Los que estudiamos la economía china siempre decimos que las bolsas de Shanghái y Shenzhen son como dos grandes casinos.
A la hora de apostar no hay que realizar demasiados cálculos racionales (es decir, fijarse en los fundamentos), sino más bien entregarse a la fortuna, o todavía mejor, tener buenos contactos entre los gerentes del casino (en este caso el Partido Comunista Chino, PCC) para saber por dónde va a ir la jugada. En todas las bolsas del mundo hay asimetrías en el acceso a la información y casos de fraude y corrupción. Pero en un país como China donde el guanxi (la red de contactos) es lo que te hace ser rico o pobre, estos fenómenos se acentúan todavía más.
Vamos entonces a pensar que somos un jugador ordinario en el casino de la bolsa china. En febrero de 2015, cuando el índice de Shanghái superó los 3000 puntos, nos subimos a la ola de negocio alentada por el PCC y vimos como en junio, al pasar los 5.100 puntos, estábamos ganando alrededor de un 70%. Teníamos incluso algunos amigos con mejores contactos que apostaron ya en junio de 2014 y ganaban un 150%. Después llegaron el susto de junio y el pánico de agosto y el índice se desplomó por debajo de los 3000 puntos. Perdimos todo lo que habíamos ganado, pero decidimos no vender. Gente con información privilegiada nos comentó que las autoridades iban a estabilizar el casino, y así fue. En noviembre la bolsa superó los 3600 puntos y ganábamos casi un 20%. Sin embargo, desde septiembre hasta hoy los datos de la economía china no han parado de empeorar. La actividad manufacturera ha decrecido en los últimos cinco meses, las corporaciones estatales y los gobiernos provinciales están superendeudados, la sobrecapacidad en la industria pesada del noreste del país es inmensa, la inversión se ha decelerado y la demanda externa no es muy pujante, sobre todo porque el yuan, al estar tanto tiempo anclado al dólar, se ha revalorizado demasiado y con la subida de salarios, la competitividad de China se ha visto erosionada. Todo esto ha provocado una huida de capital que ha reducido las reservas del país en medio billón de dólares. Esto quiere decir que si no fuese por el suporte artificial del banco central, el yuan se desplomaría. Está claro que el país necesita una moneda más débil, pero no una depreciación drástica. En fin, nos damos cuenta que la cosa pinta mal en la economía real.
Aun así, como inversores chinos que somos sabemos que el casino está muy desconectado de la economía, así que nosotros a lo nuestro. Pero empieza 2016 y poco a poco las malas noticias de los últimos meses emergen de nuestro subconsciente. Nos acordamos de que a finales del año pasado todos nuestros contactos nos decían que 2016 iba a ser más duro que 2015.
Además, en la primera sesión del año nos damos cuenta de que las reglas del juego del casino han cambiado. Ahora los frenos automáticos no se activan cuando una acción individual se mueve un 10%, sino cuando el índice en su totalidad pierde un 5%, produciéndose un parón de 15 minutos, y sobre todo cuando llega al 7%, lo que lleva al cierre del parqué.
De repente descubrimos entonces que estamos en un casino donde hay muy poca gente que quiere jugar, los que están tienen la moral por los suelos porque la vida fuera está fea (y no sólo por el aire contaminado) y si muchos de ellos van a canjear sus fichas por dinero, la gerencia va a cerrar el local. ¿Qué debemos hacer pues? No hay mucho que pensar. Ante esta situación impera el "sálvese quien pueda." Cogemos las fichas, las cambiamos por dinero antes de que llegue el freno del 7% y echamos a correr. Justamente esto es lo que pasó el jueves en los 14 minutos que duró la actividad en las bolsas de Shanghái y Shenzhen.
Los frenos, en vez de estabilizar a los mercados, han incentivado el efecto manada. El regulador bursátil chino así lo ha reconocido al eliminarlos el mismo jueves por la noche. Esto va a hacer que vuelvan muchos jugadores. Está por verse si vienen a cambiar sus fichas y largarse con su dinero, lo que produciría una caída importante en las cotizaciones, o la tendencia bajista toca fondo y muchos vuelven con la idea de apostar y ganar en el futuro.
En todo caso, la lección para el PCC está clara. Los casinos tienen que estar bien regulados. Por un tiempo puedes hacer trampas, y quizás si lo haces bien nadie lo note, y los que lo notan lo pueden tolerar mientras salgan ganando, pero a la larga la trama se acaba destapando. Sobre todo si los ojos del mundo están fijados en ti.
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