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miércoles, 25 de enero de 2017

Trump, la confianza americana y la bolsa

Trump, la confianza americana y la bolsa

¿Será capaz el nuevo presidente de corresponder al renovado optimismo económico de su elección?
LUIS RIESTRA
Donald Trump.

Como es conocido, los cambios en el estado de ánimo del electorado pueden traer cambios políticos y, a su vez, los cambios políticos pueden traer un nuevo impulso a la Sociedad que la lleve a realizar transformaciones de calado, siendo esto último lo que parece que está ocurriendo en el país de los libres y hogar de los valientes, que reza el estribillo de su himno nacional "la bandera tachonada de estrellas". Por ello hoy nos detendremos a analizar si el nuevo presidente es capaz de corresponder al renovado optimismo económico de su elección.

Una nación optimista

Así se ha visto tradicionalmente a los estadounidenses, personas optimistas, emprendedoras, echadas pa' lante, abiertos a nuevos horizontes, temerosos de Dios y muy patriotas, cosa que molesta, como en nuestro país, a cierta camarilla de intelectuales de cuarta categoría, cenizos acomplejados, que entre corrupción y corrupción consiguen que el Establishment les encumbre en el poder para aplicar sus planes ruinosos de cambio a peor.   
Sea como fuere, en Estados Unidos esa casta pinchó hueso con su experimento cultural y demográfico y el sujeto constituyente, ese al que aquí no dejan elegir representantes, echó mano de lo que tenían disponible: Donald Trump, el único de entre los muchos empresarios hartos del Establishment que decidió saltar a la arena. Hay que recalcar que se lo piden desde hace más de 30 años, que este no es un novato. El caso es que tras ir a por él hasta el Papa de Roma (en ello siguen), gana y consumidores y empresas casi que se ponen eufóricos con su victoria, sobre todo los primeros (siguiente gráfica) 
US Economic confidence.
US Economic confidence. L.R.
Pero no fueron los únicos, la bolsa, que llevaba desde agosto goteando cotizaciones a la baja más propios del mal del altura, va y rebota el S&P500 un 2%, una escalada que se modera según se confirma el cambio y que llegó a revaluar los valores de enero de 2016 un 10%, juntando el rally de Navidad y evitando la típica corrección de primeros de año (ver siguiente gráfica). Hay que decir que, salvo crisis, la bolsa suele subir antes de la toma de posesión para luego normalizarse; así que ojo con “comprar futuro”.
S&P500 revaluation Trump election.
S&P500 revaluation Trump election. L.R.

¿Comprar futuro?

Como hemos visto en otras ocasiones, hay un indicador, el PER, o relación Precios a Beneficios, cuyo ratio se puede explicar también como los años que tardaría una acción (o un índice) en pagarse con los beneficios que da (siguiente gráfica) y, mientras más tarde, más "futuro" (o riesgo) se compra. Pues bien, tras la euforia comentada, se ha puesto a niveles de sobrevaloración no vistos desde los previos de los últimos cracks bursátiles, con un equivalente de casi 25 años cuando la media, la “normal”, está en torno a quince y ha aumentado el riesgo de una fuerte bajada de los índices.
S&P500 PER Secular Bear Mkts.
S&P500 PER Secular Bear Mkts. L.R.
En otras palabras, la burbuja que comentamos aquí en agosto pasado se ha puesto peor; de hecho, Trump dijo en campaña, el pasado septiembre, que había una burbuja bursátil creada por la FED y que así Obama se puede ir a jugar al golf. ¡Ole! Genio y figura. Pensemos además, que en Europa, con los tipos tan bajos y donde se rechaza ofrecer "plazos fijos", se están haciendo "imposiciones" en fondos de inversión con un componente en acciones, inflándose aún más nuestros índices.

La medida del hombre

Como con Obama, deberíamos usar la misma métrica de la semana pasada; sin embargo, existe la dificultad de encontrar casos en que se dejara una enorme deuda pública como la de Obama sin contrapartida en externalidades industriales para construir ese "futuro" del que hablábamos antes. Los hay y de hecho los discutimos al alertar de nuestra insuficiencia fiscal grave, pero habría que remontarse muy atrás para hacerlo bien y no hace falta.
b04-US GDP and Kondratiev Cycle
b04-US GDP and Kondratiev Cycle L.R.
Verán, como hemos discutidos tantas veces, en este final de ciclo largo (gráfica anterior), la Oferta Agregada está en malas condiciones de contratación en la mayoría de los sectores (en el Mercado Laboral es clarísima y su efecto lo vimos en los SNAP la semana pasada) Si estudiamos el discurso de Trump, yo diría que ha visto el "iceberg" y, para los que le seguimos en CNBC desde hace casi veinte años, siempre ha estado en contra de como de desarrollaba la globalización, cosa que él cambiará ahora.

Cambio de Orden Generacional

No puedo asegurar que Trump y su equipo conozca la Teoría de los Ciclos Económicos de Largo Plazo, pero es muy difícil que su Jefe de Estrategia no la conozca, pues sabemos que es un siguidor de la Teoría del Ciclo Generacional, que trabajamos aquí como nadie, y, por dominar la segunda podemos decir que lo que pretende Trump es cambiar el orden económico y social que ya muere y traer un nuevo zeitgeist (atención a la nueva sala de prensa en la Casa Blanca), tal como hizo Roosevelt en su momento y con quien se han comparado en repetidas ocasiones. Esto lo intuye el Establishment socialdemócrata, que ve que le queda poco para seguir viviendo del cuento, de ahí que se tiraran en brazos del sátrapa chino en la cumbre de Davos de este año. Pero esto, insistimos, son cosas del largo plazo.

¿Y a corto qué?

