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sábado, 23 de enero de 2016

La odisea de la buena economía




Picture 1Imaginemos un mundo en el que las obras e ideas de Ludwig von Mises se hubieran desdeñado y se hubieran acabado olvidando. La argumentación del cálculo socialista, la teoría austriaca del ciclo económico, la praxeología: no serían más que una nota a pie de página en la historia del pensamiento económico.
Imaginemos un mundo en el que los únicos economistas austriacos fueran un puñado de pensadores difusos y eclécticos matando el tiempo en torno a una universidad inocua y estéril.
Imaginad lo sombrío y desesperado que se vería el futuro en un mundo tal en el que no habría una aproximación radical y explícita a la libertad, soportada por una teoría económica sistemática y sólida, disponible para el público, solo los balbuceos de moderados confusos y las proposiciones tentativas de economistas positivistas y eclécticos.
Así sería hoy el mundo si no fuera por el Instituto Mises. En dos artículos académicos pioneros, Joseph T. Salerno cuenta magistral y convincentemente la historia de cómo el Instituto Mises rescató la buena economía después de un siglo de vicisitudes y experiencias cercanas a la muerte para la Escuela Austriaca.[1] Este artículo trata de condensar esa historia para la persona media.
La verdad puede ser frágil: una llama parpadeante puede extinguirse fácilmente si no se atiende diligentemente. Este es particularmente el caso de la buena economía.
Pero incluso una verdad parcial, si enciende el mundo intelectual, puede hacer una tremenda cantidad de bien. Ese fue el caso de la Escuela Clásica de economía, que, a pesar de sus graves defectos, ayudó a engendrar la época del liberalismo y la Revolución Industrial.
Una verdad más completa fue descubierta en la “revolución marginalista” de la economía en la década de 1870. En esta revolución, las teorías objetivas del valor de la Escuela Clásica fueron sustituidas por las teorías subjetivas. El valor ya no se atribuía a clases completas de bienes, ni se consideraba una cualidad otorgada a un bien por los costes o el trabajo empleados en producirlo. El valor, de acuerdo con lo que Ludwig von Mises llamaba “la economía moderna”, era una evaluación personal y subjetiva de una unidad del bien en cuestión.
La nueva economía subjetivista tenía el potencial para revolucionar la sociedad, como hizo antes la economía clásica, especialmente como fue formulada por Carl Menger, el fundador de la Escuela Austriaca y uno de los originadores de la teoría marginalista subjetiva. Como escribía Israel Kirzner:
Para Menger, las rentas en un sistema capitalista expresan la urgencia relativa de las necesidades del consumidor  que esos perceptores de renta pueden satisfacer. La teoría de la distribución de renta se convierte para Menger sencillamente en una extensión de la teoría del valor. En el capitalismo, la importancia de las necesidades particulares de los consumidores se transmite a través de la estructura de producción. Al propagarse, se determinan tanto los precios de los bienes de orden superior como las rentas de los diversos productores. Los resultados científicos [de Menger] contenían (…) dinamita ideológica. Sugerían la visión de la economía de mercado a la cual podían apelar triunfantemente sus defensores.[2]

La teoría económica de la nueva Escuela Austriaca era distinta en aspectos importantes con respecto a la Escuela Clásica y no solo en su teoría del valor. La teoría clásica de la economía, especialmente la formulada por David Ricardo, era profundamente irrealista. Ricardo introducía muchas suposiciones arbitrarias a partir de las cuales deducía sus conclusiones. Suponía condiciones que no podían encontrarse en ningún lugar en los fenómenos del mercado que trataba de describir y eso hacía poco o nada por aclarar estos fenómenos.
Sin embargo, Menger, para explicar la formación de los precios reales tal y como se ven en el mercado, fue cuidadoso en introducir en su teoría condiciones que se encuentran de verdad en la realidad que estaba tratando de explicar. La teoría de Menger, al contrario de la de Ricardo, era realista.
