Mark Thornton
[Este artículo apareció originalmente en Quarterly Journal of Austrian Economics vol. 8, nº 1 (Primavera de 2005)]
Introducción
El índice de los rascacielos, creado por el economista Andrew Lawrence muestra una correlación entre la construcción de los edificios más altos del mundo con el ciclo económico. ¿Es solo una coincidencia o tal vez los rascacielos causan ciclos económicos? Se proporciona aquí un fundamento teórico de los “efectos Cantillon” para el índice de los rascacielos mostrando cómo los componentes básicos de las construcción e rascacielos como la tecnología, están relacionados con conceptos teóricos clave en economía como la estructura de la producción. Los resultados, empíricos y teóricos, sugieren que la teoría del ciclo económico de la Escuela Austriaca de economía tiene mucho en lo que contribuir a nuestra comprensión de los ciclos económicos, especialmente de los severos.
El rascacielos, esa celebración única del capitalismo secular y sus valores, nos desafía a todos los niveles. Ofrece oportunidades únicas para un agudo análisis en los términos más amplios del arte, la humanidad y la historia del siglo XX. Cuando la crítica queda cautiva de los centros de poder o de las teorías o modas que prevalecen, no dispuestos o capaces de probar el proceso y sus resultados, algo importante ha ido mal con una de las fuerzas estabilizadoras y equilibradoras de una sociedad madura. (Huxtable 1992, p. 120)
En la recalentada especulación de la década de 1920, al aumentar los precios de los terrenos, las torres se hicieron cada vez más altas. ¿O debería decirse al contrario: al hacerse más altos los rascacielos, aumentaron los precios de los terrenos? Las variables que contribuyeron a los ciclos inmobiliarios eran aún más complejas que el problema del huevo y la gallina. (Willis 1995, p. 88)
El rascacielos es la gran contribución arquitectónica a la sociedad capitalista moderna y es incluso una de las normas de los superhéroes del siglo XX, pero nadie lo había conectado realmente con la quintaesencia de la historia capitalista moderna: el ciclo económico. En 1999, el economista Andrew Lawrence creó el “índice de los rascacielos” que supuestamente demostraba que la construcción de los rascacielos más altos coincidía con los ciclos económicos, de donde dedujo que la construcción del edificio más alto del mundo es un buen indicador para datar la aparición de grandes recesiones económicas. Lawrence describía a su índice como una “correlación poco saludable de 100 años”.
La capacidad del índice de predecir colapsos económicos es sorprendente. Por ejemplo, el Pánico de 1907 fue presagiado por la construcción del Edificio Singer (completada en 1908) y el Edificio Metropolitan Life (completada en 1909). El índice de los rascacielos también predijo adecuadamente la Gran Depresión con la terminación de la 40 Wall Tower en 1929, el Edificio Chrysler en 1930 y el Empire State Building en 1931. Hay, sin embargo, importantes excepciones en capacidad de predecir del índice, así que la primera pregunta es: ¿cómo de bueno es el índice de los rascacielos como predictor?
Segundo, ¿cuál es la naturaleza de la relación entre construcción de rascacielos y ciclo económico? Indudablemente, construir el edificio más alto del mundo no causa un colapso económico, pero también está claro que hay relaciones económicas entre auges en la construcción y declives financieros. ¿Qué conexiones teóricas pueden establecerse entre construcción de rascacielos y ciclo económico? Andrew Lawrence apuntaba el exceso de inversión, la expansión monetaria y la especulación como posibles fundamentos del índice, pero no investiga estos asuntos. Con la destrucción de las Torres del World Trade Center y la creciente amenaza del terrorismo, el índice de los rascacielos puede haber perdido ya su utilidad para predicciones futuras,[1] pero aunque fuera así, la relación teórica entre construcción de rascacielos y ciclo económico puede seguir siendo útil para mejorar nuestra comprensión de los ciclos económicos y la teoría económica que subyace en estos.
Para examinar mejor la relación, se examina y compara las evidencias en apoyo del índice de los rascacielos con la fiabilidad de otros indicadores del mercado. Se concluye que la capacidad de la mayoría de los indicadores del mercado es débil, mientras que la capacidad del índice de los rascacielos de predecir cambios importantes en el ciclo económico es fuerte. La relación general entre el ciclo económico y la construcción de rascacielos se examina con respecto al papel de los “efectos Cantillon” en los ciclos de rascacielos. Las características únicas y distinguibles de alternativas anormalmente grandes en el ciclo económico, manifestadas en los récords de rascacielos, se muestran entonces como características no comunes de la mayoría de las teorías del ciclo económico y una característica única de la teoría del ciclo económico de la Escuela Austriaca. Por fin, los datos que relacionan a los rascacielos más altos del mundo con los ciclos económicos se reexamina para evaluar las predicciones incorrectas del índice y como consecuencia, el índice muestra ser más preciso de lo que se pensaba antes.
¿Predicen los rascacielos?
Lawrence (1999a) fue aparentemente el primero en hacer la afirmación de que la construcción del edificio más alto del mundo estaba relacionada con la inminente crisis financiera aunque el tema de los rascacielos más importantes del mundo y su relación con las crisis económicas también es importante en Grant (1996). Lawrence demostraba que en casi todos los casos la iniciación de la construcción de un nuevo rascacielos que batiría récords precedía a importantes correcciones financieras y confusión en las instituciones económicas. Por lo general, el proyecto de rascacielos se anuncia y la construcción empieza durante la última fase del auge en el ciclo económico: cuando la economía está creciendo y el desempleo es bajo. A esto le sigue una fuerte recesión en los mercados financieros, recesión o depresión económica y grandes aumentos en el desempleo. Así que el rascacielos se completa durante la primera fase de la corrección económica, salvo que dicha corrección se haya revelado lo suficientemente pronto como para retrasar o para los planes de construcción. Por ejemplo, el Edificio Chrysler de Nueva York fue concebido y diseñado en 1928 y la primera piedra se puso el 19 de septiembre de 1928. El “martes negro” se produjo el 29 de octubre de 1929, marcando el inicio de la Gran Depresión. La ceremonia de inauguración del Edificio Chrysler se produjo el 28 de mayo de 1930, siendo el edificio más alto del mundo.
La prensa económica informó positivamente acerca de las conclusiones de Lawrence, pero no con mucha resonancia. Investors’ Business Daily parecía simpatizar algo con sus “impresionantes” evidencias, pero preguntaba “¿Cómo podía producir algo malo construir el rascacielos más alto del mundo? Después de todo, más es mejor. Tener el edificio más alto de la tierra puede ser una fuente de orgullo nacional” (Investors’ Business Daily 1999). También Barron’s fue positiva, pareciendo estar de acuerdo en que era una “excelente herramienta de predicción de desequilibrios económicos y financieros” (Pesek 1999a). Business Week también hacía mención del índice de los rascacielos, aunque los primeros y más preocupados reportajes sobre el índice vinieron del Far Eastern Economic Review, que apuntaba que China estaba planeando batir el récord del edificio más alto del mundo y construir tres de los 10 edificios más altos del planeta en 2010.[2]
La razón de la respuesta bastante apagada al índice de los rascacielos es que la mayoría de los “indicadores” no han conseguido mantenerse robustos y no han pasado la prueba del tiempo. De hecho, el índice de los rascacielos no ha predicho todos los grandes colapsos económicos como las depresiones de 1920-21, 1937-38 y 1981-82 y ha predicho colapsos económicos cuando las recesiones fueron relativamente suaves, como en 1913 y principios de la década de 1970. El índice puede fácilmente convertirse en obsoleto debido a factores como el terrorismo y la naturaleza evolutiva de la economía. Se han propuesto numerosos indicadores para ayudarnos a predecir el ciclo económico y los mercados bursátiles. Por ejemplo, el indicador de la Super Bowl predice que si un equipo de la National Football Conference (la antigua NFL) derrota al equipo de la American Football Conference en el partido de la Super Bowl, debería ser un buen año para el mercado bursátil y por tanto una buen año para la economía. Es un caso clásico de indicador “coincidente” en el que la relación estadística es meramente una coincidencia.[3] Hay indicadores de temporada, como el efecto enero, que tiene solo enlaces causales dudosos, e indicadores políticos relacionados con la teoría política del ciclo económico que asimismo hace sugerencias respecto de cuándo y cómo funcionarán la economía y el mercado bursátil. Los principales indicadores con buenos enlaces causales con la economía incluyen la curva invertida de rendimientos y el índice de principales indicadores económicos, en su momento la bola de cristal oficial de la economía que últimamente ha tenido mayores dificultades en predecir adecuadamente los cambios en la economía. De hecho, el coste y dificultades de mantener el índice llevó en años recientes a su privatización.[4] El economista Richard Roll explicaba que dichos indicadores solo tienen un valor fluctuante para la inversión en el mundo real:
No soy solo un académico sino asimismo un hombre de negocios (…) podríamos sin duda hacerlo mucho mejor para nuestros clientes en el negocio de gestión monetaria de lo que lo estamos haciendo. He tratado personalmente de invertir dinero, el mío y el de mis clientes, en todo dispositivo de anomalías y predictivo que haya se haya pensado en la universidad (…) He intentado explotarlas llamadas anomalías de fin de año y toda una gama de estrategias supuestamente documentadas por la investigación académica. Y aun no que conseguido ganar ni un solo níquel en cualquiera de estas supuestas ineficiencias del mercado. (Roll 1992, pp. 29-30)
Los problemas con los indicadores son muchos. Algunos tienen un mal historial de predicciones, mientras que otros lo tienen bueno pero sin ninguna justificación económica (por ejemplo, el indicador de la Super Bowl) y por tanto ofrecen poca confianza en que el historial no sea simplemente una anomalía estadística. Otros indicadores ofrecen señales confusas, como el efecto enero, que puede basarse tanto en el rendimiento del mercado bursátil (¿cuál?) durante la primera semana de enero o durante todo el mes. Se dice que el efecto enero sufre por el hecho de que una vez que todos conocen el efecto, este se anticipa y por tanto ya no ofrece un consejo o idea inversora fiable para la economía. En consecuencia, esos indicadores no tienen un historial mucho mejor en predecir el ciclo económico que los economistas profesionales.
