Brittany Hunter
Al final del año pasado, Amazon presentó “Amazon Go”, una tienda futurista completamente automatizada que abrirá sus puertas en Seattle, Washington, en los próximos meses. Aunque esta apasionante nueva empresa promete hacer más fáciles las compras rápidas a consumidores ocupados, los críticos recelan de este tipo de automatización avanzada y temen que su extensión pueda poner en peligro una enorme cantidad de empleos.
Amazon Go es una experiencia de compra verdaderamente única libre de colas, registros y cajeros de cualquier tipo. Por el contrario, la tienda utiliza los smartphones de sus clientes y la “tecnología grab and go”, que permite al consumidor simplemente entrar, tomar lo que desee y continuar su labor del resto del día.
Sin embargo, como esta tienda moderna no requiere empleados humanos, los activistas laborales temen las implicaciones negativas que Amazon Go podría tener potencialmente sobre las tasas de empleo, especialmente si más empresas empiezan a automatizarse.
Estas preocupaciones con respecto al desempleo no están necesariamente injustificadas, ni son propias de nuestro mundo moderno. En realidad, la humanidad tiene un largo historial de temor al progreso mecánico y de culparlo del alto desempleo a lo largo de la historia.
Durante la Revolución Industrial, muchos trabajadores recelaban de la innovación mecánica, creyendo que generaría desempleo masivo en sectores que tradicionalmente se basaban el trabajo manual. Por ejemplo, en el sector de las medias, el miedo las máquinas fue tan intenso que generó revueltas masivas tan pronto como a los trabajadores se les presentaron un las nuevas maquinas de tejido mecánico conocidas como “telares de medias”. En medio de todo el caos, se destruyeron nuevas maquinas, se quemaron casas, se amenazó a los inventores y la paz no se restauró hasta que no acabó interviniendo el ejército.
Por desgracia, el ejemplo del sector de las medias no es un caso aislado de máquinas causan un de histeria masiva debido a preocupaciones por el empleo. De hecho, una ira similar se experimentó en todo el planeta a lo largo de toda la Revolución Industrial. En Estados Unidos, la Gran Depresión causó otra ola de escepticismo mecánico, cuando un grupo que se llamaba a sí mismo los “tecnócratas” culpó de las altas tasas de desempleo a los avances mecánicos.
Este miedo las máquinas estaba tan generalizado, que el economista Henry Hazlitt se sintió obligado a dedicar todo un capítulo a refutar mito de que los máquinas causan desempleo masivo en su manifiesto económico, La economía en una lección. En su capítulo titulado “La maldición de la maquinaria” escribe:
La creencia de que las máquinas causan desempleo, cuando se plantea con alguna coherencia lógica, lleva a conclusiones absurdas. No solo debemos estar causando desempleo con la mejora tecnológica que hagamos hoy, sino que el hombre primitivo debe haber empezado a causarlo con sus primeros intentos de ahorrarse trabajo y sudor innecesarios.
En favor de esos escépticos mecánicos a los que Hazlitt llamaba “tecnófobos”, su miedo al desempleo no era del todo incorrecto.
En el caso de los tejedores británicos de medias, es verdad que 50.000 se quedaron sin empleo después de los telares de medias. Sin embargo, como señala Hazlitt: “Pero en lo que se refiere a lo que creían indudablemente la mayoría de los manifestantes acerca de que la máquina desplazaría permanentemente a los hombres, se equivocaban, pues antes del final del siglo XIX el sector de las medidas estaba empleando al menos a 100 hombres por cada hombre que empleaba al principio del siglo”.
Igualmente, 27 años después de la invención de la devanadera mecánica, que encontró una hostilidad similar al telar de medidas, el número de trabajadores empleados en el sector había crecido de 7.900 a 320.000, una tasa del 4.400%.
Aun así, no importa lo aplicables que sean las sabias palabras de Hazlitt a nuestro mundo moderno, siguen existiendo quienes temen el progreso tecnológico, en lugar de celebrarlo.
Por desgracia para los opositores, es probable que la automatización desempeñe un papel más importante en nuestras vidas en un futuro muy cercano. Varias empresas de comida rápida ya han empezado a remplazar a los cajeros humanos por quioscos automatizados para recortar costes. Asimismo, Uber empezó el año pasado a desplegar su flota de automóviles sin conductor y planea acabar usando estos vehículos autónomos para remplazar a sus conductores humanos.
Sin embargo, no hay necesidad de temer este cambio. Como nos recuerda el gran Frédéric Bastiat, hay elementos positivos del mercado que puede que muchos no vean, especialmente los críticos de la automatización.
Por ejemplo, Uber puede que pronto disminuya significativamente su necesidad de conductores humanos, pero eso no significa que estos conductores sean despedidos o queden sin empleo. En su lugar, Uber ha estado expandiendo simultáneamente sus servicios de entregas. Desde vacunas para la gripe, comidas e incluso cachorros, Uber ofrece una variedad de servicios que, en este momento, siguen requiriendo empleados humanos. Si en el futuro los drones son capaces de remplazar los servicios humanos de entrega, sólo será cuestión de tiempo antes de que haya nuevas oportunidades disponibles en el mercado.
Muchos pueden sorprenderse al saber que a pesar de los arsenales desarrollados ahora disponibles, hoy hay más herreros que en ningún otro momento de la historia. El progreso no llega sin una sacudida inicial de normas tradicionales hasta que el mercado se ajusta a la nueva tecnología, pero debería aceptarse este cambio. Como nos han enseñado los fabricantes de medias y las devanaderas, nunca debería desanimarse la innovación, porque con el progreso tecnológico llegan más oportunidades para la raza humana.
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