Sin embargo, Menger no fue el único personaje de la Revolución Marginalista. Otros dos economistas formularon independientemente teorías marginales del valor en el mismo periodo de tiempo. Uno fue el inglés William Stanley Jevons y otro el francés Léon Walras.
Por desgracia, Walras no asumió una aproximación realista como Menger. Su sistema era tal vez incluso menos realista que el de Ricardo. Walras basaba su teoría en la noción de “equilibrio general”, un mundo imaginario de actividad económica repetitiva inacabable en el que no hay variación, ni por tanto incertidumbre. Este concepto, conocido como economía de rotación constante por los austriacos modernos, es una herramienta importante paracomparar con la realidad, especialmente para ayudar a la mente a distinguir conceptualmente entre beneficio e interés: dos fenómenos que están muy presentes, pero se entremezclan, en el mundo real.
Pero Walras no lo usó así. Por el contrario, analizó diversos estados hipotéticos de equilibrio general. Sin embargo, por muy coherentes internamente que puedan haber sido estos análisis, no ofrecían ninguna aclaración sobre el funcionamiento de los mercados del mundo real. Mises se refería a este tipo de análisis como una forma de juego científicamente inútil. Walras también exploró los procesos hipotéticos por los que un mercado en desequilibrio podría “tantear” su camino hacia el equilibrio. Pero las suposiciones realizada al formular esta proceso están también completamente irrealistas y por tanto completamente inútiles.
Aunque la teoría de Walras era como la de Ricardo en su falta de realismo, en realidad erapeor que la de Ricardo en un aspecto importante. Mientras que Ricardo abjuraba de la realidad en cierta medida, al menos adoptaba la idea de causa y efecto. Walras abjuraba tanto de realismo como de causa y efecto. En el equilibrio general walrasiano, los precios se determinaban mutuamente unos a otros. No había dirección en la que fluyera la causa.
Menger por el contrario buscaba leyes causales con las que explicar los fenómenos de los precio del mundo real. En énfasis de Menger en las leyes causales también contrastaba con la aproximación del historicismo que prevalecía entre la intelectualidad germanoparlante del momento, que negaba la existencia de ninguna ley económica, ni causal, ni de otro tipo.
Es debido a este énfasis dual en las leyes causales y el realismo por lo que Salerno llama a la tradición mengeriana como “causal-realista”. Como la economía causal-realista es el único tipo de economía que es al tiempo verdadera y útil, puede llamársele sencillamente “buena economía”.
Esta ruptura al inicio de la revolución marginalista entre el realismo causal mengeriano y el “antirrealismo acausal” walrasiano iba a resultar crucial. La rama walrasiana iba a convertirse finalmente en una parte importante de la “economía dominante” en el siglo XX e incluso llegaría a infectar a la propia Escuela Austriaca.
Menger tuvo dos discípulos principales: Eugen von Böhm-Bawerk y su cuñado Friedrich von Wieser. Böhm-Bawerk extendió y desarrolló la teoría del valor de Menger y la teoría causal-realista de los precios. Wieser por el contrario siguió al primero pero ignoró en buena parte al segundo, formulando en su lugar su propia teoría del equilibrio general.
Menger y Böhm-Bawerk ayudaron a inspirar una tradición causal-realista angloamerican, liderada por John Bates Clark, Philip Wicksteed, Frank Fetter y Herbert Davenport.
Ludwig von Mises fue alumno de Böhm-Bawerk y estuvo muy influido por Menger, diciendo que los Principios de economía política de Menger “hicieron un economista” de él. Mises adoptó y extendió la aproximación causal-realista, utilizándola para realizar enormes avances en las teorías del dinero, el ciclo económico, el cálculo económico y mucho más.
Otro austriaco, Joseph Schumpeter, estuvo principalmente influido por su maestro Wieser y la lectura de las obras de Walras. También adoptó una aproximación walrasiana de equilibrio general para la teoría de precios.