El efecto en bolsa incluye la promesa de Trump de una fuerte reducción, entre otras cosas, del impuesto sobre beneficios empresariales, bajándolo del 35% al 15%, o esa es la intención, de modo que parte del subidón tiene una explicación fiscal. Sin embargo, la recaudación va mal (siguiente gráfica) y anuncia recesión y, además, la FED intenta normalizar tipos, con lo que más deuda los presionarían más al alza y esto nos lleva a lo comentado en "Dólar escaso como black swan" precipitando una crisis global de liquidez.
US Federal Tax Recipts Growth.
US Federal Tax Recipts Growth. L.R.
En todo caso, el Congreso es republicano y parece no importarle todas esas incertidumbres sistémicas, así que Trump irá rápido; como además, pronto tendremos mejores datos de beneficios empresariales, PIB y recaudación para calibrar mejor el lío actual, no sé Ustedes, pero yo dejaré el tema de “invertir” o no para más adelante y buscaré tiempo para "disfrutar" con atención de las contracciones del parto secular que nos espera, con momentos históricos, e histéricos para los socialdemócratas, como la continuación de la guerra a Trump de los Mass Media o las feministas con hiyab tan relacionadas con George Soros. ¿No querían “cambio”? Pues ya está aquí y una vez más viene de América.

El problema no es Donald Trump

El problema no es Donald Trump

En el nuevo orden imperialista en el que nos introducimos la cuestión va a ser, en primer lugar, quién impone las reglas.
SANTIAGO NAVAJAS
Vladimir Putin, presidente de Rusia.


Tras la época en la que el planeta ha alcanzado la más alta cota de libertad económica y política de la historia todas las señales indican que ha llegado la hora de la pleamar. La elección de Trump no es causa sino efecto de un proceso que no está teniendo lugar ante nuestras narices occidentales sino principalmente en Oriente. Rusia y, sobre todo, China están haciendo trasladarse el eje del pensamiento político y la acción económica hacia un eje que podríamos situar en el estrecho de Malaca, justo entre Singapur, Indonesia y Malasia, donde se produce el mayor movimiento de mercancías del mundo. 
El progresivo crecimiento del Estado en los países occidentales, auspiciado por la creación conceptual del “Estado de Bienestar” primero y el “Estado Social de Derecho” más tarde estuvo en Occidente limitado por las barreras que el antiguo sistema liberal de “check and balances” pudo introducir para contener las ansias omniabarcadoras de un Estado cada vez más convertido en el “ogro filantrópico” que pronosticaron de Friedrich Hayek a Octavio Paz, de Isaiah Berlin a Mario Vargas Llosa. Sin embargo, en Asia el modelo de un Estado autoritario que contemplase la libertad únicamente en su versión más utilitarista y pragmática se está desarrollando sin cortapisas.
El ascenso de los populismos, ya sean de derechas o de izquierdas, coincide en mostrar no tanto un “miedo a la libertad”, como vio en su día Erich Fromm, sino un “cansancio de la libertad”
Y está contaminando incluso a Occidente. El ascenso de los populismos, ya sean de derechas o de izquierdas, coincide en mostrar no tanto un “miedo a la libertad”, como vio en su día Erich Fromm, sino un “cansancio de la libertad”. Pero es en China, por su descomunal peso demográfico, una tradición milenaria de despotismo, una vocación imperial y el conocimiento tácito de un sistema que ha sabido transformar un comunismo totalitario en un “socialismo de rostro humano”, donde se está sentando las bases para que sea la combinación de un Estado-nacional hobbesiano y una globalización con el freno de mano puesto la que triunfe, contra la opción netamente liberal que pondría el énfasis en la dupla liberal globalización y democracia.
El colmo de la paradoja ha sido la ola que han hecho en Davos, el epicentro del capitalismo intelectual, al Secretario General del Partido Comunista Chino, Xi Jinping cuando se ha declarado un firme partidario de la globalización, hasta ahora un sinónimo de “neoliberalismo salvaje”. El sumun de la idocia sería, además, pretender oponer la figura del líder de una de las dictaduras más consolidadas del mundo a Donald Trump, caricaturizado histéricamente por la mayoría de los medios de comunicación como si fuese un fascista postmoderno. A Jinping no le hicieron ni una pregunta incómoda mientras que Trump, en las mismas circunstancias, lo habrían crucificado. Si algo tienen en común los activistas sociales y los multimillonarios cosmopolitas es en denostar a los presidentes norteamericanos elegidos por el Partido Republicano (aunque ahora hipócritamente dicen echar de menos y respetar a Ronald Reagan, al que en su momento insultaron por ser un “mero” actor de Hollywood aunque con Meryl Streep se derriten).
Son Jinping y Putin los que primero han puesto en funcionamiento el lema “Mi país primero” que ha hecho famoso Trump
Porque son Jinping y Putin los que primero han puesto en funcionamiento el lema “Mi país primero” que ha hecho famoso Trump. Porque si en cuanto al mercado ideológico interior el multimillonario neoyorquino ahora presidente simboliza la reacción identitaria del “hombre blanco protestante” contra la identidad comunitaria preconizada por el “transgénero homosexual postmoderno” (por usar una simplificación querida a los demagogos del “Black lives matter” y el “ginofeminismo radical”), en el plano internacional Donald Trump es la reacción contra los farisaicos sistemas chino y ruso que exigen la apertura comercial de los demás países al tiempo que blindan sus mercados a las importaciones de bienes, servicios y capitales. Que se lo digan a Mark Zuckerberg que ha chocado contra una muralla china de proteccionismo económico y censura política. 
No deja de ser divertido, por paradójico, que la izquierda haya puesto el grito en el cielo con la victoria de Donald Trump cuando por fin tienen en la Casa Blanca a un populista mercantilista, adversario del libre comercio y favorecedor de comprar mejor en el comercio “de proximidad” que en la otra punta del mundo vía Internet. Dani Rodrik y Paul Krugman, economistas oficiales de la izquierda mediática, han subrayado una y otra los perjuicios de la globalización insistiendo en que las exportaciones chinas están eliminando masivamente puestos de trabajo en el sector industrial. 
Este programa “antiglobalización” de Rodrik y Krugman es con el que Trump ha ganado las elecciones. Porque lo que han preconizado los economistas de la socialdemocracia, de perfil y poniendo una vela al liberalismo y otra al mercantilismo, ha sido crear un “cartel” proteccionista entre los intereses comerciales de las empresas y la acción del gobierno. Esta aproximación autárquica que defienden los economistas izquierdistas ha encontrado su versión más clara y diáfana en Trump. Por ello no es de extrañar que la pinza contra los tratados de libre comercio sea liderada por la extrema izquierda de Pablo Iglesias y la extrema derecha de Donald Trump. Pero mientras Rodrik y Krugman son los ideólogos de la ola neomercantilista que amenaza con arrasarnos, los primeros en llevarla a la práctica han sido Putin y Xin Jinping, no por casualidad políticos enraizados en el comunismo, que priorizan el control de los Estados contra la espontaneidad de los mercados, los monopolios en lugar de la competencia y las barreras proteccionistas en vez de la eliminación de los aranceles.
Se ha acabado la época de jugar a las damas como ha hecho Obama, el típico dirigente incapaz de una mala palabra y de una buena acción
En el nuevo orden imperialista en el que nos introducimos la cuestión va a ser, en primer lugar, quién impone las reglas. Los norteamericanos han votado a alguien que ha demostrado tener el carácter y la personalidad para jugar en el panorama internacional contra tipos tan duros y rocosos como el dictador ruso y el chino. Se ha acabado la época de jugar a las damas como ha hecho Obama, el típico dirigente incapaz de una mala palabra y de una buena acción, y empieza la del póker Texas hold 'em, el ajedrez y el go, donde son maestros, respectivamente, los norteamericanos, los rusos y los asiáticos. En la que será tan necesaria la inteligencia como la sangre fría para jugar con contundencia y saber echarse faroles. Mientras, en Europa, sigamos jugando al parchís, un juego infantil en el que prima sobre todo el azar y donde no parece que los dados se vayan a poner de nuestro lado.

