[Este artículo está extraído de La acción humana, capítulo XVII]
Tan pronto como un bien económico es demandado no sólo por quienes quieren usarlo para consumo o producción, sino asimismo por personas que quieren guardarlo como medio de intercambio y entregarlo cuando sea necesario en un acto posterior de intercambio, su demanda aumenta. Ha aparecido un nuevo uso para este bien y se crea una demanda adicional del mismo.
Al igual que cualquier otro bien económico, esa demanda adicional conlleva un aumento en su valor de intercambio, es decir, en la cantidad de otros bienes que se ofrecen para su adquisición. La cantidad de otros bienes que pueden obtenerse al entregar un medio de intercambio, su “precio” expresado en términos de distintos bienes y servicios, esta en parte determinada por la demanda de quienes quiere adquirirlo como tal medio de intercambio. Si la gente deja de usar el bien en cuestión como medio de intercambio, esa demanda específica adicional desaparece y consecuentemente el “precio” cae.
Por tanto la demanda de un medio de intercambio se compone de dos demandas parciales: la demanda mostrada por la intención de usarlo para consumo o producción y la mostrada por la intención de usarlo como medio de intercambio.[1] En lo que se refiere a la moneda metálica moderna, hablo de la demanda industrial y la demanda monetaria. El valor de intercambio (poder de compra) de un medio de intercambio es el resultante del efecto acumulado de ambas demandas parciales.
Ahora bien, la parte de la demanda de un medio de intercambio que se muestra por su servicio como medio de intercambio depende de su valor de intercambio. Este hecho hace aparecer dificultades que muchos economistas consideraban irresolubles por lo que se abstenían de continuar en esta línea de razonamiento. Es ilógico, decían, explicar el poder de compra del dinero en relación con la demanda de dinero y la demanda de dinero en relación con su poder de compra.
La dificultad es sin embargo meramente aparente. El poder de compra que explicamos refiriéndonos a una demanda específica no es el mismo poder de compra cuyo tamaño determina esta demanda específica. El problema es entender la determinación del poder de compra en el futuro inmediato, en el momento inmediato. Para resolver este problema nos referimos al poder de compra en el pasado inmediato, en el momento que acaba de pasar. Son dos magnitudes distintas. Es erróneo objetar a nuestro teorema, que podríamos llamar el teorema de la regresión, que se mueve en un círculo vicioso.[2]
Pero, según dicen los críticos, eso es como limitarse a echar atrás el problema. Por ahora uno debe todavía explicar la determinación del poder de compra de ayer. Si uno explica esto de la misma forma refiriéndose al poder de compra del día anterior ayer y así sucesivamente, se llega a un regressus in infinitum. Este razonamiento, afirman. Sin duda no es una solución completa y satisfactoriamente lógica del problema planteado.
Lo que estos críticos no llegan a ver es que la regresión no se produce hacia atrás indefinidamente. Llega a un punto en el que la explicación se completa y no quedan cuestiones sin responder. Si seguimos el poder de compra del dinero paso a paso finalmente llegaremos al punto en el que empieza el servicio del bien afectado como medio de intercambio. En este punto, el valor de intercambio de ayer está determinado exclusivamente por su demanda no monetaria (industrial), que se manifiesta sólo por quienes quieren usar esa bien para otros usos distintos del de medio de intercambio.
Pero, continúan los críticos, esto significa explicar que parte del poder de compra del dinero que se debe a su servicio como medio de intercambio por su empleo para fines industriales. El mismo problema, la explicación de componente específicamente monetario de su valor de intercambio, permanece sin resolver. De nuevo los críticos se equivocan. Ese componente del valor del dinero que es resultado de los servicios que presta como medio de intercambio se explica completamente al referirse a esos servicios específicamente monetarios y la demanda que crean.
Hay dos hechos que no van a negarse ni los niega nadie. Primero, que la demanda de un medio de intercambio se determina considerando su valor de intercambio que es resultado tanto de los servicios monetarios como industriales que genera. Segundo, que el valor de intercambio de un bien que no ha sido demandado aún para servir como medio de intercambio se determina únicamente por la demanda de la gente dispuesta a usarlo para fines industriales, es decir para el consumo o la producción.
Ahora, el teorema de la regresión apunta a interpretar la aparición inicial de una demanda monetaria para un bien que previamente se había demandado exclusivamente para fines industriales mediante la influencia del valor de intercambio que tenía adscrito hasta entonces para sólo sus servicios no monetarios. Esto indudablemente no implica explicar el valor de intercambio monetario específico de un medio de intercambio a partir de su valor de intercambio industrial.
