Sobre la competitividad y sus indicadores
Artículo enviado por Jose D Rosello Gómez:
Introducción:
La competitividad es una de estas variables económicas definida en un tiempo relativamente reciente. No la encontraremos en ningún autor clásico o neoclásico, ni pertenece al acervo más ortodoxo, sin embargo, se la refiere a menudo y ha ido ganando un lugar cada vez mayor en el debate económico. Menudean las referencias a economías competitivas, a deterioros y ganancias de competitividad o a medidas beneficiosas para ello. No hay discurso de política económica que se precie sin que haya unas frases dedicadas a tratar de competitividad.
Lo cierto es que parece conveniente, antes de nada, establecer qué es la cosa en sí. La competitividad, a diferencia del PIB o la Inversión, no es una variable definida unánimemente. Si nos referimos a una compañía, podría decirse que la más competitiva es aquella que consigue tener más beneficios de manera sostenida que sus competidoras en el sector. Si nos referimos a un producto podríamos definir competitividad como aquella capacidad de generar mayor utilidad a sus consumidores, bien sea por aumentos de calidad o rebajas de precio. Pero, ¿y si nos referimos a un país, o a una economía?
De forma intuitiva, se ha venido derivando un concepto que mezcla nociones del mundo empresarial, de la esfera del comercio internacional y también de la macroeconomía. El resultado podríamos verbalizarlo de manera aproximada diciendo que la competitividad de una economía determinada es su capacidad para ganar importancia con respecto a las demás, fundamentalmente a través de un mayor crecimiento económico o un mayor peso en los flujos internacionales de comercio e inversión. Es sobre todo la parte que habla del peso en los flujos comerciales la que se tiende a identificar más con el concepto “competitividad”, que tiende, en el debate general, prácticamente a identificarse con desempeño o capacidad exportadora. No obstante, a tenor de que la competitividad de un país es algo más que exportar mucho en un momento dado, parece que debieran incluirse más cosas, pero en un primer momento aceptemos esa noción reducida.
¿Cuáles son los indicadores que se utilizan para medir la competitividad? Pros y contras.
Indicadores basados en los Precios de las Mercancías: El IPC y los IVUs
Un primer tipo de indicadores se basan en la evolución de los precios de las mercancías. La noción es sencilla: la subida de los precios de las mercancías del país “A” hará que sean menos demandadas, y que se vean sustituidas por las de otros países. Por tanto, una subida de precios deteriora la competitividad.
Al entender la competitividad referida única y exclusivamente al precio, este tipo de indicadores implica una homogeneidad en las mercancías que está lejos de darse. Supone cambios en el precio que no están ligados a incrementos en calidad. Asimismo implica que no hay poder de determinación del precio en ninguna mercancía o ningún país, o ninguna compañía (que al fin y al cabo son las que fijan el precio de sus productos). Tampoco tienen en cuenta, por ejemplo, la existencia del comercio intrafirma entre los diferentes centros de grupos multinacionales. Éstos son algunos problemas de su alcance.
Dentro de los indicadores basados en el precio, podemos encontrar los siguientes ejemplos:
El IPC:
Una evolución diferencial del IPC del país A respecto a otros países indicaría deterioro de la posición competitiva de este (si es positivo), o una mejora (si es negativo).
- Pros de utilidad de usar el IPC o el diferencial son los siguientes:
1- Se trata de una variable definida de manera homogénea y transparente a lo largo de las principales economías.
2- Sus series históricas son largas, los grupos, clases y subclases de productos amplias y profundas.
3- El IPC es una variable que aproxima la evolución de otros factores relacionados con el coste de las mercancías, como puede ser la evolución salarial.
- Inconvenientes reseñables del uso del IPC como indicador de competitividad:
1- El IPC no incluye en su cálculo el precio de los bienes exportados. Por definición, el IPC mide precios de bienes y servicios finales comercializados en el interior del país. Puede sonar curioso, pero es así. Usando el IPC para indicar variaciones en los precios de las mercancías que, por su evolución, marcarían la tendencia de la competitividad, estamos usando un indicador que no recoge en absoluto los precios de las mercancías que se venden.