¿Poder político o poder económico?

¿Poder político o poder económico?

Suele decirse que los ricos son todopoderosos y que manejan el mundo. Sin embargo, cuando Trump "sólo" era rico, nadie lo temía en absoluto. Ahora que ha sido nombrado presidente de los EEUU, en cambio, sí genera miedo en amplios sectores de la población. ¿Qué ha cambiado? Que ahora tiene la maquinaria estatal bajo su mando: el mayor poder no lo proporciona la riqueza, sino el Estado (y, más en concreto, el derecho a la autoridad política). De hecho, los ricos que tienen algún poder verdaderamente significativo es porque terminan controlando directa o indirectamente el aparato estatal.

¿Cómo abaratar el recibo de la luz?

PlusValue Charla Coloquio con Francisco Garcia Paramés

¿Por qué la redistribución de la riqueza es injusta? - Juan Ramón Rallo

Juan Ramón Rallo - Mitos de la Economía Española - Sevilla 2016

Los mexicanos culpan al “neoliberalismo” de los fracasos del socialismo




 


Han estallado protestas en México en respuesta al aumento en los precios de la gasolina, que muchos creen que llevarán a precios más altos en general. Todo esto se produce al mismo tiempo que crecientes temores acerca de una posible recesión en México en 2017.
El aumento en el precio de la gasolina llega tras reformas considerables del sector del petróleo en México, donde, durante décadas, Petróleos Mexicanos (Pemex) ha disfrutado de un monopolio de la extracción del petróleo y el gobierno mexicano ha subsidiado los precios de la gasolina.
Pemex continuará existiendo como empresa petrolífera de propiedad estatal, pero el final de su monopolio llega en un momento en el que el gobierno mexicano está tratando de aliviar presiones fiscales invitando a inversores extranjeros a invertir en el sector del petróleo de México. Esas mismas presiones fiscales han llevado también al estado mexicano a rebajar subsidios que han existido desde hace mucho tiempo para compensar los precios de la gasolina mexicana mantenidos altos debido al monopolio estatal ineficiente y corrupto sobre el petróleo.
Por desgracia, estas reformas también resultan producirse en un momento en el que el precio global del petróleo ha bajado de golpe, lo que significa que la esperada oleada de inversión petrolífera en México ha sido más pequeña de lo previsto. Probablemente aumente con los precios del petróleo, pero entretanto los mexicanos corrientes tendrán que sufrir precios más altos de la gasolina debido a los menores subsidios.

Culpando al mercado de los problemas del intervencionismo

Sin embargo, como probablemente cabía esperar, a estas reformas (que son pequeñísimos pasos en dirección a un mercado más libre) se las ha culpado de empobrecer a la población mexicana.
Por ejemplo, múltiples noticiero se refieren a reformas “neoliberales” como la supuesta causa de las actuales dificultades de México, con lo cual quieren decir reformas “orientadas al mercado”. En otras palabras, las reformas mexicanas están experimentando lo que hemos visto una y otra vez en Latinoamérica y otros lugares: las crisis económicas son causadas por décadas de monopolios públicos e intervencionismo. Pero cuando el estado debe acabar haciendo reformas para evitar graves crisis fiscales, son las reformas las que cargan con la culpa.
Escribiendo para el PanAm PostRafael Ruiz Velasco señala:
Por increíble que parezca, han surgido voces que aun con toda la evidencia empírica de ser un caso de alto intervencionismo estatal en materia económica, se están atreviendo a culpar a los procesos de libre mercado como la principal causa de los aumentos próximos en la gasolina y el eventual desplome de Pemex.