El índice de los rascacielos, por el contrario, sí tiene un buen historial en predecir recesiones importantes en la economía. Este índice es un importante indicador económico en el sentido de que el anuncio de planes de construcción prevé la llegada de la recesión económica. Ha habido cuatro grandes auges en los rascacielos en el siglo XX entreverados con periodos de relativa normalidad y ciclos económicos menos graves. La Tabla 1 muestra la historia de los edificios más altos del mundo que demuestra que cualquier gran recesión económica estuvo asociada con la construcción de los rascacielos más altos del mundo. Una perspectiva mejorada visualmente de esta historia se proporciona en el Gráfico 1.
Tabla 1: Edificios más altos del mundo
| |||||
Acabado | Edificio | Ubicación | Altura | Pisos | Crisis económica |
1908 | Singer | Nueva York | 187 m. | 48 | Pánico de 1907 |
1909 | Metropolitan Life | Nueva York | 213 m. | 50 | Pánico de 1907 |
1912 | Woolworth | Nueva York | 241 m. | 57 | —— |
1929 | 40 Wall Street | Nueva York | 283 m. | 71 | Gran Depresión |
1930 | Chrysler | Nueva York | 319 m. | 77 | Gran Depresión |
1931 | Empire State | Nueva York | 381 m. | 102 | Gran Depresión |
1972/73 | World Trade Ctr. | Nueva York | 417 m. | 110 | Estanflación 1970 |
1974 | Torre Sears | Chicago | 442 m. | 110 | Estanflación 1970 |
1997 | Torres Petronas | K. Lumpur | 452 m. | 88 | Asia Oriental |
2012 | Shanghai | Shanghai | 487 m. | 94 | ¿China? |
El primer ciclo de rascacielos se produjo entre 1904 y 1909 e incluyó al convertirse el Edificio Singer en el más alto del mundo cuando se completó en 1908 y al edificio Metropolitan Life estableciendo un nuevo récord en 1909. El pánico de 1907 se produjo en un tiempo en el que los factores de temporada relacionados con las cosechas de otoño coincidieron con factores cíclicos en dinero y crédito. Se convirtió en pánico financiero cuando un banco regulado bajo el sistema de Banca Nacional rechazo dar fondos al Knickerbocker, un trust no regulado. El resultado fueron corridas bancarias extendidas y una de las recesiones más agudas en la historia económica estadounidense. Este episodio es particularmente importante de una continua relevancia porque se considera un acontecimiento clave en la aprobación de la Ley de la Reserva Federal en 1913. El pánico se considera generalmente que se había producido por problemas asociados con la estructura y regulación del sistema de Banca Nacional. La solución adoptada fue aumentar el tamaño y poder regulatorio del gobierno nacional en asuntos de moneda y banca, aunque en años recientes algunos economistas han cuestionado si era la respuesta apropiada.[5]
Gráfico 1: Rascacielos y crisis económica
Dejando aparte el Edificio Woolworth, que en principio no parece cumplir el patrón general en el análisis de Lawrence, el segundo episodio de los edificios más altos del mundo se produjo en vísperas de la Gran Depresión. Tres rascacielos de récord se anunciaron durante el final de la década de 1920, cuando el auge del mercado bursátil se veía unido a auges en construcción residencial y comercial. En 1929 se completó el rascacielos en 40 Wall Street con 71 pisos, seguido pro el Edificio Chrysler en 1930 con 77 pisos y el Empire State Building en 1931 con 102 pisos. Está claro que hubo un auge orientado por el capital en la construcción de edificios cada vez más altos antes de la Gran Depresión.
Los economistas han ofrecido muchas explicaciones distintas para la Gran Depresión y Robert Lucas (1987) ha llegado a afirmar que desafía a cualquier explicación. Lo que debería estar claro es que hubo aumento significativo en las existencias de dinero entre la fundación de la Reserva Federal y el estallido del mercado bursátil, una importante restructuración en la banca y en la regulación bancaria, un importante declive en la oferta de dinero después del crash, un número grande de quiebras bancarias y una variedad de otros factores importantes que contribuyeron a la iniciación y duración de la depresión, incluyendo el arancel Smoot-Hawley y el New Deal.
El tercer gran ciclo de récords en rascacielos se produjo al inicio de la década de 1970. De nuevo la economía venía de un auge fuerte y sostenido en la actividad económica durante la década de 1960. La recesión económica de 1970 marcó el inicio de más de una década en la que la economía luchó contra la inflación y la recesión, así como contra instituciones y mercados trastocados. De 1970 a 1982, la economía estadounidense sufrió estanflación, severas recesiones profundas y altos niveles en el índice de miseria (tasa de inflación + tasa de desempleo). Mientras se iban abandonado los últimos vestigios del patrón oro y estaba desintegrándose el sistema de Bretton Woods, los trabajadores de la construcción en Nueva York y Chicago estaban ocupados construyendo el nuevo grupo de edificios más altos del mundo. Rompiendo récords establecidos en los primeros tiempos de la Gran Depresión, el One World Trade Center se completó en 1972 y el Two World Trade Center se completó en 1973, ambos con 110 pisos. En Chicago, la Torre Sears se completó en 1974, teniendo también 110 pisos, pero llegando a una altura de 442 metros, comparada con los 417 metros de las Torres del World Trade. De nuevo los economistas fracasaron en predecir la recesión en la economía, no proporcionaron una buena explicación de los problemas económicos y no proporcionaron remedios eficaces para los problemas económicos del momento. Aunque se produjeron altos precios en el petróleo después de que la economía empezara su contracción, había nacido la teoría de las “sacudidas de oferta”.[6]
El cuarto ciclo dio paso a la crisis económica de Asia Oriental. Los países del Pacífico como Hong Kong, Malasia, Singapur, Vietnam y Corea del Sur experimentaron un importante crecimiento económico durante las décadas de 1980 y 1990.
Con la economía más importante de la región, Japón, en recesión y estancamiento durante buena parte de la década de 1990, los “tigres asiáticos” se consideraron economías milagrosas porque fueron fuertes y duraderas a pesar de ser pequeñas y vulnerables. Las Torres Petronas se completaron en Kuala Lumpur, Malasia, en 1997, estableciendo un nuevo récord para el edificio más alto del mundo en 452 metros, batiendo el récord anterior en 10 metros (las dos torres solo tienen 88 pisos de altura, comparadas con los 110 de los gigantes construidos a principio de la década de 1970). Señalaron el inicio de una extremada caída en el mercado bursátil de Malasia, una rápida depreciación de su divisa y un extendido desorden social. Los problemas financieros y económicos se extendieron a las economías de toda la región, un fenómeno conocido como el “contagio asiático”.
El patrón común en estos cuatro episodios históricos contiene las siguientes características. Primero, un periodo de “dinero fácil” lleva a una rápida expansión de la economía y a un auge en el mercado bursátil. En particular, la relativamente sencilla disponibilidad de crédito alimenta un aumento sustancial en gastos de capital. Los gastos de capital fluyen en dirección a nuevas tecnologías que a su vez crean nuevas industrias y transforman algunas de las existentes respecto de su estructura y tecnología. Es entonces cuando se empiezan los edificios más altos del mundo. En algún momento posterior, información negativa enciende un comportamiento de pánico en mercados financieros y hay un declive en el precio relativo de los bienes de capital fijo. Finalmente, aumenta el desempleo, particularmente en industrias intensivas en capital y tecnología. Aunque este análisis se concentra en la economía de EEUU, el impacto de estas crisis se ha sentido a menudo fuera de la economía doméstica.