2- Otro inconveniente de usar el IPC es que este se ve sometido a variaciones que no tienen que ver con la dinámica de producción de los bienes exportables. Podemos pensar de inmediato en la diferencia que existe entre IPC general e IPC subyacente, que excluye grupos especialmente volátiles. También podemos considerar precios regulados a los mismos efectos.
Los IVUs
No obstante, hay otros indicadores de precios que están orientados a medir las variaciones de estos en las mercancías exportadas. Por ejemplo, en España el Ministerio de Comercio (a través de sus sucesivas denominaciones a lo largo del tiempo), calcula los Índices de Valor Unitario, o IVUs.
Los IVUs construyen un índice de precios, obteniendo el valor por unidad exportada (Kg o similar) de grandes agregados de productos usando su clasificación CUCI (Clasificación Uniforme de Comercio Internacional). En este caso los datos se obtienen de las declaraciones Intrastat, es decir, de las propias empresas exportadoras. Respecto a todo lo exportado dentro de un grupo en el mes de referencia, se obtiene un valor por unidad que se compara con el de otros meses anteriores, analizando si este valor sube (teóricamente el producto correspondiente se habría encarecido y por tanto, perdido competitividad), o baja (lo contrario).
- Pros y contras de usar el IVU frente a un indicador como el IPC:
Puede decirse que saltan a la vista. Tal como pretendemos, el IVU recoge específicamente el precio de las mercancías exportadas, y solo el de las mercancías exportadas. Su inconveniente más destacado, sin embargo, es que no capta los cambios que se dan de un mes para otro o de un año para otro; tiene la composición de “la cesta de exportaciones”.
Los productos estudiados dentro de un grupo o subgrupo CUCI pueden variar y no detectarse, ya que esta clasificación no es tan exhaustiva como para incluir, en general, muchas diferencias en el producto. Pongamos por caso, dentro del grupo Bebidas, solo se puede descender hasta 3 tipos de “Vinos”, siendo una de ellas vinos espumosos, sin distinguir en calidades, marcas, capacidad, formato etc.
A estos efectos no distinguiríamos de un periodo para otro si la evolución del precio de un grupo CUCI determinado se origina en el precio en sí, o en una variación de la mercancía, por componerse de otras gamas, o marcas, o formatos distintos. Es lo que se denomina “efecto composición.”
Puede concluirse en que los IVU, ganan en representatividad al IPC, pero son pueden incluir más sesgos en sus mediciones. Adicionalmente, encontrar IVUs de otros países es más dificultoso, no son indicadores que en todas partes tengan el mismo grado de publicidad.
No obstante, en precios hay un indicador más reciente que apunta a aunar las dos características de IVU e IPC. ELIPRIX o Índice de Precios de las Exportaciones. Se trata de un indicador de cesta fija, como el IPC, designada sobre los productos exclusivamente exportados, como el IVU. El principal inconveniente, al menos en lo que se refiere a la economía española, es que son series relativamente recientes, y por tanto no están definidas suficientemente hacia atrás para que puedan captarse con una riqueza de datos deseable relaciones estructurales entre ellas, las exportaciones y, por supuesto, la competitividad.
El Tipo de Cambio.
Otra variable que influye en la capacidad exportadora de un país, y por ende en este concepto de competitividad que venimos utilizando hasta este punto de lo escrito es el tipo de cambio. Cuando la moneda del país A se aprecia respecto a las otras monedas de sus competidores, sus mercancías se encarecen relativamente y entonces, la posición competitiva de A empeora.
Es frecuentemente usado un refinamiento del tipo de cambio nominal, que se denomina “Tipo de Cambio Efectivo”. Este consiste en comparar la evolución de la moneda local de A frente a las demás, ponderando por la cuota de los países de destino en el comercio exterior de A. Así, será más importante en términos competitivos, como se comporte el tipo de cambio con el país al que A destina el 50% de sus exportaciones, que la evolución del tipo de cambio con el país al que destine el 5%. Cuando se corrige por la inflación se denomina “Tipo de Cambio Efectivo Real», conocido por sus siglas TCER.