En la década anterior a la Primera Guerra Mundial, Schumpeter era mucho más influyente que Mises, en parte porque Mises no había agrupado todos sus avances en un tratado sistemático. Así que Schumpeter era libre para, como dice Salerno, “restructurar el núcleo de la teoría de precios de la economía austriaca siguiendo las líneas del análisis (verbal) walrasiano de equilibrio general”.
Debido a esto, la cuarta generación de la Escuela Austriaca, incluyendo a F.A. Hayek, bajo la influencia prevaleciente de los escritos de Wieser y Schumpeter, fue cautivada por la aproximación walrasiana. Hayek, en sus primeras obras, “veía la teoría general del equilibrio como el núcleo de la teoría económica”.[3] Sin embargo, Hayek también estaba influido en buena medida por Mises (especialmente en su primera “macroeconomía”)  e hizo enormes contribuciones a la producción causal-realista y a la teoría del ciclo económico.
Hayek llevó el “contagio walrasiano” con él a la London School of Economics (LSE) y allí lo introdujo en el mundo angloparlante. Como escribe Salerno: “Fue bajo la influencia de Hayek como los economistas de la LSE, especialmente John Hicks, empezaron a presentar la teoría walrasiana del equilibrio general (…) a los economistas angloamericanos”.[4] Hayek y Hicks convencieron a Lionel Robbins, el jefe de la LSE para que se alejara del realismo causal mengeriano y se aproximara a la teoría walrasiana del equilibrio general. Esto tuvo el efecto de mover a la propia LSE en la misma dirección.
La reconstrucción de Hayek-Hicks de la teoría del equilibrio general, se combinó con la aproximación del equilibrio parcial de Alfred Marshall para apropiarse de toda la microeconomía angloamericana, suplantando casi completamente la tradición causal-realista de Wicksteed, Fetter, Clark y Davenport. La con quista fue tan completa que George Stigler, en 1946, desdeñaría a Böhm-Bawerk por haber rechazado la determinación mutua y aferrarse tercamente al “viejo concepto de causa y efecto”.[5]
La tradición causal-realista perdió influencia en el periodo de entreguerras. Entonces, prácticamente en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Mises la salvó del olvido cuando publicó por fin en alemán su tratado sistemático, Nationalökonomie. En este libro, Mises reformulaba y refinaba los logros de sus predecesores, conectando esos logros con sus propias teorías pioneras en un todo integrado. El libro era el apogeo científico de la economía causal-realista.
Pero no había audiencia en un mundo germanoparlante ya infestado de nazis y el libro murió en las imprentas. Poco después, el avance nazi llevaría a Mises fuera de Europa y tuvo que encontrar refugio en Estados Unidos.
Pero Mises era fiel como siempre a su lema: tu ne cede malis, “no te rindas ante el mal”.[6]Estaba decidido a decir la verdad al mundo y creía que la única manera de hacerlo era mediante buena economía. Y así, nueve años después escribió de nuevo su tratado sistemático, esta vez en inglés, titulándolo La acción humana.
Aun así, incluso en Estados Unidos la audiencia para un libro así era limitada, tanto se habían extendido las doctrinas antiliberales y anticausal-realistas. La acción humana sí inspiró a algunos seguidores que adoptaron la aproximación de Mises, notablemente Henry Hazlitt y Hans Sennholz. Pero el libro, por sí mismo, fue incapaz de restablecer una escuela causal-realista en Estados Unidos.
Esto paso principalmente por dos razones. Una razón era la falta de un apoyo institucional dedicado. Las instituciones que apoyaron a Mises estaban interesadas en reunir argumentos a favor de la libertad económica, pero no estaban dedicadas específicamente al proyecto científico de Mises.
En segundo lugar, aunque en La acción humana Mises desarrollaba su propias contribuciones y apuntes originales extensivos, suponía que el lector ya estaba familiarizado con otros aspectos centrales de la buena economía. Pero esta era una suposición que no podía hacerse en el peligroso estado de la economía en el mundo angloparlante. Había una necesidad de rellenar los huecos en el sistema magistral de Mises.
