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domingo, 27 de noviembre de 2016

El neoliberalismo se traduce en “revolución permanente”


El neoliberalismo se traduce en “revolución permanente”
Escrito por  ALEJANDRO ZEGADA

El sociólogo y profesor del Centro de Estudios Internacionales en el Colegio de México, Fernando Escalante, considera que el neoliberalismo es, en sentido estricto, “consciente, deliberadamente revolucionario desde su origen”, porque “propuso cambiar el orden establecido” en aquel momento, “y lo hizo”.
A finales de los años 60s e inicios de los 70s, el orden establecido era el llamado New Deal en Estados Unidos, el nuevo liberalismo en el Reino Unido, y el Estado de Bienestar. 
Según Escalante, los neoliberales podían ser “tan radicales como los estudiantes de los sesenta, más radicales incluso, en su crítica del Estado, de la autoridad, de los burócratas, los sindicatos, los partidos”. Y su defensa del mercado se ha explicado siempre como una “defensa del hombre común en contra de las instituciones burocráticas, autoritarias, que restringen su libertad, y que además son ineficientes, corruptas”.
Los pensadores más conocidos del neoliberalismo (Friedrich Hayek, Milton Friedman, Ronald Coase, Bruno Leoni, Gary Becker, James Buchanan) en ningún momento defienden explícitamente los intereses de las grandes empresas ni de la banca, ni de los ricos. Pero el resultado de las políticas que promueven es una acentuada concentración del ingreso, un aumento de la desigualdad, un nuevo equilibrio del mercado laboral mucho más favorable para los empleadores, un creciente, incontrolado poder del sistema financiero. 
“Pero ellos no propugnan nada de eso”, explica el sociólogo mexicano, “se limitan a defender el mercado como expresión de la libertad. La idea básica, en su retórica, es sencillísima: el mercado es garantía de libertad, el mercado es más eficiente”. 
De ahí que Escalante considere que quizás el mayor éxito del neoliberalismo haya sido “mantener esa imagen de movimiento rebelde, libertario, en defensa del hombre común, incluso cuando es claramente la ideología dominante, que informa las políticas de todos los gobiernos del planeta”.
El camino del éxito
Desde los años cuarenta, a través de una especie de coalición entre empresarios e intelectuales, se formaron centros de estudio, empresas de consultoría, revistas, fundaciones, etc., para elaborar argumentos, explicaciones, políticas. Esto generó pues un “fermento de ideas, en buena medida porque hubo dinero para desarrollarlas y difundirlas”, pero nada de eso es suficiente para explicar el éxito del modelo neoliberal”. 
Para Escalante, lo que sucedió en los años setenta fue que esas asociaciones, centros de estudio, esos grupos de académicos, tenían soluciones elaboradas cuando aparecieron los problemas, y esas soluciones que se explicaban en un lenguaje muy propio de la Guerra Fría.
“La crisis de los setenta fue absolutamente real, y fue una crisis por un lado del sector productivo en los países centrales, del sector financiero sobre todo en los países periféricos, y de los esquemas de gasto público, y servicios públicos, que dependían del crecimiento económico. La crisis se significó por una disminución, hasta mínimos históricos, de la tasa de ganancia del capital, y un régimen financiero favorable para los deudores antes que para los acreedores. El resultado, después del gran ajuste, ha sido un nuevo equilibrio, favorable, sí, al capital”, detalla el académico.
Como ejemplo concreto que marcó el cambio recuerda el  llamado “shock Volcker”: el aumento drástico y repentino de las tasas de interés en 1979. “Fueron respuestas a una crisis real del sistema económico”, y no únicamente “producto de una conspiración”.
Una forma de entender el mundo
Tal como lo explica el sociólogo mexicano, el neoliberalismo no es sólo una política económica, no se reduce a un programa de gobierno: “El neoliberalismo es una manera de entender el mundo, una ideología en el sentido más fuerte de la palabra, que implica una idea de la sociedad, una idea del derecho, de la educación, de los vínculos humanos, una idea de la justicia y de la naturaleza humana”.
En este sentido, no es obra de un individuo ni de un pequeño grupo, sino de varias generaciones de filósofos, economistas, sociólogos, juristas, que pueden tener posturas distintas sobre asuntos concretos pero comparten un sistema de creencias básico y coherencia (parecido a lo sucedido históricamente con el socialismo, que a partir de un acuerdo fundamental admite una gran variedad de posturas).
Latinoamérica y sus retrocesos
“No es difícil de entender la reacción social que dio lugar al liderazgo de Hugo Chávez, Evo Morales, de los Kirchner, de Rafael Correa. Pero hay que decir que, en general, los resultados han sido decepcionantes”, sentencia Escalante. 
El académico reconoce que en todos los casos ha habido “ideas, decisiones, políticas muy plausibles en asuntos concretos, y la nueva política ha producido discusiones de enorme interés”. 
Sin embargo, “no hay otra línea de horizonte, no hay una idea del orden social mínimamente coherente, factible, que permita imaginar un futuro distinto. Y lo peor es que los excesos, los errores, los abusos, inevitables, han terminado por desacreditar la alternativa; incluso el intento de pensar una alternativa. Y han terminado por ofrecer un nuevo repertorio de ejemplos de políticas fracasadas para el argumentario neoliberal”.
¿Qué hacer? Para el sociólogo es necesario que se generalice la convicción de que el modelo neoliberal fracasó, incluso en sus propios términos: no ha producido crecimiento, ni mayor igualdad, ni mayor eficiencia ni mejores servicios, ni siquiera estabilidad económica.

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