por todas partes y directivos y trabajadores ordinarios por igual perciben salarios por trabajar en empleos que, en un mercado libre, nadie estaría dispuesto a pagar.
Como es muy habitual en intervenciones públicas como estas, muchos trabajadores normales se verán perjudicados si Pemex (afrontando ahora competencia real) se ve obligado a recortar empleos.
En realidad, en muchos sentidos, Pemex puede afrontar una situación que recuerda a las clausuras de las minas de carbón que se produjeron en Gran Bretaña con Margaret Thatcher. Aunque las minas de carbón de Gran Bretaña no era monopolios en el sentido que es Pemex, las muy subvencionadas (pero enormemente ineficientes) minas eran similares a Pemex en el sentido de que son o eran planes para generar empleo  a través de subvenciones y poderes de monopolio para la creación de empleos en áreas no competitivas y anti económicas.
Los trabajadores acudían estos empleos que se creía que ofrecían seguridad en el empleo y una paga decente. Sin embargo, para desgracia de los trabajadores, las industria subvencionada tienden a acabar estrellándose contra las rocas de las crisis económicas que obligan a terminar con los subsidios que hicieron posible unos niveles tan altos de empleo. El resultado final es que las carreras de los trabajadores se ven arruinadas y los costes aumentan para muchos consumidores.
Sin embargo, al contrario que las minas británicas de carbón, el petróleo mexicano todavía podría resultar competitivo en un mercado global si se permitiera la inversión y competencia extranjera para modernizar el sector. Si entra inversión extranjera, puede bastar para salvar muchos empleos del sector del petróleo. Según Bloomberg:
Pemex emplea a más de 145.000 personas y equivale a aproximadamente una quinta parte de los ingresos públicos y está en su peor estado financiero de la historia. Debe una cifra récord de 7.000 millones de dólares a proveedores de servicios petrolíferos y afronta niveles históricos de deuda que pronto excederán los 100.000 millones de dólares. La producción de crudo ha estado disminuyendo durante once años.
Pero el potencial es tan grande (especialmente en las aguas profundas del golfo de México) que la administración Peña Nieto confía en que el ajuste sea un éxito a largo plazo. Los gigantes petroleros del mundo han estado observando las reservas mexicanas, estimadas en más de 13.000 millones de barriles, durante décadas.
Muchos trabajadores y consumidores pueden sufrir enormemente entretanto. No tuvo por qué ser así, sin embargo. México podría haber acabado con su monopolio del petróleo hace décadas y el dolor actual sería sólo un recuerdo de un pasado distante. Mejor todavía, el estado mexicano podría haber evitado nacionalizar el sector del petróleo en absoluto, en cuyo caso no habría sido necesaria una “modernización” o “ajuste” o “transición”. Por desgracia, eso no fue lo que pasó.

El artículo original se encuentra aquí.

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