La valoración de una empresa, bien estemos hablando de una empresa propia o ajena, es un ejercicio delicado y también crucial en el mundo de la inversión. Calcular el valor de tu negocio no es fácil, de la misma manera que tampoco es sencillo determinar el valor económico de cualquier bien tangible o servicio.
Si nos dejamos llevar por nuestro conocimiento intuitivo y encuadrando cualquier actividad económica dentro de una economía de mercado, podríamos concluir que cualquier bien material o cualquier servicio tiene el valor exacto que un hipotético comprador esté dispuesto a pagar por él. Esto es verdad solo en parte.
Si nos dejamos llevar por nuestro conocimiento intuitivo y encuadrando cualquier actividad económica dentro de una economía de mercado, podríamos concluir que cualquier bien material o cualquier servicio tiene el valor exacto que un hipotético comprador esté dispuesto a pagar por él. Esto es verdad solo en parte.
¿Para qué sirve la valoración de una empresa?
Es cierto que toda cuantificación de un valor económico siempre conlleva algún componente subjetivo. Todo dependerá de cuál sea la situación del bien que estamos valorando y nuestras intenciones con ese bien.
En el caso de una empresa, no es lo mismo valorarla teniendo en mente unas intenciones u otras. Podemos valorar una empresa propia porque queremos deshacernos de ella y ponerla a la venta. Pero también para buscar financiación utilizando su valor como aval, o porque queremos sacar al mercado participaciones de nuestra empresa.
En una situación opuesta, podemos querer valorar una empresa ajena para adquirirla, para obtener parte de sus acciones, para invertir en ella a través de otro tipo de fórmulas, etc. En este sentido, nuestra intención como inversores es fundamental a la hora de determinar el procedimiento que debemos utilizar para valorar una empresa. Y este procedimiento, a su vez cambiará drásticamente el resultado de nuestra valoración.
En el caso de una empresa, no es lo mismo valorarla teniendo en mente unas intenciones u otras. Podemos valorar una empresa propia porque queremos deshacernos de ella y ponerla a la venta. Pero también para buscar financiación utilizando su valor como aval, o porque queremos sacar al mercado participaciones de nuestra empresa.
En una situación opuesta, podemos querer valorar una empresa ajena para adquirirla, para obtener parte de sus acciones, para invertir en ella a través de otro tipo de fórmulas, etc. En este sentido, nuestra intención como inversores es fundamental a la hora de determinar el procedimiento que debemos utilizar para valorar una empresa. Y este procedimiento, a su vez cambiará drásticamente el resultado de nuestra valoración.
La diferencia entre los conceptos de valor y precio
Cuando oímos o leemos noticias relativas a la compra de empresas, la transacción suele venir expresada en una sola cifra. Se trata de una cantidad concreta, que se ha fijado a través de una serie de negociaciones entre las partes interesadas en la compra-venta. Esa cantidad es el precio que se ha pagado por una determinada empresa. Podemos utilizar como ejemplo compras de empresas de especial repercusión en el mundo económico, tales como la compra de Instagram por parte de Facebook por unos 730 millones de dólares; la compra de Youtube por parte de Google, fijada en unos 1.650 millones de dólares; o los 21.800 millones de dólares que Facebook desembolsó para hacerse con WhatsApp.
Cuando hablamos de todas estas cantidades, estamos hablando de precios. Sin embargo, aunque pueda parecer extraño, el precio no tiene por qué reflejar el valor de una empresa. Y de hecho, es muy común que valor y precio no coincidan, ya que el valor es un concepto que alberga un mayor componente de subjetividad.
Siguiendo uno de los ejemplos anteriores, es muy probable que la valoración de WhatsApp en el momento de su compra por parte de Facebook fuese menor que los 21.800 millones de dólares finalmente fijados para la venta. Sin embargo, podemos intuir que la compra de WhatsApp fue un movimiento estratégico de gran importancia para Facebook: eliminaba competencia, se hacía más fuerte en Internet, adquiría mayor peso en el sector de las telecomunicaciones, etc. Por ello, WhatsApp era mucho más valiosa para Facebook que para otras compañías. De ahí el desembolso final.