Sería muy fácil rechazar el índice los rascacielos como pronosticador del ciclo económico, igual que se han rechazado otros indicadores e índices. Sin embargo, el rascacielos tiene muchas de las características que desempeñan papeles esenciales y varias teorías del ciclo económico. Son estas características las que hacen de los rascacielos, especialmente la construcción de los edificios más altos del mundo, una señal destacad del ciclo económico del siglo XX: el patrón recurrente del error empresarial que tiene lugar en la fase de auge que se revela posteriormente durante la fase de declive. En el siglo XX, el rascacielos ha reemplazado a la fábrica y el ferrocarril, igual que los sectores de información y servicios han reemplazado a la industria pesada y las manufacturas como sectores dominantes de la economía. El rascacielos es el nexo crítico de la administración del moderno capitalismo y comercio global en el que las decisiones se toman y transmiten a través del sistema capitalista y en el que los comerciantes se comunican e intercambian información y bienes, interconectándose con la red de telecomunicaciones. Por tanto no debería ser sorprendente que el rascacielos sea importante manifestación del ciclo económico del siglo XX, igual que canales, ferrocarriles y fábricas lo fueron en tiempos anteriores.
Efectos Cantillon en rascacielos
Los efectos Cantillon reciben su nombre por su descubridor, Richard Cantillon, que es considerado por muchos como el primer teórico económico y, en particular, fue el primero en demostrar que los cambios en la oferta monetaria y el crédito tienen impactos importantes en la economía al cambiar los precios relativos.[7] Cantillon demostró que un aumento en la oferta de dinero causaría una expansión económica, pero que al final el proceso se autoinvertiría al aumentar los precios e incrementarse las importaciones, enviando el dinero de nuevo fuera de la economía. Cantillon demostró además que la inflación monetaria no afecta por igual o al mismo tiempo a todos los precios, sino en secuencias que dependen del comportamiento en el gasto de los tenedores de dinero a lo largo de los canales de los flujos monetarios. Estas ideas fueron adoptadas y extendidas por Knut Wicksell, Ludwig von Mises y F.A. Hayek y más recientemente por McCulloch (1981) y Garrison (2001).
Los efectos Cantillon son los cambios fundamentales reales en la asignación de recursos que resultan de cambiar los precios relativos entre el tiempo de creación del nuevo dinero y el completo ajuste al aumento en la oferta. Para Cantillon, un aumento en el dinero material, como la plata, aumentaría el empleo y los precios. Impondría “ahorros forzosos” y menores rentas reales sobre aquellos cuya renta no haya cambiado debido a la inflación monetaria, llevando posiblemente al desempleo o la emigración. Si la oferta monetaria aumentara debido a un superávit en la balanza de pagos, entonces el dinero adicional podría causar un aumento en las manufacturas o la expansión en cualquier cosa en que los nuevos tenedores de dinero decidan gastarlo.
Más importante es que la oferta de dinero puede tener efectos en el tipo de interés y repito que el efecto dependerá de cómo entre el dinero en la economía. Por un lado, si llega a las manos de los prestatarios o prestamistas tradicionales, como los promotores inmobiliarios, el tipo de interés inicialmente caería. Esto es similar a la teoría austriaca del ciclo económico en la que cuando los bancos expanden la oferta monetaria y rebajan el tipo de interés por debajo de que podía haber sido, los prestatarios invierten en proyectos de capital a más largo plazo. Por otro lado, si el dinero llega a manos de los consumidores, el tipo de interés podría aumentar al intentar los suministradores atender la nueva demanda de bienes. En la perspectiva austriaca, los cambios en el tipo de interés cambian el precio relativo entre proyectos de capital a largo plazo y proyectos de capital a corto plazo. Una rebaja de los tipos de interés aumenta los precios de los bienes de capital a plazo más largo en relación con los bienes de capital a plazo más corto.
En respuesta al cambio en los precios relativos, se asignan más recursos a bienes de capital a largo plazo. Al contrario que otros aspectos del proceso de autoajuste del mercado, como dinero, tierra, trabajo y bienes de capital a corto plazo o intermedios, estos recursos se convierten en suspendidos o fijos en bienes de capital fijos a largo plazo. Estos recursos se formulan en un bien de capital altamente específico que puede que no esté bien ajustado a los procesos de producción alternativos de la economía posterior al ajuste. En consecuencia, todo el ajuste en estos bienes de capital fijos a largo plazo debe provenir de un cambio en el precio y esto conllevará grandes pérdidas y posibles quiebras por parte delos dueños de estos bienes de capital. En la medida en que se extiendan estos tipos de ajustes, plantean una amenaza para los mercados de capitales y el sistema bancario.
El efecto Cantillon funciona de forma muy parecida al efecto Alchian y Allen, una aplicación sencilla de la teoría del precio, el pan y la sal del análisis económico.[8] Los economistas Armen Alchian y Richard Allen respondían a la pregunta: ¿Por qué se envían las manzanas de alta calidad fuera de las regiones de cultivo de manzanas, dejando solo manzanas de peor calidad en el mercado local? Explican que el coste de transportar manzanas del estado de Washington cruzando el país es una tarifa “plana” por cajón de manzanas. Esta tarifa rebaja el precio relativo de las manzanas de mayor calidad para consumidores de estados no productores y lo aumenta en los estados productores. Si una manzana de alta calidad cuesta 1$ y una de calidad media cuesta 50¢, entonces el precio relativo e de 2 por 1. Si se cobra una tarifa de transporte de50¢ por manzana, entonces los precios son de 1,50$ para la alta calidad y de 1,00$ para la calidad media y por tanto el precio relativo de las manzanas de alta calidad cae de 2 a 1 hasta 1,5 a 1. En Washington, el consumidor debe renunciar a 2 manzanas de calidad media cuando compra una 1 manzana de alta calidad, pero en regiones no productoras el consumidor solo tiene que renunciar a 1,5 manzanas de calidad media. Por tanto, el cambio en los precios relativos explica por qué la mayoría de las manzanas de alta calidad se llevan fuera, dejando a los mercados locales manzanas de calidad inferior. Lo mismo pasa con otros productos como los bogavantes de Maine y las patatas de Idaho, una consecuencia ahora conocida como efecto Alchian y Allen. El impacto de los cambios en los precios relativos ha demostrado ser un resolutor útil de problemas en áreas fuera del supermercado.[9]
Los cambios en los precios relativos afectan también al tipo de bienes de capital producidos. La economía moderna tiene una gran dificultad para ocuparse de lo bienes de capital del mundo real y los economistas de la corriente principal han tenido muchos problemas al ignorar la heterogeneidad del capital y en buena medida en contabilizar o sumar lo que de todas formas son cosas distintas y únicas como rascacielos, fábricas y operaciones mineras. Tratar a los bienes de capital como bienes homogéneos que puedan contarse ha facilitado mucha de la teorización neoclásica, pero es asimismo un punto ciego importante para los economistas neoclásicos cuando los asuntos y las respuestas se encuentran en la heterogeneidad del capital. Sin embargo, se han hecho algunas incursiones para corregir este punto ciego y considerar la heterogeneidad del capital como tema central. Por ejemplo, Goolsbee (1998) aplicó el efecto Alchian-Allen al caso de las subvenciones fiscales para compras de bienes de capital y descubrió que esas subvenciones inducen a los compradores a adquirir maquinaria más cara, en lugar de mayores cantidades de bienes de capital. Básicamente, las subvenciones fiscales permiten a los compradores sustituir los gastos no subvencionados, como formación y mantenimiento futuro, por calidad subvencionada fiscalmente, inclinando así la balanza de los precios relativos en favor de bienes de capital de mayor calidad. Con esta orientación a muy corto plazo, los bienes de capital no cambian, solo su composición y hay un gran peso muerto perdido asociado con la subvención fiscal.
Aunque esta aplicación es sin duda un ejemplo del impacto de los cambios en los precios relativos sobre la asignación del capital, no se ocupa de la orientación a plazo más largo de cambios en el lado de la producción de la economía. En efecto, Goolsbee se ocupa de la cuestión de la cuestión de lo bien que se venden dos sartenes de distintas cualidades cuando se someten a un descuento del 10%, pero no de si aparecerán nuevas sartenes de alta tecnología o si la producción tendrá lugar en el garaje del suministrador o en una enorme fábrica con computadoras y robots haciendo buena parte del trabajo. Lo productivo e “indirecto” que sea el proceso de producción dependerá esencialmente de qué bienes de capital se seleccionen y construyan.
El rascacielos se considera una forma de arte, pero su construcción es esencialmente un negocio que debe prestar atención a incentivos y limitaciones y por tanto puede esperarse que la construcción de rascacielos siga de cerca de cambios incluso pequeños en los precios relativos. Al revisar artísticamente los primeros rascacielos, Huxtable (1992, pp. 23-24) apuntaba:
Esencialmente, el primer rascacielos es un fenómeno económico en el que el negocio era el motor de la innovación. El patrocinador era el banquero de inversión y la musa era la eficiencia del coste. El diseño estaba ligado a la ecuación del negocio y el estilo era secundario respecto de los factores principales de inversión y uso (…) Las prioridades de los hombres que crearon estos edificios eran economía, eficiencia, tamaño y velocidad.
