Fascismo e instituciones
Carlos Rodríguez Braun señala que un nivel alto de educación y una sociedad civil fuerte no constituyen una vacuna en contra del totalitarismo.
El pensamiento único cultiva la ficción según la cual al totalitarismo se lo previene con la educación, como si Alemania no hubiese sido un país culto antes del nazismo, o Cuba hubiese sido un país atrasado en 1959. También se dice que una sociedad civil fuerte vacuna contra el totalitarismo: Alexis de Tocqueville sostuvo que una sociedad vibrante era el fundamento de la democracia americana. Pero el capital social puede tener también consecuencias negativas. Por ejemplo, puede servir para controlar a la población y consolidar el poder de gobernantes despóticos. Analizar esta cuestión es el objetivo de Shanker Satyanath, Nico Voigtländer y Hans-Joachim Voth, “Bowling for Fascism: Social Capital and the Rise of the Nazi Party”, Universidad de Zurich, UBS Center Working Paper Series Nº 7, junio 2014, de próxima publicación en el Journal of Political Economy.
Estos autores destacan que en las décadas de 1920 y 1930 Alemania tenía una sociedad civil relevante. Sin embargo, su red de clubes y asociaciones facilitó el crecimiento del Partido Nazi, que desarrolló una masa de seguidores devotos y hasta fanáticos; la campaña nazi empezó en esos círculos, sin los cuales su éxito electoral después de 1930 no habría sido posible. El trabajo se basa en los datos de afiliación del NSDAP, Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, en más de 100 ciudades, que prueban que el partido nazi creció más rápidamente allí donde había más redes de círculos, clubes etc.: “Nuestros resultados sugieren claramente que el capital social bajo la forma de una rica vida asociativa tuvo un gran efecto corrosivo en la Alemania de Weimar”.
De ese capital social, que debía neutralizar teóricamente a los totalitarios, sacaron más rendimiento los nazis que los demás partidos. No es cierta, por tanto, la vieja teoría que sugería que la moderna sociedad de masas disolvía los lazos sociales tradicionales. En Alemania se fortalecieron, y a su vez fortalecieron a los mayores enemigos de la libertad y la democracia: los nacional-socialistas.
Hubo gente que se aproximó a los nazis, que, como todos los populistas, jugaban a ser transversales entre derecha e izquierda, pero siempre antiliberales, y siempre buscaron comerles la merienda a los partidos de izquierda, como hizo Mussolini en Italia. Hubo gente marginal que se apuntó, diríamos ahora “perroflautas”, que fueron muy visibles, como ahora, pero el grueso de los afiliados a los nazis fueron miembros de la clase media, “blue collars”, con pocos obreros, lo que también ocurría entre los socialistas y los comunistas. Los nazis no fueron diferentes a “la casta” de los demás partidos.
Entre los círculos nazis había gente vinculada a los animales (Hitler iba a prohibir la caza del zorro, y habría prohibido los toros en España), y partidarios de muchas causas sociales, incluidas las reivindicaciones de los estudiantes, entre los cuales los nazis tuvieron mucho éxito. También cosecharon apoyos entre algunos militares, algunos religiosos y algunos empresarios contrarios al libre comercio y la competencia con el exterior.
Igual todo esto a usted le suena. ¿Verdad?
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 25 de agosto de 2016.
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