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sábado, 5 de noviembre de 2016

El problema de lo común





En 1968 Garrett Hardin publicó un dilema donde explicaba una situación en la cual varios individuos, motivados solo por el interés personal y actuando independiente pero racionalmente, terminan por agotar o destruir un recurso común y finito. Hardin exponía un problema a la mano invisible de Adam smith en el cual cada individuos que persiguen sus propios fines terminan beneficiando al resto.
El dilema acontece de la siguiente forma, imaginemos un gran lago de propiedad estatal o pública en el cual todo puedan pescar los pescados que ahí habitan. El lago no le pertenece a nadie en específico, ni los peces tampoco, hasta el momento en que son pescados, es en ese momento que los peces tienen dueño. El lago también sería un estupendo lugar para arrojar basura y cualquier tipo de desecho, nadie sería capaz de velar por su cuidado porque no tiene dueño y mucho menos limpiar los daños ocasionados. Todos y nadie son responsables por la salud del lago.
Mientras la población de consumidores o demandantes no superen la oferta de recursos que el lago pueda ofrecer, no habría problemas, pero cuando los bienes se vuelven escasos luego de un determinado tiempo, surgen los problemas, por ejemplo, los peces solo llegarían a una edad joven porque serían pescados antes de que maduraran, el agua no podría ser consumida ya que todos ensuciaron el lago. ¿Por qué una persona dedicaría sus esfuerzos a cuidar el lago para que venga otro en cualquier momento y se lleve los peces? Caer en la trampa de la propiedad pública, es confiar que un político administre de manera eficiente los recursos. Pero, ¿eficiente para quién? Los políticos al igual que cualquier ser humano buscan el interés personal, incluso si creen buscar el bienes común. El bien común es un concepto abstracto, ya que lo que es bueno para algunas personas, no lo es para otras.
En la actualidad podemos ver este problema en todos los recursos que son públicos o estatales. El estado entrega concesiones de uso o explotación a grupos privados, y estos se encargan de extraer y explotar estos recursos como un pozo sin fondo y como si las acciones no tendrían consecuencias a largo plazo. Esta es la tragedia de lo común. En un sistema de libre mercado, el lago y cualquier recurso natural podría ser privado, lo que haría al dueño responsable por la contaminación o daño que ocasione su explotación. El propietario podría cuidar el lago, al igual que el ganadero que administra su finca cuida a sus animales. Criaría los peces más gordos y se encargaría que nadie ensuciara su algo, ya que eso afectaría directamente su rentabilidad.
Cada disminución de la oferta de determinado recurso con respecto a la demanda del mismo, ocasionaría un aumento del precio considerablemente, que racionaría el uso del recurso y a su vez crearía espacio para un mercado alternativo que solucione el problema de dicha demanda a precios accesibles para el consumidor. Un claro ejemplo reciente, fue la creciente demanda de petróleo por parte de china, lo que hizo disparar los precios del petróleo y muchas materias primas, creando espacio para mercados alternativos de energía que antes no se habían pensado, como la energía eólica, termoeléctrica, hidroeléctrica, solar, Biomasas, etc. Los políticos a diferencia del mercado, no tienen la información necesaria para administrar un bien común. Estos colocan precios artificiales y entregan los recursos a grupos económicos privilegiados, comúnmente como favores. Ya que todos buscamos el interés personal, ¿Cuál sería la forma más ética y utilitaria para apropiarse de estos recursos? Sin duda la propiedad privada.

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