Esto no quiere decir que los primeros rascacielos no tengan mérito artístico o que las posteriores estructuras no mejoraran artísticamente, sino todo lo contrario. Sin embargo, los rascacielos posteriores a la Primera Guerra Mundial continuaron destacando los beneficios y la tecnología. El primer rascacielos utilizaba la tecnología existente y era considerado un motor de innovación. Incluso en tiempos modernos, el diseño continúa creciendo y evolucionando, pero la “justificación estructural para esa alta estructura es técnica y económicamente inevitable”.[10] Para Huxtable (1992, p. 105) “La arquitectura sencillamente no importaba (…) Con lamentablemente pocas excepciones, los rascacielos de Nueva York nunca buscaron otra cosa que dinero”. Y aunque la tecnología es indudablemente una faceta impresionante de los rascacielos, debería recordarse que la importante tecnología de los primeros “rascacielos” a finales del siglo XIX ya estaba disponible antes de la Guerra de Secesión y los principios estructurales básicos “de los edificios altos, desarrollados con el cambio de siglo han permanecido esencialmente iguales”.[11] Deben considerarse arte, tecnología, regulaciones públicas e incluso egos, pero el rascacielos es esencialmente un cautivo de las fuerzas y motivos económicos. Por tanto, cuando se preguntaba a los arquitectos qué hacía falta para el “superrascacielos”, se consideraban primordiales las fuerzas económicas o, como decía dócilmente Robert Sobel:”Creo que hay fuerzas financieras trabajando para hacer que pase esto”.[12]
Los cambios en el tipo de interés (el precio relativo entre bienes de consumo y bienes de capital) pueden tener tres efectos Cantillon distintos en los rascacielos. Los tres efectos se refuerzan y todos están entrelazados para la transformación de la economía hacia procesos de producción más indirectos. Cuando se reduce el tipo de interés, los tres efectos contribuyen al deseo de construir estructuras más altas. Los edificios más altos del mundo se construyen generalmente cuando hay una divergencia sustancial entre el tipo de interés real y el tipo de interés natural, cuando el tipo de interés real está por debajo de tipo natural como consecuencia de la intervención pública. Cuando aumenta el tipo de interés, todos los efectos financieros reducen el valor de las estructuras existentes y la demanda de construcción de estructuras altas y, cuando se combinan con una actividad económica deprimida, el deseo de construir en general.
El primer efecto Cantillon es el impacto del tipo de interés en el valor del terreno y el coste de capital. Un tipo de interés más bajo tiende a aumentar el valor del terreno, especialmente en los distritos empresariales del centro de las grandes ciudades. El valor de los terrenos sube porque los tipos de interés más bajos reducen el coste de oportunidad o el precio total de poseer terrenos. Tratando al tipo de interés como una causa exógena, una reducción en este aumentará la demanda de terrenos y generará un aumento en los precios de los terrenos. Sin embargo, lo esencial de los terrenos es “ubicación, ubicación, ubicación”, así que el tipo de interés tendrá efectos diferenciados sobre los precios de los terrenos.
Cuando está cayendo el tipo de interés, los terrenos más apropiados para establecer métodos de producción a plazo más largo, más intensivos en capital y más indirectos aumentarán más de precio en relación a terrenos para métodos de producción a plazo más corto y más directos. Como los precios de los terrenos generalmente aumentan, también aumenta el rendimiento de cualquier porción de terreno que haga rentable su propiedad. Combinado con un menor coste del capital producido por un tipo inferior de interés, los propietarios de terrenos buscarán construir estructuras más intensivas de capital y, marginalmente, esto causará que los terrenos de dediquen a usos alternativos. En el distrito de los negocios del centro, esto significa un uso más intensivo de los terrenos y por tanto edificios más altos. Simplificado, precios más altos para los terrenos reducen la relación de coste por planta de edificios altos frente a bajos y por tanto crea el incentivo para construir edificios más altos para distribuir el coste de los terrenos sobre un mayor número de plantas. Los tipos más bajos de interés también reducen el coste del capital, que facilita la capacidad de construir más alto. Así que costes más altos de los terrenos llevan a edificios más altos.[13]
El segundo efecto Cantillon de los tipos de interés más bajos es el impacto en el tamaño de la empresa. Un menor coste de capital anima a las empresas a crecer en tamaño y a convertirse en más intensivas en capital y a aprovechar las economías de escala. La producción y distribución se harán más especializadas y tendrán lugar sobre un territorio más amplio. En lugar de ser un granjero criando vacas y produciendo leche para el mercado local, las grandes empresas criarán una mayor cantidad de ganado, enviaran leche cruda a plantas procesadoras y enviarán productos lácteos procesados a los lugares de distribución mayorista y minorista. La fabricación de productos lácteos se hace más indirecta, pero también más productiva. Como parte de este proceso de producción más indirecto, las empresas crean oficinas centrales, así como oficinas de mercadotecnia dentro del territorio de su mercado. Esto aumenta la demanda de espacio de oficina en los distritos de negocios del centro. Esta demanda a su vez genera rentas y estimula la construcción de más y más altos edificios de oficinas dentro del distrito del mercado central.
El tercer efecto Cantillon es el impacto en la tecnología de construcción de edificios más altos. Inevitablemente, los rascacielos que baten récords requieren innovaciones y aplicación nuevas y no intentadas de la tecnología. Los edificios que alcanzan nuevas alturas plantean numerosos problemas de ingeniería y tecnología relacionados con asuntos como crear unos cimientos suficientemente fuertes, ventilación, calefacción, refrigeración, iluminación, transporte (ascensores, escalera, estacionamiento), comunicaciones, energía eléctrica, fontanería, resistencia al viento, integridad estructural, protección contra incendios y seguridad en el edificio. También hay una serie de asuntos “públicos” relacionados con aumentos en la densidad del empleo producidos por estructuras altas, como la congestión en los transportes y las preocupaciones medioambientales.[14] Más allá de la mera tecnología que lleva a construir los edificios más altos del mundo, toda viga, cañería o hueco vertical en un edificio resta espacio rentable en cada planta construida y cuantos más pisos tenga la estructura, mayor será la capacidad requerida de cada sistema en el edificio, ya sea fontanería, ventilación o ascensores. Por tanto hay un tremendo deseo de innovar con la tecnología con el fin de ahorrar en el tamaño de los sistemas del edificio o aumentar la capacidad de esos sistemas. Por tanto, al aumentar la altura de la construcción, los suministradores deben volver a la mesa de dibujo y reinventarse a sí mismos, a sus productos y a sus procesos de producción.
Los tres efectos Cantillon que resultan de tipos de interés más bajos están, por supuesto, interrelacionados y ser refuerzan entre sí. Generalmente se reconoce a los tres por parte de los implicados en la construcción de grandes edificios de oficinas, incluyendo a arquitectos, banqueros, contratistas, especialistas de diseño, ingenieros, empresarios, especialistas en finanzas como corredores de bonos, reguladores públicos y los propios arrendatarios. Además de la ubicación y prestigio del lugar de un rascacielos, los arrendatarios dan mayor valor a un espacio de trabajo con mejor luz, vistas y oportunidades de relación.[15] Tipos de interés más altos desaniman la construcción e edificios más altos y la construcción en general porque el capital es más escaso y el terreno tiene menos demanda y está disponible a precios más bajos. Las estructuras existentes experimentan dificultades financieras relacionadas con los efectos Cantillon, como mayores costes de obtención de préstamos, menor valor de activos de capital y una disminución en la demanda de espacio de oficinas. Las empresas dedicadas a la construcción de oficinas y sus proveedores afrontan una disminución en la demanda de sus servicios, cuyo impacto recae más duramente en aquellas empresas que se especializan en la producción de los edificios más altos. No es atípico que los propietarios de esos edificios y los constructores de esos complejos proyectos de producción vayan a la quiebra durante las recesiones económicas.
El tipo de interés es lo que hace, en parte, que el negocio de la construcción sea un negocio tan especulativo. Los constructores de casas construyen “casas sobre plano” y afrontan el riesgo de encontrar un comprador a un precio rentable. Los promotores crean edificios de oficinas especulativos, que, al contrario que muchas oficinas centrales corporativas, son inversiones que se basan en un flujo incierto de rentas. Separar a los ganadores de los perdedores no es tanto una cuestión de avaricia como de tiempo. Carol Willis (1995, p. 157) explicaba la diferencia entre los tiempos normales y los tiempos de auge.
En tiempos normales, cuando los costes de terrenos, material y construcciones son predecibles, los promotores utilizan fórmulas bien conocidas para estimar la economía de un proyecto. Estos cálculos se basan en el concepto de la capitalización de la renta neta. Este valor tiene en cuenta la renta neta durante treinta o cuarenta año (…) las fórmulas convencionales del mercado y el concepto de altura económica eran muy conocidos y seguidos en el sector. La mayoría de la construcción especulativa no era arriesgada, sino que era reservada en sus cálculos y respondía mucho a los deseos del mercado.
