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viernes, 19 de diciembre de 2014


El fraude y los peligros de la monetización de deuda pública


De forma resumida decimos que hay dos formas por las que un Estado consigue recursos. Una de ellas es mediante impuestos, es decir, extracción de riquezas presentes al sector privado; y la otra es la deuda pública, o, lo que es lo mismo, extracción de riquezas futuras al sector privado. Las alternativas se reducen a impuestos presentes o impuestos futuros.
Existen dos formas de poner en circulación la deuda pública. La primera de ellas es una subasta pública: acreedores privados comprarán los títulos con la confianza de que serán repagados a su vencimiento. A pesar de que socialmente la deuda pública es un fraude, de forma individual los inversores siguen las mismas pautas que para invertir que en deuda privada, esto es, honorabilidad del deudor y capacidad de pago del mismo. En cuanto cualquiera de las dos empieza a tener dudas, el crédito empieza a ser restringido y el tipo de interés exigido aumenta por el mayor riesgo que asumen los acreedores.
La segunda es mediante la monetización. Esto es, la autoridad monetaria – generalmente un banco central – compra los títulos de deuda pública y en contraprestación crea nuevos medios de pago que entregará al Estado. En otras palabras: compra la deuda pública con moneda de nueva creación, por lo que aumenta la cantidad de dinero en la economía en la misma medida que se vende deuda pública al Banco Central.
La razón de utilizar este complicado método estriba en el grado de inconsciencia de los usuarios de la moneda sobre cuál es la verdadera naturaleza del proceso mencionado. En realidad, lo que ocurre es que el Estado, incapaz de vender toda su deuda pública a un interés razonable en el mercado, hace uso del mecanismo monetario para convertir, de forma subrepticia, en acreedores suyos a la población usuaria de la moneda. El usuario de la moneda en relación con la deuda pública tiene dos opciones: comprar o no comprar. Pero, si no compra, se le hace de forma indirecta y escondida partícipe de una deuda pública que nunca quiso comprar. La monetización de deuda pública no respeta las decisiones de los ciudadanos con respecto a qué hacer con su dinero.
La principal diferencia, en términos económicos, entre los dos métodos es la presencia de inflación en el caso de las monetizaciones. En el primer caso, el dinero de los acreedores es utilizado directamente por las administraciones públicas. Aumenta la demanda que el Estado hace de recursos y en la misma medida disminuye la demanda que sus acreedores hacen de recursos. En el segundo caso, el Estado crea nuevas disponibilidades, es decir, nueva moneda con el fin de atraer nuevos recursos. La nueva demanda estatal de recursos se une a la de los agentes privados que no han reducido sus demandas, no han dejado de consumir o invertir para que el Estado lo haga. La nueva moneda así creada tendrá un efecto inflacionista.
La causa última de la inflación son los Estados, que, viéndose siempre cortos de tesorería, proceden a emitir deuda pública y a comprarla ellos mismos mediante el poder que les concede su monopolio de emisión de moneda.
Daniel Fernández Méndez

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