El tipo de cambio depende de muchas variables ajenas a como de bien, o de mal, un país fabrica sus mercancías. Sin embargo, una apreciación o depreciación de su tipo de cambio, tiene un efecto a corto plazo bastante visible en sus exportaciones. ¿Es “verdadera” competitividad la que se obtiene de una devaluación o de un mantenimiento artificialmente bajo del tipo de cambio? Sí, si interpretamos que competitividad es capacidad exportadora. No, si interpretamos que quizás sea más cosas, o al menos, que debería depender fundamentalmente de lo que un país haga.
El Coste Laboral.
En este caso, se trata de aproximar la tendencia competitiva de un país en función de factores de oferta. La idea de cómo se relacionan es sencilla, cuanto más altos son los costes laborales en un país, más caro tendrá que ser el precio al que se cobra la mercancía para comprar el factor trabajo necesario para producirla. Cuanta más cara es una mercancía, menos vende, y por tanto, menos competitivo se es.
Obviamente esta correlación es demasiado simplista. Buthan tiene unos costes salariales más bajos que Alemania y está claro que no es un país más competitivo. De ahí que per se, los costes salariales en nivel no aporten mucho como indicador de competitividad. Es por ello que se usa más la tasa de variación como variable adelantada de en qué sentido está evolucionando la competitividad de un país.
Yendo un paso más hacia adelante en esta familia de indicadores encontramos uno de los más conocidos: el Coste Laboral Unitario que relaciona el incremento de los salarios con el incremento de la productividad. De todos los examinados hasta este punto, es el primero que incorpora la noción de eficiencia en la producción. Si los salarios crecen más deprisa que la productividad, significa que cada unidad adicional de factor trabajo acarrea proporcionalmente más factor coste que factor producto, en conclusión, que rinde menos comparado con su coste, por tanto es menos eficiente y, por tanto, menos competitivo.
Simultáneamente, la anterior situación anticiparía un incremento futuro de precios no basado en mejoras del proceso productivo, este encarecimiento de factor trabajo, sin producir más o mejor, se transmitiría a precios de las mercancías y, por ende, a un deterioro de la posición competitiva.
También el uso de los CLU tiene ventajas e inconvenientes:
- Las ventajas son:
Al incluir la productividad a su cálculo, incorpora información sobre el proceso productivo tecnológicamente hablando, no solo de precios, esto lo hace más rico en factores que captan los diferentes aspectos que rodean al concepto competitividad.
La definición del CLU es exacta y las variables que entran en su cálculo, al pertenecer a la Contabilidad Nacional, son comparables entre países, luego se pueden estudiar diferenciales casi directamente.
- Los contras:
De manera similar a lo que ocurría con el IPC, cabe preguntarse si deben considerarse la evolución del coste laboral unitario en el total de la economía, o si solo debe hacerse con aquellos sectores más relacionados con el comercio exterior.
Depende de lo que pensemos que está midiendo. Si lo consideramos un simple indicador de cómo van a ir los precios de las mercancías en el futuro, a tenor de la relación salarios-proceso productivo. Hay que considerar que no todos los componentes que entran a determinar el precio de las mercancías son estrictamente salariales o capturados por la productividad que incorpora el CLU.
Si pensamos que la evolución de los CLU nos dice cómo va la “eficiencia» global de una economía heredamos toda la controversia de cómo se mide la productividad. Valga especialmente el ejemplo español para aclarar esta idea. Desde el principio de la crisis la destrucción de empleo ha producido una gran mejora en la productividad aparente del factor trabajo. ¿Ha mejorado realmente la eficiencia del proceso productivo en esa misma medida? Puede legítimamente dudarse de ello.
La Cuota de Mercado en las Exportaciones Mundiales.
Según el uso más común del concepto competitividad, este parece el indicador que mejor la refleja. La participación de las exportaciones del país A en el comercio mundial indicaría, si sube, que el país A, por los factores que sea -precio, tipo de cambio, factores tecnológicos etc.- ha crecido por encima de la expansión del comercio mundial, es decir, ha ganado relativamente a los demás conquistando cuota de mercado. Lo contrario se interpretaría si la cuota se deteriorase.