Todos los cálculos normales que ayudan a conseguir beneficios y evitar pérdidas no son, sin embargo, fiables durante la fase de auge del ciclo económico. Como explicaba Willis (1995, p. 157-158):
En los auges, la llamada base racional de loa valores de los terrenos se desdeña y la respuesta a la pregunta “¿Cuál es el valor de los terrenos?” se convierte en “Lo que cualquiera esté dispuesto a pagar”. Algunos especuladores estiman el valor sobre nuevas suposiciones de rentas superiores; otros sencillamente planean vender una propiedad para un beneficio rápido (…) Pero debido al carácter cíclico del sector inmobiliario, los plazos de un proyecto son cruciales para su éxito y la cantidad que se gane en rentas o venta de una propiedad depende de cuándo se termine o llegue al mercado dentro del ciclo.
La construcción del edificio más alto del mundo ha sido un asunto de plazos particularmente malos por parte de empresarios e incluso si hubieran sido capaces de conseguir suficientes arrendatarios delos rentistas restantes, el problema económico para la sociedad es que se han perdido recursos valiosos en el proceso de construir edificios que son malas inversiones y están infrautilizados.[16] Sin embargo, no es la fórmula de los empresarios la que falla, sino un fracaso de todo el sistema que se ha producido periódicamente a lo largo del siglo XX y antes, conocido como ciclo económico. Hoyt (1933) creía que el ciclo económico era un “movimiento de un orden definido” que duraba, de media, 18 años, de pico a pico. Pero Willis (1995, p. 159) apuntaba el asunto clave respecto de los rascacielos:
De hecho, una pregunta clave es que si su patrón es tan previsible, ¿por qué no ve la gente el inevitable declive? Este acertijo puede quizás responderse viendo más de cerca las dinámicas de la especulación y un típico desarrollo de un rascacielos.
Hoyt sugería que el ciclo es suficientemente largo para la gente como para que olvide las lecciones del ciclo previo y por no tanto no sea capaz de aplicarlas al siguiente. Sin embargo, el ciclo constructivo es mucho más volátil de lo que sugeriría su media de 18 años y el sector de la construcción está afectado por otros ciclos de duración más corta. Junto con el impacto de las condiciones económicas locales y la intervención pública, la combinación pierde cualquier utilidad del simple conocimiento de que existan los ciclos económicos. Como apuntaba Willis (p. 164):
Después del colapso de un mercado inflado, es fácil mirar atrás a los graves errores de juicio que precedieron a un crash, pero los indicadores básicos de la economía de los veinte parecían prometer un crecimiento sin impedimentos. La demanda acumulada de espacio de oficinas después de la Primera Guerra Mundial, la cifra creciente de trabajadores de cuello blanco y el aumento medio por persona de espacio de oficina alimentaron al sector constructivo. Cada año, los resúmenes de las cifras anuales de construcción reportaban cifras récord.
Willis si identificó correctamente esa “fácil financiación que subyace a todos los auges”, pero esto no responde a su acertijo, por que financiación fácil y tipos bajos de interés están asimismo en el centro del verdadero crecimiento económico. El problema del empresario es que los cálculos de beneficios no pueden mostrar con seguridad si los tipos de interés permanecerán bajos y los proyectos tienen éxito (crecimiento económico) o si los tipos subirán y los proyectos fracasarán (ciclo económico). Parece que solo el tiempo lo diría. Además, debería quedar claro que los tipos bajos de interés y la “financiación fácil” son términos no definidos sobre la base de sus magnitudes, sino en relación con sus tipos y niveles naturales, basados en el ahorro, que no es conocido u observable. Los aumentos en la oferta monetaria tenderán a generar aumentos en el gasto en construcción, pero los tipos nominales de interés (el tipo más visible) tienden a cambiar con los movimientos en el gasto en construcción (Barth et al., 1988). Puede que el ciclo económico tenga en realidad un patrón predecible, pero sus plazos y magnitud pueden estar más allá de la percepción humana racional. Construir en exceso por parte del sector de la construcción no es un problema de dicho sector por sí mismo, sino un problema de exceso de financiación y de algún tipo de distorsión causada por el gobierno. Por ejemplo, Hendershott y Kane (1992, pp. 61-69) llegan a las siguientes conclusiones respecto del auge de la construcción de la década de 1980:
¿Por qué construyó nuestra nación tanto en exceso y durante tanto tiempo? La respuesta reside en buena parte en la distorsión de los incentivos privados por políticas gubernamentales mal dirigidas tanto en el frente regulatorio como en el legislativo (…) Los edificios requieren tanto construcción como financiación permanente; el exceso de edificios requiere demasiado de ambas, financiado a un tipo demasiado bajo (…) los promotores tradicionalmente ha utilizado una financiación sustancial de la deuda y esta tendencia fue especialmente fuerte en EEUU durante la década de 1980. Los proyectos de construcción altamente apalancados fueron una respuesta natural a los distorsionados incentivos del gobierno.
La historia de las burbujas especulativas en la construcción es paralela a la historia de grandes aumentos en la financiación de la deuda, ya sea generada por factores endógenos, flujos de oro, bancos centrales o, en este caso, bancos reguladores.
Edificios Cantillon y ciclos económicos
Como han apuntado Abraham y Hendershott (1994, p. 15): “Realmente no sabemos que inicia las burbujas especulativas”. El problema con las teorías del ciclo económico es que a menudo son más descripciones de ciclos económicos que teoría acerca de los mismos y sus causas. Cada descripción destaca características particulares que se elevan luego a la categoría de fuerzas causales. Cada etapa del ciclo económico se caracteriza por varios aspectos (por ejemplo, especulación, oferta inestable de dinero, demanda agregada disminuida y factores exógenos reales). Como consecuencia, las teorías del ciclo económico son generalmente “perspectivas” en las que el economista ha identificados instituciones a las cuales echar la culpa, junto con sus remedios preferidos. Una solución a este problema es redefinir el ciclo económico con sus características asociadas y luego analizar esas características con la teoría económica para proporcionar una comprensión teórica del ciclo.
Los ciclos económicos son secuencias recurrentes de diversa longitud de expansiones, recesiones, contracciones y subidas en muchos tipos de actividad económica como producción, empleo, rentas, ventas, inicios de viviendas, dinero, crédito y precios. Tipos de interés, inventarios, capital fijo y préstamos existentes tienden a ser pro-cíclicos.
Las expansiones y los auges se caracterizan generalmente por tipos de interés bajos y estables, aumento en los préstamos y la formación de crédito, aumentos en la existencia de dinero y la oferta mentaría y especulación inversora. El empleo aumenta y lo mismo hace la producción. Los precios de activos de capital, precios de acciones y valor de los terrenos tienden todos a aumentar durante la fase de expansión del ciclo económico. La especulación podría causar tal expansión basada, por ejemplo, en cambios en las expectativas de futuro. Sin embargo, la especulación es improbable que sea la primera causa de un fenómeno cíclico recurrente, aunque indudablemente es un componente habitual de la fase de expansión, pero también tiene causas previas. La inversión endógena puede encender una expansión y aumentar la cantidad de préstamos y la oferta monetaria, pero de nuevo un cambio así es improbable que represente un fenómeno cíclico recurrente. Más importante es que el aumento de la especulación y el concepto relacionado de inversión incrementada normalmente no representaría el potencial para un error sistémico por parte de los inversores, porque en cada caso sus acciones se basarían en evaluaciones de condiciones futuras de todo el grupo. Lo más improbable sería que esas evaluaciones de toda la economía fueran sistemáticamente incorrectas de manera constante. Por tanto, aunque es imaginable que los empresarios puedan iniciar una expansión económica y que esa expansión pueda resultar falsa, es improbable que continúen disparando expansiones contraproducentes de manera recurrente.
La economía puede también experimentar una expansión si hay un aumento en la oferta de fondos prestables. Si aumenta la oferta de ahorro debido a una disminución en la preferencia temporal, caen los tipos de interés y se hacen disponibles más recursos para los empresarios para invertir en la producción futura. El resultado es que la tasa de crecimiento económico aumentará junto con el consumo cuando las nuevas inversiones empiecen a producir. Los bancos pueden asimismo estimular un aumento en la oferta del ahorro reduciendo las reservas bancarias de los depósitos a la vista. Es improbable que un solo banco pueda influir en los tipos de interés del mercado con esta aproximación u orquestar una reducción significativa o sostenida en los tipos de interés mediante este mecanismo. También sería extraño para un sector reducir el precio de sus productos para vender más préstamos a clientes menos deseables y poner así los activos del banco en un riesgo mayor.[17] Es posible que un banco central o un banco monopolístico reduzcan el tipo de interés del mercado proporcionando reservas bancarias adicionales. El menor tipo de interés inducirá una cantidad reducida de ahorro y un aumento en la cantidad de lo prestado, fuertemente ligado a los gastos de inversión. La diferencia entre la inversión aumentada y el ahorro disminuido se rellena con recursos pagados por el “ahorro forzoso”.
El tipo de interés, que normalmente establece la liquidación del mercado intertemporal entre ahorro, inversión y consumo, es aquí la fuente de importantes desequilibrios. Primero, establece una mayor responsabilidad para pagar (fondos prestados) con una menor capacidad de comprar (reduce la renta de interés de los ahorros). Segundo, cuando los tipos de interés se perciben como estables y el tipo del mercado se reduce del tipo natural de interés que habría existido en el mercado, los empresarios se ven atraídos para invertir en métodos de producción más indirectos. Los empresarios empiezan simultáneamente el desarrollo de medios de producción nuevos, más intensivos en capital y menos intensivos en mano de obra, que son más indirectos y eficientes, dadas las nuevas señales de tipos de interés que tienen a la vista.