Pemex: una reliquia del nacionalismo económico

El monopolio mexicano del petróleo se remonta a 1938, cuando el presidente mexicano Lázaro Cárdenas nacionaliza la propiedad de empresas estadounidenses y anglo-holandesas. Esta acción estuvo motivada no tanto por la ideología marxista tradicional como por un nacionalismo económico pasado de moda. Entonces como ahora, el apoyo al monopolio estatal mexicano del petróleo se justifica en términos de “soberanía petrolífera” u oponiéndose a la “opresión” de las empresas petrolíferas extranjeras. Esta ideología posteriormente se transformaría en lo que hoy se conoce como “teoría de la dependencia”.
Sin embargo, el resultado de este monopolio ha sido el que siempre cabe esperar de los monopolios públicos: menor calidad y precios más altos. Al excluir de la exploración del petróleo mexicano a la inversión y la tecnología extranjera, el estado mexicano sólo ha conseguido hacer al sector petrolero mexicano menos eficiente y menos capaz de aprovechar los recursos naturales de México.
Como observaba Ludwig von Mises en La acción humana, muchos países en diversos momentos sencillamente no pueden tener dentro de sus fronteras la tecnología y conocimiento de vanguardia necesarios para aprovechar sus recursos naturales. Por tanto,
Si los gobiernos de estos países impiden que extranjeros exploten estos depósitos o si la dirección de los asuntos públicos es tan arbitraria que no se asegura la inversión extranjera, se inflige un daño grave a todos aquellos pueblos extranjeros cuyo bienestar material podría mejorarse mediante una utilización más adecuada de los depósitos referidos. No importa si las políticas de estos gobiernos son el resultado de un retraso cultural general o de la adopción de las ideas actualmente de moda del intervencionismo y el nacionalismo económico. El resultado es el mismo en ambos casos.
Quienes estamos relacionados y descendemos de mexicanos de clase media productiva no tendríamos ningún problema en pensar que los mexicanos modernos podrían aprovechar los recursos naturales de México si se les permitiera tener el capital y las innovaciones globales. Pero es imposible negar que adoptando una política de expropiación, monopolización e intervencionismo, el estado mexicano ha alejado a los mexicanos industriosos de los mismos recursos que les permitirían el mejor aprovechamiento de los recursos naturales de México.
Sin embargo, y por desgracia, el problema ideológico del nacionalismo económico continúa con muchos mexicanos. Ruiz Velasco escribe:
Pemex representó durante décadas el triunfo del Estado sobre “la oligarquía y el malvado imperio yankee” y se hizo un lugar en el ideario colectivo del mexicano como un baluarte de la soberanía nacional y una fuente, aparentemente inagotable, de bonanza y riqueza para la nación.
En realidad, lejos de todo el discurso nacionalista y sentimentalista, lo que realmente Pemex siempre ha representado es la imposición del Estado sobre el ciudadano, del monopolio sobre la competencia, de la ineficiencia sobre la productividad, del derroche sobre la responsabilidad financiera y del sindicalismo y el clientelismo sobre la meritocracia.

El dolor de la reforma

Después de casi 80 años de control monopolístico sobre el sector petrolífero, México tiene ahora un gran lío a resolver. El equipamiento está obsoleto y los subsidios han sido políticamente necesarios para compensar los precios inflados de un sector petrolero ineficiente.
Como cabría esperar de cualquier sector monopolístico, la corrupción en Pemex está por todas partes y directivos y trabajadores ordinarios por igual perciben salarios por trabajar en empleos que, en un mercado libre, nadie estaría dispuesto a pagar.
Como es muy habitual en intervenciones públicas como estas, muchos trabajadores normales se verán perjudicados si Pemex (afrontando ahora competencia real) se ve obligado a recortar empleos.
En realidad, en muchos sentidos, Pemex puede afrontar una situación que recuerda a las clausuras de las minas de carbón que se produjeron en Gran Bretaña con Margaret Thatcher. Aunque las minas de carbón de Gran Bretaña no era monopolios en el sentido que es Pemex, las muy subvencionadas (pero enormemente ineficientes) minas eran similares a Pemex en el sentido de que son o eran planes para generar empleo  a través de subvenciones y poderes de monopolio para la creación de empleos en áreas no competitivas y anti económicas.
Los trabajadores acudían estos empleos que se creía que ofrecían seguridad en el empleo y una paga decente. Sin embargo, para desgracia de los trabajadores, las industria subvencionada tienden a acabar estrellándose contra las rocas de las crisis económicas que obligan a terminar con los subsidios que hicieron posible unos niveles tan altos de empleo. El resultado final es que las carreras de los trabajadores se ven arruinadas y los costes aumentan para muchos consumidores.
Sin embargo, al contrario que las minas británicas de carbón, el petróleo mexicano todavía podría resultar competitivo en un mercado global si se permitiera la inversión y competencia extranjera para modernizar el sector. Si entra inversión extranjera, puede bastar para salvar muchos empleos del sector del petróleo. Según Bloomberg:
Pemex emplea a más de 145.000 personas y equivale a aproximadamente una quinta parte de los ingresos públicos y está en su peor estado financiero de la historia. Debe una cifra récord de 7.000 millones de dólares a proveedores de servicios petrolíferos y afronta niveles históricos de deuda que pronto excederán los 100.000 millones de dólares. La producción de crudo ha estado disminuyendo durante once años.
Pero el potencial es tan grande (especialmente en las aguas profundas del golfo de México) que la administración Peña Nieto confía en que el ajuste sea un éxito a largo plazo. Los gigantes petroleros del mundo han estado observando las reservas mexicanas, estimadas en más de 13.000 millones de barriles, durante décadas.
Muchos trabajadores y consumidores pueden sufrir enormemente entretanto. No tuvo por qué ser así, sin embargo. México podría haber acabado con su monopolio del petróleo hace décadas y el dolor actual sería sólo un recuerdo de un pasado distante. Mejor todavía, el estado mexicano podría haber evitado nacionalizar el sector del petróleo en absoluto, en cuyo caso no habría sido necesaria una “modernización” o “ajuste” o “transición”. Por desgracia, eso no fue lo que pasó.

