Mark Thornton
La desigualdad es un tema principal de noticias en 2015, compuesto en buena parte por los disturbios de Baltimore, el debate del salario mínimo, el libro de Thomas Piketty El capital en el siglo XXI y ahora por la entrada del socialista Bernie Sanders en la carrera a la presidencia de EE. UU.
La izquierda quiere más medidas sociales, mejores escuelas, universidades gratuitas, mejoras en la formación laboral y más cosas. La derecha, por el contrario, quiere reformar el estado del bienestar, escuelas concertadas, reforma fiscal (no confundir con recortes fiscales) y usar el impuesto negativo de la renta.
Ambos bandos se equivocan. Ningún bando entiende la desigualdad económica no lo que hace que cambie. Recientemente argumenté que el problema del infortunio urbano es causado por el exceso de gobierno y la solución es reducir radicalmente este en áreas clave para crear empleos y oportunidades empresariales. Lo mismo es aplicable a la desigualdad económica: entrometerse con políticas públicas en una dirección u otra no resuelve el problema.
Hay que esperar algunas desigualdades
Lo primero a señalar es que la desigualdad es una característica natural de todas las sociedades, ya sea libertaria, socialista o primitiva. Una sociedad libertaria bien desarrollada tiende a tener una clase media grande, una clase baja pequeña y una clase alta rotatoria. La clase de ingresos bajos es pequeña porque no hay barreras legales para abrir nuevos negocios, hay incentivos para ganar y ahorrar dinero y ser emprendedor. La clase alta es “rotatoria” porque no hay privilegios de monopolio o rescates para mantener la riqueza.
Lo segundo a señalar es que la política pública impacta o altera la desigualdad natural de la sociedad. Digamos, por ejemplo, que un gobierno obliga a todos los doctores y abogados a tener una licencia para ejercer su profesión y luego limita el número de licencias. ¡Bingo! Doctores y abogados son ahora casi inmediatamente más ricos porque han usado la ley para limitar su competencia, lo que significa tarifas y salarios más altos para estas profesiones protegidas.
Lo que se ve y lo que no se ve: Desigualdad causada por el gobierno
Naturalmente, el tamaño y forma de las políticas públicas tienen un impacto en la desigualdad económica. El trabajo del economista es asegurarse de que todos entienden que las políticas públicas tienen efectos evidentes que pueden verse, pero también tienen efectos que no se ven. En la mayoría de los casos, los efectos que se ven son algún beneficio inmediato directo para una grupo particular de gente. Igualmente, los efectos que no se ven tienen consecuencias negativas indirectas enrevesadas sobre un gran grupo de gente, que se hacen más grandes con el tiempo. Frédéric Bastiat decía que “las consecuencias definitivas son funestas”.
Si el estado proporciona prestaciones sociales generosas a la gente pobre, esto se convierte en un evidente beneficio directo para los pobres que reciben el dinero. Sin embargo, para hacer esos pagos es necesario gravar a los ciudadanos productivos, reduciendo así el incentivo para ser productivo. Si ser pobre es el requisito para recibir pagos sociales, entonces la gente tendrá menos incentivos para ser productiva y salir de la pobreza. A largo plazo se acaba con más gente pobre, una clase pobre permanente y una tarta económica más pequeña para sostener a la población.
El impacto de los impuestos y el estado de bienestar en la distribución de rentas son bastante conocidos. Sin embargo estos conocidos efectos son generalmente desdeñados o rechazados por lo que quieren “hacer algo con respecto a la desigualdad económica”.
El sistema monetario importa
El dinero es un factor importante que también es ignorado tanto por la izquierda política como por la derecha. Sin embargo, el sistema monetario y la política monetaria tienen efectos evidentes y validados históricamente sobre la desigualdad económica.
Un sistema monetario dominado por un banco central, como la Reserva Federal, que use dinero fiduciario puede esperar beneficiar a cierta gente, como banqueros y gente con deudas. Igualmente, como un sistema así es inflacionista, tiende a dañar a trabajadores y ahorradores. De un sistema así puede esperarse que dañe a las clases bajas y medias y enriquezca al sector financiero y la clase alta.
Dinero fuerte y los beneficios de la deflación
Una patrón oro ha tenido históricamente una tendencia a ser ligeramente deflacionista. Esto significa que los niveles salariales, balances de efectivo, ahorros y bonos tienden a ganar poder adquisitivo con el tiempo. Así que este tipo de sistema monetario recompensa el trabajo duro y las clases frugales, lo que lleva a una expansión de la clase media.
Este gráfico del Pew Research Center proporciona evidencias convincentes del diferencial de impacto de oro frente a papel moneda fiduciario:
El gráfico muestra que la desigualdad económica declinó en EE. UU. de 1917 a principios de la década de 1970, cuando Nixon sacó a Estados Unidos del patrón oro. Las áreas oscurecidas del gráfico representan el 99%, mientas que el área ligeramente coloreada en lo alto representa el 1% superior. La desigualdad económica aumentó durante la inflacionista década de 1920, pero las clases con rentas bajas rápidamente mejoraron con respecto al 1% cuando se restauró el patrón oro tras la Segunda Guerra Mundial. El gráfico muestra tanto la mejora marginal como la estabilidad en la desigualdad económica desde finales de la década de 1940 a principios de la de 1970. La tendencia ha sido hacia una mayor desigualdad económica desde entonces.
Los economistas austriacos no defendemos ninguna distribución concreta de rentas que no sea la determinada por la economía de mercado. Parte de la respuesta al problema de la desigualdad económica es volver a una sistema monetario honrado y sólido, incluyendo el patrón oro, sin limitarse a esto.
Publicado originalmente el 16 de junio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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