Cuando hablamos de todas estas cantidades, estamos hablando de precios. Sin embargo, aunque pueda parecer extraño, el precio no tiene por qué reflejar el valor de una empresa. Y de hecho, es muy común que valor y precio no coincidan, ya que el valor es un concepto que alberga un mayor componente de subjetividad.
Siguiendo uno de los ejemplos anteriores, es muy probable que la valoración de WhatsApp en el momento de su compra por parte de Facebook fuese menor que los 21.800 millones de dólares finalmente fijados para la venta. Sin embargo, podemos intuir que la compra de WhatsApp fue un movimiento estratégico de gran importancia para Facebook: eliminaba competencia, se hacía más fuerte en Internet, adquiría mayor peso en el sector de las telecomunicaciones, etc. Por ello, WhatsApp era mucho más valiosa para Facebook que para otras compañías. De ahí el desembolso final.
5 Métodos para valorar una empresa
De entre todos los métodos posibles para valorar una empresa hoy vamos a conocer 5 de los empleados con mayor frecuencia. Se trata de métodos desarrollados por expertos en empresa y finanzas, por lo que su puesta en práctica conlleva un cierto grado de complejidad. Pero sí podemos hacer una aproximación simplificada para comprender qué factores relacionados con la empresa tiene en cuenta cada uno de ellos y cuál puede ser más adecuado en según qué situaciones.
1. El valor contable
Se trata de un método de valoración basado en el balance de cuentas de la empresa y es uno de los más sencillos de calcular. Solo tiene en cuenta el patrimonio neto de la empresa.
En este método, se toman los activos de la empresa, es decir, los bienes patrimoniales que tiene en ese momento (aportaciones de los diferentes socios, bienes muebles e inmuebles, beneficios retenidos a lo largo del tiempo de la actividad de la empresa, etc.) y a continuación, se le restan los pasivos (lo que debe la empresa, sus deudas).
Si tenemos, por ejemplo, una empresa formada por tres socios en la que cada uno aporta 100.000 euros y en la que en el momento de la fundación piden un crédito de 200.000 euros para comprar un local y comenzar a funcionar. Y a esto añadimos un gasto en mobiliario y equipos informáticos de 10.000 euros y otros 50.000 euros de beneficios retenidos a lo largo de su actividad, tendríamos:
Activos:
Aportaciones de los socios: 100.000 x 3 = 300.000 euros.
En este método, se toman los activos de la empresa, es decir, los bienes patrimoniales que tiene en ese momento (aportaciones de los diferentes socios, bienes muebles e inmuebles, beneficios retenidos a lo largo del tiempo de la actividad de la empresa, etc.) y a continuación, se le restan los pasivos (lo que debe la empresa, sus deudas).
Si tenemos, por ejemplo, una empresa formada por tres socios en la que cada uno aporta 100.000 euros y en la que en el momento de la fundación piden un crédito de 200.000 euros para comprar un local y comenzar a funcionar. Y a esto añadimos un gasto en mobiliario y equipos informáticos de 10.000 euros y otros 50.000 euros de beneficios retenidos a lo largo de su actividad, tendríamos:
Activos:
Aportaciones de los socios: 100.000 x 3 = 300.000 euros.
Mobiliario y equipos informáticos: 10.000 euros.
Beneficios: 50.000 euros.
Total activos: 360.000 euros.
Pasivos:
Crédito inicial: 200.000 euros.
Valor contable = 360.000 (Activos) – 200.000 (Pasivos) = 160.000 euros.
Como es de suponer, este tipo de método de valoración resultará especialmente favorable en el caso de empresas con altos bienes patrimoniales (inmuebles, maquinaria, vehículos, mobiliario, etc.) y no tanto para otro tipo de empresas que basan su negocio en otros factores no tangibles.
