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martes, 16 de diciembre de 2014

Ideas para arreglar la crisis de deuda 

griega.
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Es improbable que nadie lo celebre demasiado. Pero esta semana se conmemora el quinto aniversario de la crisis de deuda griega que desencadenó el más vasto derrumbe de confianza en el euro. Y sin embargo, dado que la crisis se ha arrastrado año tras año, aún no está más próxima a una conclusión. Qué mejor manera de conmemorar el aniversario que resolver de verdad el problema, ya sea con los griegos saliendo de la eurozona, ya sea reestructurando las deudas del país de modo que de verdad tenga una oportunidad de crecer de nuevo. Cualquiera de las dos sería mejor que una agotadora recesión que, pese al modesto repunte de este año, muestra pocas señales de terminar.

Fue el 8 de diciembre de 2009 cuando Fitch recortó la calificación de la deuda griega por vez primera. Los inversores que habían asumido confiadamente que la deuda helena era tan segura como el papel alemán o francés, simplemente porque compartían una moneda, se dieron cuenta de que habían cometido un terrible error. Huyeron masivamente en retirada. Muy pronto, Grecia se quedó fuera de los mercados de capitales, sin manera alguna de financiarse, y muy rápidamente le siguieron Portugal e Irlanda. La crisis estaba en marcha. Los resultados han sido, se miren como se miren, la peor catástrofe en la historia de la economía.

En la Gran Depresión de los años 1930, la producción en EEUU cayó un 32 por ciento desde el apogeo hasta su mínimo. Grecia está ahora en un 27 por ciento de caída. Pero cuando se tiene presente que Grecia es una economía más pequeña, y por tanto relativamente fácil de ayudar, y que nuestra comprensión de cómo funcionan las economías debería haber avanzado un poco durante las últimas décadas, supone sin duda un mayor fracaso político.

Este año, Grecia está de hecho creciendo de nuevo, un 1,7 por ciento estimado. Extraordinariamente, se trata de la tasa más rápida de la eurozona; pero eso dice más sobre el estado del resto del continente que sobre Grecia. Y sin embargo, casi nadie piensa que es sostenible, o que Grecia puede crecer lo suficientemente rápido para recobrar el terreno perdido. La mayor parte del crecimiento ha venido de enormes recortes salariales, y toda esa mano de obra barata ha ayudado a su industria turística a recuperarse. No es exactamente un modelo sostenible. Ahora mismo, Grecia parece condenada a un estatus de segundo mundo, con poca esperanza de recuperar un nivel decente de prosperidad.

Como era de esperar, eso está alimentando una reacción política. Los griegos estaban dispuestos a aceptar la austeridad como un precio que merecía la pena pagar por permanecer en la moneda única, como muchas otras economías periféricas. ¿Pero cinco años? ¿Y quizás diez o 15 años? Ahora mismo, el partido izquierdista antiausteridad Syriza está por delante en las encuestas, con un programa para acabar con los severos ajustes. En ese caso, puede que Grecia esté lista para cambiar por fin de rumbo.

El verdadero obstáculo para el crecimiento es la aplastante carga de la deuda. Las deudas totales del gobierno griego ascienden ahora al 174 por ciento del PIB, o 318.000 millones de euros. Han tenido que subirse los impuestos para cumplir con los objetivos de déficit impuestos al país, y con una tasa de desempleo del 25 por ciento, y los salarios y los precios cayendo, la demanda se ha desplomado, como era de esperar. En teoría, el sector privado podría empezar a crecer nuevamente. En la práctica, eso no va a pasar. Aparte del turismo, ¿quién querría invertir en ampliar un negocio en Grecia ahora mismo?
Hay dos vías de actuación. La primera es una reestructuración masiva de la deuda. Si el resto de la eurozona cancelara el grueso de las deudas de Grecia, el Gobierno tendría superávit. Podría empezar a gastar dinero en infraestructuras y a elevar los salarios. Con una inyección de demanda, la economía podría empezar a crecer rápidamente. Es ciertamente más sensato que la agotadora austeridad, que es todo lo que los partidos mayoritarios pueden presentar.

La segunda opción es dejar el euro. Un nuevo dracma podría sufrir una enorme devaluación, reducir la mayor parte de la deuda mediante la inflación, y dar a la economía una oportunidad para crecer de nuevo. No es una solución sin costes, pero montones de países han devaluado para salir de una crisis de deuda, y todos ellos han sobrevivido. Si el resto de la UE, así como el FMI y EEUU decidieran apoyar a Grecia en esa decisión, sería mucho más fácil. El país tendría garantizada ayuda de emergencia que le facilitara la transición y un punto de partida para la nueva moneda.

Habría sido mucho mejor que se hubiera adoptado una de estas dos opciones hace cinco años. El país se habría ahorrado un montón de sufrimiento. Pero también sería mejor ponerse ahora manos a la obra que esperar hasta que la crisis alcance su décimo aniversario sin ser resuelta.





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