Tras la caída de tres décimas porcentuales en diciembre, la inflación acumulada a lo largo de 2015, es decir, la tasa interanual del IPC en diciembre se situó en el 0%. La inflación media anual fue del -0,5%. Comparando estos resultados con las previsiones realizadas hace un año (gráfico superior izquierdo), vemos que la desviación no ha sido muy importante en la tasa de diciembre, aunque sí en las tasas de febrero a septiembre y, por tanto, en la media anual. Esta discrepancia se debe fundamentalmente a la evolución del precio del petróleo, que ha sido muy volátil. En enero del pasado año el barril de Brent costaba 41 euros, subió hasta 57 en mayo, para volver a bajar de nuevo de forma brusca a partir de agosto hasta 35 euros en diciembre. Esta evolución ha marcado la del grupo de carburantes del IPC (gráfico superior derecho) y, por tanto, la de la inflación total, que ha descrito una especie de W a lo largo del año.
Por ello, más que nunca, hay que usar la inflación subyacente como el indicador más significativo de la marcha tendencial de los precios. Lo que vemos aquí es que a partir de mayo esta comenzó a desviarse al alza de las previsiones, acabando el año con una tasa del 0,9%, cuatro décimas más de lo previsto. La desviación puede atribuirse a una pujanza de la demanda de consumo mayor de la prevista y a la depreciación del euro. Por otro lado, un indicio de que el consumo se recupera de forma generalizada, y con él los precios, es que todos los componentes de la inflación subyacente muestran una tendencia al alza (gráfico inferior izquierdo).
Ello nos indica que, a pesar de que durante casi todo el año hayamos estado en deflación en sentido semántico del término, no lo hemos estado en sentido económico. Ello es así porque la deflación no ha sido causada de forma endógena por la economía española, sino que se debe a la caída del precio de un producto importado, lo cual aumenta el poder adquisitivo de todos los agentes económicos y baja el coste de producción de las empresas. A su vez, esta ganancia de renta real posibilita que haya más consumo e inversión reales, con consecuencias positivas en la creación de empleo. Por otro lado, la tendencia al alza de la inflación subyacente es un buen indicador de que la economía se está recuperando con fuerza, cerrándose la brecha entre oferta y demanda que se abrió en los años de recesión. Es cierto que mayores tasas de inflación vendrían bien a economías, como la española, todavía muy endeudadas. Pero, a cambio, la baja inflación posibilita que el Banco Central Europeo lleve a cabo una política monetaria muy expansiva, que nos permite disfrutar de tipos de interés históricamente bajos, lo cual es muy beneficioso también para los que tienen deudas. La lección que debieran sacar los agentes económicos endeudados, sobre todo las empresas, es que la facilidad de financiar sus deudas a tipos superreducidos no debiera interrumpir el proceso de desendeudamiento, ya que algún día volverán a subir los tipos de interés, con graves daños para sus cuentas de resultados.
Las previsiones de inflación para el año que acaba de comenzar son bastante inciertas, dada la volatilidad del precio del petróleo. En un escenario central, en el que este se recupera progresivamente hasta 38 dólares el barril en diciembre y el euro se deprecia moderadamente, estaríamos con tasas negativas de inflación hasta finales del verano, pasando a positivas en los últimos meses del año y cerrándolo con un 0,7%. La media anual en este escenario sería de -0,2% (gráfico inferior derecho). Si el precio del petróleo se recuperara con más fuerza, hasta 44 dólares en diciembre, la tasa de este mes ascendería al 1,4% y la media anual, al 0,2%. En cambio, si el precio del petróleo se mantiene a los niveles actuales, la tasa de diciembre sería de sólo el 0,1% y la media anual, del -0,5%. En cuanto a la inflación subyacente, en el escenario central se mantendría en torno al 1% durante todo el año.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
Turismo exterior
Durante los últimos meses del pasado año, una de las actividades que más contribuyeron al sostenimiento del crecimiento fue el turismo exterior, aunque estos meses no son tan significativos en volumen como los del verano. Según la Estadística de Movimientos Turísticos en Fronteras (FRONTUR), que ahora publica el INE, los turistas entrados en octubre y noviembre aumentaron un 10% respecto a los mismos meses del año anterior. La media de estos meses, corregidos de estacionalidad y calendario, dio una tasa anualizada del 14,7% respecto a la media del tercer trimestre. En ambos casos las tasas son notablemente más elevadas que las de los primeros nueve meses del año. Coherentemente, el gasto de dichos turistas, según la Encuesta de Gasto Turístico, aumentó en dichos meses un 6,8% interanual un 11,4% en tasa trimestral anualizada.
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