Debemos tener en cuenta que cada vez habrá menor correlación entre la evolución de la economía y los principales índices de bolsa. Hay cuatro motivos
En 2015 el Ibex 35 ha perdido un 7%. La bajada se ha producido en un año en el que el PIB ha crecido por encima del 3% y ha mejorado significativamente respecto al crecimiento del 1,4% registrado en 2014. La caída del índice bursátil español tampoco se justifica con una brusca ralentización en 2016. La mayoría de las previsiones indican que seguiremos creciendo más de un 2,5% este año.
Por su parte, el Eurostoxx 50 ha tenido una subida inferior al 4% en 2015. Parece poco para un año en el que la zona euro ha crecido cerca de un 1,5%, más que el 0,9% registrado en 2014, y se espera un crecimiento todavía superior para 2016. Si al comenzar el ejercicio anterior le hubiésemos preguntado a los analistas que predijesen el comportamiento del índice de la eurozona teniendo en cuenta que los tipos se mantienen en casi el 0% durante el 2015 y no se prevén subidas para 2016, que el BCE empieza a comprar en marzo de 2015 activos por importe de 60.000 millones de euros mensuales y continuará hasta marzo de 2017, que se ha llegado a un acuerdo de financiación en Grecia, que el euro se deprecia un 10% y que el precio del petróleo desciende un 35% adicional a la bajada del 49% registrado en la segunda mitad de 2014, muy pocos habrían esperado una revalorización inferior al 10%.
Entonces, ¿ha sido un año anómalo o algo está cambiando? Podría ser una excepción, pero debemos tener en cuenta que cada vez habrá menor correlación entre la evolución de la economía y los principales índices de bolsa. Hay cuatro motivos:
1. La composición de los índices no refleja el tejido empresarial de una economía. Hay algunos sectores y empresas que pesan demasiado y otras actividades importantes que no están reflejadas o tienen una ponderación muy reducida.
2. La exposición de los índices a otros mercados es cada vez mayor. La mayoría de las ventas de las empresas que más ponderan en los índices de cada país se realizan fuera de la economía doméstica. Pongamos un ejemplo. Las ocho compañías que más pesan en el Ibex 35 (Santander, Inditex, Telefónica, BBVA, Iberdrola, Amadeus, IAG y Ferrovial) representan cerca del 65% del selectivo y obtienen la mayoría de sus ingresos fuera de España.
3. El comportamiento de los consumidores está cambiando muy rápidamente debido al desarrollo de las tecnologías de la información. Por lo tanto, no es suficiente con invertir en lo que hoy son buenos negocios. Es necesario medir la capacidad de adaptación de las empresas a las preferencias de sus clientes. Las empresas que más ponderan en los índices bursátiles no son las que mejor se adaptan a los nuevos procesos de compra. Suelen tener modelos de negocio “a la antigua”, barreras internas a los cambios y unos costes estructurales elevados.
La caída de los precios de la energía y de las materias primas está provocando una transferencia de rentas a nivel global de unos sectores a otros y al consumidor4. La inmensa mayoría de las empresas compiten en sectores con exceso de capacidad y se han adaptado a ello. Ya no vale con prever un aumento de la demanda para concluir que aumentarán los beneficios medios de las compañías. Es necesario estudiar la evolución de cada tipo de modelo de negocio. Pongamos el ejemplo del sector textil. Aunque crezca significativamente la demanda del sector, muchas empresas crecerán a ritmos vertiginosos y otras quebrarán. Es necesario analizar aspectos como el canal de distribución, imagen de marca, precio, calidad de los productos y la agilidad para adaptarse a la moda. Por otro lado, gran parte de los pocos sectores que hasta ahora no tenían exceso de capacidad comienzan a tenerlo y están viviendo su propia crisis. La caída de los precios de la energía y de las materias primas está provocando una transferencia de rentas a nivel global de unos sectores a otros y hacia los consumidores (aumento de renta disponible).
El primer punto es ampliamente conocido. Aunque hacía disminuir la conexión de los índices bursátiles con el crecimiento de la economía, la dependencia seguía siendo elevada. Sobre todo en los índices más diversificados que se calculan teniendo en cuenta la cotización de un número elevado de compañías, como el S&P 500.
La creciente incidencia de los puntos 2, 3 y 4 es lo que está terminando de romper la correlación entre la evolución de la economía y de los índices bursátiles.
A pesar de ello, muchos inversores particulares y profesionales todavía seleccionan zonas geográficas y después deciden invertir en cestas de activos (fondos y ETFs principalmente) que siguen de cerca la evolución de los índices bursátiles de esas economías. En un mundo con exceso de producción, que cambia rápidamente y cada vez más globalizado este tipo de aproximación a las inversiones parece cada vez menos apropiado.
*Juan Gómez Bada, director de inversiones de Avantage Fund
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