Cada vez más inversores son conscientes de que la renta fija no es fija. Los bonos bajan en precio cuando los tipos de interés suben o el riesgo de impago aumenta. También saben que la deuda pública no es un activo libre de riesgo, cualquier estado pueden quebrar. España ha impagado varias veces en el pasado. Sin embargo, muy habitualmente se desconoce la naturaleza de los deudores cuando se invierte en deuda pública.
A diferencia de otros bonos, ninguna persona física o jurídica se responsabiliza de la deuda pública. En la Fuenteovejuna de Lope de Vega nadie se responsabiliza de la muerte del comendador. Se culpa al pueblo entero pero ninguno de sus habitantes es condenado por ello. Lo mismo ocurre con la deuda pública. Nadie reconoce, ni debe reconocer, la deuda colectiva como propia.
Invertimos en deuda pública por la confianza en las instituciones que respaldan al país. Los mismos motivos por los que aceptamos su divisa
Invertimos en deuda pública por la confianza en las instituciones que respaldan al país. Es decir, los mismos motivos por los que aceptamos su divisa (papel moneda) como medio de pago, unidad de cuenta y depósito de valor. No obstante, si por cualquier motivo esta confianza desaparece poco se puede hacer. Destaco cinco características que diferencian a la deuda pública de la privada:
1º) El deudor, a quien se le presta, es soberano. Es decir, no se le puede imponer nada ni al Estado ni a sus dirigentes por impagar la deuda. Otro tema es que no le suele salir gratis, porque pierde durante un tiempo la confianza de otros estados e inversores nacionales y extranjeros.
2º) Los activos del deudor son inembargables. No se puede exigir la liquidación de sus activos en pago como en derecho privado.
Billetes de 50 euros con el sello original que llevan los billetes. (EFE)
3º) Salvo rara excepción, no pueden pagar la deuda cuando vence. Deben renovar casi todo el importe con nuevas emisiones. Pueden reducir su endeudamiento pidiendo prestado un poco menos de lo que vence o aumentarlo emitiendo un volumen superior a los vencimientos, pero no tienen recursos para pagar los vencimientos sin renovar la mayoría de los mismos. Hay muchas empresas que tampoco pueden repagar todas las deudas sin refinanciación, pero siempre podrían vender activos (bienes y negocios) para reducir drásticamente su endeudamiento, algo que no hacen los estados.
4º) Se desconoce el importe de las obligaciones de pago actuales del deudor. La contabilidad pública considera los ingresos y pagos (movimientos de caja) pero no existen balances de activos y pasivos como en las empresas privadas. Las obligaciones de pago adquiridas (pensiones, proveedores, prestaciones de desempleo, etc) no se tienen en cuenta.
5º) Habitualmente el estado es emisor de la divisa en la que está denominada la mayoría de su deuda. En solitario o colectivamente como en la eurozona. En otras palabras, puede aumentar el volumen de divisa en circulación para depreciarla respecto a otros bienes y así facilitar el pago de sus obligaciones.
Edificio del Banco Central Europeo. (EFE)
La mayoría de los países desarrollados acumulan niveles de deuda pública cada vez más elevados. En cabeza se sitúa Japón, cuya deuda alcanzó el 230% del PIB en 2014 y sigue creciendo en un entorno en el que su población se reduce. ¿Qué pueden hacer los estados para reducir su endeudamiento? Tienen cinco opciones principales:
1º) Aumentar el crecimiento económico. Los ingresos públicos dependen de los impuestos que gravan la actividad económica. Por otro lado, el endeudamiento de un país se mide normalmente comparándolo con su PIB. Si el PIB crece más rápidamente que la deuda, el endeudamiento disminuye.
2º) Reducir el gasto público. Algo muy difícil de conseguir en estados democráticos. Se pueden hacer esfuerzos puntuales para racionalizarlo, pero a medio y largo plazo casi siempre aumenta.
3º) Generar inflación. El aumento de los precios beneficia al deudor y perjudica al acreedor. Si el deudor además tiene la capacidad de aumentar el volumen de divisa en circulación puede depreciarla respecto a otros bienes y así facilitar el pago de sus obligaciones.
4º) Quiebra. Impagar la deuda o los intereses total o parcialmente.
5º) Depreciar la divisa. También se consigue aumentando el volumen de divisa en circulación. Sus efectos son similares a los de una quiebra para los acreedores extranjeros, genera inflación por el aumento del precio de las importaciones e impulsa el crecimiento porque hace más competitivos los bienes y servicios producidos en el país.
Termino destacando que de las cinco opciones, solamente en la segunda (la más improbable) se obtendrán mejores rendimientos a largo plazo invirtiendo en deuda pública que en renta variable (acciones).
Juan Gómez Bada, director de inversiones de Avantage Fund
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