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lunes, 25 de enero de 2016

Una narración de la crisis de la Zona del Euro

por Samuel Bentolila







"La Crisis de la Zona del Euro (ZE) empezó en mayo de 2010, pero falta mucho para que se acabe. Aunque recientemente han aparecido algunas señales positivas, el crecimiento y el paro en la ZE son lamentables y se espera que lo sigan siendo durante años". En tal caso, resulta necesario contar con una historia sobre qué factores han causado la crisis para saber qué hacer al respecto.


Veamos. Tras alcanzar un mínimo cíclico (suelo) a principios de 2013, según el Comité de Fechado Cíclico de la Zona del Euro, el PIB de esta zona ha crecido en los siguientes 9 trimestres a una tasa media del 2.7%. Es menos de la mitad del 5.7% observado en las recuperaciones habidas desde 1970. En 2015 la tasa media de paro en la ZE fue del 11%, solo un punto menor que en 2013. Para 2016 la Comisión Europea predice un crecimiento del PIB del 1.8% y una tasa de paro del 10.6%. No es un panorama muy alentador.


La frase inicial de la entrada se debe a un conjunto de prestigiosos economistas (entre ellos Olivier Blanchard, Paul de Grauwe o Chris Pissarides) agrupados en el proyecto "Rearrancar la Zona del Euro" y valida la creencia muy extendida en la sociedad española de que la recesión se habrá acabado pero la crisis no. Estos economistas argumentan que se requiere una narrativa consensuada sobre las causas de la crisis para poder acordar cómo salir de ella. La historia que proponen puede resumirse de la siguiente forma:
  • Hasta mediados de los años 90 había grandes diferencias en los tipos de interés que pagaban los países de la ZE por endeudarse, pero desde entonces convergieron en anticipación de la puesta en marcha de la moneda única. Como resultado, durante la primera década del euro (1999-2008), algunos países, que experimentaron grandes reducciones del coste de financiación, generaron grandes aumentos de su deuda, bien privada (España e Irlanda) bien pública (Grecia y Portugal).
  • El aumento del endeudamiento de los GIPS (por sus iniciales en inglés) fue financiado por Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia y Países Bajos (el núcleo).
  • Los GIPS dedicaron buena parte de esos préstamos a vivienda (España e Irlanda) y consumo público (Grecia y Portugal), actividades que no ayudan a generar exportaciones que permitan devolver los préstamos. Además, las entradas de capitales elevaron la demanda y fomentaron aumentos de salarios y precios, perjudicando aún más la competitividad exterior de estos países.
  • Los bancos de los países del núcleo compraron mucha deuda de los GIPS. Esto coadyuvó a que soluciones obvias, como la reestructuración de la deuda griega, se retrasaran mucho, pues habrían puesto inicialmente en apuros a esos bancos.


Las causas de la crisis




El factor desencadenante fue la parada súbita ("sudden stop") de los flujos de préstamos intra-ZE. Esta perturbación se convierte en una crisis por dos razones. Primero, el endeudamiento era demasiado grande para que cada país pudiera gestionarlo individualmente. Por ejemplo, Irlanda quebró al rescatar a sus bancos, y otros países, como España, también sufrieron el "bucle diabólico" que liga la percepción de insolvencia de los Estados a la de los bancos de sus países. Segundo, los gobiernos no pudieron responder a esta incapacidad de su país para seguir financiándose con medidas como instruir a su banco central para que comprara la deuda tóxica (ya no tenían banco central propio) o como depreciar su moneda (ya no tenían moneda propia).
Las causas que subyacen a los devastadores efectos de este factor desencadenante son de tres tipos:
  • Los fallos de política económica que permitieron que se acumularan los desequilibrios (el endeudamiento de los GIPS reflejado en el saldo acreedor del núcleo). No había mecanismos centralizados para controlar: (a) la deuda pública (no se creó una unión fiscal y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no funcionó), (b) el exceso de endeudamiento bancario (la supervisión quedó en manos nacionales, sin mecanismos comunes de seguro de depósitos, de supervisión o de resolución bancaria) y (c) el endeudamiento intra-ZE.
  • La inexistencia de mecanismos de absorción de perturbaciones ("shocks"): a diferencia de lo que sucede dentro de cada país, no había mecanismos centralizados para canalizar préstamos entre países de la ZE (adrede: para evitar el "riesgo moral", es decir, para que los países no se endeudaran irresponsablemente); el único que funcionó al principio fue el de los préstamos entre bancos centrales (TARGET).
  • Fallos en la gestión de la crisis sobre la marcha: (a) Errores conceptuales que hicieron que los líderes de la ZE no comprendieran bien las consecuencias de sus acciones e inacciones: por ejemplo, las de obligar al sector privado a cargar con parte del coste de los impagos de la deuda. (b) Conflictos de intereses que obstaculizaron las acciones comunes: por ejemplo, los derivados de que los bancos de los países del núcleo hubieran invertido mucho en deuda de los GIPS o de dificultar que el Banco Central Europeo operara como prestamista de última instancia. (c) Procedimientos de toma de decisiones que llevaban a medidas parciales que mejoraban la situación a corto plazo pero la empeoraban a medio plazo: por ejemplo, el diseño inadecuado de los rescates que no evitó los aumentos de las primas de riesgo de los GIPS hasta niveles insostenibles.
No serán ideas nuevas para quienes hayan seguido las entradas de NeG desde 2009 (de Javier Andrés, Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano o Tano Santos, entre otros), pero sí es un resumen útil (y de solo 14 páginas).


Espero con interés las propuestas de este grupo sobre las medidas de política económica a adoptar a nivel europeo, ahora que la situación es de nuevo incierta, sin que se hayan reducido suficientemente los desequilibrios (no hay más que ver la tasa de paro española). Como señalan estos autores, al menos dos problemas graves lo exigen: una gran proporción de jóvenes van a pasar los años de formación más críticos de su vida laboral en paro y el malestar económico está alimentando puntos de vista extremistas y tendencias nacionalistas justo cuando Europa tiene que aunar esfuerzos para hacer frente a desafíos que van desde el aluvión migratorio hasta posibles nuevas crisis financieras.

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