2. El valor de liquidación
A través del cálculo del valor de liquidación, lo que se hace es una estimación del valor de la empresa en un momento puntual, si todo su patrimonio se vendiese a precio de mercado. En este caso, no se tienen en cuenta los precios de coste de los activos, sino su valor en una posible venta actual, ajustando los precios de los bienes a lo que dicte el mercado.
Siguiendo el ejemplo anterior, podríamos suponer que los equipos informáticos y el mobiliario se devaluasen con el tiempo desde el momento de su adquisición. Por el contrario, el local podría subir de precio. Imaginemos que vendemos mobiliario y equipos informáticos por 2.000 euros y el local por 250.000 euros. Dispondríamos de 252.000 euros con los que cancelar el crédito de 200.000 euros de forma anticipada y nos quedarían 52.000 euros. Sumados a los 50.000 de beneficios y a los 300.000 de aportaciones de los socios al inicio de la actividad, tendríamos un valor de liquidación de 402.000 euros para ese preciso momento.
Siguiendo el ejemplo anterior, podríamos suponer que los equipos informáticos y el mobiliario se devaluasen con el tiempo desde el momento de su adquisición. Por el contrario, el local podría subir de precio. Imaginemos que vendemos mobiliario y equipos informáticos por 2.000 euros y el local por 250.000 euros. Dispondríamos de 252.000 euros con los que cancelar el crédito de 200.000 euros de forma anticipada y nos quedarían 52.000 euros. Sumados a los 50.000 de beneficios y a los 300.000 de aportaciones de los socios al inicio de la actividad, tendríamos un valor de liquidación de 402.000 euros para ese preciso momento.
3. El múltiplo de las ventas
El método de múltiplo de ventas es un método de valoración que suele emplearse con empresas de tecnología. Se basa en un cálculo orientativo que se obtiene multiplicando el dinero aportado por las ventas de una empresa por un coeficiente.
Este coeficiente estará determinado por una serie de análisis de la actividad de la empresa en un período previo, así como de analizar otras empresas de actividad similar, de manera que el valor obtenido pueda extrapolarse al momento de la valoración.
Este coeficiente estará determinado por una serie de análisis de la actividad de la empresa en un período previo, así como de analizar otras empresas de actividad similar, de manera que el valor obtenido pueda extrapolarse al momento de la valoración.
4. El valor de los beneficios (PER)
Este método, también conocido como PER: Price-to-Earnings Ratio (relación de precio por ganancias) suele ser especialmente útil para valorar empresas con cotización en Bolsa. Se trata de determinar la relación existente entre lo que se paga por cada acción de la compañía y el beneficio que nos aporta anualmente.
5. El valor de los dividendos
A través de este método se calcula el valor de la empresa en función a los dividendos por acción que se espera obtener.
Para ello, hay que calcular el dividendo que aporta cada acción de la compañía y dividirlo por la rentabilidad exigida por el accionista.
Por ejemplo, pongamos el caso de un determinado accionista que tiene 50 acciones de una empresa, a un valor de 10 euros por acción y unos dividendos de 1 euro por acción. Supongamos que este accionista exige una rentabilidad del 3% por sus acciones:
El 3% de rentabilidad exigida supondría unos dividendos mínimos de 0,30 euros por acción.
Para calcular el valor actual de cada acción:
Una vez calculado el valor de cada acción en función de los dividendos que reporta, podemos calcular el valor total de la empresa multiplicándolo por el número de acciones totales.
¿Qué método utilizar para valorar una empresa?
Como hemos visto, no existe un método mejor o peor que otro. Todo dependerá de la finalidad que tengamos en mente a la hora de valorar la empresa. Lo que sí debemos saber es cómo los diferentes métodos nos dan un tipo de información u otra sobre la empresa, para que esta información nos ayude a decidir en nuestras inversiones.
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