La inversión en procesos de producción más indirectos significa que los inversores están invirtiendo en nuevos proyectos independientes que implican bienes únicos de capital y nuevas tecnologías y “formas de hacer las cosas” que estaban previamente “en la repisa” pero no eran de uso general. Gastar dinero en investigación y desarrollo, por ejemplo, es invertir en procesos de producción más indirectos, como lo es fabricar una red para pescar en lugar de usar tus manos o un objeto basto como un palo afilado. El transporte proporciona otros ejemplos, como la construcción e canales para competir con el tráfico de los caminos o ferrocarriles para competir con canales y tráfico fluvial. La forma más directa de comunicarse con alguien es dirigirse a él y empezar a hablar, mientras que un método más indirecto sería poner líneas telefónicas entre tu ubicación y la suya y usar teléfonos para comunicarse.
Sin embargo esta actividad implica la existencia de una amplia variedad de bienes de capital así como la fabricación de cables, teléfonos, postes telefónicos para colgar los cables, etc. Por tanto los teléfonos son más indirectos que el método de “ir y hablar”, pero son sin duda más productivos. Igualmente, reemplazar las líneas telefónicas normales con cables de fibra óptica es más indirecto, pero más productivo. Los cables son más indirectos porque tenemos que crear primero nuevos bienes de capital para fabricarlos, mientras que los bienes de capital para fabricar las líneas tradicionales ya existen en su mayor parte. También los cables de fibra óptica son más productivos que las líneas telefónicas tradicionales en el sentido de que pueden hacer todo lo que puede hacer una línea tradicional y transmitir datos a velocidades mayores. La “tecnología” de sistemas de “inventario just in time” podría ser asimismo un ejemplo de un proceso más indirecto. El ser más indirecto implica el uso de una tecnología diferente, en el sentido amplio del término. Los empresarios no adoptan técnicas de producción más indirectas que sean menos productivas que técnicas menos indirectas, ya que buscan producir bienes de consumo tan rápidamente como sea posible, porque “el tiempo es oro”.[18]
Un edificio de oficinas es un bien de capital que se usa para proporcionar una gran variedad de bienes de consumo al mercado en el sentido de que la producción en el edificio implica el proceso de toma de decisiones sobre todos los aspectos de la empresa. Su uso en ubicuo en la “gran empresa” y está totalmente ausente en pequeños negocios como granjas familiares, puestos de perritos calientes, servicios de fontanería, talleres de chapa y pintura, etc. El edificio de oficinas es un bien crítico de capital en todos los procesos de producción muy indirectos que representan prácticamente toda la producción moderna y toda la producción de bienes y servicios de tecnología punta. La economía moderna esta inevitablemente unida a los grandes edificios de oficinas, o como decía Carol Willis (1995, p. 181): “Los rascacielos son la arquitectura definitiva del capitalismo”.
El rascacielos no es solo una versión grande del edificio de oficinas. Los rascacielos pueden utilizarse para alojar las oficinas de una sola empresa, las oficinas centrales y sucursales de múltiples empresas, espacios hoteleros y residenciales, espacio comercial, espacio para convenciones, una amplia variedad de negocios de servicio personal e inquilinos especiales, como bolsas, cines y estudios de televisión. El rascacielos puede servir como un edificio de oficinas más grande y avanzado (siendo ambos menos productivos y produciendo un servicio de mayor calidad). Puede incluso adoptar la categoría de una comunidad de negocio o una forma especializada de mercado controlado privadamente. Naturalmente, son posibles mayores cantidades y diversidad de producción en rascacielos más grandes. El edificio más alto del mundo, pasado y presente, también añade categoría como un domicilio especial.
Los economistas de la Escuela Austriaca tienen una teoría del ciclo económico basada en la teoría del capital en la que la estructura de producción está distorsionada por cambios artificiales en el tipo de interés. La actividad económica se basa en “fundamentales”, pero los propios fundamentales pueden distorsionarse e inducir a malas inversiones (histeria y especulación) que acaban revelándose como malas inversiones durante la contracción económica.
Por el contrario, muchos economistas de la corriente principal ignoran la estructura y el carácter indirecto de la producción. De hecho, durante más de la última mitad de un siglo, los economistas se han estado concentrando en el tema de la cantidad de capital, ignorando generalmente los detalles de los bienes de capital del mundo real y las complejidades de la estructura de cómo se utilizan realmente los bienes de capital para producir bienes. Este énfasis de la profesión ha dejado desgraciadamente a muchos economistas con poco conocimiento acerca de uno de los aspectos más importantes de la economía: la relación entre capital y emprendimiento conocido como tecnología. Como ha testificado Alan Greenspan (2003) ante el Congreso de EEUU: “Los economistas entienden muy poco acerca de cómo se produce el progreso tecnológico”.
Otros economistas importantes creen que mercados e inversiones no se basan en fundamentos racionales y que sería aconsejable que los economistas estudiaran psicología en lugar de teoría de precios. Otros más, como los austriacos, creen que los ciclos económicos se basan en algún tipo de cambio tecnológico, pero o no saben por qué cambia la tecnología o la consideran un proceso del azar. Todas estas opiniones se expresan muy bien por Robert Shiller:
Creo que la mayoría de los movimientos de precios de cualquier tamaño no están relacionados con noticias acerca de los fundamentales [p. 26] (…) La explicación más directa, pienso entonces, es una que es incoherente con la eficiencia del mercado, es decir, una burbuja especulativa. La gente estaba vendiendo, en pocas palabras, sencillamente porque pensaba que otra gente iba a vender [p. 27] (…) Sin embargo, yo diría que ese comportamiento especulativo es un tipo de lección deprimente para economistas. Nos es muy difícil modelar estas cosas: sugiere que hemos aprendido las habilidades incorrectas de investigación. La fuerte sugerencia de que esta evidencia es que mucho de lo que ocurre en los mercados financieros no tiene sentido en términos de fundamentales.También sospecho que lo que hemos aprendido recientemente acerca de los mercados financieros probablemente se extienda también a asuntos macroeconómicos, es decir, a temas como el ciclo económico. Por ejemplo, hay una moda reciente en literatura macroeconómica llamada modelos “reales” de ciclo económico. Esos modelos tratan de dar sentido a las fluctuaciones macroeconómicas totalmente en términos de respuestas óptimas a nueva información acerca de los fundamentales. De hecho, lo único que dirige la mayoría de estos modelos es el cambio tecnológico. Es decir, los altibajos del ciclo económico están causados predominantemente por el progreso tecnológico, que desplaza a algunos sectores mientras hace que aparezcan otros. (Shiller 1992, pp. 26-28)
Por suerte, sí parece haber un creciente aprecio por la teoría austriaca del ciclo económico, si no una comprensión apropiada de la propia teoría. Como ha apuntado Pesek (1999a), los factores causales que relacionan a los rascacielos con el ciclo económico comparten “la idea básica de la teoría económica austriaca”.
La teoría austriaca se basa en la economía de la estructura del capital y la distinción entre señales reales del tipo de interés que generan desarrollo económico y señales falsas del tipo de interés que generan ciclos de negocio. Comprender al rascacielos gigante como una manifestación del ciclo económico y entender así cómo las señales de precios e intereses pueden distorsionar la estructura de producción en la economía hacia malas inversiones y mano de obra inadecuadamente asignada podría tardar mucho en mejorar la comprensión de los economistas de los ciclos económicos y sus curas.[19] Por desgracia, la teoría es ciega, en el sentido de que no ofrece forma de conocer si el tipo de interés real está por encima o por debajo del llamado tipo natural y por tanto ofrece poco para saber la predicción exacta. Debería estar claro que a pesar de su buen historial de predicciones, el índice de los rascacielos no es recomendable como remedio para esta deficiencia, sino simplemente como un buen ejemplo de la fortaleza de la teoría austriaca del ciclo económico.
Cuando el índice de los rascacielos se equivoca
Ningún índice o método de predicción es perfecto y el índice de los rascacielos presentado por Andrew Lawrence tiene un historial lejos de ser perfecto. Primero, como apuntaba Lawrence, el índice de los rascacielos no predijo en el caso del edificio Woolworth en 1913. Segundo, el índice no predijo el caso de Japón, que h sufrido una constante recesión desde 1990. Lawrence no menciona esto, tal vez porque ninguno de los periodos recesionistas en Japón fue extraordinario, solo su impacto acumulado. Tercero, el índice de los rascacielos no predijo el crash del mercado bursátil en el NASDAQ aunque ocurriera después de que su publicara su artículo y aun no ha mostrado lo que el consenso considera una recesión severa en la economía.[20] Tampoco hubo ninguna “predicción” de las graves recesiones de 1920-21, 1937-38 y 1980-81. El índice de los rascacielos es principalmente un índice que predice cambios importantes en la economía, aunque podría ser posible mejorar y refinar los datos para predecir ciclos económicos de diversas magnitudes.