Finalmente, se ha objetado al teorema de la regresión que su aproximación es histórica, no teórica. Esta objeción no es menos errónea. Explicar un evento históricamente significa mostrar cómo se produjo por fuerzas y factores operando en una fecha y un lugar definidos. Estas fuerzas y factores individuales son los elementos en definitiva de la interpretación. Son los datos definitivos y como tales no están abiertos a ningún análisis y explicación ulterior.
Explicar un fenómeno teóricamente significa determinar el origen de su apariencia por la operación de reglas generales que ya están incluidas en el sistema teórico. El teorema de la regresión cumple con este requisito. Determina el origen del valor de intercambio específico de un medio de intercambio en su función como tal medio y en los teoremas concernientes al proceso de valorar y poner precio tal y como se desarrollan en la teoría cataláctica general.
Se deduce un caso especial de las reglas de una teoría universal. Demuestra cómo el fenómeno especial necesariamente aparece por la operación de las reglas generalmente válidas para todos los fenómenos. No dice “Esto ocurrió en ese momento y en ese lugar”. Dice “Esto pasa siempre que aparecen las condiciones: siempre que un bien que no haya sido demandado previamente para su uso como medio de intercambio empieza a ser demandado para este fin, deben aparecer los mismos efectos; ningún bien puede emplearse para la función de medio de intercambio que en su mismo inicio para su uso con este fin no tuviera un valor de intercambio otorgado a sus otros usos”.
La relación entre la demanda y la oferta de dinero, que puede llamarse la relación monetaria, determina el nivel del poder de compra. La relación monetaria de hoy, como se determina partiendo del poder de compra de ayer, determina el poder de compra de hoy. Quien quiere aumentar su líquido restringe sus compras y aumenta sus ventas y así crea una tendencia hacia la bajada de precios. El que quiere reducir su liquidez aumenta sus compras (ya sea en consumo o para producción e inversión) y restringe sus ventas y así crea una tendencia hacia la subida de precios.
Los cambios en la oferta de dinero deben alterar necesariamente la disposición de bienes vendibles propiedad de distintos individuos y empresas. La cantidad de dinero disponible en todo el sistema de mercado no puede aumentar ni disminuir sin que previamente aumenten o disminuyan las existencias líquidas de ciertos miembros individuales. Podemos, si queremos, suponer que cada miembro tiene una porción del dinero adicional justo en el momento en que éste se inyecta en el sistema o porciones en la reducción de la cantidad de dinero.
Pero aun suponiendo esto o no, el resultado final de nuestra explicación seguirá siendo el mismo. Este resultado sería que los cambios en la estructura de los precios generados por cambios en la oferta de dinero disponible nunca afectan a los precios de los distintos productos y servicios en el mismo grado y al mismo tiempo.
Supongamos que el gobierno emite una cantidad adicional de papel moneda. El gobierno planea o bien comprar productos y servicios o pagar deudas o pagar intereses de esas deudas. Sea como sea, el tesoro entra en el mercado con una demanda adicional de bienes y servicios: ahora está en posición de comprar más bienes de los que podía comprar antes. Los precios de los productos que compra aumentan.
Si el gobierno hubiera gastado en sus compras dinero obtenido mediante impuestos, los contribuyentes habrían restringido sus compras y, al tiempo que el precio de los bienes comprados por el gobierno habrías aumentado, los de otros bienes habrían disminuido. Pero esta caída en los precios de los bienes que habrían comprado los contribuyentes no se produce si el gobierno aumenta la cantidad de dinero en manos del público. Los precios de algunos productos (los que compra el gobierno) aumentan inmediatamente, mientras que los de los demás productos se mantienen inalterados en ese momento.
Pero el proceso continúa. Quines venden los productos que pide el gobierno están ahora mismo en posición de comprar más de lo que lo harían previamente. Los precios de las cosas que esta gente compra en cantidades mayores también suben, lógicamente. Así que la expansión se extiende de un grupo de productos y servicios a otros grupos hasta que todos los precios y niveles salariales hayan aumentado. Al aumento en precios no es por lo tanto simultáneo en los distintos productos y servicios.
Cuando finalmente, en el discurrir del incremento de la cantidad de dinero, todos los precios han aumentado, esta subida no afecta a los distintos productos servicios pro igual. Pues el proceso ha afectado a la posición material de varios individuos en diferentes grados. Mientras se produce el proceso, alguna gente disfruta del beneficio de precios más altos para los bienes y servicios que vende, mientras que los precios de las cosas que compra aún no han aumentado aún o no lo han hecho en la misma proporción.
Por otro lado, hay gente que está en la infeliz situación de vender productos y servicios cuyos precios aún no han aumentado o no al mismo nivel que los de los bienes que debe consumir diariamente. Para los primeros, el progresivo aumento es una bendición, para los últimos, una calamidad. Además, los deudores se ven favorecidos a costa de los acreedores.
