De nuevo de las lecturas de "El fin de la alquimia" (Mervyn King), una reflexión sobre la ingenuidad de los neoclasicos / austriacos sobre el individualismo como motor suficiente del Equilibrio. Es la falacia que denunció Keynes. Y para mí es su gran aportación: la falacia de la composición, o la tesis de que lo mejor es lo que hacen los individuos siguiendo su interés propio tanto para ellos como para la colectividad. Como demuestra King, si no hay mercados de futuro que diga sin engaños a los individuos cuales serán los precios en fechas futuras, por ejemplo cuando madure la producción de un nuevo producto en x años, difícilmente puede ser la decisión tomada por la empresa hoy como certera para dentro de esos x años. Y la verdad es que no hay tantos mercados de futuros, ni estos aciertan en el precio de dentro de x años, pues el arbitraje con los precios presentes distorsiona la visión del futuro.
Cuando leía a Hayek, me parecía que tenía razón en que la autoridad jamás tendría tanta información como la que almacenan millones de individuos. Pero es que la información que almacenan estos no es certera. Hay lo que King llama incertidumbre radical, una nube que separa el presente del futuro, o mejor dicho, de los distintos futuros que cada individuo contempla. Por ello las acciones de millones de individuos puede ser racional, pero no trae necesariamente una solución colectiva racional y óptima.
"Una consecuencia del argumento keynesiano es que es engañoso pensar sobre el conjunto de la economía como si fuera una sola familia. Si una familia ahorra más hoy con la idea de gastar más mañana, sus ingresos no quedan afectados. Pero si muchas familias tratan de ahorrar más hoy, el consumo total cae, y lo mismo sucede con los ingresos totales y el ahorro real la conocida como «paradoja del ahorro»—. Sólo si la intención de las familias de ahorrar hoy y gastar mañana puede comunicarse a los productores podría aumentar la inversión para compensar la caída en el consumo. Pero, en ausencia de un conjunto completo de mercados, ningún productor recibirá una señal de que la demanda de su producción en el futuro haya aumentado.El problema de coordinación es un ejemplo del dilema del prisionero. La acción colectiva es necesaria para estabilizar la economía por ejemplo, mediante la expansión del gasto público en una desaceleración o frenando el consumo privado en un auge. El desafío para Keynes vino en forma de dos preguntas. La primera era: ¿por qué no podía curarse el desempleo reduciendo los salarios a fin de estimular la demanda de trabajo? Keynes era vehemente en que, contrariamente a las creencias de la mayoría de sus predecesores y contemporáneos, una reducción en los salarios no era la respuesta a una caída en la demanda. Hizo falta el rigor del modelo de la demanda para demostrar que su intuición era correcta.En la gran subasta, una reducción en el precio de un bien para el que la oferta supera la demanda puede restaurar el equilibrio entre los dos porque esa reducción de precio se produce sólo en el contexto de un restablecimiento de todos los precios para asegurar el equilibrio entre demanda y oferta en cada uno de los mercados. En el mundo, argumentaba Keynes, una reducción de los salarios podría, cuando bajan las rentas, producir una caída en el consumo, que a su vez cambiaría las expectativas de las empresas y los hogares sobre la demanda futura. Y esto podría propiciar una caída autorreforzada en el consumo total un efecto «multiplicador»—. La flexibilidad de precios y salarios ayuda a coordinar los planes cuando todos los mercados relevantes para las decisiones de gasto futuras existen. Pero en la práctica no es así, y, en esas circunstancias, la reducción en los salarios y los precios puede reducir las rentas sin estimular la demanda actual."
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