El principal contraejemplo de la competencia del índice de los rascacielos es el Edificio Woolworth. Este proyecto se anunció en marzo de 1910, pero al principio se planeo como un edificio “moderadamente alto”. En noviembre de 1910 se aumentó la altura del proyecto, pero aún estaba solo programado para convertirse en el tercer edificio más alto del mundo. En enero de 1911 el edificio se replanificó para convertirse en uno de los edificios más altos del mundo con 229 m., pero posteriormente esta cifra aumento hasta más de 241 metros de alto (Landau and Condit 1996, pp. 381-382). Las ceremonias de inauguración del Edificio Woolworth se realizaron en la noche del 24 de abril de 1913, aunque no se completó hasta más tarde (p. 390=. La economía llegó a su máximo y empezó su contracción en el primer trimestre de 1913 y continuó hasta el cuarto trimestre de 1914. Esta contracción incluyó la tercera peor caída trimestral en PIB real entre 1875 y 1918 y fue peor que cualquier rendimiento trimestral entre 1946 y 1983.
Deberíamos añadir asimismo que la fundación del Sistema de la Reserva Federal en 1913 y la llegada de la Primera Guerra Mundial en Europa en 1914 hicieron mucho proporcionar una estabilización a corto plazo de la economía estadounidense y acortar la vida de la contracción.[21] Por tanto, parecería que el Edificio Woolworth no fue una completa excepción o error del índice de los rascacielos, después de todo. Podría ser sencillamente que la intervención de la Primera Guerra Mundial no proporcionara suficiente tiempo para que la recesión económica se agravase y recibiera el calificativo de hsitórica (por ejemplo, “Depresión de 1913”) que habría mantenido en una conciencia histórica. También merece la pena advertir que terminación de Templo Masónico de Chicago (el primer edificio en superar los 300 pies -91 m.-) en 1892 vino repcedida por el inicio de la mayor contracción en la historia registrada de EEUU que culminó con la mayor caída trimestral en el PIB real en nuestra historia y vino seguida por el Pánico de 1893. Igualmente, la terminación del Edificio Park Row en 1898 (el edificio más alto del mundo) fue precedida por la cuarta mayor caída trimestral en el PIB real durante el periodo 1875-1918 y a veces calificada como el Pánico de 1897.[22]
Un nuevo examen de las evidencias sugiere que el índice de los rascacielos predice mejor que como lo formuló inicialmente Lawrence (1999). Evidentemente, esto no sugiere que las alturas de los edificios deban utilizarse como guía para una política fiscal y monetaria o que las alturas de los rascacielos deban limitarse para impedir crisis económicas. Sin embargo da un apoyo adicional a la teoría austriaca del ciclo económico.[23] Además, sí sugiere que tanto la causa de rascacielos llegando a nuevas alturas como los graves ciclos económicos están relacionados con la estabilidad y en la financiación de las deudas y que las instituciones que regulan la financiación de la deuda deberían revisarse, si no remplazarse con instituciones más eficientes y estabilizadoras.
Referencias
Abraham, Jesse M. y Patric H. Hendershott. 1994. “Bubbles in Metropolitan Housing Prices”.NBER Working Paper Nº 4774. Cambridge, Mass.: National Bureau of Economic Research (Junio).
Atack, Jeremy y Robert A. Margo. 1996. “‘Location, Location, Location!’ The Market for Vacant Urban Land: New York 1835–1900”. NBER Historical Paper 91. Cambridge, Mass.: National Bureau of Economic Research.
Barth, James R., Michael D. Bradley, Joseph A. McKenzie y G. Stacy Sirmans. 1988. “Stylized Facts About Housing and Construction Activity During the Post–World War II Period”. En Real Estate Market Analysis: Methods and Applications. John M. Clapp y Stephen D. Messner, eds. Nueva York: Praeger. Pp. 215-235.
Bernanke, Ben S. 2003. “A Perspective on Inflation Targeting“. Remarks to the Annual Washington Policy Conference of the National Association of Business Economists. Washington, D.C. (25 de marzo).
Cochran, John P. y Fred R. Glahe. 1999. The Hayek-Keynes Debate: Lessons for Current Business Cycle Research. Lewiston, N.Y.: Edwin Mellon Press.
Colwell, Peter F., and Roger E. Cannaday. 1988. “Trade-Offs in the Office Market”. En Real Estate Market Analysis: Methods and Applications. John M. Clapp y Stephen D. Messner, eds. Nueva York: Praeger. Pp. 172-191.
Cowen, Tyler, y Alexander Tabarrok. 1995. “Good Grapes and Bad Apples: Applying the Alchian and Allen Theorem”. Economic Inquiry 33, nº 2 (Abril): 253-256.
Eichengreen, Barry y Kris Mitchener. 2003. “The Great Depression as a Credit Boom Gone Wrong”. Bureau of International Settlements Conference Paper (Marzo).
Ekelund, Robert B. y Mark Thornton. 1992. “The Union Blockade Versus Demoralization of the South: Relative Prices in the Confederacy”. Social Science Quarterly 73, nº 4 (December): 890-902.
Garrison, Roger W. 2001. Time and Money: The Macroeconomics of Capital Structure. Londres: Routledge.
Glaeser, Edward L. y Jesse M. Shapiro. 2001. “Cities and Welfare: The Impact of Terrorism on Urban Form”. NBER Working Paper Nº 8696. Cambridge, Mass.: National Bureau of Economic Research (Diciembre).
Goolsbee, Austan. 1998. “Taxes and the Quality of Capital”. NBER Working Paper Nº 6731. Cambridge, Mass.: National Bureau of Economic Research (Septiembre). La evrsión actual es de agosto de 2000 y aparecerá en la próxima Journal of Public Economics.
Granitsas, Alkman. 1999. “The Height of Hubris: Skyscrapers Mark Economic Bust”. Far Eastern Economic Review 162, nº 6 (11 de Febrero): 47.
Grant, James. 1996. The Trouble with Prosperity: The Loss of Fear, the Rise of Speculation, and the Risk to American Savings. Nueva York: Random House.
Greenspan, Alan. 2003. “Testimony of Chairman Alan Greenspan: Aging Global Population”. Ante el Special Committee on Aging, Senado de EEUU, 27 de febrero.
Hendershott, Patric H. y Edward J. Kane. 1992. “Causes and Consequences of the 1980s Commercial Construction Boom”. Journal of Applied Corporate Finance 5, nº 1 (Primavera): 61-70.
Hershey, Robert D., Jr. 1995. “U.S. Farms Out Compiling of Leading Indicators”. New York Times(8 de septiembre): D1.
Hoyt, Homer. 1933. One Hundred Years of Land Values in Chicago: The Relationship of the Growth of Chicago to the Rise in Its Land Values, 1830-1933. Chicago: University of Chicago Press.
Huxtable, Ada Louise. 1992. The Tall Building Artistically Reconsidered: The Search for a Skyscraper Style. Berkeley: University of California Press.
Investors’ Business Daily. 1999. Editorial: “Edifice Complex”. Investors’ Business Daily (6 de mayo).
Kim, Sukkoo. 2002. “The Reconstruction of the American Urban Landscape in the Twentieth Century”. NBER Working Paper Nº 8857. Cambridge, Mass.: National Bureau of Economic Research (Abril).
Koretz, Gene. 1999. “Do Towers Rise Before a Crash?” Economic Trends, Business Week (17 de mayo): 26.
Landau, Sarah Bradford y Carl W. Condit. 1996. Rise of the New York Skyscraper, 1865-1913. New Haven, Conn.: Yale University Press.
Lawrence, Andrew. 1999. “The Curse Bites: Skyscraper Index Strikes”. Property Report, Dresdner Kleinwort Benson Research (3 de marzo).
— — — . 1999a. “The Skyscraper Index: Faulty Towers!” Property Report, Dresdner Kleinwort Benson Research (15 de enero).
Lucas, Robert E., Jr. 1987. Models of Business Cycles. Nueva York: Basil Blackwell. [Publicado en España como Modelos de ciclos económicos (Madrid: Alianza Editorial, 1988)].
McCulloch, J.H. 1981. “Misintermediation and Macroeconomic Fluctuations”. Journal of Monetary Economics 8: 103-115.
Pesek, William, Jr. 1999a. “Want to Know Where the Next Disaster Will Hit? Look Where the World’s Biggest Skyscraper’s Going Up”. Barron’s (17 de mayo): MW11.
— — — . 1999b. “To the Sky: Does Chicago Skyscraper Augur a U.S. Market Crash?” Barron’s 79, nº 39 (27 de septiembre): 14.
Roll, Richard. 1992. “Volatility in U.S. and Japanese Stock Markets: A Symposium”. Journal of Applied Corporate Finance 5, nº 1 (Primavera): 29-33.
Rothbard, Murray N. 1984. “The Federal Reserve as a Cartelization Device“. En Money in Crisis: the Federal Reserve, the Economy, and Monetary Reform. Barry N. Siegel, ed. San Francisco: Pacific Institute for Public Policy Research and Cambridge, Mass.: Ballinger.
