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domingo, 10 de enero de 2016

10 gráficos que explican el hundimiento de los emergentes (y su importancia)

10 gráficos que explican el hundimiento de los emergentes (y su importancia)

Una breve descripción de qué ha llevado a buena parte de estas naciones a la situación en la que ahora se encuentran y qué efectos cabe esperar para el resto de las economías del planeta


Foto: Un corredor con las transacciones del día en la bolsa de Hong Kong. (EFE)
Un corredor con las transacciones del día en la bolsa de Hong Kong. (EFE)


El viernes pasado fue la primera de las muchas veces en las que en este 2016 nos vamos a referir en esta, su columna, a la situación económica y financiera de los mercados emergentes. No van a ser halagüeñas las noticias procedentes de esta miscelánea de naciones que, no obstante, comparten algunas características comunes en términos de debilidad de sus divisas contra el dólar, dependencia del ciclo de materias primas o encarecimiento preocupante de sus costes de financiación.

Desde la década de los ochenta, no vivían estos países tres años consecutivos de ralentización en sus tasas de aumento del PIB, y es precisamente esa falta de recuperación la que puede provocar un agravamiento de los problemas a los que ya se enfrentan buena parte de sus gobiernos y bancos centrales. Según el Banco Mundial, crecerán en su conjunto un 4,8%, lo que dejará el incremento global, incluidos los estados desarrollados, en el 2,9%. El riesgo de revisiones sigue siendo más a la baja que al alza, especialmente teniendo en cuenta cómo ha arrancado 2016.

Para los que se hayan perdido ya aun antes de empezar en lo que está sucediendo en el proceloso universo emergente, el equipo de 'Real Time Economics' del 'Wall Street Journal' ha elaborado una interesante síntesis de cuáles son las razones que han contribuido al acelerado deterioro de estas economías y qué impacto para el resto del mundo cabe esperar de su negativa evolución. Y lo ha hecho a través de 10 gráficos ‘autoexplicativos’.

Con ellos les dejo hoy no sin desearles de antemano una muy feliz semana dentro del preciosísimo Año de la Misericordia.

Los mercados emergentes nunca terminan de emerger, que es la tesis defendida también por nuestro columnista Daniel Lacalle. Fíjense cómo se esperaba en octubre de 2010 que crecieran en 2015 y lo que ha sucedido a continuación. Cada año, la esperanza trata de imponerse sin éxito a la experiencia.


Realmente los BRIC -acrónimo de Brasil, Rusia, India y China creado por Goldman Sachs- no han podido/sabido jugar el papel que de ellos se esperaba en términos de liderazgo económico y estabilidad financiera, al estilo del Primer Mundo, como relevo natural a las maduras naciones desarrolladas. Eso sí, en las últimas dos décadas su peso en la economía mundial ha pasado del 8% al 25%.


No han aprovechado la bonanza para diversificar sus economías más allá de la producción de metales y minerales. Buena parte de su estabilidad presupuestaria se ha construido sobre parámetros de precios de las ‘commodities’ que el tiempo ha demostrado irreales, provocando problemas de déficit público y creando necesidades imprevistas de endeudamiento.


Tampoco han sabido sentar las bases para un crecimiento sostenido mejorando su productividad -y, por ende, su competitividad-, liberalizando unos mercados excesivamente intervenidos, o reduciendo la endémica corrupción de sus administraciones. De hecho, la eficiencia (TFP o 'total factor productivity') va a menos y no a más en estos países. Siguen dependiendo de una mano de obra abundante y barata y de los flujos foráneos de capital.


Y el problema es que la primera empieza a perder ambas condiciones, disponibilidad y precio. Especialmente en China, la demanda en el mercado de empleo mengua lo que, a su vez, provoca tensiones de los costes laborales al alza. El envejecimiento demográfico empieza a ser un problema casi tan endémico como en Occidente, lo que mermará sus posibilidades futuras de desarrollo a la vez que tensionará sus precarios estados del bienestar. El siguiente 'chart' es como para echarse a temblar. También, y sobre todo, en la OCDE.


Buena parte de su buena evolución pasada se ha financiado, ¿adivinan cómo?, con deuda. En la actualidad supone, para el conjunto de los emergentes, cerca del 200% de su PIB agregado, porcentaje nunca visto. Una fiebre que ha afectado, fundamentalmente, al sector privado, esto es: particulares y empresas no financieras. La ralentización económica, la debilidad de las respectivas divisas y el aumento de los costes locales de financiación pueden pasar ahora factura a tan ‘afortunados’ deudores y, tras ellos, al sector financiero y a las arcas públicas.


El aumento de su endeudamiento no se ha frenado en los últimos meses, más bien al contrario. La consideración de los factores que afectan a las respectivas economías como coyunturales, más que estructurales, han propiciado que su ritmo sea aún elevado. Y aunque sus tesoros y corporaciones están mejor preparados que en crisis anteriores para afrontar una crisis sistémica, es evidente que, aun en caso de que esta no se produzca, sus posibilidades de evolución futuras se verán mermadas. Les basta con mirarse en el espejo occidental.


A estas alturas de la crisis, y debido al rapidísimo deterioro de sus finanzas, los gobiernos de las naciones emergentes cuentan con limitadas herramientas de política económica, sean monetarias -tipos de interés en mínimos o condicionados por inflaciones al alza- o fiscales -con déficits crecientes-, para hacer frente a la dura realidad a la que se enfrentan. Algo que recuerda muy mucho a lo que ya ha sucedido en Japón y, más recientemente, en Europa.


Vivimos en un mundo más globalizado e interconectado que nunca. De ahí que las consecuencias de lo que sucede en los emergentes, especialmente en los más representativos de sus integrantes, son de alcance mundial. El Banco Mundial estima que, por cada 1% que cae el crecimiento de los BRICS -correspondiendo la S a Sudáfrica-, el resto de los emergentes se contraen en ocho décimas (0,8%) y el planeta en cuatro (0,4%). Cuando ellos estornudan, el resto se constipa. El mundo al revés.


Si además la desaleceración viniera acompañada de tensiones financieras en sus tesoros, sector financiero o principales compañías, los efectos serían aún mayores. Más nos vale, por tanto, seguir de cerca lo que está pasando ahí… Vaya que si nos vale.

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