El valor de las emisiones colocadas hace menos de un año para financiar Talisman han caído entre un 27 y un 34%, lo que pone de manifiesto que se ha convertido en una inversión de alto riesgo
Si la cotización de Repsol ha perdido un 50% en los últimos 12 meses, influida por el desplome del petróleo en los mercados internacionales, sus bonos, un activo de partida mucho más conservador, no le andan a la zaga. Un comportamiento mucho más preocupante que el de las acciones, puesto que podría llevar a la empresa energética a perder en poco más de un mes su calificación como empresa segura para invertir o 'investment grade'.
Los 1.000 millones de bonos híbridos emitidos por Repsol en marzo del pasado año y con vencimiento en 2075 se han desplomado hasta un 34%, por lo que estuvieron cotizando la semana pasada en el mercado de renta fija al 66% de su valor nominal. Su rentabilidad se ha disparado por encima del 7%, frente al cupón del 4,5% al que fueron colocados hace menos de un año. Por su parte, los otros 1.000 millones colocados con carácter perpetuo, vendidos al 3,87%, se han llegado a depreciar cerca de un 27%, hasta cambiarse con una rentabilidad del 5,5%.
Aunque ambas emisiones recuperaron el viernes algo de terreno (cotizaban este lunes a 68 y 75 centavos, respectivamente), esta evolución sitúa prácticamente a la petrolera española como un valor de alto riesgo o 'high yield'. El comportamiento de estos bonos, similar al de otras compañías del sector, es vital para el futuro de Repsol, puesto que la compañía presidida por Antonio Brufau tiene este año que emitir otros 3.000 millones de este tipo de renta fija para financiar la compra de la canadiense Talisman, adquirida a finales de 2014 por 13.000 millones de dólares (10.400 millones de euros). Al casi 7% de interés, fuentes próximas a la petrolera reconocen que no es posible salir al mercado a buscar inversores que estén dispuestos a comprar estos valores a un precio razonable. A ese nivel, el coste financiero para Repsol sería elevadísimo, con lo que dañaría su cuenta de resultados.
La semana pasada, Moody's publicó un informe en el que puso bajo vigilancia a 200 empresas del sector en el mundo, incluida Repsol, a la que tiene en perspectiva negativa desde el lanzamiento del plan estratégico 2016-2020 el pasado mes de octubre. Un documento que ha quedado prácticamente obsoleto, porque el petróleo está muy por debajo de los 50 dólares en los que se basaba su hoja de ruta en el peor de los casos. Actualmente ronda los 30 dólares el barril. La advertencia de la agencia de calificación supone, 'de facto', una rebaja casi segura del ratio de solvencia de todo el sector y de la española, que podría caer a bono basura.
La carta de Gas Natural
Si Moody's convierte su aviso a navegantes en realidad, Standard & Poor's, que también tiene previsto revisar los 'ratings' a finales de febrero, hará lo propio. Por este motivo, en el mercado se descuenta que Repsol no tendrá más remedio que vender un trozo de su participación en Gas Natural, operación que tanto Brufau como Josu Jon Imaz, el consejero delegado, han negado en reiteradas ocasiones.El pasado viernes, Repsol consiguió vender 100 millones de euros en bonos a 15 años al 5,37%. Una operación peculiar, puesto que se hizo entre inversores privados a través de BBVA. Una colocación que demuestra que la petrolera sigue teniendo compradores, pero que al mismo tiempo se ve obligada a recurrir a fórmulas poco habituales para levantar dinero.
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