Cuando el proceso termina, la riqueza de varios individuos se ha visto afectada en distintas formas y grados. Algunos se han enriquecido, otros empobrecido. Las condiciones ya no son las anteriores. El nuevo orden de cosas ocasiona cambios en la intensidad de la demanda de ciertos bienes. La relación mutua de los precios en dinero de los bienes y servicios a la venta no es igual que antes.
La estructura de precios ha cambiado, aparte del hecho de que todos los precios en términos de dinero han aumentado. Los precios finales para el establecimiento de la tendencia del mercado después del aumento en la cantidad de dinero se han consumado completamente y no son iguales a los precios finales multiplazos por el mismo multiplicador.
El fallo principal en la antigua teoría cuantitativa así como en la ecuación matemática de intercambio de los economistas es que han ignorado este asunto esencial. Los cambios en la oferta de dinero deben traer consigo cambios en otros datos. El sistema de mercado antes y después de la entrada o salida de una cantidad de dinero no ha cambiado simplemente las existencias líquidas de los individuos y los precios han subido o bajado. También se han realizado cambios en las relaciones de intercambio entre los distintos productos y servicios, que, si recurrimos a una metáfora, se describen más adecuadamente con la imagen de una revolución de precios que por la imagen equívoca de una elevación o bajada del nivel de precios.
Podemos en este punto dejar de lado los efectos que produce por influencia en el contenido de todos los pagos aplazados estipulados en contratos. Nos ocuparemos más delante de ello y de cómo operan los eventos monetarios al consumo y la producción, la inversión en bienes de capital y la acumulación y consumo de capital. Pero aunque dejemos de lado todo esto, no debemos olvidar nunca que los cambios en la cantidad de dinero afectan a los precios de forma irregular.
Depende de los datos de cada caso particular en qué momento y hasta qué punto se ven afectados los precios de los distintos productos y servicios. En el curso de una expansión monetaria (inflación), la primera reacción no es sólo que los precios de algunos aumenten más rápida y bruscamente que otros. Puede también ocurrir que algunos caigan al principio, por ser demandados en su mayor parte por esos grupos cuyos intereses se ven perjudicados.
Los cambios en la relación monetaria no sólo los causan los gobiernos emitiendo papel moneda adicional. Un incremento en la producción de los metales preciosos empleados como moneda tiene los mismos efectos, aunque evidentemente pueden verse favorecidos o perjudicados otros segmentos de población.
Los precios también aumentan de la misma manera si, sin una correspondiente reducción en la cantidad de dinero disponible, la demanda de éste cae por una tendencia general a una disminución de las existencias líquidas. El dinero adicional gastado en ese “desatesoramiento” conlleva una tendencia a precios más altos de la misma forma que cuando proviene de las minas de oro o de las imprentas. Por el contrario, los precios bajan cuando disminuye la oferta de dinero (p. ej., mediante la retirada de papel moneda) o aumenta su demanda (p. ej., por una tendencia al “atesoramiento”, el mantenimiento de mayores cantidades en caja). El proceso está siempre en desequilibrio y por pasos, es desproporcionado y asimétrico.
Podría ser y se ha objetado que la producción normal que las minas de oro traen al mercado pueda implicar un aumento en la cantidad de dinero, pero no un aumento en los ingresos, aún menores que la riqueza, de los propietarios de las minas. Esa gente sólo gana su ingreso “normal” y por tanto su gasto no puede desajustar las condiciones de mercado y las tendencias prevalentes hacia un establecimiento de precios finales y el equilibrio de una economía siempre en rotación.
Para ellos, la producción anual de las minas no significa un incremento en riqueza y no les impulsa a ofrecer precios más altos. Continuarán viviendo al nivel al que estaban acostumbrados hasta entonces. Su gasto dentro de estos límites no revolucionaría el mercado. Así que la cantidad normal de producción de oro, aunque ciertamente incremente la cantidad de dinero disponible, no puede poner en marcha el proceso de depreciación. Es neutral respecto de los precios.
Como contra este razonamiento primero debe observarse que en una economía en progreso en que las cifras de población aumentan y la división del trabajo y su corolario, la especialización industrial, se perfeccionan, prevalece una tendencia hacia un incremento en la demanda de dinero. Aparece nueva gente en escena y quiere establecer sus existencias de líquido.
El porcentaje de autosuficiencia económica, es decir de producción para las necesidades caseras, disminuye y la gente se hace más dependiente del mercado esto les impulsaría, en general, a aumentar sus existencia de dinero. Así, la tendencia al aumento de precios de lo que se llama la producción “normal” de oro encuentra una tendencia a la bajada derivada del aumento de demanda de existencias de dinero.
