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viernes, 19 de diciembre de 2014



Diciendo la verdad al poder monetario

2 Junio, 2014


[Este discurso se dio en la reunión anual del Comité para la Investigación y Educación Económica en Nueva York el 22 de mayo de 2014]
Hasta que Ron Paul planteó el asunto a nivel nacional en 2007, el Sistema de la Reserva Federal había sido tratado con el mismo tipo de vaga indiferencia o aquiescencia con el que la mayoría de la gente llega a aceptar cualquier institución veterana. Es verdad que la mayoría de la gente sigue tratándolo así. No han perdido suficiente confianza en los llamados expertos, a pesar de la debacle de 2008, como para echar una segunda mirada (o incluso una primera).
Pero una minoría escéptica está adquiriendo un tamaño suficientemente considerable como para influir en el debate. Por supuesto, está por ver si tendrá lugar algún cambio importante en nuestro sistema monetario. Lo que podemos saber con seguridad es que el tipo de examen de la Fed que hemos visto en los últimos años no va a desaparecer. La política monetaria siempre tendrá lugar ante el telón de fondo de un segmento organizado y en expansión de la población que disientes de la política de la Fed, no porque sea demasiado rígida o demasiado expansionista, sino porque existe.
¿Es la política monetaria desestabilizadora de por sí? Sí y no. La política monetaria discrecional indudablemente no es desestabilizadora para instituciones en el lado receptor de la generosidad del banco central.  Pero es desestabilizadora para todos los demás.
Se ha llevado a creer a la gente en general que la economía es un número gigantesco que sube y baja. Se piensa que el papel de la autoridad monetaria es empujar ese número de nuevo al alza siempre que muestre señales de caer. El único inconveniente potencial para ese curso de acción, se dice a la gente, es el riesgo de un aumento en los precios de consumo, que es una posibilidad que nuestros políticos tradicionalmente han estado dispuestos a considerar.
Pero la economía no es un número gigantesco. Es una celosía de procesos de producción entrelazados que trabajan en cooperación implícita entre sí para producir los diversos bienes que disfrutamos. Esta celosía se junta con la necesidad de una dirección central. Se ensambla con la ayuda del sistema de precios, al que da lugar el libre mercado. El cálculo económico, el cálculo de pérdidas y ganancias que hace posible el libre sistema de precios para el empresario, dirige los recursos a usos de mayor valor productivo y empuja constantemente a la economía hacia un resultado en el que lo siempre cambiantes deseos de los consumidores se satisfacen de la forma más eficaz en costes en términos de oportunidades perdidas.
La “política monetaria” introduce ruido de fondo y confusión en este proceso espontáneo y distorsiona el patrón de asignación de recursos que se habría producido en su ausencia. Los tipos de interés en un mercado no intervenido coordinan la producción a lo largo del tiempo. Cuando los consumidores quieren ahora mismo más productos existentes, eso es lo que produce el mercado. Cuando los consumidores prefieren ahorrar más de sus rentas, el mercado se pone precisamente a trabajar en proyectos que madurarán en el futuro, cuando los consumidores estén de nuevo dispuestos a gastar.
Los tipos de interés artificialmente bajos, producidos por el banco central, afectan de forma diferente a la rentabilidad de distintos proyectos de producción. Dan un estímulo artificial a por proyectos que están más alejados en tiempo de los bienes terminados de consumo, por medio de esta rebaja artificiosa de tipo de interés. Estos proyectos, que parecen rentables cuando se inician, entran en dificultades al revelarse las verdaderas preferencias de ahorro y consumo de la gente y no materializarse en ahorro real necesario para financiarlos.
Así, la intervención del banco central reordena la estructura de producción en una configuración insostenible. Los empresarios se ven engañados en invertir en proyectos que no se ajustan al patrón de la demanda del consumidor. Se empiezan proyectos para los cuales los recursos complementarios no están disponibles en cantidades suficientes. Al quedar claro que esta aparente prosperidad tiene los pies de barro, la autoridad monetaria tiene la tentación de aumentar la dosis de inyección monetaria y de empujar los tipos de interés más a la baja. Si lo hacen, deforman aún más la economía y aumentan las líneas de producción que solo pueden sobrevivir rentablemente si continua la política monetaria laxa.
Esto es lo que quería decir F.A. Hayek cuando decía de la política monetaria inflacionista que “su estímulo se debe a los errores que produce”. Estimula la actividad, de acuerdo, pero no el tipo de actividad que demandan los consumidores. Cuanto más artificial sea el estímulo que crea la Fed,, más artificial se hará la propia economía. Cada vez más proyectos de producción confiarán para su rentabilidad no en si implican el empleo de recursos dentro de la celosía de producción de tal forma que sirvan mejor a las preferencias de los consumidores, sino más bien en si el banco central continúa inyectando dinero barato. Cuanto más se dedique la Fed a esas intervenciones, mayor será el sector de la economía cuya supervivencia dependa de la continuación de dichas intervenciones y más dura será la caída cuando el banco central finalmente decida reducir o interrumpir sus actividades.
