Reindustrializar España, un proyecto de Estado
La economía española jamás podrá remontar los meandros actuales si no hace regresar la industria. Guste o no, el sector secundario es el único capaz de generar empleo estable y digno en gran cantidad
El automóvil constituye un 7% del PIB, la mitad de todo el sector industrial español. Constituye, con diferencia, la mayor industria. Si se añaden los servicios que lleva aparejados, como los financieros, seguros, distribución, etc., alcanza un 10%. Son datos de ANFAC, la patronal del sector.
España produce dos millones y medio de coches, la mayoría para la exportación. La industria automovilística es de los pocos sectores industriales que sobreviven, quizá porque su gestión ha estado en manos de multinacionales alejadas de las puertas giratorias, y de trabajadores y sindicatos que han entendido que sin fábricas, no tendrían futuro. La moraleja es evidente. Podemos ser competitivos exportando productos industriales si nos lo proponemos.
Si sumamos a tal cifra los sectores industriales difíciles de deslocalizar, como el cementero, el refino de petróleo y cierta industria química, o el papel, la industria resultante es escasa. Con ejemplos meritorios, como la del acero inoxidable, la eólica, la máquina-herramienta y electro-mecánica básica, y la aeronáutica, entre otros. Y lo que queda de la naval después de tanto destrozo autoprovocado. Desgraciadamente, su aportación conjunta al PIB no es grande.
La industria automovilística es de los pocos sectores que sobreviven, quizás porque ha estado en manos de multinacionales alejadas de las puertas giratorias
La industria pesada convencional, que incluye el acero al carbono normal, es de reducido tamaño comparada con la que podríamos tener si dispusiésemos de un sector industrial potente.
Sumando todos, incluyendo industrias que por cuestiones estructurales disfrutan de un mercado cautivo, el peso de la industria en la economía española apenas alcanza el 15%. Incluye el sector energético convencional, del cual habría mucho que hablar. Hace unas décadas superó el 30%.
El resto de la economía se nutre de la agricultura, en una pequeña proporción, y de los servicios y el turismo, que se apoyan en el consumo. Buena parte de ellos es de escaso valor añadido. Necesita empleo poco cualificado.
Vehículos nuevos recién salidos de fábrica. (EFE)
Salvo mejor opinión de gurús y expertos' con el sueldo asegurado por parte del Estado o el 'lobby' ideológico correspondiente arropado en ciencia supuesta, la economía española jamás podrá remontar los meandros actuales si no hace regresar la industria. Guste o no, el sector secundario es el único capaz de generar empleo estable y digno en gran cantidad, compensando el delirio ladrillero que nos ha arruinado.
Una historia previa a…
La industria automovilística creció de manera exponencial gracias a las firmes políticas de Estado desarrolladas durante la dictadura y los primeros años de la democracia, que se esforzaron en atraer multinacionales y promover la industria en España.
A partir de la entrada en la Unión Europea, la ideología económica que se impuso obligó a realizar la reconversión industrial, abrazada con entusiasmo por los sindicatos a causa del dinero con el que fueron regados.
Eufemismo que desmanteló una industria tras otra, evitando modernizarlas. Se suponía que no serían competitivas. Fue el precio a pagar por la incorporación a Europa y la aplicación de sus teorías económicas 'avanzadas'.
El euro continúa al exclusivo servicio de Alemania
La Comisaría de Competencia de la Comisión Europea realizó un trabajo sublime. Solo se preocupó de si un país europeo hacía una supuesta competencia desleal a otro. Miró hacia otro lado si la competencia desleal venía de fuera. Se convirtió en adalid del libre mercado, exclusivamente interior. Hizo de mamporrera de los asiáticos, capaces de competir gracias a las trampas y la manipulación de sus propias monedas. Tal herramienta se nos arrebató al alumbrar el siglo. El euro continúa al exclusivo servicio de Alemania.
Dejó nuestros mercados expeditos para vendernos ellos lo que les viniese en gana, mediante supuestas olas presuntamente liberalizadoras, que fomentaron a lo bestia el 'dumping' humano y medioambiental.