Sin embargo estas dos tendencias opuestas no se neutralizan. Los dos procesos siguen su propio curso, generando ambos un desajuste en las condiciones sociales existentes, haciendo a alguna gente más rica y a alguna gente más pobre. Ambas afectan a los precios de distintos bienes en momentos distintos y en distinto grado. Es verdad que el aumento de precios de ciertos productos causado por uno de estos procesos puede acabar compensándose por la caída cauda por el otro. Puede ocurrir que al final algunos o muchos precios vuelvan a su nivel anterior.
Pero este resultado final no es consecuencia de una ausencia de movimientos provocada por cambios en al relación monetaria. Es más bien el resultado del efecto combinado de la coincidencia de dos procesos independientes entre sí, cada uno de los cuales produce alteraciones en los datos de mercado, así como en las condiciones materiales de distintos individuos y grupos de individuos. La nueva estructura de precios puede no diferir mucho de la previa. Pero es el resultado de dos series de cambios que han generado todas las transformaciones sociales que conllevan.
El hecho de que los propietarios de minas de oro dependen de las ganancias regulares anuales de su producción no evita el impacto en los precios de las nuevas minas de oro. Los propietarios de las minas quitan del mercado, a cambio de oro producido, los bienes y servicios requeridos para su minería y los bienes necesarios para su consumo y sus inversiones en otras líneas de producción. Si no hubieran producido esta cantidad de oro, los precios no se hubieran visto afectados por ello.
No tiene nada que ver que hayan anticipado el rendimiento futuro de las minas y capitalizado éste y que hayan ajustado su nivel de vida a las expectativas de procesos regulares de la operación de las minas. Los efectos que las nuevas minas ejercen en sus gastos y en el de la gente con existencias de dinero sólo empiezan en el instante en que este oro está disponible en manos de los propietarios. Si, ante la expectativa de rendimientos futuros, han gastado dinero en una fecha anterior y los rendimientos esperados no se producen, las condiciones no variarían respecto de otros casos en que el consumo se financia a crédito basado en expectativas no cumplidas de eventos posteriores.
Los cambios en el volumen de existencias de dinero deseadas de distinta gente se neutralizan entre sí sólo en la medida en que son regularmente recurrentes y están mutuamente conectados por una reciprocidad causal. A los asalariados no se les paga diariamente, sino en ciertos días de pago en un periodo de una o varias semanas. No planean mantener sus existencias de dinero al mismo nivel entre los días de paga: la cantidad de dinero en sus bolsillos disminuye ha medida que se acerca el siguiente día de paga.
Por otro lado, los comerciantes que les suministran las necesidades de la vida aumentan su existencia de dinero simultáneamente. Estos dos movimientos se condicionan entre sí: hay una interdependencia causal entre ellos que armoniza ambos en relación con el tiempo y la cantidad. Ni el vendedor ni su cliente se dejan influenciar por estas fluctuaciones recurrentes. Sus planes respecto de la existencia de dinero, así como sus operaciones de negocio y su gasto para consumo respectivamente tienen a la vista todo el periodo y lo tienen en cuenta en conjunto.
Fue este fenómeno el que llevó a algunos economistas a la imagen de una circulación regular del dinero y a olvidar los cambios en la existencia de dinero de los individuos. Sin embargo, estamos ante una concatenación que se limita a un campo estrecho y claramente circunscrito. Sólo en la medida en que el aumento en las existencias de dinero de un grupo de gente sea temporal y cuantitativamente relacionado con la disminución de las de otro y siempre que estos cambios se autoliquiden en el curso de un periodo en que los miembros de ambos grupos consideren en conjunto al planificar sus existencias de dinero, puede producirse la neutralización. Más allá de este campo no cabe cuestionarse dicha neutralización.
Publicado originalmente el 26 de octubre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
[1] Los problemas del dinero dedicado a servir exclusivamente como medio de intercambio y que no pueden prestar otro servicio para el que puedan demandarse se analizan más adelante, en la sección 9.
[2] El autor de este escrito desarrolló por primera vez este teorema de la regresión en la primera edición de su libro La teoría del dinero y el crédito, publicado en 1912. Su teorema ha sido criticado desde varios puntos de vista. Algunas de las objecione spresentadas, especialmente las de B.M. Anderson en su atento libro The Value of Money, publicado por primera vez en 1917, merece un examen muy cuidadoso. La importancia de los problemas que implica hace necesario sopesar también las objeciones de H. Ellis (German Monetary Theory 1905-1933). En el texto actual se particularizan y examinan críticamente todas las objeciones expuestas.
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