- Los pros
Puede medirse con relativa facilidad al conocerse los datos de comercio mundial. Puede compararse internacionalmente también.
- Los contras.
Más que un indicador, se trata de un resultado, o de la variable en sí. No describe nada del por qué, sino solo el qué. Puede suponer una interpretación excesivamente reduccionista del concepto competitividad, al ligarla solo al comercio exterior. ¿Solo los países fuertemente exportadores y que mejoran son competitivos? ¿Un país es más competitivo que otro a medio y largo plazo sólo porque mejore su cuota de mercado en un momento dado, o incluso en un periodo de tiempo? Las cuotas comerciales son un juego de suma cero ¿Esto significa que solo se es competitivo si se «arrebata» cuota a los demás?
Otros Indicadores.
Como quiera que todos los indicadores antes citados tienen sus insuficiencias, y además dado que la competitividad en sí misma no es un concepto de definición cerrada, otras aproximaciones han surgido para captar nuevas variables que puedan ser relevantes a la hora de estudiar el fenómeno.
Por ejemplo, hay varios artículos elaborados con la base de datos COMTRADE de las Naciones Unidas. Siguiendo alguna de las metodologías existentes1 a tal efecto, estos datos permiten agrupar las exportaciones por segmentos de calidad, proporcionando una métrica nueva al análisis: ¿qué tipo de comercio se está realizando? ¿Se avanza o retrocede en las escalas de mayor o menor calidad? Lógicamente, un comercio que se va decantando hacia gamas más altas parece pertenecer a un país más competitivo.
Otra ejemplo en la manera de incorporar nueva información lo constituye la Base de Datos EFIGE (European Firms in the Global Economy) compilada por el Instituto Bruegel con la colaboración de la Unión Europea. En este caso a nivel empresarial, permite el análisis de variables como la cualificación de la mano de obra, el tipo de financiación, el esfuerzo en I+D+i, etc2. Aquellos países con las empresas más exitosas y más preparadas son más competitivos, a su vez, estableciendo cuales son los factores de éxito a un nivel tan desagregado, este enfoque ayuda al diseño de medidas que contribuyan a mejorar la competitividad vista desde esta óptica.
Podemos citar un tercer ejemplo muy ambicioso en su alcance y su composición. El Global Competitiviness Index, elaborado por el World Economic Forum. El WEF comienza definiendo que noción de competitividad trata de medir: “el conjunto de factores, políticas e instituciones que determinan la productividad de un país dado su nivel de desarrollo”. Para un alcance tan ambicioso incorporan 144 variables, algunas cuantitativas, otras cualitativas, se mezclan datos estadísticos con encuestas de opinión y se emite anualmente un informe con los resultados. No suele haber excesivas sorpresas en el sentido en que arriba en la clasificación están los países esperados.
Cabe a veces preguntarse el significado de subir o bajar dos, uno o tres puestos de un año para otro, de la misma manera que cabe preguntarse si todas las mediciones, de todas las variables, de todos los países están medidas con idénticos grados de calidad. Con todo lo más innovador es la aproximación metodológica, en lugar de tratar de simplificar, aprovechando las ventajas del progreso tecnológico posiblemente, se trata de medir lo complejo desde lo complejo. Será interesante ver cuando pase el tiempo cuanto de sus componentes múltiples es utilizable ya sea para estudios académicos o para la toma de decisiones.
De hecho, el párrafo anterior casi podría constituir las conclusiones de lo escrito. Cuando lidiamos con la competitividad, lo primero que se echa en falta es una definición común, aunque sea sobre las cosas que se van a tomar en cuenta y cuáles no. Dado que estamos de acuerdo en que esto es un fenómeno complejo, dependiente de muchos factores, tratar de acordar que tipo de métricas son aceptadas. Así será más sencillo que luego coincidamos razonablemente a la hora de analizar y sacar conclusiones.
Notas:
1Por ejemplo la metodología de Hummels y Klenow (2005)
2Un ejemplo de estudio usando EFIGE lo constituye Navaretti et al (2010): Are firms exporting to China and India different from other exporters?
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