Esa necesidad fue cubierta por Murray N. Rothbard, un genio que a lo largo de la década de 1950 fue capaz de hacer por la economía misesiana lo que hizo Euclides por la geometría: rellenar las lagunas del sistema y hacer explícitas las deducciones paso a paso por las que se había construido el edificio teórico. El resultado fue El hombre, la economía y el estado, publicado en 1962.
El hombre, la economía y el estado hacía tan clara para aprender la buena economía que fue una influencia para definir una carrera para diversos intelectuales aislados. En 1974 había suficientes rothbardianos como para realizar una conferencia de economía austriaca, financiada por el Institute for Humane Studies, organizada en la pequeña villa de South Royalton, en Vermont.
La propia conferencia se califica a menudo como el evento que inauguró el movimiento moderno de la economía austriaca en Estados Unidos. Pero en realidad fue simplemente la primera reunión física de un movimiento que había estado creciendo desde la publicación del tratado de Rothbard. Los jóvenes rothbardianos constituían la mayoría de los participantes en South Royalton. Si no hubiese sido por ese libro, no habría habido suficientes austriacos como para merecer una conferencia.
Además, fue en el mejor de los casos una bendición mixta, ya que llevó a que la historia se repitiera. De nuevo, una escuela de pensamiento económico se bifurcaba en dos tendencias. En la revolución marginalista, la división fue entre Menger y Walras. En la segunda generación de la Escuela Austriaca, fue entre Böhm-Bawerk y Wieser. En la tercera generación, fue entre Mises y Schumpeter.
Una división importante en la renacida Escuela Austriaca en Estados Unidos fue entre Rothbard y Ludwig Lachmann, un intelectual sudafricano que se hizo importante en South Royalton. Lachmann había realizado algunas contribuciones importantes a la economía misesiana. Pero, después de convertirse repentinamente a la metodología nihilista de George Shackle, empezó a desarrollar una visión muy anti-misesiana de la economía de mercado.
Por ejemplo, Mises había hecho la afirmación realista de que el hombre que actúa es capaz de luchar contra la incertidumbre con respecto a las valoraciones de otros, usando la facultad humana de comprender. Gracias a esto, los precios históricos y previstos eran herramientas apropiadas para cálculo económico con sentido.
Lachmann, por el contrario, realizaba la suposición irrealista de que el hombre que actúa estaba acorralado por tal “incertidumbre radical” que los precios previstos no tenían sentido con respecto a la asignación racional de recursos. Esta visión no era causal-realista en su uso de supuestos irrealista, ni tampoco en su negación cuasihistoricista de las leyes causales que proporcionan un orden racional en el mercado. Por desgracia, a pesar de los intentos de Rothbard, algunos jóvenes austriacos siguieron a Lachmann a los bosques nihilistas.
La buena economía sufrió un tremendo golpe cuando, como dice Salerno,
La nueva gran fuente de financiación para el I.H.S. y el Instituto Cato, un “think tank” libertario recién creado, llevó a la trascendental decisión a finales de la década de 1970 de rebajar deliberadamente el papel de Ludwig von Mises en la economía austriaca debido a su intransigencia radical en método, teoría y política económicos, lo que ponía en riesgo de alejar a economistas, licenciados y políticos económicos moderados clásicos de “libre mercado”, que el nuevo eje financiero-institucional ansiaba llevar a su terreno.
Con el paso del tiempo, el nombre de Mises se mencionaba cada vez menos en las conferencias y simposios patrocinados por estas instituciones aliadas financieramente y pronto se convirtió en casi un anatema. Al estar desapareciendo Mises, apareció un énfasis creciente sobre las contribuciones de Friedrich Hayek, que había ganado el premio Nobel en 1974.[7]
Las cosas empeoraron en 1980, cuando
Se instituyó un programa de doctorado en la economía de “procesos del mercado” antimisesiano y pro-lachmanniano generosamente financiado en la Universidad George Mason en el norte de Virginia.[8]
Este programa sería dirigido posteriormente por Don Lavoie, un lachmanniano que inculcó en muchos de sus alumnos un eclecticismo metodológico que defienden hasta hoy.
