Daniel Lacalle
“What´s the use of money if you ain´t gonna break the mould?” Prince
Mucho se ha hablado de bolsas, activos financieros, ganadores y perdedores en un año ciertamente complicado.
Pero si hay que hacer mención especial a un activo, es al Bitcoin, la moneda virtual que ha sobrepasado todas las expectativas de revalorización. Más de un 87% en 2016 apoyado por la fuerte compra de ciudadanos chinos e indios ante las expectativas de enormes devaluaciones de sus monedas.
El resurgimiento de los refugios contra la destrucción de las monedas por parte de los Estados no es una novedad de 2016, pero se aceleró con la generalización de las políticas de represión financiera -devaluar y bajar tipos- que más de 25 bancos centrales llevaron a cabo desde 2013.
El asalto al ahorrador ha sido incesante, desde la desastrosa política monetaria que busca arrancar de los ciudadanos sus ahorros para sostener desequilibrios estatales inasumibles.
La búsqueda de formas de preservar la riqueza en una sociedad, la clase media en particular, que posee la mayor parte de la misma en depósitos, hace que los ciudadanos busquen cualquier forma de evitar el asalto a su bolsillo desde la impresión masiva de dinero y aumento de la masa monetaria.
La política más antisocial que existe, el asalto al ahorrador, se nos justifica desde unos argumentos completamente falaces, religiosos, expectativas de crecimiento y mejora de la economía que no se cumplen y luego se excusan con las socorridas frases “hubiera sido peor”, “no se hizo suficiente” y “hay que repetir”.
Por eso, la búsqueda de una moneda cuyo control no esté en manos de Estados ha sido una constante a la hora de preservar capital desde que a Nerón se le ocurrió la “brillante” idea de crear dinero “para el pueblo” poniendo otros metales en las monedas de plata o la época de los aterradores Assignats… La carrera contra el asalto a la riqueza de los ciudadanos por parte de los inflacionistas siempre ha existido.
Cada vez que los desequilibrios de un Estado se disparan, la “solución” por parte de los mismos es disolver la riqueza de los ciudadanos y apropiársela vía inflación -el impuesto de los pobres- y devaluación.
Nos encontramos con un paradigma sorprendente. ¿Y por qué no el oro? Bueno, el oro se ha apreciado un 8,5% en 2016. En la historia, casi siempre ha servido de medio de pago en cualquier país y transacción.
La diferencia entre Bitcoin y el oro en los últimos años es fundamentalmente que, mientras uno se ha ido afianzando como posible moneda y como reserva de valor a medida que se disipaban las dudas que mostrábamos en mi artículo sobre Bitcoin de hace algunos años (“Bitcoin, democracia monetaria o cuento chino”) mientras que el oro sufría porque la monstruosa política monetaria implementada en todo el mundo generaba desinflación al desplomarse la velocidad del dinero y perpetuarse la sobrecapacidad. En realidad, el oro perdía parte de su atractivo como reserva de valor si no se percibía exceso de inflación en el IPC. Como, además ese exceso de inflación sí se daba, y de manera agresiva, en los activos financieros -bonos en particular-, el Bitcoin reemplazaba parte de esa reserva de valor.
Como explicábamos entonces, Bitcoin no es aún una realidad como moneda libre de uso global, es una expectativa, y por tanto su evolución depende de ir consiguiendo implantarse globalmente y aclarar las dudas sobre su valor como refugio.
Bitcoin es un ‘startup’ de moneda. Un medio de pago donde los Estados no pueden interferir en la masa monetaria, donde no se puede crear dinero falso no respaldado por el ahorro, y donde se puede ‘huir’ y refugiarse del asalto al ahorrador que es la represión financiera creciente impuesta por los gobiernos y bancos centrales. Las dudas llegan cuando el ‘refugio’ es virtual, y por tanto, siempre sujeto a ataques informáticos. Además, la historia me hace temer la reacción confiscatoria de los Estados cuando alcance –si lo hace- una implementación “peligrosamente alta”. Recuerden a Roosevelt cuando decidió confiscar el oro de sus ciudadanos en 1933. “Por su bien”, claro.
Bitcoin está mostrando ser una potente red de intercambio y su revalorización muestra que los que confían en esa red mantienen sus posiciones a medio plazo. Como el aumento de oferta es limitado, se revaloriza ante la mayor demanda. Un activo financiero donde se valora su escasez, demanda futura y su calidad ante la posibilidad de intercambiarlo por otras monedas, bienes o servicios en el futuro. El hecho de que vd pueda hacer líquido ese activo y pagar deudas e impuestos con lo generado, es positivo. Pero no es una moneda hasta que se pueda usar como medio de pago generalmente aceptado de bienes, servicios, impuestos y deudas.
Pero lo que nos demuestra el auge de Bitcoin y la revalorización del oro en 2016 es que una parte creciente de los ciudadanos sigue buscando maneras de guarecerse ante el asalto de la política monetaria que pretende que sean los depósitos de los ahorradores los que paguen las deudas de los ineficientes. Veremos.
La nueva administración de Estados Unidos empieza a hablar de penalizaciones a países por manipulación de monedas y a atacar públicamente la destructiva política llevada a cabo por su propia Reserva Federal. Si se pone fin, por parte de EEUU, a la locura monetaria, podremos ver una caída del interés en las monedas independientes o reservas de valor, por eso comentábamos aquí que el dólar puede ser el nuevo oro. Pero es difícil que los ciudadanos no vean que siempre merece la pena tener en mente otras alternativas ante la tentación de unos u otros estados de apropiarse de la riqueza de los ahorradores para cubrir los excesos de los despilfarradores.
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