La contaminación en las ciudades chinas o la catástrofe de Bangladesh, donde murieron centenares de personas cuando una fábrica se derrumbó, son buenos ejemplos. 'Dumping' criminal que, al menos, contuvo la inflación y continúa produciéndonos deflación, al importar productos tirados de precio. Un regalo que ha envenenado las economías occidentales y falseado la competencia.
Alerta amarilla por contaminación en Pekín. (EFE)
La consecuencia de ello es que muchos países europeos perdieron buena parte de su industria menos Alemania. No porque no hiciera trampas necesarias, como todos los países con vocación industrial, sino porque fue lo suficientemente hábil para camuflarlas sin que se notara demasiado. Así eliminaba competencia molesta. ¡Cuánta hipocresía!
Aquí preferimos ser más pillos, sustituir industria por especulación y ladrillo. Se suponía que compensaría viejas glorias industriales. Abandonamos todo modelo de crecimiento más allá del derivado de la corrupción y el establecimiento de redes clientelares obscenas e insoportables basadas en la construcción y el gasto público inútil.
Abandonamos todo modelo de crecimiento más allá del derivado de la corrupción y el establecimiento de redes clientelares obscenas e insoportables
Que permitieron construir un exceso de infraestructuras absurdas y un palacio de congresos en cada pueblo. De diseño, eso sí, obsoleto y contaminante. O, lo que es peor, que fomentó ideologías bastardas presuntamente igualitarias que continúan alimentando obscenos pesebres y machacando a parte de la sociedad civil.
Cuando la burbuja de gasto suntuario estalló, ya no quedaba nada por construir, poniéndose en evidencia las vergüenzas económicas patrias y el elevado coste necesario para mantener tanto engendro urbanístico inútil. Hasta hoy.
Gente espera su turno en una oficina de empleo. (EFE)
El coste para el Estado resultante de la estupidez suicida fue mayor que si se hubiese propuesto adecuar la industria existente al nuevo escenario, lo cual hubiera fomentado el mérito en vez del amiguismo. Envió tempranamente a casa a miles trabajadores cualificados, pagándolos por no hacer nada. Muchos se fueron tan contentos.
Sus hijos continúan viviendo de sus sueldos, al desaparecer el tejido industrial sin perspectivas de empleo ni futuro en lontananza. Tal generación deberá recapacitar por haber aceptado el regalo envenenado que continúan disfrutando a costa del resto de los españoles que pagan sus subsidios y pensiones.
… la industria 4.0…
Toyota creó el 'Just in Time'. Los demás copiaron. Japón fue el referente innovador e industrial hace 25 años. Hasta que su particular burbuja reventó. Todavía no se ha recuperado. Es el país más endeudado del mundo. Con todo y con ello, ya nos gustaría estar como ellos.
El referente industrial hoy, quien está a la cabeza en procesos industriales, en la implantación de la denominada industria 4.0 es… Corea del Sur. Incluso Alemania va por detrás.
Llaman industria 4.0 a la, dicen, próxima revolución industrial. No es más que el resultado de aplicar las nuevas tecnologías de una manera intensiva a la industria tradicional. La industria suele incorporar con cierto retraso procesos nuevos. No porque no sepa o no quiera, sino porque no puede permitirse el lujo de meter la pata, suele salir muy caro, y los incorpora cuando ya están rodados. Su momento ha llegado.
Hoy en día casi cualquiera puede diseñar o fabricar cualquier cosa. La mayor innovación no suele estar en el diseño de los productos industriales, sino en los procesos de fabricación y distribución.
Corea del Sur lo entendió hace mucho tiempo. Por eso va a la cabeza. El Estado apoyó fuertemente su desarrollo, dejándose de diarreas teóricas 'innovadoras'. Sus marcas, que hace apenas 15 años nadie conocía, hoy las compramos todos.
