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jueves, 21 de enero de 2016

Por qué necesitamos una recesión

Why We Need a Recession



De acuerdo con el National Bureau of Economic Research (NBER), una recesión se define como un “declive significativo en la actividad económica extendido por toda la economía, durando más que unos pocos meses”. A menudo, esto se entiende como dos trimestres de crecimiento económico negativo  medido por el PIB del país.

La opinión pública es generalmente bastante simple con respecto a la recesión: las subidas generalmente son bienvenidas, las recesiones han de ser evitadas. Sin embargo los “austriacos” están fuera de este consenso general: consideramos las recesiones como sanas y necesarias. Las recesiones económicas solo corrigen las aberraciones y excesos de un auge. Los beneficios de las recesiones incluyen:
  • Las estructuras esclerotizadas del mercado laboral se destruyen y disminuyen los costes laborales.
  • Aumentan la productividad y la competencia.
  • Se corrigen las asignaciones incorrectas y se abandonan o liquidan las inversiones no rentables.
  • Se expone la mala gestión pública de la economía.
  • Inversores y empresarios que estaban tomando riesgos demasiado grandes sufren pérdidas y los precios se ajustan para reflejar las preferencias de los consumidores.
  • Las recesiones también permiten una restructuración de los procesos de producción.
Al final del proceso correctivo, los cimientos para una subida renovada son más estables y sanos. Así que vemos las correcciones deflacionistas como una precondición para que el crecimiento próspero sea sostenible a largo plazo. Ludwig von Mises entendía esto cuando observaba:
La vuelta a la estabilidad monetaria no genera una crisis. Solo expone las malas inversiones y otros errores que se realizaron bajo la alucinación de la prosperidad ilusoria creada por el dinero barato.

¿Puede el gobierno salvar la cara?

Sin embargo, además de llevar a una verdadera dureza temporal en las áreas de la economía afectadas por las malas inversiones, una recesión económica en el futuro cercano representaría una vergüenza para los banqueros centrales. Sus polémicas medidas de política monetaria se justificaban como un medio apropiado para dirigir a la economía de vuelta a la salud. Es decir, se afirmaba que sus intentos de acabar o evitar recesiones útiles contribuían a la tan ansiada recuperación sostenible.
Pero el intento de combatir por los mismos medios una crisis que fue causada por políticas monetarias laxas no llevará a prosperidad sostenible. Solo retrasará los procesos cruciales de ajuste de una fase deflacionista. Cuanto más se retrasen y más intenten mantenerla a raya los banqueros centrales y políticos, más desagradable se hará este ajuste.

La política se impone a la economía

En general, existe la tendencia en todo sistema democrático a impedir procesos de ajuste demasiado dolorosos, ya que su naturaleza da amargura a corto plazo y beneficios a largo plazo beneficia a los conflictos con el resultado de que los políticos que los generan son reelegidos para ello. Ningún gobierno democrático que se presente a las próximas elecciones con la factura de los éxitos y fracasos evidentes de su administración permitirá voluntariamente que se produzca una recesión profunda, aunque tenga que reconocer que el ajuste era necesario.
Por tanto, la política inflacionista es siempre un método bienvenido de empobrecer a la población por decreto e impulsar así un ajuste real de los precios a la fuerza. La devaluación del dinero como norma siempre golpea más duro a los menos privilegiados de la sociedad, ya que la gente rica puede evitar más fácilmente una devaluación de su riqueza.

Preocupaciones fuera del bando austriaco

Sin embargo, los representantes de la Escuela Austriaca ya no están solos en advertir acerca de las consecuencias fatales a largo plazo de la política de tipos cero de interés. Incluso el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), a menudo mencionado como el “banco central de los bancos centrales”, entiende que los intentos eternos de evitar recesiones pueden tener efectos verdaderamente negativos.
El informe del BIS de 2014 advierte acerca de los mercados financieros exageradamente eufóricos, que según The Financial Times, están “en desacuerdo con la realidad”.
El BIS explica:
Particularmente para países en las últimas etapas de auges financieros, el dilema está ahora entre el riesgo de proponer la caída del ciclo o sufrir un declive mayor más adelante.
La nueva deuda sirve principalmente para impedir que de desplome el frágil edificio de la deuda, no lleva a nueva actividad inversora. A este respecto, el BIS ve paralelismos entre las naciones industrializadas occidentales hoy y el Japón de la década de 1990. Estas políticas, dice el BIS “desestabilizan directamente el sector bancario, pero también actúan como una rémora sobre la oferta del crédito y llevan a malas asignaciones”.
Este año, el BCE, que como sucesor del Bundesbank alemán ha mantenido por mucho tiempo ondeando la bandera de la reserva de la inflación, acabó capitulando y empezó a apostar por un mayor estímulo monetario, manteniendo el lema: “No está funcionando, ¡hagámoslo más!”
Sin embargo, según F.A. Hayek, estos mecanismos unitarios de defensa ante una crisis global solo posponen la crisis, que tendrá lugar en todo caso, solo que más tarde y de forma más grave:
Combatir una depresión con una expansión forzada del crédito equivale al intento de luchar contra un mal con sus propias causas: como sufrimos una mala dirección de la producción, queremos aún más mala dirección, una aproximación que lleva necesariamente a una crisis aún más grave una vez que la expansión crediticia llegue a su fin.

Publicado originalmente el 20 de enero de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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