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lunes, 11 de enero de 2016





Syriza está impulsando en Grecia un recorte de las pensiones públicas de hasta el 35%; un muy notable tijeretazo que, además, también afectara a aquellos jubilados que reciban una prestación inferior a 1.000 euros mensuales. Dejando de lado las ya muy manidas críticas a la incoherencia entre el discurso de Alexis Tsipras cuando llegó al poder hace justo un año y su actuación a día de hoy, lo cierto es que este tipo de recortes tan impopulares sólo pone de manifiesto que, en política, no todo se puede. Así, y al contrario de lo que suelen afirmar las más variopintas formaciones populistas, no todo es cuestión de “voluntad política”: ni el empleo se crea con mera voluntad política, ni los salarios aumentan con mera voluntad política, ni las pensiones se vuelven sostenibles con mera voluntad política, ni el déficit público desaparece con mera voluntad política, ni las crisis se superan con mera voluntad política.

Una economía no es una masa de plastilina que el omnipotente político de turno pueda moldear a su antojo: por eso, por mucha voluntad que tuviera Tsipras de poner punto final a los recortes, ha terminado convirtiéndose en el mayor “recortador” de todos los recientes gobiernos griegos. Desconfiemos, pues, de los cantos de sirena de quienes prometen giros copernicanos en materia económica bajo el simple lema de “si queremos, podemos”: no ya porque unas altas expectativas acerca de promesas imposibles puedan terminar generando una profunda frustración —como así ha sucedido entre muchos votantes de Syriza—, sino porque el intento suicida de saltarse las leyes de la gravedad económica por parte de los alocados políticos intervencionistas puede terminar provocando el resultado opuesto al presuntamente buscado —como también le sucedió a Syriza cuando quebró el sistema bancario del país—.

Y es que, tal como afirmaba el gran economista Ludwig von Mises, “los políticos no pueden enriquecer a las sociedades, pero sí pueden empobrecerlas”. O dicho de otra manera, lo que un político no puede lograr mediante un decreto en el BOE es multiplicar los panes y los peces; lo que un político sí puede lograr mediante un decreto en el BOE es paralizar la producción de panes y de peces dentro de un país. Por eso, lejos de aplaudir a quienes buscan imponer fanáticamente su populista voluntad política sobre la más elemental racionalidad económica, deberíamos huir de ellos. Incluso Tsipras se ha terminado rebelando contra su antiguo yo.

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