Cumbre de innovación entre Corea del Sur y EEUU. (EFE)
A pesar de su eficacia, muchas de tales industrias punteras operan a pérdidas. El Estado lo sabe. Prefiere compensar tales pérdidas antes que desmantelar sus industrias. Utiliza todo tipo de triquiñuelas para que el resto de países no lo perciban o miren hacia otro lado. Nadie levanta la voz.
Sus astilleros, por ejemplo, líderes mundiales, están virtualmente quebrados. No es la primera vez que ocurre. Cada crisis los descapitaliza. Como allí la diferencia entre capital público y privado es bastante difusa en la gran industria, el Estado se las arregla para capitalizarlos con dinero público sin que se note demasiado.
Aquí, mientras tanto, seguimos alabando las bondades de un libre mercado que no es tal. En la industria no existe. Fagor fue una de las últimas víctimas. Su dirección cometió muchos errores. Pero no se merecía un final. Era menor para la sociedad en su conjunto el coste de apuntalarla que el de cerrarla. Se impuso la nefasta ideología económica todavía dominante.
… que pasará por París camino de España…
Guste o no guste, la gran industria no surge por inspiración divina. Solo los países comprometidos en tenerla lo consiguen. Seamos uno de ellos, dejando de hacer el memo. Priorizando inversiones que no sean gasto.
Fomentando la industria a la manera coreana para poder generar empleo. Aprovechando la doble revolución que se avecina: la que pasa por resolver los problemas relacionados con el cambio climático y la biodiversidad, y la que implantará la industria 4.0.
Elaborando un plan industrial avanzado. Involucrando al Estado como hacen los países industriales, empezando por Alemania, Corea del Sur y Japón. El ejemplo de China no sirve. Muchas de sus empresas son estatales e ineficientes. Están sobreendeudadas, sus procesos son muy contaminantes, tratan a los trabajadores a patadas. La manipulación del yuan comienza a pasar factura.
La reforma universitaria de las ingenierías destruidas durante el proceso de Bolonia y el desarrollo de la Formación Profesional formará parte del plan
Deberíamos seguir la experiencia de Corea del Sur. Seleccionando sectores tractores. Estableciendo objetivos sectoriales. Gestionando de manera eficaz, entre otras muchas cosas, los ingentes fondos de formación, I+D, etc. Focalizando los recursos escasos en los objetivos marcados.
Arrebatándolos de las garras de los entes y organismos que han fomentado corrupción, ineficacia y clientelismo. Estableciendo un plan de I+D+i coordinado entre industria y organismos de investigación, o los restos que no han sido triturados los últimos años. La reforma universitaria de las ingenierías destruidas durante el proceso de Bolonia y el desarrollo de la Formación Profesional formará parte del plan.
… nombrar un estadista para dirigir el Gobierno
Reindustrializar España debería convertirse en objetivo político prioritario de la coalición que se avecina, cualquiera que sea su ideología. La elaboración de un plan industrial ambicioso, que implante la industria 4.0 siguiendo los designios de la Cumbre de París.
Emulando la gesta automovilística de hace medio siglo. Seleccionando industrias tractoras. Apoyando fuertemente la industria a la manera coreana. Y, por qué no, creando empresas industriales nuevas con el apoyo decidido del Estado. Cerrando las empresas públicas autonómicas que financian las redes clientelares y succionan recursos que se derrochan inútilmente.
Hace falta poner al frente del Gobierno entrante un presidente con visión de Estado, enérgico y competente, nombrado mediante consenso. Se busca
Si los políticos se dedicaran a sacar el país adelante en vez de agotar esfuerzos en luchas cainitas y tribales, si se jubilaran las ideologías económicas que nos ahogan en un mar de deuda, si retornara la sensatez a España y nos propusiéramos trabajar codo con codo en vez de perder el tiempo magnificando inexistentes diferencias, el país saldría del hoyo.
Para eso hace falta poner al frente del Gobierno entrante un presidente con visión de Estado, enérgico y competente, nombrado mediante consenso. Se busca.
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