Selgin, George. 1992. “Bank Lending ‘Manias’ in Theory and History”. Journal of Financial Services Research 6: 169-186.
Shiller, Robert. 1992. “Volatility in U.S. and Japanese Stock Markets: A Symposium”. Journal of Applied Corporate Finance 5, nº 1 (Primavera): 25-29.
Sobel, Russell S. y Thomas A. Garrett. 1997. “Taxation and Product Quality: New Evidence from Generic Cigarettes”. Journal of Political Economy 105, nº 4 (Agosto): 880-887.
Thornton, Mark. 1998. “Richard Cantillon and the Origins of Economic Theory”. Journal of Economics and Humane Studies 8, nº 1 (Marzo): 61-74.
— — — . 1991a. The Economics of Prohibition. Salt Lake City: University of Utah Press.
— — — . 1991b. “Alcohol Prohibition was a Failure”. Policy Analysis Nº 157. Washington, D.C.: Cato Institute.
Willis, Carol. 1995. Form Follows Finance: Skyscrapers and Skylines in New York and Chicago. Nueva York: Princeton Architectural Press.
Zarnowitz, Victor. 1992. Business Cycles: Theory, History, Indicators, and Forecasting. Chicago: University of Chicago Press.
Zijp, Rudy van. 1993. Austrian and New Classical Business Cycle Theories: A Comparative Study Through the Method of Rational Construction. Brookfield, Vt.: Edward Elgar.
Mark Thornton es miembro residente senior en el Instituto Ludwig von Mises en Auburn, Alabama, y es editor de la crítica de libros del Quarterly Journal of Austrian Economics. Es autor de The Economics of Prohibition, coautor de Tariffs, Blockades, and Inflation: The Economics of the Civil War y editor de The Quotable Mises, The Bastiat Collection y An Essay on Economic Theory.
[1] Glaeser y Shapiro (2001, p. 15) no encontraron un efectos significativo estadísticamente entre la cantidad de terrorismo y el número de rascacielos construidos. También apuntan que el número de rascacielos puede no estar determinado por el mercado debido a las intervenciones públicas (por ejemplo, códigos urbanísticos), así como al deseo de engrandecimiento personal del constructor.
[2] Koretz (17 de mayo de 1999, p. 26) y Granitsas (11 de febrero de 1999 p. 47); ver tambiénDie Abgabewelle Wirtschaftwoche (27 de mayo de 1999) para un reportaje sobre el índice de los rascacielos.
[3] Este tipo de indicador coincidente (sin conexiones causales) debería diferenciarse de indicadores económicos coincidentes que sencillamente sigan o controlen cambios en el ciclo económico, como las estadísticas de nóminas, que están ligadas a la actividad económica.
[4] Hershey (1995) apunta que el Departamento de Comercio anunció que el Conference Board ganó la puja frente a varios competidores para conseguir la compilación del índice de principales indicadores económicos y los indicadores coincidentes y retrasados.
[5] Naturalmente, los miembros de la Escuela de la Banca Libre como Lawrence White y George Selgin serían críticos con esa respuesta política. Ver Rothbard (1984) para una crítica de la elección pública de la fundación de la Reserva Federal.
[6] Merece la pena citar por extenso al economista académico y gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernanke (2003) sobre el fracaso de la profesión en mirar en el pasado lo evidente en economía. Con la ayuda de 25 años de retrospectiva, concluye:
El resultado es que la profunda recesión de 1973-75 fue causada solo en parte por aumentos en precios del petróleo por sí mismos. Un fuente igualmente importante de la recesión fueron los varios años de política monetaria sobreexpansiva que dilapidaron la credibilidad de la Fed respecto de la inflación, con el resultado final de que el impacto económico de las acciones de los productores de petróleo fue significativamente mayor de lo que tenía que ser. La inestabilidad tanto en precios como en la economía real continuaron durante el resto de la década, hasta que el Presidente de la Fed, Paul Volcker, restableció la credibilidad de la Fed con el doloroso episodio desinflacionista de 1980-82. Este último episodio y sus enormes costes deberían asimismo apuntarse al fracaso de mantener la inflación y las expectativas de inflación bajas y estables. Frente a la década de 1970, las fluctuaciones en los precios del petróleo han tenido efectos mucho menores tanto en la inflación como en la producción en Estados Unidos y otros países industrializados desde principios de la década de 1980. En parte, este efecto más moderado refleja un aumento de la eficiencia energética y otros cambios estructurales, pero creo que la razón dominante es que el uso de una discreción limitada en la realización de la política monetaria ha llevado a una mejor previsión de las expectativas de inflación en la gran mayoría de los países industriales.
[7] Ver Thornton (1998) para una evaluación moderna de las contribuciones de Cantillon.
[8] Ver Thornton (1991a) para una explicación más completa del efecto Alchian y Allen y la teoría de los precios relativos.
[9] Por ejemplo, la razón por la que drogas ilegales como la heroína, la cocaína y la marihuana se hayan hecho tan enormemente potentes es que el riesgo de llevar drogas la mercado y venderlas anima a los traficantes a proporcionar las formas más concentradas de sus productos, un efecto a menudo calificado con la Ley de Hierra de la Prohibición (Thornton, 1991a). Este efecto fue también importante durante la prohibición del alcohol (1920-1933), cuando una nación compuesta principalmente por bebedores de cerveza se cambió a los moonshine y ginebra de bañera (Thornton, 1991b). El efecto del precio relativo también desempeñó un papel en la Guerra de Secesión cuando cruzar el bloqueo de la Unión a la Confederación era un negocio de riesgo. El “efecto Rhett Butler” significaba que contrabandistas como el personaje de ficción de Lo que el viento se llevó importaban artículos de alto precio y bienes de lujo, como café, coñac y ropa formal en lugar de cosas vulgares, como sal y harina: el coste de riesgo fijo de evitar el bloqueo lo hacía más rentable (Ekelund and Thornton, 1992). Ha habido cierta confusión cuando los economistas han tratado de aplicar el efecto Alchian-Allen (Cowen y Tabarrok, 1995), pero continúa demostrando su aplicabilidad al mundo real tanto en cosas complejos como sencillos (Sobel y Garrett, 1997).
[10] Helmut Jahn, citado en Huxtable (1992, p. 96).
[11] Los editores de Architectural Forum circa 1950 citados en Huxtable (1992, p. 99).
[12] Citado en Huxtable (1992, p. 117).
[13] Ver Atack y Margo (1996). Estos examinaron el mercado de terrenos en la ciudad de Nueva York durante el siglo XIX. Sus evidencias sugieren que los valores de los terrenos tendieron a aumentar durante los periodos deflacionistas, pero menos durante los periodos inflacionistas.
[14] Kim (2002) mostraba cómo los aumentos en la construcción de rascacielos y, en particular, las mejores en la tecnología de los rascacielos, llevan a aumentos en la densidad del empleo.
[15] Ver por ejemplo las evidencias presentadas por Colwell y Cannaday (1988).
[16] Ver, por ejemplo, Hendershott y Kane (1992, p. 68), que estimaron que se desperdiciaron más de 130.000 millones de dólares en el auge de la construcción comercial de la década de 1980. El Empire State Building fue apodado el “Empty [Vacío] State Building”, debido a sus bajos niveles de ocupación después de la Segunda Guerra Mundial.
[17] Ver por ejemplo Selgin (1992) que muestra que hay poco tanto en teoría como en historia económica que indique que las manías del préstamo sean endógenas en sistemas bancarios de laissez faire.
[18] Los funcionarios públicos y decanos de universidad a menudo sí consideran e implantan procesos más indirectos que son menos o igual de productivos debido a la incapacidad de calcular económicamente, al soborno y a la necesidad de gastar el presupuesto del departamento dentro de un tiempo limitado.
[19] Ver, por ejemplo, Eichengreen y Mitchener (2003) para un excelente análisis de la Gran Depresión bajo patrones neoclásicos. Sin embargo, su deseo de explicar y su fracaso en incorporar la estructura de capital les deja con un análisis incompleto y con, hay que reconocer, débiles propuestas de reforma, como impedir el auge y eliminar el fraude y el abuso.
[20] Esto no es del todo cierto, ya que Pesek (1999b, p. 14) informaba de que se anunció un nuevo “edificio más alto del mundo” bastante antes de que empezara el crash/recesión en la primavera de 2000, pero los planes fueron al archivador.
[21] Podría hacerse un alegato de que estos dos acontecimiento son dos de los más destructivos económicamente del siglo, al menos para aquellos que se oponen a la inflación y la guerra y para aquellos que relacionan la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial y sus resultados como causa de la Segunda Guerra Mundial.
[22] Ver Zarnowitz (1992, pp. 80-81), para estimaciones de cambios trimestrales en producto interior bruto real, 1875-1983.
[23] Para una comparción de la teoría austriaca del ciclo económico con muchas de las teorías del ciclo económico en competencia, ver Zijp (1993), Cochran y Glahe (1999) y Garrison (2001).
Publicado el 23 de agosto de 2008. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario