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miércoles, 30 de julio de 2014

El nacimiento de la Nueva Economía Clásica










Durante los años setenta, los cimientos teóricos más asentados bajo el paradigma keynesiano empezaban a tambalearse. Sin haber dejado de estar en un continuo debate frente a los monetaristas sobre la efectividad de la política fiscal o monetaria como mejor arma económica para el control de la inflación, la nueva teoría clásica empezaba a abrirse paso de manera consistente y rápida, llevándose consigo parte de la estructura teórica del momento, y apoyando más a la parte monetarista del debate, introduciendo nuevas formas de analizar la economía que revolucionaron la macroeconomía del momento.
Recientemente se ha vuelto a generar el debate en torno a esta llamada “revolución de la Nueva Economía Clásica”. ¿Cómo consiguió superponerse en esta pujanza sobre el dominio del mainstream económico y político de una manera tan abrumadora?

Esos maravillosos años 60

Los subsiguientes desarrollos de la teoría keynesiana habían permitido llegar a un cierto consenso, bastante establecido hasta finales de los años 60, sobre la relación entre la economía monetaria y real que les permitía asentarse como el paradigma económico más extendido del momento. Aun nos llega desde entonces el estudio analítico de la economía a través de los modelos tipo IS-LM(1), simples modelos básicos de una economía que aunaban ciertos principios keynesianos (como el concepto de demanda agregada) de una forma más o menos clásica (de ahí que se denominara a este tipo de análisis la primera “síntesis neoclásica”).
Otro de los activos frentes de batalla se establecía en torno a la recién “descubierta” curva de Phillips, tras la publicación, en 1958, del conocido paper(2) en el que se establecía una negativa correlación entre el nivel de inflación y la tasa de paro a través de los datos recogidos para el caso de Reino Unido:
Curva de Phillips original
Parecía que se había demostrado empíricamente como la inflación podía explicarse como el sobrecalentamiento que le ocurre a una máquina cuando se pone a demasiada potencia: Si se quería reducir la tasa de paro a través de políticas activas que aumentasen la demanda agregada había que tener en cuenta el gradual aumento de la inflación asociado.
La buena noticia es que la política económica solo tenía que tener un cierto control sobre este trade-off entre desempleo e inflación para llevar con buen tiento el timón la economía nacional.
Pero antes de que comenzase la nueva década, Friedman empezó con fuerza a desacreditar(3) la relevancia de la evidencia empírica que se había establecido en torno a la curva de Phillips, relegándola al segundo plano del corto plazo, y avisando de que las expectativas de inflación de los individuos moverían dicha curva hacía arriba o hacia abajo (si es espera una mayor inflación, para una misma tasa de paro se exigirá un aumento de los salarios que provocarán el aumento de la inflación efectiva sin que haya mejoras en la tasa de desempleo).

Esos problemáticos años 70

En los años 70 se acabó el boom económico que el mundo occidental había experimentado tras las dos guerras mundiales. 1973 se conoce como el primer año de la crisis del petróleo, cuando el precio del barril aumentó en pocos meses de 3$ a 12$. Efecto que se repetiría en 1979 con la segunda crisis del petróleo, que elevó el precio hasta los 40$. Esto se unió la salida del sistema Bretton Woods en 1971 y a un mercado de valores a la baja que duró hasta finales de 1974. La economía sufrió de nuevo una crisis económica de importante envergadura que agitó por varios frentes gran parte de la geografía occidental, potenciando el aumento de la inflación al tiempo que el desempleo se incrementaba en una economía paralizada.
Evolución del precio del petróleo
Esta doble dicotomía, que se recoge en el término de estanflación (estancamiento económico + inflación), terminó por reventar la practicidad de la curva de Phillips, al demostrar que la correlación negativa entre ambas variables no tenía por qué darse, y dándole la razón a Friedman en sus augurios sobre una curva ascendente para la década de los 70.
Fue entonces, cuando el keynesianismo estaba en sus peores momentos, cuando la Nuevo Economía Clásica resurgió con el propósito de revolucionar la metodología económica. Lucas comenzó el envite con la, ahora denominada, “Crítica de Lucas”, a la que siguió toda la microfundamentación y el uso de las expectativas racionales como forma de analizar la economía desde el punto de vista del equilibrio.

La crítica de Lucas

Robert Lucas publicó en 1976 una crítica(4) sobre la metodología de corte keynesiana, que evaluaba la evolución de la economía a través de datos agregados, intentando obtener relaciones que permitieran al gobierno realizar una política económica óptima. Para Lucas, era importante analizar cómo la política económica incidía en las decisiones de los propios individuos y como la actuación agregada de estos podía afectar a la efectivdad de las propias políticas realizadas:
“Dado que la estructura de los modelos econométricos consiste en las reglas de decisión óptimas de los agentes económicos, y que las decisiones optimas varían sistemáticamente con los cambios en la estructura de las series relevantes para su proceso de decisión, se sigue que cualquier cambio en la política alterará sistemáticamente la estructura de los modelos econométricos”.
Lo que Lucas trata de decir es que no podemos establecer leyes fijas del comportamiento agregado para derivar una determinada política económica. Tenemos que conocer cómo responderán los individuos a estos cambios y para ello no nos sirve la estructura analizada empíricamente antes de que la política económica tuviera lugar. Para Lucas, todo el proceso de análisis era erróneo. Lo que necesitamos es introducir en el análisis la forma de responder de los individuos, y para esto, ellos deben ser el foco de atención. Así comenzó la microfundamentación de la macroeconomía: La necesidad de empezar a desarrollar modelos teóricos a partir de las decisiones de los individuos, que explicarían, agregando las decisiones de estos individuos, la evolución macroeconómica tras cualquier política que se desease aplicar. La necesidad de establecer modelos de equilibrio de largo plazo que representen el estado al que las decisiones de los individuos van a hacer tender la economía.
Por otro lado, las decisiones de los individuos se basarían, en este nuevo paradigma clásico, en el principio de la optimización bajo la esfera de las expectativas racionales que auguraban, grosso modo, que los individuos no se equivocarían de manera sistemática (otra forma de verlo es pensar que los individuos conocen el propio modelo y lo toman como válido). Ambos conceptos llevarían al mainstream económico a la conclusión de que la política económica es, en su mayoría inefectiva, como exponen Sargent y Wallace(5), y que solo los shocks aleatorios (inesperados por los individuos) pueden desviarnos del equilibrio.
Se imponía, así, la Nueva Economía Clásica, que dominaría la esfera macroeconómica hasta la segunda síntesis neoclásica(6) a finales de siglo, donde los nuevos keynesianos partían de principios similares para demostrar como en un contexto de mercados imperfectos (información asimétrica, competencia monopolística, rigidez salarial…) la política económica aun podía tener efectos importantes en el sistema.

Hacia el nuevo paradigma

Es bastante común citar la estanflación como el motivo principal que explica la caída de la teoría keynesiana, que no pudo prever que algo así podía ocurrir.
Lo cierto es que, como Simon Wren-Lewis escribía recientemente, esta visión es algo ingenua. Los modelos keynesianos no estaban ciegos con respecto a una situación que, teóricamente, no era desde luego desdeñable. La estanflación cogió por la espalda a la curva de Phillips, cierto, pero no tendría que haber destruido por completo el análisis keynesiano, que podía haber explicado el proceso de estancamiento que se estaba sufriendo en la década de los 70. Si la teoría keynesiana cayó fue por motivos metodológicos, los mismos que presentaba Lucas, si bien estos aparecieron bajo el timing perfecto que permitía de una manera vistosa destronar la forma en la que la macroeconomía había estado haciendo todo el análisis empírico-teórico. La aparente superioridad matemática (que presuponía un análisis más riguroso y consistente de la economía) de la microfundamentación, unido al potente concepto de las expectativas racionales dominó la esfera académica y política del momento.
Aparición en el corpus
En el manifiesto que presentan Lucas y Sargent en 1979(7) (Con un título bastante sugerente: After Keynesian Macroeconomics) pone la coletilla final a una década de fuertes cambios.
Primero atacan al mainstream keynesiano:
“El punto más importante (del manifiesto) es que los modelos macroeconométricos keynesianos no pueden proveer de una guía que formule la política monetaria, fiscal o de otro tipo. Esta conclusión se basa en parte en los espectaculares fallos recientes de estos modelos y en la falta de una base teórica o econométrica”.
Después apelan a la necesidad de cambiar de paradigma para encontrar nuevas respuestas:
“No hay esperanza de que modificaciones de estos modelos, bien sean pequeñas o grandes, puedan mejorar su relevancia”.
Por último, ponen al concepto de equilibrio en el foco del análisis:
“Se pueden formular modelos basados en el equilibrio de forma que estén libres de estas dificultades, y ofrezcan un set diferente de principios que identifiquen modelos econométricos estructurales (de largo plazo)”.
Si bien Lewis destaca a la metodología como el motor del cambio, Krugman destaca que el efecto de la estanflación sobre la teoría keynesiana existió, si bien de forma más sutil de lo que comúnmente se representa:
“Lo que importó es el hecho de que la estanflación había sido predicha por Friedman y Phelps, y la forma en la que habían hecho dicha predicción fue mediante un paso en dirección hacia la microfundamentación y la racionalidad de los individuos”.
Como nos dice la principal critica al falsacionismo, cualquier teoría que se enfrente a una realidad que la contradiga puede intentar cambiarse a si misma para explicar los hechos acaecidos. Lo importante no es tanto si una teoría puede (cambiando ciertas hipótesis del marco analítico) explicar los hechos, si no si puede predecirlos (ser útil). Noah Smith sintetiza esta visión afirmando que el problema fue que, si bien los teoremas keynesianos podían explicar la estanflación, no la predijeron, como sí había hecho Friedman.
Algo parecido ocurrió en la reciente crisis. Es posible que los modelos de la nueva síntesis neoclásica expliquen porque ocurrió la crisis de 2008, pero no consiguieron predecirla, de ahí la necesidad de un nuevo cambio en la macroeconomía actual que perfeccione nuestro entendimiento de una realidad compleja y nos acerque de manera mucho más directa a identificar los problemas a los que podemos tener que enfrentarnos en el medio plazo.

Conclusión

En definitiva, tanto la metodología keynesiana como la explicación de la relación entre inflación y desempleo (comúnmente representada por la curva de Phillips) se vino abajo con la crisis del 73. Este hecho, que provocó un cambio en el sistema económico que fomentó la espiral inflacionista predicha por Friedman, abrió las puertas de lleno a la microfundamentación y a las expectativas racionales, enarboladas por Lucas como el nuevo método que daría las nuevas respuestas que necesitaba el análisis macroeconómico.
Había comenzado el dominio de la Nueva Economía Clásica.
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