El artículo original se encuentra aquí.

El Banco de Inglaterra y el BCE tienen un problema de credibilidad






Los medios de comunicación de masas están preocupados por las sacudidas en 2017. Debería ser así. Si vieras apostado una libra (o un euro) este último año en un triple acumulado: que el Leicester City ganaría la ley inglesa, el Bréxit y luego Trump, habrías cobrado tu apuesta en millones. Las casas de apuestas no están ofreciendo en ningún lugar algo que ahora sería un “cuádruple” popular: i) Geert Wilders (Holanda, 15 de marzo), actualmente con un 20% en las encuestas; ii) Marine Le Pen, (Francia, 23 de abril), con un 25%; iii) Frauke Petry y Jorg Meuthe (Alemania, 27 de agosto), con un 13,5%; iv) Beppe Grillo, de Cinco Estrellas (Italia, fecha por determinar, tal vez octubre), con un 28%.
Para el BCE y el Banco de Inglaterra, que ya se enfrentan un con distintos problemas de credibilidad explicados a continuación, cualquiera de esas sacudidas podría resultar bienvenida. ¿Cómo así, podríais preguntar, dado que hicieron campaña por el “Remain” y evidentemente habrían estado encantados con Clinton?
Desde que sofocó las objeciones del Bundesbank a la QE al final de 2014, el BCE ha tenido libertad para aplicar cualquier política monetaria que desee. Sin embargo, los niveles de desempleo (aunque disminuyendo durante varios trimestres) siguen siendo preocupantes y varias partes del sistema bancario europeo no se sienten particularmente seguras. Sin embargo, muchos fondos de inversión y otros inversores altamente apalancados han tenido otro año decente haciendo apuestas bastante obvias sobre las respuestas políticas cada vez más predecibles ante diversos acontecimientos (Bréxit y Trump, tal vez no Leicester City).
Desde el primero de los rescates soberanos (Grecia, 2010) presionó duramente al principio a los parlamentos nacionales en busca de “reformas estructurales”. Cuando la “austeridad”, su sinónimo, se convirtió en una palabra maldita (en 2012-13), el BCE cambio de táctica y buscó la unión bancaria. Ahora que Alemania la ja bloqueado (sin ninguna posibilidad de ningún fondo común de depósito), el BCE ha vuelto a su habitual idea de la reforma estructural. Pero sus llamadas han caído en oídos sordos. De noviembre, el miembro del consejo del BCE,  Benoit Coeure, comparecía para preocuparse acerca del futuro del proprio euro:
Incluso en un sistema de dinero fiduciario, una mala credibilidad de los gobiernos acaba creando el riesgo de una erosión en la confianza en el último activo seguro: el dinero del banco central.
Embargo, el problema de credibilidad del BCE es modesto comparado con el del Banco de Inglaterra. Un libro reciente, All Out War: The Full Story of How Brexit Sunk Britain’s Political Class, del editor politico del Sunday Times, Tim Shipman, indica que las apuestas en ambos bandos de la batalla de Bréxit fueron tan altas que casi se vulneró la Convención de Ginebra, por supuesto a pesar de la fachada de educación que siguieron meticulosamente todos los actores en todos los momentos. Patrick Minford desempeñó al final un papel pequeño pero importante. Muchos habían sido escépticos cuando se publicaron las  previsiones del Banco de Inglaterra basadas en el “modelo de gravedad” de que un Brexit crearía una recesión. Minford sabían que estas no solo eran incorrectas, sino modelos “fijos” cuidadosamente inventados que pretendían influir en el referéndum. Este formó un grupo de solo quizá diez economistas que se calificaron a sí mismos como “economistas por el Bréxit” y disfrutó de una cobertura mediática importante. Ahora, más de seis meses después, el modelo está desacreditado y Carney ha tenido que sufrir llamadas de dimisión, no siendo la acusación ninguna falta de competencia, sino la quiebra de la neutralidad política del banco. A principios de enero, Andrew Haldane, exjefe de Supervisión Financiera, dio un discurso en el que reconocía que el Banco de Inglaterra es incompetente a la hora de previsiones económicas. Peor que sus previsiones sobre Brexit, destacaba Haldane, fue el fallo del Banco de Inglaterra en apreciar alguna señal de problemas de sistema bancario en 2007, incluso después de la quiebra del Northern Rock. Dado su puesto actual como economista jefe, los medios titularon como si Haldane estuviera jugando la carta del mea culpa. Dada la presión que afronta Carney y el menosprecio público sufrido por Haldane en 2013 por criticar las mediciones de solvencia bancaria de activos de riesgo de Basilea, tal vez sea también un movimiento en su carrera, siendo el texto que subyace: “mi jefe me obligó a hacerlo”.
Una amenaza menos reportada pero mucho más grave para la credibilidad ya dañada del banco son sus acciones con respecto a los márgenes de capital regulatorio mínimo de los bancos británicos inmediatamente después del referéndum. Esto sí pone en juego incompetencia. Como señalamos, dadas las agitadas aguas de las que se dirigió la economía británica, el banco decidió reducir las trabas de capital de todo los bancos en un 0,5%. Esto puso a cero el margen contra cíclico de capital o CCyB, por sus siglas en inglés. El texto real:
[Al banco] le preocupaba que los bancos podían responder a estos acontecimientos atesorando capital y restringiendo los préstamos. La reducción de la tasa de CCyB pretendía reforzar las expectativas FCP para que todos los elementos de márgenes de capital y liquidez fueran capaces de movilizarse para apoyar la economía real.
Aquí hay un problema serio. El banco parece haber aplicado el CCyB de manera incorrecta. Como ha explicado recientemente Kevin Dowd:
El propósito del CCyB es contrarrestar el ciclo financiero: al crearse crédito agregado, los mercados crecen y aumenta los riesgos; luego estalla el auge, los mercados caen y se aprecian los riesgos y consiguientemente se produce la quiebra. El CCyB debería aumentar en la primera fase para ayudar a ralentizar la euforia y luego caer en la segunda fase para aliviar la preocupación.
Si los problemas que tenía el banco existieran en el futuro, la decisión de julio debería haber sido aumentar el CCyB. La única justificación para rebajarlo habría sido que Reino Unido estuviera ya en una fase dos (una recesión) en junio de 2106. Dado que no lo estaba ni lo está ahora y además que el Banco de Inglaterra está mucho menos preocupado acerca de las perspectivas, debería aumentar inmediatamente el CCyB de todos los bancos.
La única razón posible para no hacerlo es el miedo a que esto ponga de manifiesto defectos de capital en los bancos de Reino Unido. Esta razón tiene sentido. También explicaría por qué estos dos poderosos bancos centrales maniobraron enfebrecidamente en contra del Bréxit. El sistema bancario está ahora tensionado tan cerca de su punto de ruptura que temen que incluso una onda en la represa pueda provocar unas cataratas del Niágara. El BCE y el banco de Inglaterra agradecerían una o más de las cuatro sacudidas. No hay nada como una nueva crisis para animar a los medios a olvidarse del anterior.
Adaptado de un artículo más largo en el Cobden Centre.