El año siguiente, Rothbard fue expulsado del Instituto Cato, del que había sido cofundador, siendo confiscadas sus participaciones en la organización. Rothbard había esperado que el Cato fuera una vía para promover la economía misesiana. Aun así, antes de su salida, la organización ya había empezado a derivar hacia la economía neoclásica y especialmente la Escuela de Chicago. Así que la economía causal-realista estaba tan aislada como siempre, habiendo perdido casi todo su apoyo institucional. La buena economía estaba de nuevo al borde a perderse para el mundo.
Pero como suele decirse, no hay mal que por bien no venga. Y solo un año después, Lew Rockwell, con un presupuesto ajustado, fundo el Instituto Ludwig von Mises para la Economía Austriaca (el nombre oficial del IM). Es más, lo hizo delante de la oposición furiosa de los mismos multimillonarios que habían decidido rebajar a Mises, financiar el programa difuso de la UGM y expulsado a Rothbard del Cato.
La buena economía por fin tenía un hogar institucional. A través de las revistas del IM, siempre editadas por misesianos radicales, empezando por Rothbard, la economía causal-realista se ha desarrollado durante 30 años. A través de las conferencias del IM, siempre dirigidas por misesianos radicales, empezando por Rothbard, la economía causal-realista se ha divulgado durante 30 años.
El IM ha proporcionado un lugar para unir a los investigadores que habían descubierto independientemente la economía austriaca. Uno de esos investigadores es ahora nuestro vicepresidente académico, Joseph T. Salerno. También ha sido un motor para la producción de nuevos investigadores austriacos. Uno de esos graduados del IM es ahora nuestro director ejecutivo, Peter G. Klein.
Bajo la administración de estos dos defensores de la economía causal-realista y de Mr. Rockwell y con vuestro apoyo financiero, podemos estar seguros de que la llama de la buena economía (después de haber sido sacudida por el destino durante más de un siglo, una y otra vez hasta estar a punto de extinguirse, solo para ser salvada en el último momento por un genio aislado) tenderá a ser segura y diligente durante muchos años venideros.
Es más, la verdad, si se hace accesible, puede extenderse como el fuego en una pradera. Ron Paul ha inspirado a miles con su mensaje de libertad. Estos miles son un enorme semillero potencial para un futuro crecimiento de la Escuela Austriaca causal-realista. (Pues como todos sabemos, entre sus filas incluso podría haber otro genio al nivel de Mises o Rothbard). Y ahora podemos llegar más fácilmente que nunca a estos austriacos potenciales a través de Mises.org.
Mises.org puede ser asimismo una herramienta enormemente poderosa para los investigadores y educadores de la Escuela Austriaca que el IM ha criado para llegar al público general y así llevar a cabo una revolución ideológica. Esa misión es lo que hace tan importante la buena economía en primer lugar, porque, como escribía Mises:
El florecimiento de la sociedad humana depende de dos factores: el poder intelectual de hombres extraordinarios para concebir buenas teorías sociales y económicas y la capacidad de estos u otros hombres para hacer esas ideologías aceptables para la mayoría.[9]
Por eso Mises llamaba a la buena economía “la médula de la civilización”.[10] Por el bien de nuestra acosada civilización, apoyad la conservación, desarrollo y divulgación de la buena economía.

Publicado originalmente el 23  de octubre de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[2] Transcrito del audiolibro Early Austrian Economics de Israel Kirzner.
[3] Salerno (1999)
[4] Ibíd.
[5] Citado en Murray Rothbard, El hombre, la economía y el estado, capítulo 5.
[6] El lema completo de Mises era Tu ne cede malis sed contra audentior ito, un verso latino de La Eneida de Virgilio, que significa aproximadamente: “No te rindas ante el mal, sino combátelo con más fuerza”.
[7] Salerno (2002)
[8] Ibíd.
[9] Ludwig von Mises, La acción humana, capítulo 37, cursivas añadidas.
[10] Mises, La acción humana, capítulo 38.

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