Será quien determine si el mundo entra o no en recesión, o si la crisis de las materias primas y de los emergentes pasa a ser estructural. No lo pierdan de vista
Escribía ayer Daniel Lacalle sobre algo que está cada vez más en la mesa de los comentaristas más respetados de EEUU: la posibilidad de que Estados Unidos entre en recesión en 2016 y de que, por tanto, el gran asidero de la economía global falle, llevando al mundo mundial a una situación de debilidad a lo largo y ancho de los cinco continentes sin apenas precedentes en la historia contemporánea y que, probablemente, dejaría a las bolsas en precario durante unos cuantos años.
El factor clave a vigilar es el dólar.
De hecho, será su evolución la que determine si ese verdadero 'cisne negro' -suceso posible pero altamente improbable cuya materialización provoca movimientos extraordinarios en los mercados financieros- se concreta. Es, sin duda, la moneda de referencia mundial, siendo todas las demás, con apenas excepciones, divisas referidas a ella, euro incluido (Valor Añadido, 'Mamá, ¿por qué es imposible depreciar el euro?', 25-08-2014). Así lo prueban las reservas globales en el billete verde.
Su apreciación está en la génesis de buena parte de lo que ha sucedido, tanto en el mercado de materias primas como en los emergentes o, incluso, en algunas magnitudes macro estadounidenses. Su trayectoria será en primera instancia la que condicione la evolución de la política monetaria de Estados Unidos, pudiendo quedarse la primera subida de tipos de interés en un porrón de años -una de las razones de su revalorización- en un hecho aislado.
En efecto, un dólar fuerte encarece las exportaciones a la vez que abarata las importaciones.
Aun siendo verdad que Estados Unidos es una economía más cerrada de lo que cabría pensar, esto tiene un triple efecto: por una parte, limita las ventas al exterior de sus compañías, algo que se está traduciendo en una acumulación significativa de inventarios empresariales; al comprar más barato, importan deflación como ocurriera en su día con el Japón del boyante yen en mitad de la década de los noventa, cuidado, y, por último, minora el importe de los beneficios repatriados de filiales cuyas divisas se han devaluado significativamente contra él.
Como ven, se trata de algo que afecta significativamente a la micro: actividad, precios, márgenes y resultados. En la medida en que la situación se prorrogue en el tiempo, más difícil será para la Reserva Federal mantener el pie cambiado respecto al resto de los bancos centrales del mundo. Las ventas minoristas y la capacidad fabril de utilización pueden estar dando señales en el presente de lo que nos deparará el futuro inmediato.
Pero es que ocurre además, como ya hemos señalado en otras ocasiones, que la subida del dólar suele venir acompañada de debilidad de las materias primas en una correlación inversa. En circunstancias normales, los productores están dispuestos a perder por producto (menor) lo que ganan vía ingresos en dólares al alza. Es verdad que la coyuntura actual no lo es, toda vez que a ese arbitraje puramente financiero se han unido factores de oferta y demanda de las 'commodities' que han llevado sus cotizaciones muy por debajo de donde se podría cumplir ese equilibrio. Algo que, paradójicamente, refuerza su importancia.
Y es que, al final, afecta a la capacidad de los exportadores de este tipo de productos agrícolas o mineros para generar flujo de caja y hacer frente tanto a su endeudamiento en moneda propia como, sobre todo, en su encarecido apalancamiento en el billete verde, menos a nivel corporativo -las empresas en muchos casos facturan en él- y más en el soberano, donde el nivel de 'stock' de reservas se convierte en un elemento crítico a la hora de determinar la viabilidad financiera de algunas naciones (V.A., 'Susto o muerte, la deuda emergente es mucho mayor de lo estimado', 08-01-2016, y '10 gráficos que explican el hundimiento de los emergentes (y su importancia)', 11-01-2015).
El dólar, por tanto, va a ser la estrella de este año que tan turbulentamente ha comenzado. Será quien determine si el mundo entra o no en recesión, o si la crisis de las materias primas y de los emergentes pasa a ser estructural. No lo pierdan de vista. Sus movimientos -estimulados por lo que haga la Fed- determinarán el éxito de las distintas estrategias de asignación de activos y las posibilidades de ganar o perder dinero en 2016.
Que la suerte les acompañe.
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