El artículo original se encuentra aquí.

La “maldición” de la maquinaria que ahorra trabajo no es nada nuevo



 


Al final del año pasado, Amazon presentó “Amazon Go”, una tienda futurista completamente automatizada que abrirá sus puertas en Seattle, Washington, en los próximos meses. Aunque esta apasionante nueva empresa promete hacer más fáciles las compras rápidas a consumidores ocupados, los críticos recelan de este tipo de automatización avanzada y temen que su extensión pueda poner en peligro una enorme cantidad de empleos.
Amazon Go es una experiencia de compra verdaderamente única libre de colas, registros y cajeros de cualquier tipo. Por el contrario, la tienda utiliza los smartphones de sus clientes y la “tecnología grab and go”, que permite al consumidor simplemente entrar, tomar lo que desee y continuar su labor del resto del día.
Sin embargo, como esta tienda moderna no requiere empleados humanos, los activistas laborales temen las implicaciones negativas que Amazon Go podría tener potencialmente sobre las tasas de empleo, especialmente si más empresas empiezan a automatizarse.
Estas preocupaciones con respecto al desempleo no están necesariamente injustificadas, ni son propias de nuestro mundo moderno. En realidad, la humanidad tiene un largo historial de temor al progreso mecánico y de culparlo del alto desempleo a lo largo de la historia.
Durante la Revolución Industrial, muchos trabajadores recelaban de la innovación mecánica, creyendo que generaría desempleo masivo en sectores que tradicionalmente se basaban el trabajo manual. Por ejemplo, en el sector de las medias, el miedo las máquinas fue tan intenso que generó revueltas masivas tan pronto como a los trabajadores se les presentaron un las nuevas maquinas de tejido mecánico conocidas como “telares de medias”. En medio de todo el caos, se destruyeron nuevas maquinas, se quemaron casas, se amenazó a los inventores y la paz no se restauró hasta que no acabó interviniendo el ejército.
Por desgracia, el ejemplo del sector de las medias no es un caso aislado de máquinas causan un de histeria masiva debido a preocupaciones por el empleo. De hecho, una ira similar se experimentó en todo el planeta a lo largo de toda la Revolución Industrial. En Estados Unidos, la Gran Depresión causó otra ola de escepticismo mecánico, cuando un grupo que se llamaba a sí mismo los “tecnócratas” culpó de las altas tasas de desempleo a los avances mecánicos.
Este miedo las máquinas estaba tan generalizado, que el economista Henry Hazlitt se sintió obligado a dedicar todo un capítulo a refutar mito de que los máquinas causan desempleo masivo en su manifiesto económico, La economía en una lección. En su capítulo titulado “La maldición de la maquinaria” escribe:
La creencia de que las máquinas causan desempleo, cuando se plantea con alguna coherencia lógica, lleva a conclusiones absurdas. No solo debemos estar causando desempleo con la mejora tecnológica que hagamos hoy, sino que el hombre primitivo debe haber empezado a causarlo con sus primeros intentos de ahorrarse trabajo y sudor innecesarios.
En favor de esos escépticos mecánicos a los que Hazlitt llamaba “tecnófobos”, su miedo al desempleo no era del todo incorrecto.
En el caso de los tejedores británicos de medias, es verdad que 50.000 se quedaron sin empleo después de los telares de medias. Sin embargo, como señala Hazlitt: “Pero en lo que se refiere a lo que creían indudablemente la mayoría de los manifestantes acerca de que la máquina desplazaría permanentemente a los hombres, se equivocaban, pues antes del final del siglo XIX el sector de las medidas estaba empleando al menos a 100 hombres por cada hombre que empleaba al principio del siglo”.
Igualmente, 27 años después de la invención de la devanadera mecánica, que encontró una hostilidad similar al telar de medidas, el número de trabajadores empleados en el sector había crecido de 7.900 a 320.000, una tasa del 4.400%.
Aun así, no importa lo aplicables que sean las sabias palabras de Hazlitt a nuestro mundo moderno, siguen existiendo quienes temen el progreso tecnológico, en lugar de celebrarlo.
Por desgracia para los opositores, es probable que la automatización desempeñe un papel más importante en nuestras vidas en un futuro muy cercano. Varias empresas de comida rápida ya han empezado a remplazar a los cajeros humanos por quioscos automatizados para recortar costes. Asimismo, Uber empezó el año pasado a desplegar su flota de automóviles sin conductor y planea acabar usando estos vehículos autónomos para remplazar a sus conductores humanos.
Sin embargo, no hay necesidad de temer este cambio. Como nos recuerda el gran Frédéric Bastiat, hay elementos positivos del mercado que puede que muchos no vean, especialmente los críticos de la automatización.
Por ejemplo, Uber puede que pronto disminuya significativamente su necesidad de conductores humanos, pero eso no significa que estos conductores sean despedidos o queden sin empleo. En su lugar, Uber ha estado expandiendo simultáneamente sus servicios de entregas. Desde vacunas para la gripe, comidas e incluso cachorros, Uber ofrece una variedad de servicios que, en este momento, siguen requiriendo empleados humanos. Si en el futuro los drones son capaces de remplazar los servicios humanos de entrega, sólo será cuestión de tiempo antes de que haya nuevas oportunidades disponibles en el mercado.
Muchos pueden sorprenderse al saber que a pesar de los arsenales desarrollados ahora disponibles, hoy hay más herreros que en ningún otro momento de la historia. El progreso no llega sin una sacudida inicial de normas tradicionales hasta que el mercado se ajusta a la nueva tecnología, pero debería aceptarse este cambio. Como nos han enseñado los fabricantes de medias y las devanaderas, nunca debería desanimarse la innovación, porque con el progreso tecnológico llegan más oportunidades para la raza humana.