Como observa Jim Grant: “Mi temor es que porque se supriman los tipos de interés, se inflen así las ganancias. Así que cuando los tipos suben (…) se rompe el juego de espejos y nos miramos unos a otros y vemos lo que es de verdad real en lugar de lo que la Fed quiere que creamos”.
Entretanto, los bancos centrales del mundo y los periodistas financieros que los habilitan, actúan como si cualquier persona decente supiera que la planificación monetaria centralizada hubiera sido un tremendo éxito y que solo los muy desinformados o los ciegamente ideologizados pudieran disentir de este juicio casi universal.
David Stockman dio una paliza a todos los apologistas del rescate en su libro indispensable de 2013, The Great Deformation, así que no me extenderé aquí sobre eso. Solo diré que cualquier declaración alarmista realizada en los medios de comunicación y por la clase política ha demostrado posteriormente ser un fraude. La supuesta huida de los fondos del mercado monetario, el supuesto peligro para los bancos de Main Stret por el impago de AIG y toda la colección de falsas afirmaciones de 2008 quedarán para siempre como los pretextos para la expansión del poder del gobierno que los economistas más astutos le atribuyeron en el momento.
Entretanto, ¿cuál ha sido hasta ahora el historial de la Fed en el siglo XXI? Stockman escribe:
Si los planificadores monetarios centralizados han estado tratando de crear empleos mediante el método indirecto de “efectos riqueza”, tendrían que estar profundamente avergonzados por su incompetencia. Lo único que ha ocurrido en el frente de la creación de empleo durante la última década es una expansión masiva de la brigada del orinal y la fábrica de diplomas; es decir, el empleo en asilos, hospitales, agencias de atención en el hogar y universidades con ánimo de lucro. De hecho, el complejo de medio ambiente, sanidad y seguridad equivale a la totalidad de la creación estadounidense de empleos desde finales de la década de 1990.
Además el número de trabajos sustentadores de familias no aumentaron entre enero de 2000 y enero de 2007, permaneciendo en 71,8 millones. Los auges en vivienda, bolsa y consumo familiar solo han conseguido que esta estadística hable por sí misma. Cuando consideramos todo el periodo de 12 años a partir del año 2000, ha habido una ganancia neta de 18.000 empleos mensuales, una octava parte de la tasa de crecimiento en la fuerza laboral.
Tras el crash, la Fed ha continuado animando la bolsa. En septiembre de 2012, el S&P había aumentado en un 115% a partir de sus mínimos durante el declive. De los 5,6 millones de trabajos sustentadores de familias perdidos durante la corrección, solo se han recuperado 200.000 desde entonces. Y durante la cacareada recuperación, las familias estadounidenses gastaron 30.000 millones de dólares menos en alimentos y provisiones en otoño de 2012 de lo que gastaban en el mismo periodo de 2007.
Este es el historial que los aliados de la Fed se ven obligados a defender.
Y vaya si la defienden. Aunque me alegra decir que hay más economistas austriacos que nunca en las facultades de todo el país, el sistema universitario es un lugar notablemente hostil para ideas que desafíen la ortodoxia existente. En el Instituto Mises damos formación en economía, a través de cursos en línea, así como de seminarios en persona y acontecimientos especiales fuera del marco universitario tradicional. Damos nuestros argumentos directamente al público general mediante vídeos cortos, artículos, publicaciones y otros medios. Eludimos a los guardianes de la opinión aprobada.
El humanismo renacentista y la revolución científica, dos importantes acontecimientos intelectuales en la historia de Occidente, se produjeron en buena parte fuera del sistema universitario, que estaba dominado por el pensamiento convencional y la reverencia a las fuentes y autoridades tradicionales. Aunque el número de economistas de la Escuela Austriaca trabajando dentro del sistema universitario esté en aumento, es en los escritos y discursos que realizan fuera de la universidad donde son responsables de tener el mayor impacto y llegar a la mayor audiencia.
En la década de 1830, William Leggett, el jacksoniano antiesclavista escritor de editoriales en Nueva York, propuso la encantadora frase “separación del dinero y el estado”. Estaba en algo. Ludwig von Mises dijo una vez que la historia del dinero es la historia de los esfuerzos del gobierno por destruir el dinero y Hayek observaba que tenemos todas las razones para esperar que los gobiernos aprovechen sus posiciones como monopolistas de la producción del dinero en formas que aumenten su poder y beneficien a sus electores favorecidos.
No necesitamos un “política monetaria”, igual que no necesitamos una política de pinceles, una política de bates de béisbol o una política de automóviles. No necesitamos una institución monopolística para que cree dinero para nosotros. En dinero, como cualquier otro bien, se produce mejor en el mercado con el nexo del cálculo económico. La creación de dinero por el gobierno o su banco central privilegiado nos trae ciclos económicos, devaluación monetaria y un aumento en el poder del gobierno. No es deseable ni desde un punto de vista económico ni libertario. Si vamos a contar verdades monetarias, esta es una de las más esenciales y subversivas de todas.

Publicado el 23 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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