El artículo original se encuentra aquí.

domingo, 22 de enero de 2017

Los cuatro factores de los que dependerá su pensión

Los cuatro factores de los que dependerá su pensión

El propio informe del Banco de España recurre a una conocida ecuación para desagregar los cuatro factores de los que depende el gasto en pensiones públicas sobre el PIB y que, en nuestro caso, nos servirá para centrar el debate. A saber:
 O expresado de otra forma, el peso del gasto en pensiones sobre el PIB depende de estos cuatro elementos:
  • Tasa de dependencia de los pensionistas: Relación entre el número de pensiones que deben ser pagadas y la población en edad de trabajar. Cuanto más elevado sea este porcentaje, mayor tiende a ser el gasto total en pensiones. Esta ratio depende inicialmente de la demografía: cuanto mayor sea la esperanza de vida, más crecerá el número de pensionistas (y de pensiones a abonar); cuanta mayor sea la natalidad, mayor será el número de personas en edad de trabajar. Pero a su vez también depende en parte de la legislación: una política migratoria menos restrictiva permite aumentar la población en edad de trabajar; un retraso de la edad de jubilación permite reducir el número de pensiones que debe pagar el sistema y también incrementar la población en edad legal de trabajar.
  • Tasa de empleo: La tasa de empleo es el porcentaje de personas en edad de trabajar que cuentan con una ocupación. En la ecuación anterior aparece el inverso de la tasa de empleo, pues su relación con el gasto en pensiones es inverso: a menor tasa de empleo, menor PIB y, por tanto, mayor gasto en pensiones sobre el La tasa de empleo depende de la voluntad y de las oportunidades de la población empleable para trabajar. El Estado no puede determinar directamente ni esa voluntad ni esas oportunidades, pero sí puede influir sobre ellas. Así, unos impuestos sobre la renta muy elevados y progresivos tienden a desincentivar la oferta de trabajo (al reducir la remuneración después de impuestos por hora trabajada) y una legislación laboral muy rígida estrangula las oportunidades para generar nuevos empleos.
  • Tasa de sustitución: Se refiere a la relación entre la pensión media y el salario medio, esto es, qué porcentaje del salario medio actual termina cobrando en forma de pensión un pensionista. A mayor tasa de sustitución, mayor gasto en pensiones sobre el PIB. Esta ratio sí puede depender directamente de la legislación y, en concreto, del método de devengo de las pensiones fijado por la normativa estatal (período de la vida laboral con el que se calcula la base reguladora y número de años necesarios para percibir un determinado porcentaje de esa base reguladora). Fijémonos en que la tasa de sustitución puede caer aun cuando la pensión media crezca en términos absolutos: si los salarios medios aumentan más rápidamente que la pensión media, la tasa de sustitución se ajustará a la baja (y a su vez, la tasa de sustitución también puede aumentar aun con recortes en la pensión media).
  • Peso de la masa salarial sobre el PIB: Cuánto pesan los salarios en el PIB. A mayor peso de la masa salarial en el PIB, mayor tenderá a ser el gasto en pensiones sobre el PIB: la razón es que, dado un volumen de empleo y un determinado salario, cuanta mayor sea la productividad de los trabajadores, mayor será el PIB en relación con esa masa salarial constante. Por ejemplo, si una economía se robotiza mucho, el PIB aumentará sin que lo haga necesariamente la masa salarial, de modo que el gasto en pensiones sobre el PIB disminuirá. El Estado tampoco puede determinar directamente esta ratio, pero sí puede influirla indirectamente: cuanto mayor sea la acumulación de capital, mayor será la productividad del trabajo. Si esas ganancias en productividad van a parar al trabajador, el salario medio aumentará (reduciendo así la tasa de sustitución) si bien el peso de la masa salarial en el PIB también lo hará; si esas ganancias de productividad van a parar al capitalista, el salario medio no aumentará (de modo que la tasa de sustitución no se reducirá), pero el peso de la masa salarial en el PIB sí lo hará.
Actualmente, el gasto en pensiones representa el 10,7% del PIB. La razón es que la tasa de dependencia de los pensionistas es del 31% (aproximadamente, cada tres personas en edad de trabajar han de pagar una pensión); la población en edad de trabajar es 1,79 veces superior a la población que trabaja (es decir, la tasa de empleo es del 55,8%); la tasa de sustitución es del 43,9% (la pensión media equivale a casi el 44% del salario medio); y la masa salarial también representa el 43,9% del PIB. A partir de aquí, ya podemos hacer proyecciones de sostenibilidad.
 Si la edad de jubilación se mantiene en los 67 años, la tasa de dependencia se ubicará en torno al 64% en 2050. Si la tasa de sustitución no cae del actual 43,9%, el gasto en pensiones sobre el PIB dependerá de cómo evolucione el empleo y su productividad. Si somos optimistas y consideramos que la tasa de empleo podrá aumentar hasta el 70% de la población en edad de trabajar sin que se hunda la productividad de los trabajadores (por ejemplo, una masa salarial en torno al 48% del PIB), el gasto pensiones públicas aumentaría por encima del 19% del PIB. Si somos menos optimistas y la tasa de empleo se queda en el 60%, el gasto alcanzará el 22,5% del PIB. Es decir, sin elevar la edad de jubilación o sin reducir la pensión media en relación a los salarios medios, el gasto en pensiones tenderá en cualquier caso a duplicarse.
Por eso el Banco de España considera recomendable elevar la edad de jubilación hasta los 70 años (en cuyo caso la tasa de dependencia en 2050 rondaría el 52%) y recortar las pensiones medias en relación a los salarios medios alrededor de un 40% (dejando la tasa de sustitución en el 25%). En esas condiciones, el gasto en pensiones se ubicaría entre el 9% del PIB (en caso de que la tasa de empleo repunte al 70%) y el 10,5% del PIB (si la tasa de empleo se quedara en el 60%): esto es, el gasto en pensiones sobre el PIB se mantendría en torno a niveles similares a los actuales.
Por supuesto, los habrá que sostengan que la explosión del gasto en pensiones resulta irrelevante, por cuanto siempre pueden incrementarse proporcionalmente los impuestos (ya sean las cotizaciones sociales, el IRPF o los tributos sobre el capital). Pero confiar la sostenibilidad del sistema de pensiones a una fiscalidad muchísimo más agresiva que la actual supone una condena al fracaso, ya que contribuiría a desestabilizar todavía más el lado de los gastos. Por un lado, elevar las cotizaciones sociales o el IRPF reduciría la tasa de empleo: si se arrebata más dinero a los trabajadores, habrá mucha menos gente dispuesta a trabajar tantas horas; además, esa reducción de la oferta laboral sería sobreproporcionalmente mayor entre los trabajadores más cualificados, de modo que el salario medio de la economía tendería a caer (aumentando la tasa de sustitución); por otro, multiplicar los tributos sobre el capital desincentivará el ahorro y la acumulación de nuevos bienes de capital, lo que se traducirá en una menor productividad del trabajador y, por consiguiente, o en menores salarios medios (aumento de la tasa de sustitución) o en una caída de las rentas del capital sobre el PIB (esto es, un aumento del peso de las rentas salariales). A su vez, incrementos forzosos de los salarios que no vayan acompañados de una mayor productividad de los trabajadores sólo provocarán un aumento del desempleo (menor tasa de empleo) y de la participación de los salarios en el PIB. Todas estas vías, pues, aumentarían el gasto en pensiones sobre el PIB todavía más. Por el lado de la multiplicación exponencial de la fiscalidad simplemente nos meteremos en un callejón sin salida con una más que probable condena a la pobreza a trabajadores y pensionistas.
Inevitablemente, pues, habrá que poner coto al crecimiento del gasto en pensiones sobre el PIB. ¿Cómo hacerlo para minimizar el número de ciudadanos negativamente afectados? Primero, reduciendo la tasa de dependencia, ya sea elevando la edad de jubilación o la población en edad de trabajar (más natalidad y mayor inmigración); segundo, incrementando la tasa de empleo, liberalizando el mercado laboral y recortando los impuestos sobre el trabajo; tercero, minorando la tasa de sustitución, ya sea congelando la pensión media (revisar el método de cálculo para que crezca a un ritmo inferior al actual) o aumentando el salario medio mediante ganancias en la productividad; cuarto, aliviar los tributos sobre el ahorro para fomentar una fuerte acumulación de capital hiperproductivo (la famosa “robotización”) que permita aumentar el PIB sin necesidad de incorporar en las empresas tantos trabajadores como antes (pues no los habrá por cuestiones demográficas). Por todas estas vías, podría ponerse coto al estallido del gasto en pensiones y, por tanto, de la Seguridad Social.
Ahora bien, existe una última política que no hemos mencionado y que resulta esencial para que esta reforma resulte verdaderamente exitosa: fomentar el ahorro entre los trabajadores. Si la tasa de sustitución cae (es decir, si el trabajador cuando se jubile termina percibiendo un porcentaje menor del salario que cobraba durante su vida activa), es fundamental que se complemente esa pensión pública relativamente más exigua con un mayor ahorro privado. Ese mayor ahorro privado será, a su vez, el que nutrirá a la economía española de la financiación necesaria para la susodicha acumulación de capital hiperproductivo que habilite crecimientos del PIB sin tanta participación laboral como antes: esto es, los trabajadores-ahorradores deberían convertirse en los propietarios de los nuevos bienes de capital hiperproductivos y cobrar parte de sus pensiones a partir de las rentas (de los beneficios) que éstos generen.
En definitiva, al final la solución con más visos de éxito y de generar menores quebrantos es que nuestro sistema nacional de pensiones vaya pareciéndose cada vez más a un sistema privado de pensiones basado en la capitalización del ahorro. Todo lo demás o son tiros en el pie (subidas masivas de impuestos) o parches para mantener precariamente a flote un barco que se hunde (deterioro de las condiciones de jubilación para disminuir la tasa de dependencia y de sustitución). Pongámonos ya manos a la obra.